Las técnicas de la propaganda militar moderna

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La propaganda es tan vieja como las sociedades humanas. Pero se ha desarrollado considerablemente con los medios masivos de difusión y hoy responde a reglas precisas. Thierry Meyssan aborda la historia y principios de esta ciencia de la mentira.
El término «propaganda» surgió como referencia al órgano romano encargado de propagar el catolicismo frente al protestantismo: la «Congregatio de Propaganda Fide».
La propaganda es una técnica militar diferente de la estratagema. El objetivo de la estratagema, cuyo arquetipo antiguo es el célebre caballo de Troya, es engañar al enemigo. Con la propaganda lo que se busca es engañar a su propio bando, generalmente para obtener apoyo. Por supuesto, esta técnica militar ha tenido numerosas aplicaciones civiles, tanto en el ámbito comercial como en materia de política.
En una primera etapa, los regímenes monárquicos y oligárquicos se limitaban tratar de dar muestras de poderío, sobre todo mediante la organización de ceremoniales o recurriendo a toda una arquitectura pública. Los regímenes democráticos, desde el momento mismo de su aparición, suscitaron la propaganda. La democracia ateniense valorizó el sofisma, o sea una escuela de pensamiento que trataba de presentar como lógica cualquier aseveración.
En el siglo XVI, los Medicis, una familia de comerciantes, buscaron la manera de rescribir su propia historia, inventándose un origen menos corriente. Para ello recurrieron al «mecenazgo artístico», utilizaron a los mejores artistas del país para dar cuerpo a la mentira a través de sus obras de arte.
Posteriormente, mientras las guerras de religión se generalizaban en toda Europa, el papa Gregorio XV creó un ministerio («dicastere») para defender la fe católica ante el avance del protestantismo: la Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe («Congregatio de Propaganda Fide»). De ahí proviene la palabra «propaganda».
En enero de 2015, a raíz del asesinato de los dibujantes de “Charlie-Hebdo”, Joachim Roncin, un administrador de Reporteros Sin Fronteras, lanza el eslogan «Je suis Charlie» (Yo soy Charlie), que fue retomado de inmediato como medio de disolver la individualidad de cada cual en la multitud anónima. Esta consigna ha sido modificada después, cada vez que ocurre algún tipo de atentado, como en el «Je suis Bruxelles» difundido después de los atentados que enlutaron Bruselas en marzo de 2016. Las personas que rechazan ese tipo de eslogan se ven acusadas de «conspiracionismo».
La propaganda en la era industrial
La era industrial dio lugar a un éxodo rural masivo, a la creación grandes núcleos urbanos y al surgimiento de la clase obrera. Mientras las «masas» entraban en el mundo de la política, el sociólogo francés Gustave Le Bon estudió la sicología de la «muchedumbre», o sea a la infantilización del individuo dentro del seno de un gran grupo. Le Bon identificó así el principio básico de la propaganda moderna: para poder manipular al individuo, hay que “disolverlo” incorporándolo primero a una multitud.
Al inicio de la Primera Guerra Mundial, en septiembre de 1914, los británicos crearon en secreto el Buró de Propaganda de Guerra (conocido como «Wellington House») dentro del ministerio de Relaciones Exteriores. Retomando el modelo de los Medicis, los británicos reclutaron a los grandes escritores de la época, como Arthur Conan Doyle, H. G. Wells y Rudyard Kipling, para publicar textos que atribuían crímenes imaginarios al enemigo alemán, y también reclutaron pintores para que ilustraran aquellas historias. Posteriormente reclutaron también a los patrones de los principales periódicos (The Times,Daily Mail, Daily Express, Daily Chronicle) para garantizar la publicación de aquellas falsedades.
Este esquema fue aplicado más tarde por el presidente estadounidense Woodrow Wilson con la creación, en abril de 1917, del Comité de Información Pública («Committee on Public Information»). Este órgano se hizo famoso utilizando miles de líderes locales –los llamados «Four Minute Men»– para que difundieran “la verdad”.
