Marcel Mauss.
En el neolítico, el ser humano descubrió la agricultura y la ganadería, inventó los instrumentos y las herramientas más importantes, logró con éxito protegerse de la intemperie de la naturaleza. Pero el neolítico fue, ante todo, una victoria sobre el Tiempo. El hombre había logrado arrancar un poco de ocio y de tranquilidad al inmisericorde pasar de los días y las estaciones, abrir un paréntesis en el que, simplemente, perder el tiempo y ponerse a charlar, un paréntesis, en definitiva, para eso a lo que llamamos -a lo que la antropología llama- “cultura”.
Si pensamos en lo que es la mitología, veremos que éstos se caracterizan por una especie de obsesión por los comienzos. El mito cuenta como sucedieron las cosas por primera vez:los hombres y los animales aún no eran distintos, el bien y el mal aún no se podía diferenciar, el cielo y la tierra, el día y la noche, los hombre y las mujeres eran indistinguibles. Entonces ocurrieron ciertas cosas, un diluvio universal, un inmenso incendio, un cataclismo. Cierto héroes (dioses u hombre o mujeres o animales o…) protagonizaron algunas aventuras y todo se creó para que se hiciera posible la vida de la comunidad.
La Historia es el privilegio de los Héroes. La Palabra es el privilegio de los humanos. Los indígenas piensan que si conservan sus relatos mitológicos que recuerdan lo que hay que hacer en cada caso, y si siguen sus costumbres y rituales, ya nunca ocurrirá un diluvio, un incendio o que vuelvan a pasar cosas terribles de cuando nuestros ancestros tenían que vérselas con acontecimientos nuevos e imprevisibles. Les interesa que no pase nada, y cuando suceda algo, se pueda arreglar mediante la palabra. El hombre es hombre desde el momento en que empezó a arreglar las cosas mediante el lenguaje. Pero para que reine el lenguaje, tiene que dejar de reinar el Tiempo Los hombres no pueden ponerse a dialogar en medio de una tempestad o un cataclismo, y el capitalismo es un cataclismo incesante. Si la palabra tiene más autoridad que el tiempo, es por la enorme cantidad de tiempo que hay encerrada en ella, en la voz de la experiencia, de los ancestros y de los ancianos.
«Nuestra ciencia no habría llegado a comprender su importancia si en algunas regiones de la Tierra no hubiera hombres que resistieron obstinadamente a la historia, y que permanecieron como una vívida prueba de lo que deseamos salvar»
Levi Strauss.
Lévi-Strauss solía decir que los antropólogos encontraban su objeto de estudio en el cubo de la basura de los historiadores y de los sociólogos. Parece que la antropología se ocupara de recolectar los residuos que las otras ciencias humanas van abandonando por el camino. Mientras la historia estudia lo que cambia,la antropología se ocupa de un ser empeñado en repetirse. La historia estudia acontecimientos. La antropología estudia cotilleos. La historia estudia documentos, la antropología latransmisión oral. La una quiere saber lo que ocurrió, la otra lo que se cuenta que ocurrió. Y sin embargo, hay que preguntar a la antropología cuáles son los límites de «eso que deseamos salvar», lo mínimo para ser humano.
Hoy, mientras la Historia pasa vertiginosa, la antropología observa que los hombres, por el contrario,parecen haberse empeñado en emprender siempre la misma tarea. El ser humano siempre se las ha arreglado para seguir haciendo lo que siempre hizo, algo así como lo que vemos en las inolvidables fotos de los nambikaras que hay en Tristres Trópicos: despiojarse unos a otros, manejar unas cuantas herramientas, hablar, distinguir quienes son sus primos y creer en los dioses. Siempre hay un rincón, una grieta, en la que el ser humano logra tener costumbres, de que es posible sentarse a no hacer nada y a charlar en la Casa de la Palabra. El hombre ha conseguido protegerse de la historia con cierta eficacia, tal y como se protegió de la naturaleza, edificando instituciones en los que mantener a sus primos, sus dioses y su piojos, y considerando los acontecimientos históricos como parte del paisaje natural.
http://sociologiac.net/2011/11/03/artistas-recrean-fotografia-claude-levi-strauss-tristes-tropicos/ |
El ser humano es muy limitado, mucho más limitado que lo que ha llegado a poder hacer gracias a la técnica. El ser humano puede, incluso, apretar un botón y destruir el mundo entero. Su poder es infinito, pero su imaginación, su capcidad de reporesentación, y sobre todo, su comprensión moral, siguen siendo finitas, limitadas, ancladas en una especie de tosquedad neolítica. La desproporción entre la acción y sus efectos es tan grande que la imaginación se desorienta. Los seres humanos estamos hechos para sentir la muerte de un ser querido, incluso de bastantes seres queridos y no queridos, pero el número 200.000 no nos dice nada emocionalmente. Es imposible, humanamente hablando, sentirse responsable de la guerra de Iraq. Allí donde nuestras más banales costumbres cotidianas (la de mandar un mensaje por móvil o elegir una marca de cereales) tienen una relación con algo terrible que sucede en el Congo o con la muerte de quince niños en Indonesia, es muy difícil aplicar nuestro concepto tradicional de responsabilidad. Puede representarse el daño que puede hacer con una porra, pero no con una bomba de racimo. Mucho menos para comprender y juzgar moralmente los efectos del arma de destrucción masiva más poderosa de todas: el sistema económico mundial.
El padre Tiempo vencido por el Amor, la Esperanza y la Belleza. Simón Vouet. |
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