El filósofo anglo-irlandés George Berkeley propuso en el siglo XVIII una llamativa paradoja que recuerda mucho a los “Kōan” de los maestros del Chan o Zen:
Cuando cae un árbol al bosque y no hay nadie alrededor, ¿hace ruido?
¿Pero qué pasaría si permanecieras para siempre observando atentamente ese árbol? Puede que los dos estén bien plantados, ¿pero lo que ves sería igual independientemente de dónde y cuándo tú y el árbol están juntos? ¿El árbol seguiría siendo el mismo si hubiera sido plantado en otro lugar o en otro tiempo? De haber sido todo distinto, no podrías saber si los árboles de uno u otro escenario son el mismo árbol. No tiene sentido mirar dentro de ti y asegurar que sabes a qué debe parecerse. No hay certeza si no hay duda, y no puedes poner en duda escenarios que no sabes si solo has imaginado o si no has podido ver sin imaginar. Dicho esto, ¿dónde ocurre y a quién afecta una observación? Si no puedes distinguir esto de todo lo que pasa, tampoco tiene sentido decir que comprendes el poder que ¿tienes? al observar. Seguir leyendo El efecto del observador en la física cuántica, ¿la percepción altera la realidad?