También desarrolló la propaganda visual, que produjo el célebre cartel «I want you!», y trató de estimular la producción de películas.
Lo más importante fue que sustituyó el reclutamiento de grandes escritores por un grupo de sicólogos y periodistas creado alrededor de Edward Bernays (el sobrino de Sigmund Freud) y de Walter Lippmann, confiándoles la misión de inventar diariamente historias extraordinarias, terribles y con algún tipo de enseñanza, para ponerlas a la disposición de los magnates de la prensa. Así se pasó de la orientación que el Poder transmitía a un grupo de artistas, a la narración de historias («storytelling») fabricadas sistemáticamente según ciertas reglas científicas.
Después de haber dirigido la propaganda estadounidense durante la Primera Guerra Mundial, Walter Lippmann había adquirido la profunda convicción de que las personas son fundamentalmente manipulables. Para Lippmann, la democracia era por consiguiente imposible de alcanzar y debía considerarse sólo como un señuelo para obtener la anuencia de los administrados.
Mientras los anglosajones trataban solamente de marcar la imaginación de su gente y de convertir la aprobación de la guerra en un fenómeno de moda, los alemanes prefirieron tratar de hacer que la gente participara en las historias imaginarias que les contaban.
Recurrieron al uso generalizado de los uniformes, que permiten al individuo desempeñar un papel, y la puesta en escena de espectáculos grandiosos –políticos y deportivos– que expresaban la opinión mayoritaria.
Fue sin duda en aquel momento cuando se elaboró la «propaganda moderna», o sea la difusión de creencias que nadie puede criticar y a las que nadie puede dar marcha atrás.
 El individuo que ha participado en una marcha de las antorchas portando un uniforme negro ya no será capaz de cuestionar sus convicciones nazis sin cuestionarse a sí mismo y tendrá que revisar simultáneamente el pasado y su propia visión del futuro. Joseph Goebbels instituyó además un encuentro diario en el ministerio de Información donde él mismo definía los «elementos de lenguaje» que los periodistas debían utilizar.
Ya no se trataba solamente de convencer sino de modificar las referencias de las masas. Los alemanes fueron además los primeros en controlar los nuevos medios de comunicación –radio y cine– y llegaron incluso a penetrar en los domicilios familiares instalando allí la televisión.
Goebbels veía el arte de la propaganda como una lucha contra el individuo. Subrayó la importancia de la repetición constante para vencer la resistencia intelectual del individuo. El problema era particularmente importante en la medida en que el uso de la televisión volvía a apuntar en la dirección inversa, de la masa hacia el individuo.
Al término de la Segunda Guerra Mundial, la Asamblea General de la ONU, por iniciativa de la URSS y de Francia, adoptó una serie de resoluciones (las 110 [1], 381 [2] y 819 [3]) que prohibían la propaganda y garantizaban el acceso a la información contradictoria.
 Cada Estado miembro transcribía aquellos principios en su legislación nacional. Pero, el único que puede emprender acciones legales contra la propaganda es el ministerio público, o sea el Estado… y la propaganda es precisamente una práctica de Estado. Así que todo siguió como antes.
Durante la guerra fría, estadounidenses y soviéticos rivalizaron en materia de propaganda. Contrariamente a la idea ampliamente difundida, los soviéticos no hicieron grandes innovaciones, exceptuando la reescritura del pasado. Borraron tal o más cual corriente de pensamiento retocando las fotos oficiales y haciendo desaparecer a los líderes que las habían representado.
Mientras tanto, los estadounidenses desarrollaron el uso de la radio contra los soviéticos (Radio Free Europe) y del cine destinado a sus propios aliados (Hollywood). También innovaron creando organismos permanentes –supuestamente privados y de carácter científico– encargados de justificara posteriori las políticas públicas.
