domi El fiasco de «El sepulcro olvidado de Jesús» ¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?

Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los
muertos, ¿cómo dicen algunos de ustedes que no hay resurrección?

1 Corintios 15:12

En años recientes, parece que se ha puesto de moda en este mundo
globalizado lanzar cada tanto algún osado desafío a las creencias más
básicas del cristianismo. Vino Dan Brown con las pamplinas de El
Código Da Vinci y vendió millones de ejemplares (aunque la película
fue un rotundo fracaso). Luego la cadena National Geographic presentó
en 2006 el manuscrito titulado El evangelio de Judas con gran pompa,
como si un documento tardío escrito por un grupo sectario bastase para
poner en entredicho los documentos del Nuevo Testamento. El último
contendiente en este extraño concurso es un «documental» del Discovery
Channel que presenta casi como un hecho demostrado que los huesos de
Jesús de Nazaret fueron a dar a una caja (osario) en la tumba de su
familia.

El «documental» titulado en inglés Jesus’ Lost Tomb fue emitido el 4
de marzo pasado. Está anunciado en español, con el título El sepulcro
olvidado de Jesús en el Discovery Channel para el domingo 18 de marzo
a las 20. Sus principales responsables son el periodista israelí-
canadiense Simcha Jacobovici, el escritor Charles Pellegrino y el
cineasta James Cameron (Titanic) quien fue el productor ejecutivo.
Jacobovici y Pellegrino publicaron semanas antes un libro, prologado
por Cameron, con el título The Jesus Family Tomb («La tumba de la
familia de Jesús»). Esta obra fue subtitulada «El descubrimiento, la
investigación y la evidencia que podrían cambiar la historia». Cabe
preguntarse cómo y por qué podría producir tal cambio.

Algo de historia

En tiempos de Jesús, los pobres se sepultaban directamente en la
tierra, sin ataúd. Los más pudientes se construían tumbas cavadas en
la roca blanda, donde se depositaban los cadáveres amortajados en
nichos. Como las tumbas tenían capacidad limitada, luego de un tiempo
prudencial los huesos de los difuntos eran colocados en cajas de
piedra caliza llamados osarios. Los osarios se depositaban en pequeños
túneles dentro de la tumba, con lo cual los nichos quedaban libres
para colocar allí otros cadáveres. Algunas tumbas llegaron a contener
decenas de osarios.

Según los Evangelios, luego de su muerte en la cruz Jesús de Nazaret
fue sepultado en una de estas tumbas que estaba cercana al sitio de
ejecución, al norte de Jerusalén. Esto ocurrió en la tarde de un
viernes. La tumba era nueva. Pertenecía a José de Arimatea y se
cerraba con una gran piedra circular. Cuando algunas discípulas de
Jesús concurrieron al sepulcro en la mañana del domingo, la tumba
estaba abierta y vacía. Pensaron inicialmente que alguien había robado
el cuerpo, pero luego ellas, los Apóstoles y cientos de discípulos
pudieron ver a Jesucristo resucitado. El resto es historia, verdadera
historia.

La «tumba de Jesús y familia»

El libro y la película de Jacobovici y colaboradores se presentan como
una investigación objetiva centrada en una tumba que se halló en 1980
en Talpiot, algunos kilómetros al sur de la ciudad vieja de Jerusalén.
En la tumba se hallaron diez osarios, y según los arqueólogos
israelíes que exploraron el sitio, seis de ellos tenían las siguiente
inscripciones: «Mariamene quien es (también llamada) Mara» (Mara es
una forma breve de Marta), «Judas, hijo de Jesús», «Mateo», «Jesús,
hijo de José», «José» y «María». Los nombres, de los más comunes de la
época, no llamaron la atención de los que catalogaron los osarios. En
1996 un documental de la BBC sugirió que esa podía ser la verdadera
tumba de Jesús de Nazaret, pero la hipótesis fue unánimemente
desestimada por los expertos. ¿Qué aportaron de nuevo Jacobovici y
colaboradores que amerite reabrir la cuestión? Principalmente una
hipótesis principal absurda y varias hipótesis secundarias igualmente
descabelladas.

