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«Mi pueblo perece por falta de conocimiento»
Oseas 4,6.
Desde el punto de vista de la filosofía tradicional la obra de arte es un recordatorio; la convocación de su belleza es hacia una tesis, hacia algo que ha de comprenderse, antes que gozarse. Por renuentes que seamos a aceptar esta proposición hoy día, en un mundo que se vacía incesantemente de significado, todavía nos resulta más difícil creer que el “ornamento” y la “decoración” son, hablando propiamente, factores integrales de la belleza de la obra de arte; no ciertamente partes in-significantes, sino más bien partes necesarias para su eficacia.
Esta perspectiva nos ayuda a entender que la estructura arquitectónica y ciertos ornamentos de la Basílica del Pilar de Zaragoza tienen un carácter significante. Un detalle que lo hace singular, es que presenta los únicos vestigios de simbolismo taoísta en un templo occidental, símbolos de carácter cosmológico y alquímico. Así mismo, el templo, tiene una estructura general que representa el proceso cosmogónico chino expresado por Lao Tse y más detenidamente por el filósofo Shao-Young.
Estos signos están formados por seis líneas alternativamente continuas y discontínuas. Nos referimos a los realizados en ladrillo y presentes en las paredes externas de los cimborrios de las ocho cúpulas de las naves laterales. Pertenecen a la antigua tradición China y se atribuyen al emperador primordial Fu-Xi, son signos de base matemática binaria, representando los pares de opuestos-complementarios; uno-cero, ser-nada, yang-yin, masculino-femenino, luz-sombra, etc.
De forma coetánea a la fecha de construcción del Pilar, siglo XVll – XVIII, (el día del Apóstol Santiago del año 1681 se puso la piedra fundacional del nuevo Templo), se despliega la influencia de la Compañía de Jesús en China, y sus intentos de traducción de los conceptos Metafísicos, Religiosos, Cosmológicos, con los consiguientes intercambios culturales.
La sorprendente presencia de estos signos chinos en el “Pilar», pudiera ser debida a la influencia del Abad del Císter Juan Caramuel y la Orden Jesuítica, particularmente del P.J. Jacobo Kressa, catedrático de matemáticas del Colegio Imperial de Madrid, y que en el año 1696, a instancias del Conde de Perelada, desempeña la peritación de las obras de construcción de la Basílica.
Se puede afirmar que el estamento religioso y científico de la época, especialmente el P. J. Kressa, recibió una gran influencia intelectual del monje cisterciense Juan Caramuel de Lobkowitz, nacido en Madrid en 1606, y que murió en Vigevano un año después de ser colocada la piedra fundacional del nuevo Templo del Pilar. Según Menendez y Pelayo este abad del Císter fue: » El más erudito y fecundo de los polígrafos del siglo XVII El crítico de arte Bruno Zevi dice: “Cuando Alejandro VII hablaba de arquitectura se sabía que su fiel asesor era el monje cisterciense Juan Caramuel”
Debemos tener en cuenta que en el año 1655 subió al solio pontificio el Papa Alejandro VII, y que fue el mayor defensor de las tesis jesuíticas sobre el asunto de los “ritos chinos”. El obstáculo principal a la expansión del cristianismo residía en los desacuerdos entre las comunidades cristianas, que llevó a la querella de los ritos. Los jesuitas, por su lado, y los dominicos y franciscanos, por otro, discutían cómo había que traducir al chino el concepto cristiano de Dios y, sobre todo, si se debía permitir a los cristianos chinos el culto a Confucio y a los antepasados.
Estos signos de carácter binario fueron importados, presumiblemente por el P. Martino Martini, S.J, profesor de lengua china de Caramuel. Refiere Crasso, biógrafo de Caramuel, que esta lengua la redujo a números y la añadió a su proyecto de la Grammatica. Además como los símbolos chinos no responden a la lengua sino a las cosas, puso en práctica un método de lengua universal.
Tumba de Alejandro VII de Bernini
Este misionero fue el que intervino ante el papa Alejandro VIIl, para defender y apoyar las tesis Jesuíticas sobre el asunto de los “Ritos Chinos”, defensa que logró un decreto favorable en 1656, aceptando los ritos condenados anteriormente.
