Queridos lectores una vez más, la presentación de un libro y un autor con una temática que no nos dejará indiferentes.
En su libro “NIBIRU, si no existe habrá que inventarlo“, Sam propone un recorrido tras las huellas del astro. Aunque más que huellas resulta una biografía entera, avalada por los testimonios de los más grandes sabios del pueblo Dogón y los vestigios que nos han llegado tanto del Antiguo Egipto como de la vieja Mesopotamia. El viaje no sólo nos transportará hasta Mali o al Egipto de la época de las pirámides, sino que además penetrará en la mente de aquellos que compusieron su historia. Sin duda recorreremos un itinerario apasionante que no dejará a nadie indiferente, marcando un antes y un después, porque en esta obra… no hay espacio para cabos sueltos, ni se deja nada en el aire.
A continuación parte del libro, para que los lectores puedan ojear su contenido:
NIBIRU ¿mito o realidad?
Envueltos por el velo del tiempo y, habitando multitud de mitos y leyendas de culturas cuyas raíces se hunden más allá del II milenio a.C., encontramos varios elementos que incansablemente se repiten una y otra vez. Se trata de historias que describen el encuentro de nuestros antepasados con seres de otros mundos, o sea, con hipotéticos extraterrestres. Misteriosamente, dichas narraciones se asemejan tanto entre ellas, que resulta inevitable considerar que describen el mismo escenario; pues tanto los hechos en si como las criaturas que los protagonizan, básicamente son idénticos. Sin embargo, lo verdaderamente significativo sale a relucir cuando examinamos las referencias existentes respecto al lugar de origen, de aquellos ya lejanos en el tiempo, supuestos visitantes del espacio. Y, sometiendo estas narraciones al más profundo y escrupuloso análisis comparativo, la presión es tal, que terminan por arrojar conclusiones mucho más que relevantes para el hombre moderno y el mundo que le rodea.
Con toda probabilidad, siguiendo el hilo de estas misteriosas tradiciones, hace ya 5 milenios fuimos visitados por una raza extraterrestre cuyo testimonio se niega a desaparecer y todavía perdura inmerso en numerosos mitos y cosmogonías. Vinieron a la Tierra en el interior de “vehículos resplandecientes” directamente desde su lugar de origen, NIBIRU, presumiblemente un planeta que recorre sin cesar las profundidades del Sistema Solar, y que ahora vamos a redescubrir con todo su esplendor para que pueda ocupar su lugar correspondiente en nuestra sociedad actual.
En “Nibiru, si no existe habrá que inventarlo”, se propone un recorrido tras las huellas de dicho astro. Aunque más que huellas resulta una biografía entera, avalada por los testimonios de los más grandes sabios del pueblo Dogón y los vestigios que nos han llegado tanto del Antiguo Egipto como de la vieja Mesopotamia. El viaje no sólo transcurre por Mali o el Egipto de la época de las pirámides, sino que además penetra en la mente de aquellos que compusieron su historia. Se trata sin duda de un itinerario apasionante que no deja a nadie indiferente, pues marca un antes y un después, porque en esta obra… no hay espacio para cabos sueltos, ni se deja nada en el aire.
Babilonia
A partir de mediados del III milenio a.C. y hasta los primeros compases de nuestra era, en Mesopotamia, florecieron numerosos reinos e imperios que formaban parte de una misma unidad cultural cuyos orígenes se remontaban a los célebres Sumer y Akad. Babilonia fue uno de los más destacados, con reyes de la talla de Hammurabi. También de procedencia babilónica aunque de época tardía, hubo un sacerdote llamado Beroso que dejó constancia de cómo sus antepasados tuvieron un encuentro con unos extraños seres que salieron del Golfo Pérsico. Eran mitad pez mitad humanos, y según una antiquísima tradición, instruyeron a los hombres en todo tipo de artes y ciencias. Se les denominaba “apkallus”; los muy sabios, los mismos que los modernos hemos catalogado simplemente como “héroes civilizadores”. Existen varias referencias que ya los nombran durante el período sumerio. Pero… ¿realmente son sólo mitológicos estos personajes? Diversos relatos derivados de los escritos de Beroso, contaban que dichos seres se tiraban al mar desde el interior de un “huevo luminoso”.
Y otra cosa a destacar en los pueblos mesopotámicos fue el cultivo de unos conocimientos astronómicos muy desarrollados, los cuales jamás se igualarían hasta la llegada de Ptolomeo. Prueba de ello, entre muchas otras, son las tablillas de escritura cuneiforme que componen el Enuma Elish, el Mul Apin y distintos “astrolabios”, en cuyo seno encontramos un astro muy especial. Se trata de NIBIRU, y su trayectoria resulta similar en parte a la de un cometa. Sus principales señas de identidad son tres: color rojizo, cruza el cielo de Sur a Norte y, “dirige” a los demás astros del Sistema Solar. ¿Sería un cometa?…o ¿sería un planeta? Tal era su importancia que estaba vinculado al dios más importante y poderoso de Babilonia, su protector, pues Nibiru no era ni más ni menos que “la estrella de Marduk”.
