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«Antes de emitir una crítica sobre alguien, empezad por echar una mirada lúcida sobre vosotros mismos. ¿Por qué? Porque sólo tenemos derecho de criticar una debilidad en los demás si hemos logrado vencerla en nosotros mismos. Cada vez que emitís un juicio negativo sobre alguien, sois juzgados vosotros mismos.
¿Por quién? Por vuestra conciencia, por vuestro tribunal interior. Una voz se eleva en vosotros para preguntaros: «Y tú, que te pronuncias así, ¿estás seguro que, de una manera o de otra, no tienes ese mismo defecto?… A esa debilidad de la que tú mismo eres culpable, ¿por qué debes añadirle aún la falta de indulgencia, la falta de amor? ¿No sientes acaso que, en tu corazón, en tu alma, estás perdiendo algo precioso?» Éste es el castigo infligido a aquél que juzga a los demás cuando no tiene el derecho de hacerlo: hay luces que lo abandonan. Y si algunos dicen que nunca han oído esta voz, es porque han hecho todo lo posible para no oír sus observaciones ni sus consejos. Que estén más atentos y la oirán.»
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