«No con la cólera, sino con la risa se mata ¡Adelante, matemos el espíritu de la pesadez!»
(Así habló Zaratustra. Friedrich Nietzsche.)
«Omumneepo». Así llaman a los ataques de risa en Tanzania.
En 1962, un asombroso ataque de risa se extendió a través de un internado de niñas en el pueblo de Kashasha. Entre enero y marzo de este año,159 alumnas se matricularon en Kashasha College (la primera escuela para niñas en la región dirigida por misioneros suizos y alemanes de la Iglesia Evangélica Luterana). Tres niñas comenzaron a reírse… y se expandió por toda la escuela, llegando a afectar a 95 de las 159 alumnas de entre 12 y 18 años. Las estudiantes eran incapaces de concentrarse en sus clases. Ante tal magnitud del problema, la escuela se vio obligada a cerrar el 18 de marzo de 1962.
Después de que la escuela cerrara y las alumnas fueran enviadas a sus casas, la epidemia se extendió a Nshamba, un pueblo que hospedaba a varias de las chicas. En abril y mayo, 217 personas tuvieron ataques de risa en el pueblo, la mayoría niños en edad escolar y adultos jóvenes. La escuela de Kashasha reabrió el 21 de mayo pero volvió a cerrar a finales de junio. La epidemia llegó a la escuela media para mujeres de Ramashenye, cerca de Bukoba, donde afectó a 47 muchachas. Otro brote tuvo lugar en Kanyangereka, y dos escuelas infantiles cercanas fueron cerradas. Entre seis y dieciocho meses después de su inicio, el fenómeno se extinguió. En total cerraron 14 escuelas y alrededor de mil personas se vieron afectadas.
La antropóloga Inès Pasqueron de Fommervault, especializada en la cuestión del cuerpo y los afectos, insiste en que las normas socioculturales condicionan las prácticas y representaciones de la risa. Su investigación de campo se realizó primero en Paraguay, y después hizo trabajo de campo sobre Tanzania. En su tesis, explica que en Kashasha, la risa “impulsiva” siempre debe expresarse fuera de la vista y retenida “dentro del corazón” (“moyoni”). Para esta sociedad es imperativo aprender a controlar su expresión, que sigue modulando el estatus y los contextos sociales… en especial, en el caso de las mujeres.
«Las jóvenes solteras, deben todavía y más que nunca expresar vergüenza y sofocar su risa. En su caso, la risa es la marca de una libertad que va en contra de la pasividad y sumisión de la que deben hacer gala. (…) Una mujer vergonzosa, discreta y “cerrada” representa pues el paroxismo de la virtud
femenina, del cual la omugole (la joven novia) es su misma personificación.»
«No podía concebirse la idea de que las jóvenes adolescentes en 1962 se habrían tomado la libertad de reír, es decir, de “abrirse” en un espacio público, frente a personas mayores y, además, frente a hombres. Desde el momento en que son considerados víctimas de la risa incontrolable, «de una epidemia», su risa ya no parece fuera de lo común ni transgresora, sino sólo enfermiza: se conserva el orden social y se mantiene su condición de individuos débiles y pasivas.» «Me parece, sin embargo, que lo que se está gestando detrás de estas risitas o estas risas locas son voluntades individuales y colectivas.»
«A nadie se le ocurrió que las alumnas habían estallado en carcajadas en un estallido de alegría súbitamente permitida y que esos cuerpos risueños, por muy locos que se hubieran vuelto, eran la libre expresión de las jóvenes que actuaban en contra de las normas y reglas impuestas por su género e identidad. Se trataría finalmente de admitir que estos cuerpos que reían, eran el reflejo de una autoconciencia en formación. El omumneepo sería entonces testimonio de la fuerza liberadora de la risa, que es capaz de jugar con todas las limitaciones sociales en un momento.»
La risa como mecanismo de pugna, una manera de afrontar el conflicto, siempre es más o menos transgresora, trastorna normas y estructuras e incluso las cuestiona. Así, si la risa puede garantizar el orden social, también tiene el poder de derrocarlo. Es el humor revolucionario, el humor subversivo, y la imaginación humana.