Se trata de los llamados «think-tanks», también llamados «tanques pensantes» o «laboratorios de ideas». Como indica su nombre, la función de estos órganos no es estudiar y proponer, como podrían hacerlo los universitarios, sino fabricar argumentaciones, en el sentido sofístico del término.
Algo más interesante es que, al enfrentar insurrecciones nacionalistas en el Tercer Mundo, el ejército de Estados Unidos utilizó técnicas de propaganda para intimidar a los participantes en las rebeliones comunistas y mantener los regímenes neocoloniales.
La guerra sicológica se había limitado hasta entonces a hacer creer a los enemigos que no podían confiar en sus comandantes y que la derrota era inevitable. En Filipinas, por ejemplo, el general estadounidense Edward Lansdale inventó un monstruo mitológico que vagaba en la jungla y devoraba seres humanos y fabricó “hechos” que parecían demostrar su existencia. Así logró que la población desistiera de prestar ayuda a los sublevados que se escondían en la jungla.
La propaganda en la era de los satélites y la informática
Tres fenómenos se han conjugado durante los últimos 25 años: la sociedad del espectáculo, los satélites y la aparición de la informática.
1- La sociedad del espectáculo
Por ser la televisión un espectáculo, la propaganda exige, primeramente, la organización de eventos espectaculares.
Por ejemplo, para presentar la reunificación de Kuwait e Irak como una guerra de agresión, en 1990, el Departamento de Defensa de Estados Unidos recurrió a la oficina de relaciones públicas Hill & Knowlton, que orquestó la comparecencia de una supuesta enfermera.
La muchacha dijo haber presenciado como los soldados iraquíes robaban las incubadoras de un hospital materno kuwaití, dejando así morir 312 recién nacidos que se hallaban en ellas.
En 1999, la OTAN pasó a una nueva fase organizando un gigantesco acontecimiento para que las agencias de prensa lo filmaran e imponiendo inmediatamente su propia interpretación. En 3 días, 290 000 personas de lengua albanesa emigraron hacia Macedonia.
Las imágenes captadas permitieron presentar la respuesta de Yugoslavia al terrorismo del UCK como un plan de exterminio contra la población musulmana (el llamado plan «Herradura», invención del entonces ministro de Defensa alemán Rudolf Scharping), lo cual sirvió para justificar la guerra de Kosovo.
La espectacularidad va en aumento. En 2001, dos aviones de pasajeros se estrellan contra las torres gemelas del World Trade Center, en Nueva York. Los dos edificios se derrumban. Numerosos hechos inexplicables se producen al mismo tiempo: un incendio destruye las oficinas del vicepresidente de Estados Unidos, en el Pentágono se registran dos explosiones y un tercer edificio se derrumba en Nueva York.
La incoherencia de la narración fue utilizada para descartar todo cuestionamiento. Durante varios días, las televisiones difunden constantemente las imágenes de los aviones estrellándose contra las torres gemelas hasta debilitar el espíritu crítico de los telespectadores. Un Congreso traumatizado por las imágenes vota el estado de urgencia permanente (Patriot Act) y abre la puerta a una serie de guerras.
La manipulación alcanza la perfección cuando muestra el mensaje prolongadamente, invita a los espectadores a respaldarlo, les revela después que están siendo engañados y sigue obligándolos a respaldar algo que ya saben que es mentira.
Fue así como, en 2003, el mundo vio un grupo de iraquíes destruyendo una estatua de Sadam Husein. El presidente George W. Bush comentó en vivo que un manifestante que golpeaba los pies de la estatua le recordaba las imágenes de la caída del muro de Berlín. El mensaje era que la caída de Sadam Husein era una liberación. Se vio entonces en la pantalla un plano más amplio de la plaza en el que se entreveía que el ejército estadounidense había cerrado el lugar y que los “manifestantes” en realidad eran un pequeño grupo de actores. Pero los comentaristas siguieron adelante con su guion [4].
