Sergio G. Caplan, Rusia Hoy
Más de 20 años después de la desintegración de la URSS Rusia ha vuelto a ser un actor de importancia a nivel global. Pero para ello tiene que lograr buenas relaciones con los países de su región. Sin embargo, en los últimos tiempos las relaciones de Rusia con los países de la ex Unión Soviética se han visto envueltos en ciertas tensiones.
Dibujo de Niyaz Karim
En primer lugar, nos encontramos con Ucrania, cuya relación con Rusia en los últimos tiempos está marcada por dos cuestiones de tensión permanente: el suministro de gas y la modernización de la Flota del Mar Negro (FMN), un conjunto de buques rusos que se encuentran emplazados en la ciudad ucraniana de Sebastopol, en la península de Crimea.
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El precio por el suministro de gas es un motivo de negociaciones entre ambos gobiernos desde hace tiempo y, últimamente, Ucrania se mostró dispuesta a utilizar su Sistema de Transporte de Gas para realizar importaciones desde Europa en vez de hacerlo desde Rusia, debido a la falta de acuerdo entre ambos gobiernos. En cuanto a la Flota del Mar Negro, el gobierno de Víctor Yanukóvich se niega a aceptar la modernización de los sistemas de armamento que Rusia tiene previsto para determinados buques como parte del Programa Federal de Modernización de las Fuerzas Armadas 2011-2020.
Por lo que respecta a Bielorrusia, también presenta un desafío para la política exterior de la Federación Rusa. El gobierno de Lukashenko, al igual que los gobiernos de Irán y Siria, ha recibido sanciones por parte de la Unión Europea. Occidente pretende “derrocar” estos regímenes mediante la aplicación de sanciones económicas, retiro de embajadores y creación de “listas negras” para funcionarios de esos países a la hora de entrar a la Unión Europea. Dado el nivel de integración económica que existe entre Minsk y Moscú, estos conflictos pueden ser altamente perjudiciales para los intereses rusos en la región. Bielorrusia ha conformado recientemente junto con Rusia y Kazajistán un nuevo Espacio Económico Común y también ha acordado la construcción de una nueva central nuclear con ayuda del gobierno ruso, entre otras cuestiones.
El Cáucaso, por su parte, es otra de las claves geopolíticas en la actual configuración de poder mundial, y para Rusia en particular. Georgia es un país que posee una compleja relación con el Kremlin y que recibe apoyo de Occidente. Este país es un punto estratégico de cara a un eventual conflicto armado en Medio Oriente. En este sentido, otro de los objetivos de la política exterior rusa en la actualidad es el de recuperar las relaciones con Georgia. Si bien hubo algunos intentos de acercamiento, aún existen tensiones generadas tras la guerra de agosto de 2008.
El gobierno ruso ha destacado que no posee conflictos con Georgia, sino simplemente con el actual mandatario, Mijaíl Saakashvili. Teniendo esto en cuenta, podemos entender algunos puntos de cooperación que han existido entre ambos países, tales como los intercambios comerciales, la coordinación en materia de seguridad de cara a los Juegos Olímpicos en Sochi que se llevarán a cabo en 2014, el reinicio de los vuelos entre ambas capitales y la entrada de Rusia a la OMC, habilitada en cierta manera por Georgia.
Sin embargo, la cuestión en torno al reconocimiento de Abjazia y Osetia del Sur aún sigue siendo el principal conflicto entre ambos países. Esta es la razón principal de Georgia para no reanudar las relaciones bilaterales, a pesar de que el país caucásico se vería beneficiado de las inversiones rusas y de la eliminación de visados para facilitar la visita de sus ciudadanos a sus familiares rusos y viceversa. Además, cabe destacar que uno de los principales objetivos de la política exterior de Vladímir Putin consiste en lograr un régimen libre de visados con los países de la CEI.
Esto último hace referencia, principalmente, a las relaciones rusas con los países de Asia Central. La falta de control sobre las migraciones procedentes de estos países se ha convertido en un problema para Rusia debido a la incapacidad de controlar aspectos relacionados con el narcotráfico y el terrorismo. Aunque también es cierto que la industria rusa aún necesita mano de obra poco cualificada, por lo que las migraciones de hombres jóvenes le puede resultar beneficiosa, mientras que países como Kazajistán y Uzbekistán reciben altos ingresos a partir de las remesas que estos migrantes envían a sus familiares.
En lo que respecta a la seguridad internacional, los países de Asia Central integran, junto con Rusia, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva. Esta alianza militar prevé la cooperación en materia de combate al terrorismo y al narcotráfico y en ayuda en desastres naturales. Pero para lograr avances concretos en estas temáticas, Rusia deberá en el futuro próximo aumentar su presencia militar en la región de Asia Central y el Cáucaso.
Por todos estos motivos, podemos observar que la Federación Rusa debe tener claro cuáles son sus intereses y objetivos en la región y basarse en la cooperación con los países de la ex Unión Soviética y en su preponderancia en los organismos internacionales para hacer valer su merecido papel de líder regional.
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