La economía china arranca 2024 entre nubarrones. Aunque el país logró despedirse de 2023 con un alza del PIB del 5,2%, varias décimas por encima del objetivo que se había marcado Pekín, hay voces que advierten ya de que el porcentaje puede deberse en parte a un efecto estadístico postpandemia y el gigante asiático muestra una mejora económica cuanto menos irregular, desigual y no exenta de tensiones. «La recuperación no fue tan rápida como esperábamos. Las empresas privadas aún enfrentan una gran presión», advierte Guao Guangchang, de Fosun Group, quien confía en que «lo peor queda atrás». Por delante el país tiene sin embargo desafíos que afectan a puntos tan sensibles como su deuda o demografía.
Entre esas nubes hay tres especialmente interesantes: la crisis inmobiliaria, la elevada deuda y la pérdida de población.
Creciendo, pero con letra pequeña. China pudo despedirse de 2023 con un «check» en su objetivo de crecimiento. Aprovechando la cita internacional de Davos el Gobierno chino quiso, por boca de su primer ministro, Li Qiang, sacar pecho por la marcha de la economía del gigante asiático. Su país cerró el ejercicio pasado —explicó— con un alza del 5,2%, por encima del 5% previsto por Pekín.
«La economía china está logrando un progreso constante. Puede soportar los altibajos y continuará brindando impulso global», destacó el dirigente en el Foro Económico Mundial antes de incidir en los atractivos de invertir en su nación. El dato mejora desde luego el 3% de 2022, si bien aquella cifra estuvo muy condicionada por el COVID-19 y fue de los peores del último medio siglo.
No todo son luces, ni fortalezas. Aunque 2023 deja más indicadores positivos, como el de la producción industrial o inversión en activos fijos, hay economistas que ya advierten: este año el crecimiento será del 4,5% —o incluso menor— fruto de un proceso conocido como «estancamiento secular» y la producción se ve marcada por la deuda, la crisis inmobiliaria y la propia demografía, con una pérdida de población en edad de trabajar.
Las estadísticas muestran otros resultados menos halagüeños que el destacado por Qiang en Davos: las ventas en el sector inmobiliario cayeron un 6,5%, la inversión privada se redujo un 0,5% interanual hasta noviembre y el país afronta la mayor secuencia deflacionista desde al menos 2009 tras un «pinchazo» del IPC del 0,3% el mes pasado. Los datos recogidos hace unos días por Anadolu muestran además una evolución discreta de las exportaciones e importaciones del país, con retrocesos.
Adiós al «crecimiento galopante». El entrecomillado es de Guo Guangchang, fundador de Grupo Fosun, uno de los mayores conglomerados privados del país. Durante una reunión celebrada hace unos días en la Cámara de Comercio de Zhejiang, en Shanghái, reconoció que la «recuperación económica» de 2023 no fue «tan rápida como esperábamos» y que las empresas aún afrontan «una enorme presión». Y si bien el experto espera que lo peor se haya quedado ya atrás, admite: «Los días del crecimiento desbocado han pasado […]. La clave es obtener ganancias de los mercados extranjeros mediante el envío y la venta en todo el mundo».
El miércoles Reuters se hacía eco de una debilitación del yuan y un pinchazo de acciones en China tras lo que consideraba unos «últimos datos decepcionantes». The New York Times explica que el índice de referencia de la Bolsa de Hong Kong, donde operan muchas de las grandes empresas del país, se dejó un 3,7% hasta caer a mínimos de octubre de 2022. En Shanghái el retroceso fue del 2,1%. El diario neoyorquino precisa que mientras muchos inversores esperaban que China aumentase su estímulo económico, Li presumió de todo lo contrario, de haber crecido en 2023 sin hacerlo.
El sector inmobiliario. Al señalar los desafíos que afronta la economía China una de las mayores fuentes de preocupación es la profunda crisis que lleva arrastrando desde hace tiempo el sector inmobiliario, con un peso crucial en el PIB del país y que actuaba como uno de los grandes «motores» de crecimiento. Aunque el diario Global Times, ligado al Gobierno chino, incidía hace unos días en que el mercado muestra «una mayor estabilización» y ciertos «signos positivos», recoge algunos indicadores claros: una caída del 9,6% interanual en desarrollo inmobiliario y del 6,5% en volumen de ventas, mientras las viviendas se venden muy por debajo de lo que marcaban en su punto álgido, en el verano de 2021.
Pese a los esfuerzos de las autoridades para apuntalar el sector, el mercado inmobiliario cerró 2023 de hecho con las peores caídas en los precios de viviendas nuevas en casi nueve años. Los datos recogidos por la Oficina Nacional de Estadística (BNE) muestran que en diciembre el valor de las construcciones nuevas experimentaron su mayor retroceso desde inicios de 2015, mientras las ventas de propiedades medida por superficie cayeron un 23%.