Este decreto favorable que hacía garante de catolicidad a la Iglesia Romana, fue derogado posteriormente por la constitución (Ex illa die ) de Clemente XI de 1715. En cuanto se hizo efectiva determinó la prohibición de la prédica cristiana en el “país del medio” por Kang-Hi, emperador que podría haber soñado en ser el Constantino de la China.
Otra vía de relación con estos símbolos se abrió gracias a la correspondencia establecida con el Colegio Romano y con Leibniz por el P. Jesuita Joaquín Bouvet, astrónomo y matemático, perteneciente a la misión francesa.
La primera descripción del sistema de numeración binario, aparece en la obra “Mathesis Biceps” de J. Caramuel, síntesis de todo el saber matemático de su época, publicada en el año 1667.
Dibujo Sobre un retrato de Juan Caramuel
De tal forma que Caramuel es el primer matemático que describe el sistema de numeración binario, y esto treinta años antes que lo hiciera Leibniz, su más famoso divulgador.
Considerando estos antecedentes, podemos ver así que este hexagrama, formado por seis líneas, alternativamente continuas y discontinuas, corresponden en lenguaje informático a un «byte» de seis «bit». De tal modo que sería el primer templo occidental que utilizaría las cifras del lenguaje informático para representar ideas y símbolos abstractos.
Como anteriormente expresamos, en este sistema de representación, si asignamos, como ya lo hizo Leibniz, a la raya continua el valor uno y a la raya partida el valor cero, comprobamos que reproduce al número 42 en cifras binarias.
En la tradición Taoista este hexagrama representa la unión del Cielo y la Tierra, el espíritu y la materia, el azufre y el plomo, el Sol y la Luna, el fuego y el agua.
El proceso alquímico total está representado por este Hexagrama, pues la la unión del Trigrama Li y del Trigrama K’an, representa la conjunción de los dos ingredientes con los que se prepara el Elixir.
La operación alquímica se realiza simbólicamente mediante el descendimiento de la línea discontinua (yin) de Li «cristalización del espíritu», y el ascenso de la línea continua (yang) de K’an, «sublimación de la simiente y de la energía»
Este hexagrama representa esencialmente la interpenetración del Fuego con el Agua, o el Sol con la Luna, correspondiendo en la iconografía tradicional cristiana con la mujer del Apocalipsis, «Vestida de Sol y con la Luna bajo sus pies».
Altorrelieve de la Asunción de la Virgen María en la Basílica del Pilar
En el Catolicismo así es representada la Virgen María, y así aparece en la Basílica del Pilar.
El tratado de Alquimia, de “Lo K’uan Yú” comenta:
«La permanencia en el centro para realizar la unidad del cielo y la tierra se consigue sólo uniendo el sol y la luna.
El sol representa el corazón, y la luna, la cavidad Tan T’ien inferior, simbolizados respectivamente por el dragón y el tigre. Cuando se alcanza la unificación del cielo y la tierra, las luces del sol y la luna se funden frente a la cavidad original del espíritu en el centro de la cabeza donde los tres tesoros se unen (la fuerza generativa, la vitalidad y el espíritu), donde asientan el corazón y el intelecto vacíos, y no hay ni yo mismo ni otros.»
Correspondencia Numérica
Como vemos en el esquema, esta formado por seis líneas, alternativamente continuas y discontinuas.
Si asignamos, como ya hemos dicho, a la raya continua el valor uno, y a la raya partida el valor cero, es decir si vemos en esta figura un número representado en sistema binario, sistema de numeración implícito ya entre los antiguos chinos, veremos que representa al número 42.
Existen en las dos puertas que jalonan al «Pilar» desde el humilladero, unas figuras que subrayan el significado estrechamente determinado por el valor numérico y simbólico de este hexagrama llamado «Wei-chi».
Podemos realizar una aproximación apoyándonos en la representación cifrada del número 42, con lo que corroboraremos su propósito y el conocimiento de su significado.
Estas dos puertas presentan las imágenes siguientes: el Sol y la Luna, el Pilar del Éxodo hebreo y el arco iris como signo de la “Alianza Noaquita”.
Estas tres agrupaciones presentan un nexo común, y es el de conjugar la relaciones bipolares entre el “Fuego” y el “Agua”, es decir las relaciones entre el trigrama «Li» y el trigrama «K’an».