2- Los satélites
Utilizando los nuevos satélites de comunicación, en 1989, el ejército de Estados Unidos transformó un canal de televisión local de Atlanta en el primer canal internacional de «información continua». El objetivo era utilizar las transmisiones en vivo para certificar la “veracidad” de las imágenes que supuestamente no podían estar falsificadas. En realidad, la difusión en vivo lo que no permite es el estudio y verificación de las imágenes [5].
La CNN presentó el intento de golpe de Estado del ex primer ministro Zhao Ziyang en China como una revuelta popular aplastada a sangre y fuego en la plaza Tiananmen [6]. Magnificó la «revolución de terciopelo» en Chequia, haciendo creer que la policía había matado un manifestante.
Validó el descubrimiento de la fosa común de Timisoara, utilizando cadáveres sacados de una morgue y presentándolos como víctimas asesinadas por la policía durante una manifestación o víctimas de torturas para justificar el golpe de Estado de Ion Iliescu contra Ceausescu. Y así sucesivamente.
Siguiendo el esquema de la CNN, el emirato de Qatar adquirió, en 2005, el canal de diálogo arabo-israelí Al-Jazeera para convertirlo en vocero de la Hermandad Musulmana [7]. En 2011, Al-Jazeera tuvo un papel central en la operación de las llamadas «primaveras árabes».
Pero su nivel de audiencia ha seguido la misma tendencia que la de la CNN: después de obtener grandes éxitos con sus primicias inventadas, ha perdido la mayor parte de su audiencia al revelarse sus mentiras.
El uso de la radio contra otros países fue perfeccionado conRadio Martí, transmitida por la CIA desde un avión AWACS en vuelo frente a las costas de Cuba. En 2012, se organizó un gran proyecto para desconectar las televisiones sirias de los satélites de difusión y suplantarlas con programas falsos donde se anunciaría la caída del gobierno de Damasco y la huida de sus dirigentes.
Para ello se prepararon imágenes fabricadas mostrando la supuesta huida del presidente Bachar al-Assad [8]. Pero, ante las reacciones de Siria y Rusia, se anuló la operación cuando una señal transmitida desde una base de la NSA en Australia ya había reemplazado la señal de la televisión siria en el satélite ArabSat.
3- La informática
Durante el mismo periodo, el progreso de las técnicas numéricas, principalmente la expansión de la informática y de internet, dio lugar a un resurgimiento del papel individual, aunque sin disolver por ello el de las multitudes.
En 2007, la CIA envió SMS anónimos en las regiones pobladas por los luos, en Kenya, acusando a los kikuyus de haber “arreglado” la elección presidencial. Los luos hicieron circular el rumor y hubo motines, con más de un millar de muertos y 300 000 desplazados. Finalmente, varias «ONGs» se ofrecieron como mediadoras e impusieron en el poder a Raila Odinga [9].
Aquel mismo año, la CIA puso a prueba la credibilidad de los videos anónimos filmados con teléfonos celulares. Ese tipo de secuencias, con ángulos muy cerrados, no permiten ver el contexto y su origen incierto no permite determinar dónde fueron captadas.
Pese a ello, videos de monjes que se inmolaban prendiéndose fuego y escenas de represión militar durante la «revolución azafrán», en Myanmar, fueron considerados auténticos y retransmitidos por las televisiones, dando así la vuelta al mundo.
La coalición de la mentira
Las técnicas de propaganda no han evolucionado durante los últimos años. Pero han recibido refuerzos con la creación de una coalición de la mentira.
Hasta ahora cada Estado realizaba su propia campaña. Pero, durante la guerra contra Irak, en 2002, se creó una coordinación entre los ministerios de Defensa de Estados Unidos, del Reino Unido y de Israel, y posteriormente se extendió a Qatar y Arabia Saudita.
Esta coalición trató primero de manipular a los inspectores de la ONU en Irak para hacerles creer en la existencia de armas de destrucción masiva.
Como no lo logró, intoxicó a los medios de prensa internacionales [10].