«La inversión inmobiliaria, los precios de las viviendas y las ventas de viviendas nuevas caerán a lo largo de 2024 antes de regresar como un modesto motor de crecimiento en 2025», vaticina Harry Murphy Cruise, economista de la agencia de calificación Moody´s, quien advierte que «los problemas del mercado inmobiliario siguen muy presentes», lo que lastra la inversión.
El problema de la deuda. Otro de los desafíos que afronta China es el endeudamiento, una problema que ya deslizaba en septiembre Reuters con una frase tan clara como rotunda: «El crecimiento de China está enterrado bajo un gran muro de deuda». Tras la crisis financiera de 2008 el entonces primer ministro Wen Jiabao apostó por un enorme despliegue de gasto estatal que permitió costear por ejemplo trenes y aeropuertos.
El plan —recuerda la agencia— fue la inversión de unos 555.000 millones de dólares, equivalente a cerca del 13% del PIB nacional de 2008, lo que alimentó un endeudamiento que ahora pesa sobre Pekín y resta capacidad de maniobra al país. Según los datos que manejaba en otoño pasado, en cuestión de década y media la relación deuda-PIB chino se dobló hasta alcanzar el 280%, con buena parte de la deuda en manos de vehículos financieros de gobiernos locales, LGFV.
Indicadores relevantes. Con ese telón de fondo y el uso de estímulos fiscales para respaldar instituciones regionales y paliar la situación del sector inmobiliario, en diciembre la agencia de calificación Moody´s rebajó de «estable» a «negativa» sus perspectivas sobre la deuda de China. La entidad veía por entonces «cada vez más pruebas» de que Pekín brindaría «apoyo financiero» a los gobiernos locales con dificultades, lo que supondría en su opinión «riesgos para la fortaleza fiscal, económica e institucional» del país.
Hace poco Bloomberg señalaba que el ratio de apalancamiento macro, la deuda total como porcentaje del PIB, ha ido subiendo hasta marcar un récord del 286,1% el cuarto trimestre. El ratio de endeudamiento bajó algo en hogares y empresas no financieras, pero el sector público anotó un alza de 2,3 puntos porcentuales.
…Y el fantasma de la deflación. El cuadro económico de China incluya otra tendencia más: la caída gradual de precios, con los riesgos que conlleva para la economía. En diciembre el índice cayó un 0,3% interanual tras un descenso previo del 0,5% en noviembre. El dato dejaba el tercer mes consecutivo marcado por retrocesos y, según las tablas de Bloomberg, la racha deflacionaria más prolongada desde 1999.
Bajando al detalle, los alimentos se abarataron un 3,7% tras el 4,7% de noviembre y la energía un 1,4 y 2,9%, respectivamente. La tasa de inflación subyacente —que excluye ambos— fue del 0,6%. «Creo que es un año crítico en el sentido de que la deflación podría estar entrando en un círculo vicioso», reflexiona en The Financial Times Robin Xing, economista de Morgan Stanley.
Pinchazo demográfico… El retrato económico chino se complica con una pincelada más: la demográfica. Los últimos indicadores muestran que China pierde población cada vez más rápido: tras ceder a la India su corona de país más populoso del planeta, el gigante asiático ha visto cómo su censo se reducía el año pasado en alrededor de 20,8 millones de habitantes. En 2022 ya había registrado una disminución de 850.000 personas en lo que representó su primer retroceso desde la década de 1960. Las proyecciones de Statista muestran una disminución paulatina de población, pasando de 1.412 millones en 2020 a 1.405 en 2028.
… Con huella económica. China ve además cómo merma su proporción de habitantes en edad de trabajar. Los datos de la Oficina Nacional de Estadísticas muestran que las personas entre 16 y 59 años suponían el año pasado el 61,3% de la población continental, ligeramente por detrás del 62% del ejercicio anterior, una tendencia que puede explicarse por un fenómeno no muy distinto al que ocurre en Occidente: la disminución de la natalidad y el aumento de la esperanza de vida.
El país se enfrenta además al problema del desempleo juvenil: en verano llegó a superar el 21%, lo que llevó a las autoridades a dejar de compartirlos en julio. Solo ha retomado las publicaciones tras un ajuste en su sistema de cálculo que situaba la tasa de paro de los jóvenes de entre 16 a 24 años en el 14,9% en diciembre. El método —alega Pekín— está ahora «optimizado», lo que no evita que se incluya en los análisis sobre los desafíos económicos que afronta el gigante asiático.
Imagen de portada: Hyunwon Jang (Unsplash)
https://www.xataka.com/magnet/triple-golpe-a-economia-china-como-tormenta-perfecta-amenaza-desencadenar-otro-crac-financiero