1º *El “Sol” y la“Luna”;
2º *El pilar del Éxodo que era de “Fuego” por la noche y de “Nube” por el día;
3º *y El “Arco Iris” que resulta de la interpenetración de la luz o “fuego solar” con el “agua de las nubes”.
La puerta derecha que jalona el pilar representa el «Signo de la Alianza» o arco iris, y podemos advertir en física que 42º es precisamente el ángulo de refracción del rayo de “Sol” que penetra en la gota de “Agua”.
El arco iris es el signo de la alianza establecida con Noé, padre de las tres razas, y por tanto el signo de la Alianza Universal. Esta Alianza es la establecida con los «pueblos» de las naciones gentiles descendientes de Noé, la figura de Melquisedec, rey de Salén, se cuenta entre ellas y lo atestigua de forma impresionante. El gentil Job como así mismo Confucio pertenecen a la alianza de Noé, que en cierto modo puede considerarse como el ámbito de las religiones de la humanidad. La Iglesia, al venerar a esos «gentiles santos», atribuye también cierta validez a sus actos de culto y de servicio divino.
El sacrificio de Noé, ofrecido en el altar erigido por él, encuentra el agrado de Dios. Dios le promete a continuación que el orden cósmico será estable a partir de entonces: «Mientras dure la tierra habrá sementera y cosecha, frío y calor, verano e invierno, día y noche» (Gén 8,22). Y Dios sella su alianza con la humanidad y con toda la vida mediante el signo celestial del arco iris (Gén 9,12-17). Esta vinculación entre el culto y el orden cósmico significa que en las religiones de la humanidad se viven genuinas adoraciones de Dios ( Religio Perennis ).
Refiriéndonos al “Pilar” del Éxodo veremos que ya Orígenes, en sus Homilías sobre los Números precisa que las 42 estaciones que los hebreos pasaron en el desierto antes de llegar al Jordán, en busca de la Tierra prometida, representan un doble misterio: «Cristo descendió hasta nosotros a través de 42 antepasados según la carne, como por otras tantas estaciones, y es a través del mismo número de estaciones que los Hijos de Israel ascendieron hasta el lugar en que comienza la herencia prometida»
La fiesta judía y cristiana de la Pascua deriva de los capítulos XII y XIII del Éxodo que describen la salida de los Israelitas de Egipto, así como la larga marcha de cuarenta años por el desierto del Sinaí hacia la Tierra Prometida, marcha que se pautó en cuarenta y dos etapas. Para Filón de Alejandría (20 a.J.C. – 45 dj.C.), como para todos los judíos, la Pascua recordaba la salida de Egipto; representando también, «el pasaje del alma del mundo de los sentidos al de la razón».
Añado un fragmento de las «Homilías sobre el Exodo» de Orígenes, esta titulada: «El tabernáculo».
«Si alguno comprende bien la salida de los hebreos de Egipto, o el paso del mar Rojo, y todo el camino recorrido por el desierto, y cada uno de los 42 emplazamientos de los campamentos, si ha sido capaz de estas cosas y por eso ha recibido la Ley de Dios escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; si alguno, digo, llega a estas cosas según grados progresivos, de manera que cumpliendo en espíritu cada una de las etapas, ha conseguido también el crecimiento de las virtudes que en ellas se simbolizan, ése puede consiguientemente llegar también a la visión y a la comprensión del tabernáculo».
Y todavía en la Homilía V, al comentar la lectura del Éxodo, hecha en (1 Co. 10, 1-4):
«Ya veis cuánto se distingue la lectura histórica de la interpretación de Pablo: lo que los judíos piensan que es el paso del mar, Pablo lo llama bautismo; lo que ellos consideran nube, Pablo lo presenta como el Espíritu Santo...»
Columna ante Moisés en el Paso del Mar Rojo, pintura de la Capilla Sixtina
Cito los versículos a los que me refiero: Exodo 13, 21-22
21. E iba el Señor delante para mostrarles el camino, de día en una columna de nube y por la noche en una columna de fuego. sirviéndoles de guía en el viaje, día y noche.
