Nota del editor: El arzobispo Desmond Tutu es considerado frecuentemente como la conciencia moral de Sudáfrica y es defensor mundial de los derechos humanos. Orador apasionado y atrayente, mostró al mundo la lucha contra el Apartheid. Dirigió las protestas de miles de personas en su país, predicando siempre la no violencia. En 1984 se le concedió el Premio Nobel y posteriormente dirigió la Comisión Sudafricana para la Verdad y la Reconciliación que estudia los crímenes de la era del Apartheid. El arzobispo Tutu es presidente del grupo Los ancianos.
En los próximos días estaré en Juba y Jartum, capitales de Sudán del Sur y Sudán. Mis compañeros Ancianos Martti Ahtisaari, Mary Robinson y yo iremos allá para tratar de evitar que las terribles lecciones de la guerra se olviden, para compartir nuestra esperanza de que esas dos hermosas naciones encuentren la vía hacia la paz.
Transmitiremos las preocupaciones que tienen los países de que otro conflicto letal destruya las esperanzas de ambas naciones y la región en general. Diremos a los líderes que, aunque tomará tiempo y requerirá de paciencia, creemos que –según nuestra propia experiencia—se puede lograr la paz.
Una de las principales razones por las que iremos a Sudán y Sudán del Sur es la situación humanitaria actual, que debe ser enfrentada con urgencia. Estamos siendo testigos de una catástrofe insoportable a raíz de las batallas en el Nilo Azul y en Kordofan del Sur en Sudán y el consecuente flujo de refugiados hacia Sudán del Sur y Europa.
Mientras escribo me encuentro en Addis Abeba, Etiopía, en donde se están llevando a cabo las pláticas entre ambos países dirigidas por la Unión Africana. La comunidad internacional se ha unido en el deseo imperioso de que estas pláticas resulten ser un éxito, dada la cercanía de la fecha límite, 2 de agosto. No podemos desperdiciar esta valiosa oportunidad. Utilizaremos nuestra voz y nuestra influencia para brindar todo el apoyo posible.
Tanto Sudán como Sudán del Sur necesitan de la paz para prosperar.
He tenido la oportunidad de conocer bien al presidente Salva Kiir, sin embargo esta será mi primera visita a su país a casi un año de que se convirtiera en la nación más joven del mundo.
El clamor por la independencia de Sudán del Sur fue algo muy poderoso. Espero que sus ciudadanos tengan en puerta muchos logros: nuevas escuelas, caminos confiables, instalaciones de salud y un futuro próspero y estable para las familias y sus hijos.
No obstante, esta visión aún está lejos y depende de la paz con el Norte —y más allá. Tras el orgullo de la independencia, un orgullo aún mayor espera al pueblo una vez que logren construir un gobierno incluyente a todo lo largo del territorio de Sudán del Sur, de las comunidades y las creencias.
En el estado de Jonglei, por ejemplo, sabemos que los ancianos locales y los líderes religiosos están haciendo una gran labor para superar la violencia interna. Creo firmemente que el compromiso con el diálogo siempre superará a la inestabilidad, a las diferencias y las privaciones.
El norte enfrenta su propio conflicto interno, además del que existe con el Sur. Dos miembros de Los Ancianos, Lakhdar Brahimi y Jimmy Carter se reunieron con el presidente Al Bashir en Jartum hace poco y tuvieron la oportunidad de escuchar sus puntos de vista. Su disposición a discutir la situación con Los Ancianos refuerza nuestra creencia en la importancia de sostener un diálogo.
¿Qué pueden hacer Los Ancianos?
Creemos que es esencial hablar con todos los bandos involucrados en una disputa. Escucharemos al presidente Salva Kiir, quién se enfrenta al reto de construir una nueva nación y con el presidente Omar Al Bashir, quien tiene a su cargo una situación compleja y aparentemente irresoluble.
También hemos escuchado los sabios consejos de Thabo Mbeki, quien encabeza las pláticas de la Unión Africana con ambos países y quien ha proporcionado todo su apoyo a estos notables esfuerzos.
También nos reuniremos y escucharemos a algunas de las víctimas de esta crisis y apoyaremos a las organizaciones locales que hacen todo lo que está en sus manos para construir la paz desde los cimientos.
Les diremos que la reconciliación se nutre del diálogo, la inclusión y el perdón. Juntos, permiten que prevalezca nuestra humanidad compartida. Sé muy bien que es difícil. Mirando en retrospectiva mi propia experiencia en Sudáfrica, me doy cuenta de que muchas veces estábamos cegados por la furia y tendíamos a repartir culpas en vez de extender la mano.
Al final fue obvio que quienes encontraron la entereza para perdonar y para hablar con todas las partes fueron los que resolvieron con éxito esta situación.
En esta visita, nuestro mensaje final será que la reconciliación, la paz y la prosperidad son el mejor legado con el que puede soñar un líder. Oraremos junto con la gente para que esos líderes tengan éxito.
Este comentario expresa exclusivamente las opiniones del arzobispo Desmond Tutu.
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