La «nueva» trama

Eclesiastés dice que «no hay nada nuevo bajo el sol». La trama está
tejida con destreza, pero con materiales de pésima calidad, y en su
mayoría reciclados. Los autores retoman la idea de El Código Da Vinci
que Jesús desposó a María Magdalena y que ambos tuvieron un hijo.
Según ellos, este hijo es el «Judas, hijo de Jesús» de Talpiot, y los
restos del matrimonio y su vástago habrían sido depositados en la
tumba familiar. Los demás osarios contendrían restos de otros
parientes cercanos de Jesús. Obviamente, los autores también emplean
el rumor, inventado por los mismos líderes judíos que condenaron a
Jesús, de que los discípulos de él se habían robado el cuerpo para
sepultarlo en otro lado.

La evidencia proporcionada

Jacobovici y colaboradores lanzan numerosas insinuaciones y
especulaciones indemostrables. De todo lo que dicen, las únicas cosas
que podrían pasar por evidencia son las siguientes:

Evidencia A. El osario que supuestamente dice «Jesús, hijo de José».
Sólo los incrédulos y adversarios llamaban a Jesús el «hijo de José».
Sus seguidores nunca lo llamaron así. Como los dos nombres eran muy
comunes en la época, es posible que haya muchos otros osarios con una
inscripción similar, sin relación con Jesús de Nazaret. Uno de ellos,
hallado en 1926, está en el catálogo oficial israelí. Por otra parte,
es dudoso que la familia de Jesús pudiese pagar una tumba así. Aun si
hubiera tenido un sepulcro familiar, lo natural sería que estuviera en
Nazaret, 120 kilómetros al norte de Jerusalén. Además, varios expertos
dudan que la inscripción realmente diga «Jesús». La primera parte de
la inscripción es clara, pero la última no. En todo caso, nada indica
que el «Jesús» de Talpiot tenga relación alguna con Jesucristo.

Evidencia B. El osario que supuestamente dice en griego «Mariamene
quien es (también llamada) Mara». Jacobovici y colaboradores
interpretan la inscripción como «Mariamne llamada Maestro». Toman mara
como un título en arameo = Señor o Maestro (¡masculino!) – como en la
expresión cristiana maranatha (1 Corintios 16:22). Especularon que la
única que podría ser llamada así es María Magdalena (Mariamne es una
forma del nombre Mariam = María) y creyeron hallar apoyo en los Hechos
de Felipe, un libro apócrifo del siglo IV donde hay una Mariamne que
algunos eruditos identifican con María Magdalena. Aunque esto fuera
cierto, no probaría que la Magdalena era llamada así en la Palestina
del siglo I. Pero además, un examen cuidadoso de la inscripción
muestra que en realidad dice «Mariame y Mara» (Mariame kai Mara),
escrito por dos manos diferentes. Esto indica que el osario contuvo
los huesos de dos mujeres. Primero los de una Mariame, a la que luego
se agregaron los de una Mara o Marta. No hay conexión concebible con
María Magdalena.

Evidencia C. El osario que dice «Judas, hijo de Jesús». Si el osario
de la «Prueba A» de veras dice «Jesús» sería natural suponer que este
es el padre de ese Judas. Los autores del libro y del documental
plantean aquí hipótesis sin ningún fundamento. Por ejemplo, que un
Judas hijo de Jesús de Nazaret fuera el que se menciona en los
Evangelios como su hermano (Mateo 13: 55; Marcos 6:3), y el «discípulo
amado» (Juan 13:23). Interpretan las palabras de Cristo desde la cruz
«¡Mujer, he ahí tu hijo!» y «¡He ahí tu madre!» (Juan 19: 26-27) como
dichas respectivamente a María Magdalena y al hijo de ambos, Judas.
Para esto sugieren que el Evangelio habla en clave y no dice lo que
quiere decir. Además no explican el final del párrafo, donde dice que
desde entonces el discípulo recibió a la madre de Jesús en su propia
casa. Otra hipótesis que plantean es que el Apóstol Tomás, llamado
Dídimo, era en realidad Judas el hijo de Jesús. Es cierto que Tomás y
Dídimo son sobrenombres que significan «gemelo» en arameo y griego
respectivamente. Pero al Gemelo nunca se lo llama de otro modo en el
Nuevo Testamento, y Juan 14:22 indica que solamente había dos Judas
entre los Apóstoles, que, según las listas conservadas eran Judas el
de Jacobo y Judas Iscariote (Mateo 10: 2-4; Marcos 3:16-19; Lucas
6:14-16; Hechos 1:13). Lo rebuscado de estas hipótesis delata lo tenue
del argumento. Además muestra un uso irresponsable de las Escrituras,
que se emplean como fuentes confiables en algunos casos y dudosas en
otros.