22. Nunca faltó la columna de nube durante el día, ni la columna de fuego por la noche delante del pueblo.
El éxodo de los israelitas por el desierto, pautado por esa división en 42 etapas, para alcanzar la Tierra Prometida, lugar de la Sabiduria y la Paz, tiene ricos significados para Origenes, uno de los más profundos y originales Padres de la Iglesia. Añado más comentarios de este Padre de la Iglesia sobre el peregrinaje de Egipto a la Tierra Prometida, las etapas del desierto y los grados de la vida espiritual, dicen:
«Estas sucesivas acampadas en el desierto son las etapas por las que se lleva a termino el viaje de la tierra al cielo. ¿Ouien podrá ser hallado suficientemente capaz, suficientemente enterado de los secretos divinos, para poder describir las etapas de este viaje, de esta ascensión del alma, explicando los trabajos o los descansos que son propios de cada una de estas paradas? Si hay alguien que se atreva a explicar el sentido de cada una de las etapas y a sacar de la inteligencia de sus nombres las características de cada una de las acampadas, no sé si su espíritu será capaz de soportar el peso de tan grandes misterios, o si el de sus oyentes será capaz de comprenderlo… Por lo que a ti se refiere, si no quieres caer en el desierto sino llegar al país que fue prometido a tus padres, no aceptes quedarte en parte alguna de esta tierra, no tengas nada en común con ella. Que el Señor sea tu único lote, y tú no caerás jamás. Se trata de la subida desde Egipto a la tierra de las promesas: las descripciones místicas que nos han sido hechas nos enseñan, como he dicho, la ascensión del alma hasta el cielo y la resurrección de los muertos».
También Origenes comenta sobre el tránsito: « se llega pasando por el lavatorio de la regeneración… En la regeneración por el agua somos sepultados con Cristo: en la regeneración del fuego y del Espíritu, somos hechos iguales al cuerpo de la gloria de Cristo».
También el Sol y la Luna, desde el punto de vista astronómico, tienen correspondencia con el número 42, que venimos tratando.
Esta relación la encontraremos cuando se establece su conjunción astronómica, es decir, cuando se producen los eclipses solares. Estos eclipses pueden esperarse en familias cuyos miembros están separados por ciclo de Saros.
Durante este periodo de Saros se produce el mismo número de eclipses solares, concretamente 42.
El número 42 tiene un simbolismo análogo entre la antigua tradición china y la Católica, como pretendemos mostrar.
Los eclipses de Sol, sólo pueden ocurrir en Luna Nueva, y cerca de los nodos de la órbita de la Luna. El tiempo entre pasajes sucesivos de la Luna a través de sus nodos es llamado el mes Dracónico, y es igual a 27,2 días.
El tiempo entre sucesivas Lunas Nuevas o Llenas, es llamado el mes Sinódico, y es igual a 29,5 días. Si tomamos 223 meses sinódicos y los comparamos con 242 meses dracónicos podemos ver que son casi iguales. Este período es el llamado Saros, y equivale a 18 años, 10 días.
Esto significa que los eclipses pueden esperarse en familias cuyos miembros están separados por ciclo de Saros.
Estos “Ciclos de Saros” los estudió Beda el Venerable (673-735) doctor de la Iglesia que se encuentra en la Santa Capilla
La cosmología de Beda está expuesta en su De Rerum Natura, y De Temporibus, tratado que nos interesa especialmente por citar los ciclos de Saros, relacionados con el número 42 y el calendario metónico, usado todavía por los judíos, en cuyo calendario, cada mes comienza en o cerca de la Luna.
El interés principal que tuvo Beda por los ciclos solilunares de Saros, fue porque son determinantes en el cálculo de la fecha de Pascua. Se vienen intentando varias mejoras en la técnica desde el comienzo del siglo VIII, cuando Beda creó su cronología y su «cálculo con los dedos», hasta la actual época del “cálculo digital” en que aún persiste una diferencia, entre los ortodoxos y católicos, sobre la fecha de la Pascua, que mantiene su controversia.
Dibujo que he esbozado de la escultura de Beda el Venerable que aparece en el «cielo» de la Santa Capilla.
Me atrevo a apostillar que si inclinaran la cabeza ante la Virgen del Pilar, alcanzarían el “centro” espacial y el “momento” temporal, estando todo conforme a lo que Ella representa como detentora de la “Sabiduría del Centro”, de tal manera que conforme al simbolismo acogido, unificaría mediante una alianza (iris) el tiempo (saros) y el lugar (columna del éxodo).
Vínculo a un vídeo con imágenes de carácter intuitivo sobre estas relaciones:
http://www.youtube.com/watch?v=LFtkqhldK9c
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