Una colaboración de yasmin monsalve
Una historia de apenas tres párrafos se convirtió en el artículo más
leído del periódico el País de España, en su página de internet. Son
líneas conmovedoras sobre la inmigración, uno de los temas más
delicados y que mayor preocupación genera entre los ciudadanos
europeos. La anécdota que cuenta Rosa Montero es uno de los temas más
comentados en redes sociales y considerada por el escritor brasilero
Paulo Coelho como lectura obligada. Este es el mensaje:
‘El negro’
Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una
alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú
en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa.
Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse
para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro,
probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y
está comiendo de su bandeja.
De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero
enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está
acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del
europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para
pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de
vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse
frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano
contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza
a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y
compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico
negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos
pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y
uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta.
Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte
del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella.
Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y
entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo
colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida
intacta.
Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos
aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les
consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun
bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo.
Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de
hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo
de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado,
la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: «Pero qué chiflados
están los europeos».
leído del periódico el País de España, en su página de internet. Son
líneas conmovedoras sobre la inmigración, uno de los temas más
delicados y que mayor preocupación genera entre los ciudadanos
europeos. La anécdota que cuenta Rosa Montero es uno de los temas más
comentados en redes sociales y considerada por el escritor brasilero
Paulo Coelho como lectura obligada. Este es el mensaje:
‘El negro’
Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una
alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú
en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa.
Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse
para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro,
probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y
está comiendo de su bandeja.
De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero
enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está
acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del
europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para
pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de
vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse
frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano
contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza
a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y
compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico
negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos
pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y
uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta.
Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte
del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella.
Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y
entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo
colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida
intacta.
Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos
aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les
consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun
bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo.
Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de
hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo
de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado,
la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: «Pero qué chiflados
están los europeos».
JA,JA,JA QUE ANECDOTA TAN DIVERTIDA.. QUE LECCION…..
Da gusto de vez en cuando leer estas cosas . Gracias.
BUENA ESA!
Argentina se pobló en el siglo XIX y XX por inmensas corrientes inmigratorias, la mayoría de ellas conformadas por españoles e italianos.
En la actualidad hay mas vascos y descendientes de vascos en Argentina que en España.
Esto es para recordarles a quienes le temen al inmigrante que cuando los países europeos han quedado destruidos y en la más absoluta miseria, los países latinoamericanos han abierto sus puertas para recibirlos, sin miramiento alguno.
Por aquí decimos…en una mesa donde comen cuatro bien pueden comer seis o los que lo necesiten.
Espero que algún día el hombre comprenda que todos somos iguales y todos tenemos los mismos derechos, que no hay de primera ni de segunda ni de tercera.
Esta sociedad en la que vivimos anestesiada frente al dolor del hermano, nos conduce a mas indiferencia…puedo estar yo calentita y con la panza llena, pero tengo la obligación de saber que hay otros que no tienen la misma suerte que yo.
Si no reconocemos al otro y lo que a él le acontece como parte de mi mismo, estamos destinados a fracasar como humanidad.
Saludos