Hay una historia nigeriana que dice así:
Un hombre muere y va al infierno. Allí descubre que hay un infierno diferente para cada país. Va primero al infierno alemán y pregunta ‘¿Qué hacen aquí?’ Le dicen: ‘Primero te ponen en una silla eléctrica durante una hora. Luego te acuestan en una cama de clavos durante otra hora. Entonces entra el demonio alemán y te azota durante el resto del día.» Al hombre no le gusta nada como suena eso, así que sigue adelante. Revisa el infierno de EE. UU., así como el infierno ruso y muchos más. Descubre que son más o menos iguales. Luego llega al infierno nigeriano y descubre que hay una cola muy larga de gente esperando para entrar. Asombrado, pregunta: ‘¿Qué hacen aquí?’ Le dicen: ‘Primero te ponen en una silla eléctrica durante una hora. Luego te acuestan en una cama de clavos durante otra hora. Entonces entra el demonio nigeriano y te azota durante el resto del día.
– Pero eso es exactamente lo mismo que todos los demás infiernos: ¿por qué hay tanta gente esperando aquí para entrar?
– Porque aquí nunca hay electricidad, entonces la silla eléctrica no funciona; alguien robó todos los clavos; y el diablo es un funcionario público, así que entra, pasa la tarjeta de fichar y luego regresa a su casa…
El antropólogo David Graeber escribió que: «El contrapoder hunde sus raíces en primer lugar y sobre todo en la imaginación» (Fragmentos de una antropología anarquista). Y es así con el humor, tiene que ver con la iniciativa y la innovación: con el momento en que alguien descubre un patrón oculto en el entorno que nos rodea. El cerebro convence al descubridor con una descarga de endorfinas que produce una enorme satisfacción. Que es precisamente la que nos causa una buena carcajada. Achille Mbembe, historiador camerunés, asegura sin embargo, que ‘la risa es inseparable del miedo inspirado por el presente inmediato’, uno caracterizado por una profunda incertidumbre. (Figuras del sujeto en tiempos de crisis)
Pero el humor es a la vez, arma y escudo. Hay una frase que dice: “Una persona sin sentido del humor es como un carro sin resortes. Es sacudido por cada guijarro en el camino.”
«El humor es nuestra respuesta natural a vivir en un mundo lleno de conflictos», escribe Scott Weems, neurocientífico cognitivo en su libro «Ja. La ciencia de cuándo reímoa y por qué». «Entonces se darán cuenta de por qué el humor no sigue guiones ni reglas sencillas, y por qué no hay un solo chiste que le agrade a todo el mundo. El humor es idiosincrásico porque depende de aquello que hace que todos seamos únicos: cómo nos enfrentamos a la discrepancia que reina en nuestro complejo cerebro.»
Por eso, asegura, «el humor es como el ejercicio del cerebro, (…) obligan a nuestro cerebro a llevar a cabo nuevas asociaciones y a afrontar la confusión de frente.»
Ojo! el humor es también indicativo de la adaptación, porque revela un mundo común, esos ciertos códigos para interpretar las normas y las transgresiones de esas normas. Y si la risa es contagiosa y nos hace cómplices, el humor, además, es una crítica cultural que es también compartida.
“Los que se ríen se transforman en conjunto como las olas del mar” escribió George Bataille. Genera comunidad. La risa siempre está junto a la fiesta y el juego, los que a su vez pertenecen a la esfera del arte.
Hay un proverbio etíope que dice así: “Cuando el gran señor pasa, el campesino sabio hace una reverencia profunda y se tira un pedo silencioso”.
O quizás, el campesino sabio le hace frente, como cuenta el mulá Nasrudin. Sí, ese que aparece tantas veces en mis libros:
Se cuenta que un día soleado, Nasrudin se fue a comprar un asno.
La feria de los asnos estaba en su momento álgido entre una multitud de campesinos. En medio del barullo reinante, le oyó afirmar a uno de la élite que allí no había más que burros y campesinos. Nada más.
– ¿Eres campesino tú también? – le preguntó Nasrudin.
