Por Gil Fronsdal.
La paz y la búsqueda de la paz, están en el centro de la práctica budista. El Buddha señaló la posibilidad de una paz interior transformadora: No tenemos que vivir con conflicto interno, miedo ni agresión. La desaparición gradual de este conflicto da lugar a una paz que él llamaba la forma más elevada de felicidad.
Algunos maestros budistas dicen que la paz es inherente a lo que somos. La tranquilidad yace en nuestra esencia. La agitación, el miedo, la ansiedad y la ira son como las olas superficiales que nos impiden ver la inmensa paz de nuestras profundidades.
Si la paz ha de ser algo más que un objetivo abstracto, tenemos que vivir de maneras que nutran la paz y nos ayuden a superar las fuerzas de la agitación y el conflicto dentro de nosotros. En la práctica budista, esto se puede lograr haciendo que el objetivo se refleje en los medios – si quieres alcanzar la paz, vive en paz. Una forma de hacerlo es practicar el no hacer daño en la acción y la palabra. Este comportamiento exterior proporciona la condición necesaria para lograr la paz interior. Otra forma es relajarse, la tensión obstaculiza la paz.
Para hacer frente a las fuerzas de la agitación y el conflicto dentro de nosotros, es importante ser conscientes de ellos. La atención plena es la cuna para la paz –con atención podremos, entonces, encontrar la paciencia, la ecuanimidad y el entendimiento de estas fuerzas.
Una forma de cultivar la paz es investigar lo que nos aleja de ella. Cuando tenga un cierto grado de calma, preste mucha atención a lo que sucede cuando, como ocurre inevitablemente, pierde la calma. ¿Por qué motivo sacrifica su paz? (Un beneficio adicional de este ejercicio es que, en lugar de censurar la paz perdida, se puede ver su desaparición como una oportunidad para la práctica.)
Esta investigación es en particular útil inmediatamente después de un período de meditación. En lugar de levantarse de un salto y ser atrapado de inmediato por las actividades diarias, levántese de la meditación calmadamente. Trate de observar el primer momento de agitación o contracción mental o física. Haga una pausa, relájese y mire honestamente a la razón de la agitación. ¿A qué le está dando más importancia que a tu paz? ¿Realmente vale la pena renunciar a su paz por esto? Cuando deja de mirar, ¿qué aprende acerca de sus creencias, motivaciones y reacciones? Si un pensamiento lo llevó a la agitación, ¿cuál es la naturaleza de ese pensamiento? ¿Es necesario atender a ese pensamiento de tal manera que se pierda su sentido de bienestar interior? ¿Las razones para apresurarse o estar ansioso o irritado sobreviven a este cuestionamiento?
Para volver esta investigación más potente, asuma que no hay nada por lo que valga la pena sacrificar su paz. Esto podría ayudar a cuestionar las suposiciones habituales, tal vez inconscientes, que le llevan a renunciar a su paz. Para algunos, se percibe una necesidad de defender el ego. Para otros, los deseos y las aversiones parecen más convincentes que la paz. E incluso, para otros, su sentido de la responsabilidad parece más importante. A veces pensamos que la preocupación es la forma en que demostramos nuestro cuidado. Si fuéramos tranquilos y relajados, la gente podría pensar que somos indiferentes a otras personas o a los problemas del mundo.
Al considerarlo con cuidado, a menudo es evidente que somos más eficaces en lo que hacemos si somos capaces de actuar en un estado de paz y no de contracción y agitación. Entonces no es un asunto de elegir entre lo uno y lo otro, sino que podamos hacer lo que sentimos que tenemos que hacer y a pesar de eso mantener nuestra tranquilidad.
La paz – la ausencia de conflictos – es refrescante. Algunos encuentran en la paz un sentido profundamente satisfactorio de «volver a casa.» El egocentrismo es agotador, sobre todo porque siempre nos mantendrá en conflicto. Una de las mayores tareas de cualquier ser humano es dejar de lado el egoísmo. Es una gran paradoja, que ganemos lo máximo cuando abandonamos la auto-preocupación. No hay felicidad mayor que la paz.
Aquel que no es sabio
Habla demasiado.
Aquel que permanece en paz, sin odio ni temor
Se le conoce como sabio.
Dhammapada (258)
Traducción: Sanriki Jarmillo
Imagen: https://panathinaeos.files.wordpress.com/…/hasegawa…