Siempre se ha pensado que los rituales colectivos potencian la cohesión social y los lazos afectivos entre sus participantes. Ahora, un estudio realizado por científicos de la Universidad de Dinamarca ha demostrado que este tipo de rituales puede provocar, además, efectos fisiológicos compartidos: los investigadores comprobaron una sincronización del ritmo cardiaco de los protagonistas y de los espectadores del ritual del Paso del Fuego. Anteriormente, en una boda, otros investigadores habían constatado una sincronización en los niveles de oxitocina de los asistentes. Estos datos sugieren, según los especialistas, que la conexión entre humanos no es sólo mental sino que entraña también comportamientos fisiológicos de los que no somos conscientes.
Paso del Fuego
En concreto, los científicos analizaron el llamado ritual del Paso del Fuego, que se celebra cada año, durante la noche de San Juan, en el municipio soriano de San Pedro Manrique.
Este rito consiste en atravesar descalzo una alfombra de brasas ardientes, de unos tres metros de largo, llevando a cuestas a una mujer joven. Se desarrolla a medianoche y está cargado de simbolismo, porque es acompañado por procesiones con imágenes religiosas y música, entre otros elementos.
Para su investigación, los científicos registraron los ritmos cardiacos de 38 de los participantes en el Paso del Fuego: 12 sampedranos que atravesaron las brasas, nueve espectadores relacionados con ellos (familiares o amigos) y 17 espectadores sin ninguna relación con los primeros (visitantes).
Este registro fue realizado mediante monitores que fueron ajustados al cuerpo de los participantes sin que se vieran, publica The New York Times.
Sincronización cardiaca
A partir de dichos registros, los investigadores evaluaron después los incrementos en la dinámica del ritmo cardiaco de todos los voluntarios, aplicando un análisis matemático no lineal.
Más específicamente, los registros demostraron que el ritmo cardiaco de los parientes y amigos de las personas que atravesaron la alfombra de brasas siguió un patrón casi idéntico al de éstas, aumentando y disminuyendo casi en sincronía con ellas.
Conexión fisiológica
Según los investigadores, este estudio demuestra que un ritual colectivo puede provocar un efecto fisiológico sincronizado entre participantes activos y espectadores. Asimismo, ha logrado relacionar observaciones de campo con la fisiología, y ha ofrecido un método único de cuantificación de los efectos sociales en la fisiología humana, en el marco de interacciones sociales reales.
Michael Richardson, profesor de psicología de la Universidad de Cincinnati no vinculado al estudio, opina en The New York Times que esta investigación demuestra que la conexión entre personas no está sólo en la mente, sino que existirían también comportamientos fisiológicos comunes, que ocurrirían continuamente, sin que seamos conscientes de ellos.
Richard Sosis, profesor de antropología de la Universidad de Connecticut y coeditor de la revista Religion, Brain and Behavior, señaló por su parte que el estudio contradice la asunción de que los rituales producen sólo cohesión y solidaridad si contienen movimientos, vocalizaciones o ritmos compartidos (como danzas o cantos).
En este caso, la mera observación de una actividad, fue lo que provocó una sincronización espontánea entre observadores y protagonistas del ritual.
También acompasamiento hormonal
Por otro lado, Sosis afirma que podría establecerse un paralelismo entre los resultados obtenidos por Konvalinka y sus colaboradores, y los efectos fisiológicos de otros rituales como las bodas, los bautismos o el Bar Mitzvá, rito judío de madurez.
En este sentido, un neuroeconomista de la Claremont Graduate University de Estados Unidos llamado Paul Zak, realizó en 2010 un análisis de los niveles de oxitocina (la llamada “hormona del amor”) de los asistentes a una boda: de los novios y de algunos familiares y amigos.
El análisis reveló que dichos niveles aumentaron durante la boda en todas las personas analizadas, y no sólo en los novios. Para Zak, este hecho sugiere que las ceremonias públicas evolucionaron como una fórmula de consolidación de los lazos emocionales entre las parejas y sus comunidades.