El impulso del cerebro bilingüe: Dos lenguas, dos mentes

Hablar un segundo idioma puede cambiarlo todo, desde la resolución de problemas de habilidades hasta la personalidad, casi como si se tratara de dos personas.

Desde que era una recién nacida, y mi madre me contemplaba en la cama del hospital, hizo algo que cambió permanentemente la forma en que mi cerebro fue desarrollándose. Algo que me haría mejor en el aprendizaje, en la multitarea y en la resolución de problemas. Con el paso del tiempo, incluso protegería a mi cerebro de los estragos de la vejez. ¿El truco? Ella empezó a hablarme en francés.

En ese momento, mi madre no tenía idea de que sus acciones me darían un impulso cognitivo. Ella es francesa y mi padre inglés, así que simplemente supo que tenía sentido educarme a mí y a mis hermanos como bilingües. Sin embargo, desde entonces hasta hoy, una masa de investigación se ha ido realizando que sugiere que hablar dos idiomas ha podido afectar profundamente a la forma en la que pienso.

La mejora cognitiva es sólo el comienzo. Según algunos estudios, mis recuerdos, los valores, incluso mi personalidad, cambian en función del idioma que estoy hablando. Es casi como si un cerebro bilingüe fuese el hogar de dos mentes separadas. Todo lo cual pone de relieve el papel fundamental del lenguaje en el pensamiento humano. «El bilingüismo es como un microscopio extraordinario del cerebro humano», dice la neurocientífica Laura Ann Petitto, de la Universidad de Gallaudet en Washington DC.

El punto de vista del bilingüismo no ha sido siempre color de rosa. Para muchos padres como el mío, la decisión de criar a los niños hablando dos idiomas tenía su controversia. Por lo menos desde el siglo XIX, los educadores advertían que podía confundir al niño, haciéndoles incapaces de aprender bien el idioma correctamente. En el mejor de los casos, pensaban que el niño se convertiría en un aprendiz de todo y maestro de nada. Y en el peor, se sospechaba que podía obstaculizar otros aspectos del desarrollo, dando como resultado un más bajo cociente intelectual.

En nuestros días, esos temores parecen injustificados. En realidad, la gente bilingüe tienden a tener un vocabulario ligeramente más pequeño en cada idioma que sus pares monolingües, y a veces, son más lentos para llegar a la palabra correcta al nombrar los objetos. Sin embargo, un estudio clave en la década de 1960, realizado por Elizabeth Peal y Wallace Lambert, de la Universidad McGill de Montreal, Canadá, descubrió que la capacidad de hablar dos lenguas no impedía el desarrollo general, por el contrario, cuando se controla mediante otros factores que también afectan al rendimiento, como el estatus socioeconómico y la educación, encontraron con que los bilingües superaban a los monolingües en 15 tests verbales y no verbales (Psychological Monographs, vol 76, no 27, p 1).

Por desgracia, sus resultados fueron pasados por alto en gran medida. A pesar de que el hilo de la investigación sobre los beneficios del bilingüismo siguió su curso, la mayoría de los investigadores y educadores continuaron aferrándose a las viejas ideas. Solamente en los últimos años el bilingüismo ha recibido la atención que merece. «Durante 30 años he estado sentado en mi pequeña y oscura habitación haciendo mis cosas, y de repente, en los últimos cinco años es como si las puertas se abrieran», observa Ellen Bialystok, psicóloga de la Universidad de York en Toronto, Canadá.

En parte, este renovado interés viene de los recientes avances tecnológicos en neurociencia, como la funcional espectroscopia de infrarrojo (fNIRS), una forma de imágenes del cerebro que actúa como un monitor silencioso y portátil, ojeando dentro de los cerebros de los bebés cuando se sientan en el regazo de sus padres. Por primera vez, los investigadores pueden observar los cerebros de los bebés pequeños en sus primeros encuentros con el lenguaje.

Usando esta técnica, Petitto y sus colegas descubrieron una profunda diferencia entre los bebés criados hablando uno o dos idiomas. Según la teoría popular, los bebés nacen como «ciudadanos del mundo», capaces de discriminar entre los sonidos de cualquier lengua. Cuando llegan al año de edad, sin embargo, se cree que han perdido esta capacidad, guiándose exclusivamente por los sonidos de su habla materna. Este parece ser el caso de los monolingües, pero el estudio de Petitto descubrió que los niños bilingües todavía mostraban un aumento de la actividad neural, como respuesta a las lenguas no familiares al final de su primer año  (Brain and Language, vol 121, p 130).

