LOS MILAGROSOS CORPORALES DE DAROCA

AUTOR :: 

Josep Maria Osma Bosch

josepdemallorques@gmail.com

Corporales

Daroca es una localidad aragonesa que se halla a 797 metros sobre el nivel del mar y a una distancia de 84 Km. al sur de la capital, Zaragoza; y según el censo de empadronamiento del pasado año de 2011, cuenta con 2.313 habitantes. Sus orígenes se remontan en los tiempos celtiberios cuando era un poblado llamado Derek. Con la dominación romana pasó a denominarse Agiria, donde se edifico una fortaleza. Los árabes, que tuvieron presencia en esas tierras, la renombraron como Calat –Darwaca, y finalmente, desde 1141 pasó a manos cristianas. Daroca durante esa época medieval, fue escenario en cinco ocasiones sede de celebración de cortes de Aragón (1196, 1222, 1243, 1311 y 1356). Entres sus monumentos más importantes, además de la mencionada fortaleza, destacan su perímetro de murallas de 4 Km., el trazado de la judería medieval, las puertas de muralla, las iglesia de Santo Domingo, de San Juan y de San Miguel, la fuente de los veinte caños, y la basílica de Santa María, conocida como La Colegiata, lugar donde se halla a la vista de los fieles unos corporales milagrosos, es decir, las telas de forma cuadrada que cubren el cáliz y el platillo que contiene las Sagradas Formas durante la celebración de la Eucaristía.

 

En 1234, cuatro años después de que Jaume I de Aragón reconquistase Valencia a los musulmanes, todavía quedaban pequeños focos de resistencia en varios puntos de ese reino, uno de ellos, era la fortaleza de Chío enclavada en lo alto del pico Codol, cercano a Luchente, a 16 Km. de Xativa, en el sur de Valencia. El monarca aragonés encargo la toma de esa fortificación a su tío Berenguer de Entenza, el cual, auxiliado por seis nobles de Aragón al mando de cuatrocientos caballeros, cuatro mil peones de a pie y un centenar de moros renegados, lo sitió el 23 de febrero de ese mismo año.

En esos tiempos, era costumbre de que las tropas cristianas antes de entrar en combate asistieran a misa de campaña. Para esa ocasión, el encargado de oficiarla fue el clérigo Mateo Martínez, párroco de San Cristóbal de Daroca, el cual previamente había consagrado seis hostias que impartiría a los nobles capitanes de la tropa. Todavía no había llegado el momento de la Comunión, cuando los soldados de guardia dieron la alarma de que varios escuadrones de caballería moro atacaban el campamento. El sacerdote oficiante, ante el temor de que las sagradas formas fueran objeto de sacrilegio, salió de la zona donde se combatía y algo alejado de ellas, en un lugar donde abundaban enorme piedras, envolvió las Sagradas Formas en el pectoral y la escondió debajo de una de esos pedruscos.

Horas después, los árabes, observando que tenían todas las de perder, se batieron en retirada hacía su castillo. Los seis nobles comandantes, que habían sobrevivido a la lucha, tras ordenar atender a los heridos y enterrar a los muertos, solicitaron al clérigo proseguir con la misa. Mateo, junto a los nobles, fue al lugar del escondrijo, y al descubrirlas, el grupo se quedó atónito al ver que estaban fijadas a los corporales y los habían teñido de sangre. Pocos días después, el castillo moro fue ocupado por los asaltantes cristianos que aseguraban que el milagro de las Sagradas Formas le había hecho salir con la victoria.

Como se ha dicho anteriormente, los nobles que mandaban las fuerzas procedían de varias zonas aragonesas, y cada uno de ellos quería llevarse a sus tierras feudales los corporales, los que a partir de ese momento ya se consideraban milagrosos. Ante la discusión creada, Mateo Martínez decidió que los corporales metidos dentro de un arcón fueran cargados a lomo de una mula, que sin ser conducida por bridas por ningún hombre, ella sola tomase camino y el lugar que eligiera para su meta sería la localidad donde las reliquias serían depositadas para su devoción, y fue por voluntad divina que la acémila, el 7 de marzo, tras días y noches de patear sin descanso, acompaña por multitud de gentío, se postrase en Daroca, curiosamente la ciudad donde el sacerdote Mateo ejercía su ministerio.

El relicario donde se hallan depositados los corporales fueron costeados por el rey Pere IV de Aragón y de su esposa Sibila de Fortià, y realizado por uno de los orfebres más famosos de aquellos tiempos, Pere Moragues.

En 1261, el papa Urbano IV declaró que el milagro de los Corporales de Daroca era autentico. Otro pontífice, Eugenio IV, en 1444, concedió a Daroca el derecho a Jubileo cada diez años, y Sixto IV, en 1480, lo rebajo a seis.

Curiosamente, Aragón es una región donde abundan las leyendas relacionadas con corporales, como son los de Aguaviva, Andorra, Aniñon, Cimballa, Fraga, Montearagón, San Juan de la Peña,..

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