Evidencia D. El osario «desaparecido». Según Jacobovici y
colaboradores, en la tumba de Talpiot había un osario que desapareció.
Ellos sostienen que este sería el osario con la inscripción «Jacobo,
hijo de José, hermano de Jesús» cuya aparición en poder de un
traficante de antigüedades causó gran revuelo en 2002. Esta
«evidencia» tiene tres problemas, cualquiera de ellos fatales por sí
mismo. El primero es que si bien el osario de «Jacobo» es un genuino
osario antiguo, un grupo de especialistas oficialmente designado al
efecto dictaminó que la inscripción era fraguada. El propietario del
osario se encuentra actualmente procesado por fraude. El segundo es
que quienes catalogaron los osarios de Talpiot coinciden en declarar
que el osario no tenía inscripciones y que nunca desapareció. El
tercero es que el osario de «Jacobo» es 10 cm más corto que el osario
de Talpiot supuestamente desaparecido.

Evidencia E. La estadística. Los autores del libro y del «documental»
obtuvieron la colaboración de un especialista en estadística, que
concluyó que existía una probabilidad de 1 en 600 de que no fuera la
tumba de la familia de Jesús. Esta es una probabilidad bajísima. El
problema es que ningún cálculo estadístico posible con los datos
existentes podría jamás llegar a semejante conclusión. Lo que en todo
caso podría afirmarse es que la probabilidad de encontrar esa precisa
combinación de nombres en una tumba de la región es de 1 en 600, lo
que es muy diferente (e inútil para convalidar la hipótesis).
Simplemente no existe una base de datos adecuada para estimar las
probabilidades de que sea la tumba de una familia determinada. Los
nombres hallados en la tumba se encuentran entre los más comunes de la
época, por lo cual no es nada extraordinario hallarlos juntos en una
misma tumba que tiene un porcentaje de osarios con inscripciones mayor
que el promedio. Esta es la razón por la cual los profesionales, tanto
arqueólogos como estadísticos, rechaza como inválida la supuesta
evidencia estadística.

Evidencia F. El análisis de ADN. Los autores del libro y el documental
obtuvieron restos biológicos, presuntamente humanos, de sólo dos de
los osarios: el de «Jesús» y el de «Mariame y Mara» (pensando que se
trataba de una sola persona, María Magdalena). Como no se posee ADN de
la familia de Jesús, nunca se podría demostrar ni refutar que los
restos hallados eran de él. De todos modos, no se pudo recuperar ADN
nuclear (que compone el genoma humano) sino sólo ADN mitocondrial. En
este contexto, el análisis de ADN mitocondrial sólo permite verificar
si dos personas están emparentadas por línea materna (madre e hijo o
hija, hermanos de la misma madre, etc.). El ADN mitocondrial indicó
que los restos del Jesús de Talpiot y de la o las mujeres del otro
osario no estaban emparentados por línea materna. La conclusión de
Jacobovici y colaboradores fue que la única explicación es que fueran
marido y mujer. Pero obviamente no es la única explicación. Por
ejemplo, las mujeres podrían ser esposa e hija de otros de los varones
allí sepultados, o podrían ser medio hermanas de «Jesús» por parte de
padre. Hubiera sido más interesante ver, ante todo, si Mariame o Mara
eran la madre del «Judas, hijo de Jesús». ¡El ADN mitocondrial jamás
puede probar un matrimonio! Además, como la tumba se empleó por varias
generaciones, es posible que el «Jesús» de Talpiot ni siquiera haya
conocido a Mariame y Mara.