Ella reconoce que la experiencia bilingüe abre una poco más la ventana para el aprendizaje del lenguaje. Es importante destacar que los niños siguen alcanzando los mismos hitos lingüísticos, como su primera palabra, más o menos al mismo tiempo que los niños monolingües, apoyando la idea de que el bilingüismo puede fortalecer en lugar de obstaculizar el desarrollo del niño. Esto parece ayudar a la gente como yo, a adquirir nuevos idiomas a lo largo de nuestras vidas. «Parece como si el cerebro monolingüe estuviera llevando una dieta, y que el cerebro bilingüe nos mostrara que todas las fronteras de los idiomas están disponibles», señala Petitto.

De hecho, cuanto más cerca miraban los investigadores, mayores resultaban los beneficios que descubrían, algunos de los cuales abarcan una amplia gama de habilidades. Bialystok, tropezó por primera vez con una de estas ventajas, mientras le pedía a los niños que detectaran si distintas sentencias eran gramaticalmente correctas. Tanto los monolingües como los bilingües podían ver si existía error en frases como «las manzanas crecen en los árboles», aunque las diferencias surgieron cuando se consideraban frases sin sentido como «las manzanas crecen en las narices». Los monolingües se quedaban desconcertados por la estupidez de la frase e incorrectamente informaban del error, mientras que los bilingües daban la respuesta correcta (Developmental Psychology, vol 24, p 560).

Bialystok sospecha que en lugar de que la experiencia se refleje en la gramática, su desempeño demostró una mejoría en lo que se llama el «sistema ejecutivo» del cerebro, un amplio conjunto de habilidades mentales centradas en la capacidad de bloquear la información irrelevante y concentrarse en la tarea que estás llevando a cabo. En este caso, eran más capaces de concentrarse en la gramática, en tanto ignoraban el significado de las palabras. Efectivamente, los niños bilingües en estudios posteriores, lucieron en una serie de problemas que directamente ponían a prueba esta característica. Otra habilidad ejecutiva consiste en la capacidad de cambiar entre tareas distintas sin confundirse, y los bilingües también son mejores en este tipo de problemas. Al clasificar los objetos, por ejemplo, puede saltar de la consideración de la forma hasta el color sin cometer errores (Bilingualism: Language and Cognition, vol 13, p 253).

Un segundo punto de vista

Estas características son fundamentales para casi todo lo que hacemos, desde la lectura y las matemáticas a la conducción. Las mejoras por tanto, dan lugar a una mayor flexibilidad mental, lo que podría explicar por qué las personas bilingües se comportaron tan bien en los tests de Peal y Lambert, indica Bialystok.

Sus virtudes, se puede extender incluso a nuestras habilidades sociales. Paula Rubio-Fernández y Sam Glucksberg, ambos psicólogos de la Universidad de Princeton, han encontrado que las personas bilingües son mejores a la hora de ponerse en la misma situación que otra persona y entender su situación. Esto se debe a que es más fácil bloquear lo que saben y enfocar desde otro punto de vista (Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, vol 38, p 211).

Entonces, ¿qué es lo que hace que el hablar dos idiomas haga a un cerebro bilingüe tan flexible y enfocado? La respuesta proviene de la obra de Viorica Marian, de la Universidad Northwestern en Evanston, Illinois, y sus colegas, que utilizó los dispositivos de seguimiento ocular para seguir la mirada de los voluntarios que participaban en diversas actividades. En la puesta en marcha, Marian colocado una suerte de objetos delante de los bilingües ruso-inglés y les pidió que «cogieran el marcador», por ejemplo. El truco está en que los nombres de algunos objetos suenan igual en ambos idiomas pero tienen significados diferentes. La palabra rusa para sello suena como «marcador» en inglés [marker], por ejemplo, que en inglés también puede significar rotulador. Aunque los voluntarios no entendieron mal la pregunta, el seguimiento ocular demostró que lanzaban rápidas miradas hacia objetos alternativos antes de elegir la correcta (Bilingualism: Language and Cognition, vol 6, p 97).

