Hoy quiero detenerme en las casualidades y coincidencias. Porque no existen, porque nada es casualidad. Todo tiene un por qué, todo tiene un propósito, el Universo es demasiado inteligente y fuerte, demasiado perfecto, como para dejar que las cosas sean objeto del azar; no existe ningún azar, existe el destino forjado por uno mismo en su camino y los sucesos y situaciones que vivimos día a día están sujetas a nuestros deseos pasados y presentes plasmados en la materia, lo creamos o no. Nuestra situación presente es consecuencia siempre de las decisiones tomadas en el pasado.
Carl Gustav Jung, nacido en Suiza en 1875, médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis, desarrolló y estudió la Teoría de la sincronicidad ya en el siglo XIX. En 1925, Jung se dirigió con dos amigos hacia Mombasa, Kenya. Tras dos días de estancia en su destino tomaron rumbo a Nairobi. Sería al atardecer cuando, en tren, emprenderían viaje al interior del país. En el transcurso del viaje, Jung nos relata haber sentido un sentimiento muy vivo y absolutamente conocido aún siendo la primera vez que lo experimentaba, un “déjà vu”, al ver sobre un pico rocoso una figura delgada y negra, inmóvil, mirando el tren y apoyada sobre una larga lanza.
“(…) su mundo era el mío desde hacía incontables milenios”.
Desde Nairobi, ya en coche, visitaron un gran coto de caza: los Athi Plains, una amplia sabana repleta de vida animal. Una maravillosa experiencia. Separándose de sus dos acompañantes hasta quedar solo, y divisando aquella inmensidad, Jung llegó al siguiente convencimiento:
“Cuando, estando en Athi Plains, en África Oriental, contemplé desde una pequeña colina aquellos rebaños de millares de venados pastando en silenciosa calma, como venían haciendo desde hace inconmensurables períodos de tiempo, tuve la sensación de ser el primer hombre, el primer ser que sabía que todo eso “es”. Todo ese mundo que me rodeaba estaba aún en el silencio inicial y no sabía qué era. Y justamente en ese momento en que yo sabía, había surgido el mundo y sin ese momento nunca hubiera existido. Toda la naturaleza busca esa finalidad y la encuentra, ya cumplida, en el hombre, y siempre sólo en el hombre más consciente. Cada paso pequeñísimo hacia delante sobre la senda que lleva a la consciencia crea mundo”.
No he estado nunca en Kenya, pero sin embargo, es como si Kenya estuviera dentro de mi y ese lugar me invadiera, es mi “déjà vu” personal.
La sincronicidad supone la ocurrencia de dos sucesos que no están asociados ni causal ni teleológicamente, sin embargo tienen una relación significativa. Jung nunca se aclaró con respecto a sus creencias religiosas, pero el concepto de sincronicidad lo hallamos explicado en la perspectiva hindú de la realidad. Desde este punto de vista, nuestros Yo individuales son como islas en el mar. Estamos acostumbrados a ver el mundo y a los demás como entes individuales y separados. Sin embargo, lo que no vemos es que estamos conectados entre nosotros por medio del suelo marino que subyace a las aguas.
Todos nosotros somos extensiones del Ser Único, de la Mente, del Todo que es nuestro Cosmos, el cual se permite olvidarse un poco de su identidad para volverse aparentemente separado e independiente, volviéndose cada uno de nosotros. Pero de hecho, nunca estamos separados del todo. Cuando morimos, nos despertamos siendo lo que realmente fuimos desde el principio: Dios (Cosmos). Cuando soñamos o meditamos, nos metemos dentro de nuestro inconsciente personal, acercándonos cada vez más a nuestra esencia: el inconsciente colectivo. Es precisamente en estos estados cuando somos más sensibles y permeables a las comunicaciones de otros Yo individuales.
