Si no está en tus manos, déjalo fuera de tu mente

Si no está en tus manos, déjalo fuera de tu mente

A todos nos ha pasado: preocupados por algo que no podemos cambiar, le damos vueltas y más vueltas en nuestra mente como si así fuésemos a solucionar el problema. Pero, ¿y si te dijera que esa preocupación constante no solo no ayuda, sino que te agota mental y físicamente? A fin de cuentas, la preocupación te da algo que hacer, pero no te conduce a ningún sitio. Por ese motivo, si algo no está en tus manos, será mejor que lo dejes fuera de tu mente.

La obsesión con querer controlarlo todo

Nuestro cerebro está programado para buscar certezas y patrones – incluso allí donde no existen. En un experimento realizado en la Universidad de Texas, los psicólogos comprobaron que cuando nos sentimos inseguros, percibimos patrones donde no los hay, incluso en la estática de la televisión. Eso nos genera cierta seguridad, aunque sea ilusoria.

Cuando no sabemos qué va a pasar, entramos en un estado de alerta porque nuestro cerebro interpreta esa falta de control e información como una amenaza. Para escapar de esos sentimientos incómodos, nuestra mente trabaja a marchas forzadas intentando encontrar explicaciones y soluciones.

El problema es que cuando la respuesta no está en nuestras manos, podemos caer en un ciclo agotador: nos preocupamos, hacemos mil planes en la mente y, cuando no logramos cambiar nada, nos frustramos aún más y nos sentimos ansiosos. Y vuelta a empezar.

Esa dinámica crea una retroalimentación emocional negativa donde la preocupación constante refuerza la sensación de impotencia. Al final, nos quedamos atrapados en una espiral de pensamientos repetitivos que no llevan a ningún lado, lo que no solo desgasta nuestra salud mental, sino que también limita nuestra capacidad para actuar sobre lo que sí podemos cambiar ya que, a fuerza de enfocarnos tanto en lo que se nos escapa, termina también se nos escapa lo que está en nuestras manos.

Dejar de preocuparnos: ¿una misión imposible?

Muchas veces nos aferramos a una situación porque creemos que, si dejamos de pensar en ello, minimizamos su importancia o renunciamos a encontrar una solución. Por ejemplo, cuando tenemos problemas en el trabajo o en una relación, nuestra mente puede quedarse atrapada en un bucle marcado por los “¿qué podría haber hecho diferente?” o “¿y si pasa lo peor?”.

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Este enfoque obsesivo no solo es improductivo, sino que nos aleja del presente y de lo que realmente podemos hacer.

Desconectarnos del problema no significa olvidarnos, sino que elegimos preservar nuestra paz mental y enfocarnos en lo que sí podemos controlar. No significa minimizar lo que ocurre, sino comprender que en este momento no podemos hacer nada para cambiar la situación. No significa huir, sino realizar una elección consciente que nos permita liberar espacio mental para dedicarlo a cosas más constructivas.

¿Cómo dejar fuera de tu mente lo que no está en tus manos?

Vivir preocupados por lo que no podemos controlar es un hábito destructivo que nos impide avanzar. Aprender a liberar nuestra mente de esas preocupaciones nos ayudará a vivir de forma más ligera y enfocada. ¿Cómo lograrlo?

  1. Reconoce lo que está en tus manos – y lo que no. Haz una lista. Divide la situación que te preocupa en dos columnas: una para lo que puedes cambiar y otra para lo que está fuera de tu control. Por ejemplo, si te preocupa una entrevista de trabajo, lo que puedes controlar es tu preparación, tus respuestas, llegar puntual y vestirte adecuadamente. Las decisiones del entrevistador, las preguntas que te hará o el número de aspirantes que se presentarán son factores que no puedes controlar. Visualizar esa separación te ayudará a comprender que no eres Dios, de manera que algunas cosas no están en tus manos.
  2. Practica la aceptación radical. La aceptación radical no significa que te guste o apruebes la situación, sino que reconoces su existencia sin plantear una resistencia emocional. Significa comprender que resistencia es igual a sufrimiento, mientras que la aceptación te permite canalizar tu energía hacia lo que puedes manejar. Significa comprender que quizá no puedas cambiar algo, pero puedes elegir cómo reaccionar.
  3. Usa la técnica de la caja mental. Esta estrategia psicológica consiste en imaginar una caja cerrada en la que guardas las preocupaciones y los problemas que por el momento no puedes resolver. Cierra los ojos e imagina una caja fuerte. Coloca mentalmente el problema dentro, cierra la caja y visualiza cómo te alejas de ella. Al guardarlos simbólicamente reduces su carga emocional y puedes distanciarte de ellos, minimizando su impacto sobre tu bienestar y tu día a día.
  4. Céntrate en tu círculo de control. Stephen Covey propuso la técnica del círculo de control, que puedes usar para gestionar mejor tus preocupaciones. Haz una lista con todo lo que te preocupa y divídela en alguna de estas tres categorías: 1. Lo que puedes controlar (tus pensamientos, decisiones, acciones), 2. Aquello sobre lo puedes influir (las opiniones de otros, ciertas circunstancias) y, 3. Lo que no puedes controlar (el pasado, las decisiones ajenas). Luego, enfócate solo en las dos primeras y deja de invertir tiempo y energía en la última.
  5. Deja que tus valores te guíen. Muchas veces perdemos la perspectiva y nos preocupamos por mil cosas que realmente no valen la pena y ni siquiera están en sintonía con nuestras metas. En esos casos, tu sistema de valores puede ser una brújula para decidir cómo actuar y dónde invertir tu energía. Cuando te centras en lo que realmente te importa, descubrirás que muchas preocupaciones pasan a un segundo plano, por lo que podrás quitarte un gran peso de encima.
  6. Cambia tu narrativa interna. A veces, el sufrimiento no proviene tanto de los hechos sino de cómo los interpretas. La reestructuración cognitiva es una técnica psicológica que te ayudará a replantearte las preocupaciones inútiles o negativas. Sustituye pensamientos como “debería ser capaz de solucionarlo” por “estoy haciendo lo mejor que puedo con lo que tengo”. Hablarte y tratarte con compasión te permitirá afrontar las situaciones con menos autoexigencia.
  7. Acepta la incertidumbre como parte de la vida. La vida es incierta por naturaleza. Y cuanto antes lo aceptes, mejor. A veces no podemos tener todas las respuestas ni solucionar todos los problemas. En vez de luchar contra ello, enfócate en construir la tolerancia a la incertidumbre. Pregúntate: ¿Qué es lo peor que podría pasar? ¿Es realmente tan terrible? Es probable que descubras que no es tan malo como parece o que podrías soportarlo.
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Por supuesto, hablar con un amigo, familiar o terapeuta también podría ayudarte a procesar tus emociones y ganar perspectiva. A veces, compartir la carga emocional aligera su peso.

Referencia Bibliográfica:

Whitson, J. A. Galinsky, A. D. (2008) Lacking Control Increases Illusory Pattern Perception Science; 322 (5898): 115-117.

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