Hace aproximadamente un año que el mundo se hizo eco de la curiosa (y peligrosa) historia de Romario Dos Santos Alves, un brasileño obsesionado por el culturismo al que casi tuvieron que amputar los brazos después de que se hubiese pasado casi un año inyectándose Synthol (una mezcla de varias sustancias que, aunque aumentaron su musculatura, le generaron en el interior de las extremidades superiores unos cristales que hubo que extirparle).
La historia de Dos Santos comenzó cuando, a los 21 años, empezó a coquetear con esta extraña sustancia mientras trabajaba como guardaespaldas. Por entonces su mayor obsesión era lograr ser un culturista profesional y, según parece, entendió que la única forma de lograrlo era meterse en los brazos este extraño líquido. «Vi a algunos compañeros en el gimnasio con unos brazo enormes y empecé a entablar amistad con ellos. Al poco tiempo, me hablaron del Synthol», explicó por entonces.
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