Este gesto, casi imperceptible, regala un detalle importante sobre el funcionamiento del cerebro bilingüe, revela que las dos lenguas están en constante competencia por la atención en el fondo de nuestras mentes. Como resultado, cada vez que los bilingües hablamos, escribimos o escuchamos la radio, nuestro cerebro está ocupado eligiendo la palabra adecuada, mientras inhibimos ese mismo término de la otra lengua. Es una prueba considerable de control ejecutivo, precisamente el tipo de entrenamiento cognitivo que, de hecho, es común en muchos programas comerciales de «entrenamiento cerebral», que a menudo requieren que ignores la información distractiva mientras afrontas una tarea.

No pasó mucho tiempo hasta que los científicos se preguntaran si estos ejercicios mentales podrían ayudar al cerebro a resistir los estragos del envejecimiento. Después de todo, hay un montón de pruebas que sugieren que otras formas de ejercicio cerebral pueden crear una «reserva cognitiva», una especie de relleno mental que protege la mente contra el declive relacionado con la edad. Para averiguarlo, Bialystok y sus colegas, recopilaron datos de 184 personas diagnosticadas con demencia, la mitad de ellas eran bilingües. Los resultados, publicados en 2007, fueron asombrosos, los síntomas comenzaron a aparecer en las personas bilingües cuatro años más tarde que en sus pares monolingües (Neuropsychologia, vol 45, p 459). Tres años más tarde, se repitió el estudio con otras 200 personas que mostraban signos de enfermedad de Alzheimer. Una vez más, hubo alrededor de un retraso de cinco años en el inicio de los síntomas en los pacientes bilingües (Neurology, vol 75, p 1726). Los resultados se mantuvieron incluso después de tener en cuenta factores tales como la ocupación y la educación. «Yo estaba tan sorprendido como cualquiera al haber encontrado efectos tan grandes», comentó Bialystok.

Además de darnos a los bilingües un impulso cerebral, hablar un segundo idioma puede tener un efecto profundo en el comportamiento. Los neurocientíficos y psicólogos están empezando a aceptar que el lenguaje está profundamente entrelazado con el pensamiento y el razonamiento, llevando a algunos a preguntarse si las personas bilingües actúan de manera diferente, dependiendo de en qué idioma están hablando. Para ello cuentan sin duda con mi experiencia. La gente suele decirme que parezco distinta cuando hablo en inglés que cuando hablo francés.

Estos efectos son difíciles de caracterizar, por supuesto, ya que no es fácil separar los distintos aspectos de uno mismo. Susan Ervin-Tripp, ahora en la Universidad de California, Berkeley, encontró una manera objetiva de estudiar la cuestión en la década de 1960, cuando ella les pidió a unos bilingües japonés-inglés que completaran un conjunto de frases inacabadas en dos sesiones separadas, primero en un lenguaje y luego en el otro. Descubrió que sus voluntarios usaban regularmente terminaciones muy diferentes según el idioma empleado. Por ejemplo, dada la frase: «Los buenos amigos deberían …» usando el japonés respondían «… ayudarse unos a otros»; sin embargo, utilizando el inglés optaba por «… ser más francos». En general, las respuestas parecían reflejar la forma en que los monolingües de ambos idiomas tienden a completar la tarea. Los hallazgos llevaron a Ervin-Tripp a sugerir que las personas bilingües utilizan dos canales mentales, uno para cada idioma, como dos mentes diferentes.

Su teoría parece encontrar apoyo en una serie de estudios recientes. David Luna, del Baruch College en Nueva York y sus colegas, por ejemplo, ha pedido recientemente a voluntarios bilingües de inglés-español que vean anuncios de televisión presentando a mujeres, primero en un idioma, y seis meses más tarde, en el otro, y después debían calificar las personalidades de cada personaje implicado. Cuando los voluntarios veían los anuncios en español, tendían a votar a las mujeres como independientes y extrovertidas, pero cuando lo veían en inglés describían a los mismos personajes tan inútiles y dependientes (Journal of Consumer Research, vol 35, p 279). Otro estudio descubrió que los bilingües de griego-inglés reportaron reacciones emocionales muy distintas a la misma historia en función de la lengua, ellos mismos encontraban «indiferente» al personaje en un idioma, sin embargo, lo sentían «preocupado» en el otro (Journal of Multilingual and Multicultural Development, vol 25, p 124).