– ¿Yo? No ..
A lo que Nasrudin concluyó: ¡Ah, entonces, no me digas más!
El antropólogo James C. Scott escribe en su libro «los dominados y el arte de la resistencia»:
«Todo grupo subordinado crea, a partir de su calvario, una transcripción oculta que representa una crítica al poder pronunciada a espaldas del dominante… Sugiero, en este sentido, cómo podríamos interpretar el rumor, el chisme, los cuentos populares, las canciones, los gestos, las bromas y el teatro de los impotentes como vehículos a través de los cuales, entre otras cosas, insinúan una crítica al poder escondiéndose tras el anonimato o tras inocuas comprensiones de su conducta.» Scott las describe como una esfera de «infrapolítica» que es ese espacio invisible de posible resistencia a la dominación y la captura.
“La broma es la hermana pequeña de la verdad”, afirma un proverbio congoleño.
«No hice ninguna diferencia entre reírme de algo y obtener su verdad, por lo general era la existencia de «lo que es» y de mí mismo lo que me hacía reír.»
(Bataille, 1954: 231)
Hay un monólogo del comediante Aamer Rahman que lo divulgo siempre que en alguno de mis comentarios me critican con eso de «racismo inverso». Y además resulta ser un viaje muy excitante por la historia. Me parece buenísimo como ejemplo de que la imaginación en el arte de la comedia, es una herramienta maravillosa para la educación. Él cuenta:
«Mucha gente blanca me dice: “Oye, Aamer, escucha. Te subes al escenario, haces tus bromas sobre los blancos, dices «La gente blanca esto, la gente blanca lo otro…». ¿Y si hiciera algo así, eh? ¿Qué pasa si me subo al escenario y digo «los negros son así, los musulmanes son de esta manera…”. Probablemente me llamarías racista, ¿no? Y yo digo: ‘Sí, sí, te lo llamaría’…
Dicen: Vale, haces tus bromas sobre los blancos. ¿No crees que eso es una especie de racismo? ¿No crees que eso es… dun dun duuun… racismo inverso? Dije: «No, no creo que eso sea racismo inverso»… Pero creo que podría existir el racismo inverso, y puedo ser un racista inverso, si quisiera.
Todo lo que necesitaría sería una máquina del tiempo. Y lo que haría sería entrar en mi
máquina del tiempo y retroceder en el tiempo antes de que Europa colonizara el mundo. Y convencería a los líderes de África, Asia, Medio Oriente, América Central y del Sur para invadir y colonizar Europa. Solo ocúpalos, roba sus tierras y recursos.
Estableceríamos una especie de comercio de esclavos trans-asiático, no sé, donde exportamos gente blanca para trabajar en plantaciones gigantes de arroz en China. Simplemente arruinamos Europa en el transcurso de un par de siglos, para que todos sus descendientes quieran emigrar y vivir en los lugares de donde provienen los negros y los morenos. Por supuesto, en ese momento, me aseguraría de establecer sistemas que privilegien a las personas negras y morenas en todas las oportunidades sociales, políticas y económicas imaginables. Y los blancos nunca tendrán ninguna esperanza de autodeterminación real.
Cada dos décadas inventaríamos una guerra falsa como excusa para bombardearlos de regreso a la Edad de Piedra y decir que es por su propio bien porque su cultura es inferior.
Y solo por diversión, someteríamos a las personas blancas a los estándares de belleza de las personas de color, para que terminen odiando el color de su propia piel, ojos y cabello. Si, después de cientos y cientos y cientos de años de eso, subiera al escenario en un espectáculo de comedia y dijera: “Oye, ¿qué pasa con los blancos? ¿Por qué no pueden bailar? Eso sería racismo inverso.» (Rahman 2013).
Fuentes:
Inès Pasqueron de Fommervault. Pour une anthropologie du rire. Les cadres de l’expérience du corps
riant dans les villages la Kagera (Nord-Ouest de la Tanzanie). Sciences de l’Homme et Société. AMU
– Aix Marseille Université, 2019. Français.
http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com/2023/05/la-risa-que-mata-antropologia-del-humor.html