Cuando la URSS se derrumbó, Estados Unidos sustituyó la ‘amenaza soviética’ por la ‘amenaza musulmana’, pero el cambio resultó «insuficiente».
En su nuevo artículo, el analista y exasesor económico de Ronald Reagan, Paul Craig Roberts, recuerda cómo se despidió de la nación quien fuera general y presidente de Estados Unidos durante dos mandatos, Dwight D. ‘Ike’ Eisenhower, en 1961. En su discurso, el exmandatario advirtió que «la combinación de la inmensa clase dirigente militar y una gran industria armamentística» era «una experiencia nueva» en EE.UU. y que su «influencia total —económica, política, incluso espiritual—» se sentía «en cada ciudad y cada dependencia estatal», con lo cual los órganos de Gobierno deberían evitar que el peso de esa asociación pusiera en peligro «nuestras libertades o nuestros procesos democráticos».
El analista lamenta que a Eisenhower, quien estuvo «a cargo de la invasión de Normandía», hoy en día le llamarían «un ‘teórico de la conspiración'». Así, los republicanos conservadores le hubieran criticado por poner en duda los motivos de «la industria patriótica que protege nuestra libertad», mientras que los neoconservadores preguntarían por qué el presidente avisaría sobre su propio rubro militar en lugar de sobre «la amenaza que presenta el Ejército soviético» y los medios de comunicación insinuarían que ‘Ike’ «se había vuelto un poco senil».
Cuando la Unión Soviética colapsó en 1991, la ‘amenaza soviética’ se sustituyó por la ‘amenaza musulmana’ y la ‘guerra contra el terrorismo’ ocupó el lugar de la Guerra Fría
Roberts explica que, cuando Eisenhower emitió esta señal de alarma, era demasiado tarde: la guerra fría ya había arraigado en la sociedad estadounidense y la industria militar se había convertido en el sector de interés «más venerado» del país, debido a que «las fábricas de armamento y las bases militares se extendieron por todo el territorio y eran importantes para cada senador y en muchos distritos».
«Hemos vuelto a la guerra fría con Rusia»
Este economista revela que «nunca existió un peligro real de que el Ejército Rojo invadiera Europa» y que «la guerra fría fue un negocio rentable para muchos, por eso duró tanto tiempo». Para reforzar este punto de vista, cita al diplomático, escritor y consejero gubernamental estadounidense George Frost Kennan, quien predijo en su momento que «si mañana la Unión Soviética se hundiera» en el océano habría que inventar otro adversario, porque cualquier otro panorama supondría «un choque inaceptable» para la economía local.
Efectivamente, cuando ese derrumbe se produjo en 1991, «la ‘amenaza soviética’ se sustituyó por la ‘amenaza musulmana’ y la ‘guerra contra el terror’ ocupó el lugar de la guerra fría», detalla Roberts, pero recuerda que, a pesar de algunos ataques con banderas falsas y las advertencias sobre «una guerra que duraría 30 años», miles de yihadistas poco armados eran insuficientes para sustituir a una potencia con un gran arsenal de misiles balísticos nucleares intercontinentales, con lo cual «hemos retomado la guerra fría con Rusia».
La guerra fría fue un negocio rentable para muchos, por eso duró tanto tiempo
El analista destaca que «la propaganda es rápida y furiosa» y las graves acusaciones contra Vladímir Putin y su país «se convierten en titulares, a pesar de que el gasto militar de EE.UU. es 12 o más veces superior que el gasto militar de Rusia», que «no ha manifestado aspiraciones hegemónicas».
«Estas conspiraciones son reales»
Estas conspiraciones gubernamentales «son reales», «hay muchas más de las que la gente conoce» y están documentadas por los propios autores, confirma el escritor, quien insiste en que los Estados realizan muchos ataques con bandera falsa con el fin de lograr los objetivos que no pueden reconocer públicamente.
Para Paul Craig Roberts, «cualquier observador con un poco de educación puede reconocer» estas maniobras, pero pocas personas prestan atención a lo que hay «más allá de lo que cuentan los medios oficialistas —»que ya no investigan sino que, simplemente, repiten la historia oficial»—, con lo cual «solo unos pocos se dan cuenta de lo que sucede en realidad y, cuando abren sus bocas, se les desacredita como ‘teóricos de la conspiración'», una etiqueta que se emplea para impedir que se investiguen los hechos.
«Si desean vivir con la libertad que se logró en Occidente tras siglos de lucha, despierten, empleen el tiempo que dedican a actividades menos significativas para tomar conciencia de lo que les están robando. Queda poco partido por jugar. Si no defienden la verdad, no tendrán libertad, ya que no existe libertad sin verdad», concluye este experto.
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