Antiguo Egipto
Por otro lado, los héroes civilizadores del Antiguo Egipto no son otros que los “Shemsu Hor” u mensajeros de Horus, un grupo de “dioses” que aunque provenían del cielo también llegaron desde el mar al País del Punt, donde los egipcios solían enviar expediciones a menudo de carácter comercial ¿Eran reales?¿o por el contrario legendarios? Al menos entre la gente del Valle del Nilo los tenían como seres de carne y hueso.
También en esta tierra de pirámides destacó la astronomía desde los inicios de su civilización, y sobre todo, se utilizaba para el cómputo del tiempo. Pero además, distintos elementos astronómicos como ciertas estrellas o constelaciones se habían fundido con la religión, en especial uno por encima del resto. Su nombre: Horus de la Duat. Hablamos de un astro que aunque ya se conocía antes, aparece como uno de los principales protagonistas de los “Textos de las Pirámides”. Igual que en el caso de Nibiru, lo acompañan distintos elementos que invitan a pensar que cruza el cielo de Sur a Norte y dirige a todos los demás, pues se dice de Horus que “es la estrella que está a la cabeza del cielo”. Por si fuera poco, también recibe el curioso epíteto de “estrella de la corporación de los dioses” ¿Nos estarían indicando, y no nos enteramos, los antiguos egipcios con esta etiqueta el lugar de procedencia de los Shemsu Hor? A decir verdad, la sombra de Horus de la Duat se prolongaría durante todo el imperio egipcio; parece que bajo nombres similares se siguió manifestando en los “techos astronómicos” primero, y más tarde en el Zodíaco de Dendera. Un zodíaco que, aparte de ser una composición artística exquisita sobre los cielos nocturnos, ahora por fin, después de su 2000 cumpleaños, ha revelado todos sus misterios al completo: pues en mi opinión, narran la historia del astro-dios Halcón. El disco de Dendera es un marcador temporal que cuenta sus andanzas.
Los Dogón
Tanto en el Antiguo Egipto como en Babilonia, que son dos grandes imperios desaparecidos desde hace mucho tiempo, nos encontramos con que el sentido de algunas de sus tradiciones se ha perdido por completo aunque conservemos inmensas cantidades de sus vestigios. Con lo cual, resulta difícil determinar el grado de realidad que le otorgaban sus pobladores a aquellos dioses instructores de antaño. No ocurre lo mismo con el pueblo Dogón, sus tradiciones milenarias más sagradas continúan vivitas y coleando en el corazón de Mali. Aseguran que en la antigüedad recibieron una visita de seres con aspecto semihumano y de pez; seres EXTRATERRESTRES. Los llaman “Nommos”, y misteriosamente su descripción coincide con la de sus equivalentes babilonios Apkallus. Dicen que llegaron a la Tierra en el interior de un “arca resplandeciente”, sin embargo, existe otro detalle que brilla muchísimo más. Pues habían venido desde un astro al que identificaban por el nombre de Ie Pelu Tolo: “la estrella de la décima luna”. Un planeta en realidad, desconocido para nosotros, los del ahora, que forma parte de nuestro Sistema Solar y, cuyas señas de identidad se repiten respecto a sus homólogos mesopotámico y egipcio: astro rojizo, que cruza los cielos de Sur a Norte y además, “guía” al resto de astros…
Quizá parezca cosa de locos, quizá sólo se trate de leyendas, pero… por muy descabellada que resulte la posibilidad de que tengamos unos hermanos cósmicos, ahí al lado, dentro de nuestro Sistema Solar ¿no es una posibilidad tan fascinante que ya de por si merece la pena investigarla? Las antiguas civilizaciones egipcia y mesopotámica junto a la tradición Dogón, todas ellas distintas y distantes, por no hablar también de los extraños objetos con representaciones astronómicas que se rescataron dentro de una mina en la Maná (Ecuador), aportan tantos elementos de juicio al respecto que parece imposible que se inventaran todas estas historias sobre criaturas extraterrestres y su lugar de procedencia. Y para colmo convergen en los mismos puntos, tanto en la morfología que presentaban los seres descritos como en sus andanzas por estos lares; también coinciden sobre su escurridizo astro de origen. En fin, resultaría muy interesante que los astrofísicos tuvieran en cuenta tan controvertida cuestión, que punto por punto la examinaran, pues hay suficiente información para conseguir localizar a Nibiru… y sacarnos a todos de dudas definitivamente.
Por si fuera poco, Sirio y Orión tienen mucho que decir en esta historia. Pero para descubrirlo, habrá que meterse de lleno en esta aventura llamada “Nibiru, si no existe habrá que inventarlo”. Allí, a través de 320 páginas y más de 130 archivos gráficos, encontraréis una ampliación bien documentada de todo esto, y muchísimo más…
Extracto de “NIBIRU, si no existe habrá que inventaro”, editorial Palibrio
Por Samuel García Barrajón.
Investigador y escritor.
www.nibirusam.com