El principio de Nirvana fue un concepto tratado por Sigmund Freud en su obra Más allá del principio del placer (1920). La esencia de este lleva al padre del psicoanálisis a uno de los postulados más importantes de su teoría: la pulsión de muerte. Este concepto lo trabajó inicialmente una psicoanalista inglesa llamada Bárbara Low, quien lo utilizó para explicar el funcionamiento del aparato psíquico.
Y Freud utilizó casi de manera literal la definición del principio de Nirvana de Low, describiéndolo como: «una tendencia a la reducción, a la constancia, a la supresión de la tensión de excitación interna».
Se trata de una interpretación del concepto de Nirvana tradicional, cuyo origen está en el budismo. Nirvana significa «apagado» y en el marco de las filosofías orientales hace referencia a un total desprendimiento del miedo y del deseo, lo cual conduce a la plenitud. Pero en el psicoanálisis freudiano toma otra dimensión. Continúa la lectura para conocerla.
«Así, como cualquier otro instinto, la pulsión de muerte buscará la satisfacción, esa que de forma completa solo le es posible a través de la muerte, el grado cero de la tensión, ese estado de paz que ha precedido a la estimulación, es decir, la recuperación de un estado de alivio anterior».
-Gabriela Castro Meléndez-
El principio de Nirvana en Freud
Desde el punto de vista técnico, el principio de Nirvana en Freud se identifica como una necesidad que rige al aparato mental: la de reducir la tensión. Se trata de un estado en el cual no hay estimulación y, por lo tanto, se genera un equilibrio relativamente estable. Para los orientales, está más asociado a una fase de trascendencia. En Occidente equivaldría más bien a la paz absoluta.
Cuando Freud esbozaba su teoría, no habló del principio de Nirvana, sino del principio de constancia. Lo definió como una tendencia del aparato psíquico a mantener la excitación en un nivel muy bajo o, cuando menos, tan estable como fuese posible.
Este estado se consigue mediante la descarga de la energía ya presente en el organismo, evitando aquello que pueda romper la estabilidad y protegiéndose frente a eventuales aumentos de la excitación.
Después de conocer el trabajo de Bárbara Low, Freud decidió adoptar el nombre del principio de Nirvana. Se refirió a él como una tendencia homeostática o de recuperación del equilibrio del sistema nervioso. Este último busca, por naturaleza, reducir el exceso de estimulación y de las tensiones perturbadoras.
Placer y muerte: su vínculo con el principio de Nirvana de Freud
En un primer momento, Freud pensó que el principio de Nirvana estaba relacionado con lo que él denominó «principio de placer». O sea, creía que la reducción de estímulos y de tensión era placentera para el organismo. Sin embargo, a medida que desarrolló su teoría, cambió de opinión.
Para 1924 ya Freud se refería al postulado en otros términos. Más que asociado al placer, lo vinculaba con la quietud absoluta. Esta sería un tipo de placer mortífero. La ausencia de estimulación y de tensión no constituirían una forma «pura» de placer. De hecho, en la excitación sexual hay tensión y muchos estímulos que resultan placenteros.
Así, el psicoanalista vienés concluyó que este estado «apagado», de quietud absoluta y tensión mínima conformaba la «pulsión de muerte». Por eso, en su obra El problema económico del masoquismo, no dudó en señalar: «El principio de Nirvana expresa la tendencia de la pulsión de muerte ».
Este postulado en un artículo de la Revista Chilena de Psicología es catalogado como controvertido, puesto que algunos expertos consideran su influencia en la comprensión de fenómenos agresivos en la vida mental, mientras que otros lo encuentran menos fiable desde el punto de vista clínico.
Pulsión de vida y de muerte
Como reseña la revista Salud Mental, en el psicoanálisis freudiano hay dos fuerzas básicas de la psiquis: Eros y Tanatos. La primera es entendida como pulsiones de vida, aquellas que buscan la satisfacción de las necesidades físicas y psíquicas del organismo. La segunda serían las pulsiones de muerte, con un carácter destructivo que buscan la desintegración y la destrucción.
Aunque la fuerza Eros está encaminada al placer, la propia vida es fuente de dolor, desorden, caos y tensión. El ser humano se siente llamado a eliminar ese malestar.
Entonces, la pulsión de muerte actúa como una fuerza que pretende eliminar la tensión psíquica. Todo esto remite más al mundo de lo inerte, que a la vida con todas sus complejidades.
De este modo, según Freud, aquello que lleve al deseo de eliminar estímulos y tensiones, en busca de quietud y paz sin límite, no es más que una expresión de la pulsión de muerte. Esta, a su vez, está exacerbada en quienes desean de forma neurótica volver al paraíso perdido de la nada.
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