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¿Qué habría pasado si te hubieras levantado un poco más temprano y no hubieses perdido el autobús? ¿Qué habría pasado si te hubieras atrevido a hablar con esa persona tan interesante con la que te cruzaste? ¿Qué habría pasado si no hubieses roto con tu pareja? ¿Y si le hubieses dicho a tu jefe lo que realmente pensabas?
Nos hacemos este tipo de preguntas constantemente. ¿Qué habría pasado si, en vez de tomar este camino, hubiésemos tomado otro? Entonces las posibilidades que se abren ante nosotros son prácticamente infinitas. De hecho, somos conscientes de que se trata de una especie de juego mental, de fantasía, pero aún así no podemos dejar de preguntarnos “qué habría pasado si…”
Las situaciones que disparan estos pensamientos
1. Escenario “casi”. Se trata de una sensación que probablemente conoces: todo parecía marchar bien, hasta que en cierto punto algo se torció. Entonces no puedes dejar de preguntarte qué habría pasado si hubieses hecho algo diferente en algún punto del camino.
Por ejemplo, si pierdes un vuelo porque llegaste con varias horas de retraso, es obvio que no habrá mucho que hacer, no hay mucho espacio para realizar este tipo de conjeturas. En ese caso solo te preocuparás por remediar el problema. Sin embargo, si llegas con apenas un minuto de retraso y te cierran las puertas prácticamente delante de tus ojos, no podrás dejar de preguntarte qué habría pasado si te hubieses levantado tan solo 5 minutos más temprano, si no hubiese habido ese atasco en la carretera o si no te hubieses detenido a tomar esa taza de
café.
Se trata de una sensación particularmente dolorosa ya que has estado a punto de lograr lo que deseabas, pero la oportunidad se te escapó por muy poco. Por eso, no puedes dejar de preguntarte qué hiciste mal y qué podías haber hecho mejor para que eso no pasara.
2. Escenario anormal. Se refiere a un escenario bastante improbable o raro, algo que normalmente no sucede. En ese caso, tampoco podemos dejar de preguntarnos qué habría pasado si las cosas hubiesen discurrido con normalidad.
Por ejemplo, imagina que un día te ves obligado a ir al trabajo por una ruta diferente y justo delante de ti ocurre un accidente que te deja atascado durante una hora, haciendo que pierdas una reunión importante para tu carrera. Las probabilidades de que cerraran la calle por la que normalmente conduces y de que ocurriera un accidente en la vía que has tomado justo un día importante son escasas, pero aún así ocurrieron.
Cuando vives situaciones inusuales, es difícil que no te martirices pensando qué habría pasado si las cosas hubiesen ocurrido como siempre, si no hubieses tenido todos esos contratiempos. De hecho, incluso es probable que pienses que se trata de una «señal del destino».
¿Por qué tenemos la tendencia a imaginar caminos que nunca tomamos?
Nos preguntamos continuamente qué habría pasado si hubiésemos tomado otro camino para encontrarle un sentido a nuestra vida, a lo que nos está ocurriendo. Curiosamente, al imaginar otros escenarios posibles, logramos comprender mejor nuestra realidad.
En este sentido, un estudio llevado a cabo en la Universidad de Ohio desveló que solemos usar esta forma de pensamiento en dependencia de la situación en la que nos encontremos. Podemos imaginar que las cosas podrían haber ido peor o mejor, según el contexto.
Estos psicólogos descubrieron que cuando las personas saben que no volverán a tener una segunda oportunidad para hacer las cosas de otra manera, intentan darse ánimos pensando que todo podía haber ido aún peor, es una forma de consolación para ayudarnos a aceptar lo ocurrido. Sin embargo, si tenemos una segunda oportunidad, tendremos la tendencia a pensar que las cosas podrían haber ido mucho mejor, de esta manera nos motivamos a volver a intentarlo y a mejorar nuestro desempeño.
El lado oscuro de imaginar escenarios ficticios
Aún así, debemos estar atentos a este mecanismo ya que no siempre lo usamos para levantarnos la moral. De hecho, si nos preguntamos continuamente «qué habría pasado si…» corremos el riesgo de empezar a vivir en un mundo de fantasía y sentirnos profundamente insatisfechos con nuestra vida. Al regresar a la realidad, podemos sentirnos culpables y frustrados, lo cual no nos servirá de mucho.
La tendencia a pensar continuamente en lo que podría haber pasado puede ser el reflejo de una profunda insatisfacción con la realidad o de decisiones pasadas que no hemos aceptado por completo. De hecho, seremos más propensos a pensar de esta forma si en el pasado hemos tomado decisiones impulsados por los demás o por las circunstancias, decisiones que no provinieron de nuestro interior y de la que no nos sentíamos seguros.
Pensar en todos los escenarios posibles puede ser un ejercicio mental inocuo pero en cierto punto del camino, debemos aprender a dejar ir algunas cosas, de lo contrario esos pensamientos se convertirán en resentimiento, culpabilidad y arrepentimiento. Y eso no nos servirá de nada.
Fuente:
Markman, K. D. et. Al. (2006) Counterfactual thinking and regulatory fit. Judgment and Decision Making; 1(2): 98–107.
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