«Antes de ser capaz de asumir su tarea, un Maestro espiritual ha venido a encarnarse muchas veces en la tierra y ha trabajado, trabajado… Porque la vida en la tierra expone continuamente a los humanos a cometer errores y deben corregirse sin cesar, enderezarse.
¿Cómo un Maestro espiritual podría ayudar ahora a sus discípulos e instruirles si, en otras encarnaciones, no hubiese tenido que hacer las mismas experiencias que ellos, superar los mismos obstáculos? ¿Qué mérito tendría si no hubiese estado expuesto a las mismas tentaciones, si no hubiese pasado las mismas pruebas hasta llegar a ser, por fin, lo que es ahora? Nunca osaría presentarse ante los demás para pedirles que hiciesen unos esfuerzos que él mismo no hubiera ya hecho.
Si tenemos tanta necesidad de seguir los consejos de los Iniciados y de los grandes Maestros, es porque ellos conocen el camino, ya lo han recorrido antes que nosotros. Saben los obstáculos que se encuentran en él, pero también saben cómo triunfar sobre ellos.»
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Es cierto que (hasta que comenzamos a percibir lo que realmente somos) tenemos esa necesidad de que alguien (o algo) nos oriente, nos encamine, o nos abra el camino hacia un paradigma diferente, PERO, una vez encontrado ese camino (que para cada cual será ligeramente «o absolutamente» diferente) ya no necesitamos de maestro alguno, ya que (a partir de entonces seremos nuestros propios maestros).