En 2011, fue esta misma coalición la que filmó, en un estudio a cielo abierto en Qatar, las imágenes de la llegada de los “rebeldes” a la Plaza Verde de Trípoli. Transmitidas primeramente por el canal británico Sky News, esas imágenes fabricadas hicieron creer a los libios que el enfrentamiento había terminado, cuando en realidad estaba comenzando, y la OTAN pudo tomar la ciudad sin grandes pérdidas… pero hubo 40 000 muertos del lado libio. Saif al-Islam Kadhafi, uno de los hijos del líder libio, tuvo que hacer acto de presencia en la Plaza Verde, donde fue aplaudido por los partidarios de la Yamahirya, para desmentir las imágenes supuestamente captadas allí el día anterior por Sky News.
Esta coalición de la mentira alcanzó su apogeo con la guerra contra Siria, en la que participaron al principio 120 países y 16 organizaciones internacionales –la mayor coalición de toda la Historia.
En octubre de 2011, la OTAN montó en el norte de Siria una aldea-modelo, Jabal al-Zuia. Uno tras otro, los periodistas occidentales fueron llevados allí por el servicio de prensa del entonces primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan.
Allí “comprobaron” el respaldo de la población al Ejército Sirio Libre. La operación terminó cuando un periodista español reconoció allí a los jefes de aquel Ejército «Sirio» Libre: los líderes de al-Qaeda en Libia, Abdelhakim Belhajd y Mahdi al-Harati [11]. Un detalle sin importancia porque ya se había impuesto al mundo la imagen falsa de que había un gran ejército de ex soldados desertores sirios que luchaban contra la República Árabe Siria.
En 2012, el mundo oyó hablar durante todo un mes de los «revolucionarios» de Baba Amro, rodeados y cañoneados por el ejército del régimen en aquel barrio de la ciudad de Homs [12]. Era cierto que Baba Amro estaba rodeado por el ejército regular, pero no había sido bombardeado ya que 72 soldados sirios estaban a su vez rodeados dentro de un supermercado de aquel barrio. Los yihadistas volaron las casas de los cristianos para imputar los daños a la República Árabe Siria.
Y también quemaban neumáticos sobre los techos que se viera un espeso humo negro. La televisión internacional francesa France24 y Al-Jazeera pagaron como corresponsales a varios «periodistas ciudadanos» que además presidían un “Tribunal Revolucionario”.
Los cuerpos de los 150 mártires condenados y degollados públicamente por orden de ese tribunal fueron filmados y mostrados en las pantallas de televisión como víctimas de los bombardeos [13]. Un escritor franco-israelo-estadounidense de moda, Jonathan Littell, incluso declaró desde Baba Amro que la «revolución» era bella. Finalmente había imágenes y un testimonio sobre la «crueldad del régimen».
En 2013, el Reino Unido creó InCoStrat, una empresa de relaciones públicas al servicio de los grupos yihadistas. InCoStrat diseñó logos, filmó videos con teléfonos celulares e imprimió folletos para un centenar de grupos yihadistas, dando así la impresión de que existía todo un amplio movimiento popular contra la República Árabe Siria.
En un trabajo conjunto con el SAS (Special Air Service, las fuerzas especiales británicas), montó la presentación mediática de Yesh al-Islam (el Ejército del Islam), el más importante de esos grupos yihadistas en las afueras de Damasco. Arabia Saudita proporcionó 4 blindados, enviados a través de Jordania, que pasaron varias veces ante las cámaras. Los yihadistas recibieron uniformes fabricados en España para montar una ceremonia de promoción de oficiales.
Todo lo anterior fue convenientemente filmado por profesionales para dar la impresión de un ejército organizado como fuerzas regulares y capaz de rivalizar con el Ejército Árabe Sirio [14].
Se impone así la imagen de que existe una guerra civil cuando en realidad las imágenes muestran sólo unos cientos de figurantes que en su mayoría son además extranjeros.

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