«Preguntadles a los jóvenes sobre sus convicciones: os dirán lo que piensan de la religión, de la moral, de la política, del amor, etc., y estarán persuadidos de tener razón. Varios años después, tras haber tenido ciertas experiencias, han cambiado y sus convicciones con ellos. Pero, una vez más, creen estar en posesión de la verdad. Así son los humanos: de niños piensan de una cierta manera, cuando son adolescentes piensan de otra y una vez adultos cambian de nuevo y quizá incluso varias veces… ¡hasta la vejez en la qué pensarán de forma diferente!
Cada uno debe pues reflexionar y decirse: «De momento tengo tal punto de vista sobre la existencia, pero cómo ya he cambiado varias veces, ¿quién me dice que ahora estoy más cerca de la verdad?» Sí, incluso a los noventa y nueve años, uno debe decirse: «Voy a esperar aún para pronunciarme. ¡Quizá dentro de unos siglos lo veré más claro!» Estar convencidos está bien, pero no de estar convencidos de nuestras capacidades de juicio, porque éstas son limitadas, incompletas. Vivid un poco más y volveréis a cambiar, porque las opiniones varían sin cesar según lo que hemos vivido y el nivel de conciencia con el que lo hemos vivido.»

—
www.prosveta.com