Evidencia G. La suciedad adherida a los osarios. Los objetos presentes
en las tumbas se recubren a lo largo de los años de una capa adherente
llamada pátina. La composición química de esta pátina puede ser
analizada. Según Jacobovici y colaboradores, esto permitiría
determinar una «huella digital» química. Dos osarios que provengan de
la misma tumba tendrán la misma pátina. Como podía anticiparse, dos
osarios de Talpiot generaban una señal química virtualmente idéntica,
y osarios procedentes de otras localizaciones daban señales
diferentes. En cambio, el osario de «Jacobo, hijo de José, hermano de
Jesús» daba una señal muy parecida (no idéntica) a la de los osarios
de Talpiot. Pero no demostraron lo esencial, es decir que de veras el
método puede identificar inequívocamente la tumba precisa de origen de
un osario sólo por su pátina. A juzgar por los resultados el método no
funciona, pues como vimos antes, el osario de «Jacobo» no es el décimo
osario de Talpiot, y no hay razón para pensar que estuvo jamás en esa
tumba.

Conclusiones

Lo que distingue una genuina investigación es el manejo responsable de
la evidencia, que se valora cuidadosamente, con especial atención a
las posibles explicaciones alternativas. Por ejemplo, si algunos
textos bíblicos admiten más de una interpretación, el investigador
debe justificar por qué admite una explicación y descarta otra. En el
libro y el programa televisivo sobre el presunto «sepulcro de Jesús»
no ocurre nada de esto.

Los autores tienen una hipótesis y solamente presentan los datos que
supuestamente la apoyan. Recurren a datos bíblicos que consideran
favorables y descartan otros, sin ninguna justificación racional.
Presentan fragmentos de evidencia arqueológica sin justipreciar su
valor. Reemplazan el pensamiento crítico con conjeturas e
insinuaciones. La Real Academia Española define un documental como una
película o un programa televisivo que «representa, con carácter
informativo o didáctico, hechos, escenas, experimentos, etc., tomados
de la realidad». El programa sobre el «sepulcro de Jesús», que no
informa ni instruye, manifiestamente carece de lo que define un
auténtico documental. La certeza de la resurrección corporal de
Jesucristo es la mejor explicación disponible del surgimiento y
expansión de la Iglesia en los primeros siglos. No fue sólo la tumba
vacía, sino la aparición de Cristo resucitado primero a María
Magdalena y otras discípulas, luego a los Apóstoles, a sus propios
hermanos y a cientos de otros (1 Corintios 15: 1-12). Nada menos que
el Señor resucitado pudo transformar un hato de galileos
desmoralizados, desorientados y abrumados, en una fuerza pacífica tan
poderosa que creció descomunalmente en los primeros siglos a pesar de
encarnizadas persecuciones. Los discípulos de Jesús dieron gustosos
sus vidas por su Señor porque tenían la certeza que él había vencido a
la muerte.

Para un tratamiento más completo de este tema, con numerosas
referencias, puede verse el artículo del mismo autor: El «sepulcro
olvidado» de Jesús. Ambos artículos puede citarse y reproducirse
libremente si se menciona la fuente – Razones para Creer, Argentina.

Dr. Fernando D. Saraví

http://es.charla.religion.narkive.com/N36lR1cl/el-fiasco-de-el-sepulcro-olvidado-de-jesus-por-que-buscan-entre-los-muertos-al-que-vive

Un comentario en “domi El fiasco de «El sepulcro olvidado de Jesús» ¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?

  1. Siempre he dicho que la historia se debe de reescribir porque siempre nos han contado tantas mentiras que es muy difícil diferenciar la verdad, claro que es posible que el maestro Jesús, tuviera hermanos

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.