Una posible explicación es que cada idioma trae a la mente los valores de la cultura que experimentamos mientras lo aprendemos, arguye Nairán Ramírez-Esparza, psicólogo de la Universidad de Washington, en Seattle. Recientemente, ella les pidió a unos mexicanos bilingües que calificaran su personalidad en unos cuestionarios en inglés y en español. La modestia es un valor más alto en México que en EE.UU., donde el respeto se gana por tu asertividad, y el lenguaje de las preguntas parecían disparar estas diferencias. Cuando era preguntado en español, cada voluntario era más humilde en su respuesta que cuando en preguntado en inglés.

Algunos de los interruptores de comportamiento puede estar íntimamente relacionado con el papel del lenguaje, como una especie de andamio que soporta y estructura nuestros recuerdos. Muchos estudios han encontrado que somos más propensos a recordar un objeto si se conoce su nombre, lo cual explica por qué tenemos tan pocos recuerdos de nuestra primera infancia. Existen incluso algunos indicios de que la gramática de una lengua puede dar forma a la memoria. Lera Boroditsky, en la universidad de Stanford, en California, ha descubierto hace poco que los hispanohablantes son peores a la hora de recordar que causó un accidente que los angloparlantes, quizá sea porque los hispanohablantes tienden a usar frases impersonales, como «el florero se rompió» donde no declaran la persona que hay detrás del caso (Psychonomic Bulletin Review, vol 18, p 150).

El resultado apunta a que los recuerdos de una persona bilingüe cambian dependiendo del idioma que se habla. En un brillante pero sencillo experimento, Marian y Margarita Kaushanskaya, entonces en la Universidad Northwestern, hicieron preguntas a bilingües de mandarín-inglés de conocimiento general, primero en un idioma y luego en otro. Por ejemplo, se les pidió que «nombraran una estatua de alguien de pié con un brazo levantado mientras mira en la distancia». Hallaron que las personas eran más propensas a recordar la Estatua de la Libertad cuando se le preguntaba en inglés, y una estatua de Mao cuando se le preguntaba en mandarín (Psychonomic Bulletin & Review, p 14, vol 925). Lo mismo parece ocurrir cuando los bilingües evocan recuerdos personales, autobiográficos. «Así que los recuerdos de la infancia vienen más rápido y más a menudo, cuando se restablece el idioma», señala Marian.

A pesar de los recientes progresos, los investigadores sólo pueden ver la punta del iceberg cuando se trata de los efectos del bilingüismo, y quedan muchas preguntas. La principal de ellas será la cuestión de si una persona monolingüe podría sacar provecho de estos beneficios. Si es así, ¿qué mejor incentivo para reforzar la enseñanza de idiomas en las escuelas, que precisamente está decayendo en Reino Unido y EE.UU.

Mucho se ha hablado de las dificultades de aprender un nuevo idioma de forma tardía en la vida, pero las evidencias hasta la fecha sugieren que el esfuerzo vale la pena. «Se puede aprender otro idioma a cualquier edad, aprenderlo con fluidez, y podrá comprobar los beneficios en su sistema cognitivo», declara Marian. Bialystok está de acuerdo en que los aprendices tardíos de algún idioma obtienen su ventaja, aunque el aumento de rendimiento es generalmente menos pronunciado que en los hablantes bilingües. «Aprender un idioma a cualquier edad, no significa ser bilingüe, pero ayuda a permanecer mentalmente estimulado», apunta. «Es una fuente de reserva cognitiva».

Así las cosas, estoy agradecida por haber dejado atrás este especial desafío. Mi madre nunca pudo imaginar hasta qué punto sus palabras iban a cambiar mi cerebro y mi forma de ver el mundo, pero estoy segura de que valió la pena el esfuerzo. Por todo ello sólo puedo decir: ¡Merci!


– Referencia: NewScientist.com, 8 de mayo 2012 por Catherine de Lange
– Título original: » Bilingual brain boost: Two tongues, two minds»
– Imagen: Sí a las escuelas bilingües, de autor anónimo.

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2 comentarios en “El impulso del cerebro bilingüe: Dos lenguas, dos mentes

  1. Nunca lo había mirado desde este punto de vista, gracias por compartir.
    Llevo tanto tiempo aquí que pienso en castellano, con una amiga hablo cada día una mezcolanza de francés-español, me gusta practicar con los turistas el calalán pero el inglés se va perdiendo. El hablar varios idiomas hoy en día abre muchos horizontes.

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