Cuando en un mismo tiempo, de forma simultánea, se dan diferentes hechos que están relacionados entre sí o que generan, a posteriori, una serie de hechos encadenados entre sí, es cuando una persona está en un proceso de evolución ascendente. Las coincidencias son señales -no fortuitas ni casuales- que nos avisan que estamos en el camino correcto para avanzar evolutivamente y posicionar como único Yo a nuestro Yo interior. Por eso, cuantas más señales percibamos como “coincidencias” o “casualidades” en un corto espacio de tiempo, más conscientes debemos ser que estamos alcanzando un mayor grado de perfección en nuestra esencia como seres únicos, una mayor conexión y sintonía con el Todo, con el Universo. Estaremos alcanzando una evolución no sólo en un plano individual, sino colectivo, y por eso, en nuestras vidas, aparecerán cada vez con más frecuencia personas con las que entramos con mayor facilidad en una sintonía distinta, como un nivel superior de conexión y de compenetración que no podemos experimentar con las personas que hasta el momento han compartido nuestro camino. Todo ejerce una atracción, y por eso todo está conectado entre sí, todos somos átomos y energía. Y ésta está en permanente movimiento, conectándose y transmitiendo.
Todos hemos tenido alguna experiencia en la que hemos tenido pensamientos que nos han hecho reflexionar sobre la extrañeza de una situación determinada como consecuencia de un hecho fortuito o casual. Cuando conocemos a una persona y tenemos una gran sintonía con ella, pensamos que por qué no la hemos conocido antes. Y es que las cosas suceden en su debido momento, aunque de forma consciente quizá no podamos entenderlo.
Es necesario que tomemos consciencia que las casualidades no existen, así que si crees que ha sido casualidad que pensaras en esa persona y unos días después recibas noticias de ella, empieza a buscar cuál es el propósito de esa situación. Del mismo modo, si mantienes una conversación con alguien respecto a un tema determinado y al día siguiente, por la mañana cuando lees el diario mientras tomas el café antes de subir a la oficina, lees una noticia respecto a ese mismo tema, tienes un mensaje que descifrar.
¿Casualidad? Nunca, el azar no existe, la perfección reside en el orden del caos, y éste forma parte de un plan divino donde los sucesos que definen nuestra vida fruto de nuestras decisiones tienen un propósito, y nosotros el deber de descubrirlo.
http://laverdadscarlata.blogspot.com.es/2010/11/casualidad-no-sincronicidad.html
Todos somos un átomo del cosmos, unidos por una misma consciencia, desde el ser más importante hasta el objeto más pequeño, no hay nada sin una razón y formamos parte de esta hermosa comunión. Conocemos personas, vivimos experiencias buenas o malas en el momento preciso, ni antes ni después, todo está calculado con precisión, desde el amor humano y divino.
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Estimado señor Maestro Viejo,
Un saludo, comentarle que en la teología cristiana, ese mar, esa mente ese ser único es definido como el Espiritu Santo, que vive dentro de nosotros (con la codificación de lo bueno y lo malo, la justicia e injusticia) y que en algún momento regresará al ser principal (Dios), ya que es parte de Dios, es una extensión y por lo tanto es Dios, y nosotros en algún momento seremos parte de Él.
Desde mi punto de vista (es una interpretación mía), el tema es que en la teología cristiana, mucha gente renuncia al espíritu santo, por medio de acciones que lo alejan, y por lo tanto para estas personas no es tan fácil regresar a Dios, en teoría ese «regreso» es la famosa promesa del cielo, y el infierno sería lo opuesto (con todas las injusticias y dolores que conocemos) hasta que seamos capaces y si quieren hayamos «evolucionado» espiritualmente de una forma tal que podamos retornar a Dios.
Un gran saludo, sus notas son muy buenas y ayudan a comparar puntos de vista distintos, muchas cosas en la sque creemos son mucho más parecidas a otras creencias de lo que pensamos.
Sergio
Y me olvidaba… Cuando escuchamos algo «en el viento» que nos hace pensar, soñar con otras personas, cosas, ojo que puede ser el espíritu santo, pero también pueden ser otros espiritus que nos quieren confundir, nos quieren perder y que en la teología cristiana se llaman demonios…
Un saludo
Sergio
Gracias Sergio por compartir