Si ya de por sí el mundo natural suele ser fuente de asombro y admiración para quienquiera que se tome el tiempo de contemplarlo y conocerlo, aun en sus reinos existen algunas especies que superan todo lo que cuesta imaginación humana pudiera concebir, a veces por sus capacidades físicas increíbles, por la capacidad de adaptación de otros, por su fuerza o su velocidad, por el equilibrio a veces improbable que han desarrollado con su entorno y a veces también por su sola belleza, una cualidad que si bien es invención de la cultura humana, hasta cierto punto podría decirse también que existe por sí misma en la naturaleza, la cual, como bien han señalado artistas, poetas, filósofos, teólogos y también personas comunes y corrientes, se ofrece generosamente a nuestros sentidos, sin recato, llenándolos siempre que lo permitamos con la satisfacción del encanto estético.
Uno de los mejores ejemplos de dicho rasgo se encuentra en uno de los elementos más ínfimos del mundo natural: las alas de los colibríes. Quienes hayan visto a alguna de estas aves en vuelo o en reposo, sin duda habrán notado la iridiscencia que caracteriza su plumaje, un haz multicolor que vuelve a esta ave una joya móvil e inquieta, siempre a punto de desaparecer de un instante al otro llevándose sus resplandores consigo.
Hace unos años, el fotógrafo Christian Spencer realizó la proeza de captar las alas de los colibríes en condiciones que destacan aún más su plumaje. Mientras se encontraba en Rio de Janeiro, Brasil, un día tomó su cámara y fotografío a un colibrí a contraluz, con el sol de fondo. Al ver la imagen resultante, Spencer se encontró con el cuerpo del ave envuelto en sombras pero rematado en las alas y la cola por pequeños prismas en donde la luz del sol se quebraba en sus múltiples colores.
A partir de esa primera proeza, Spencer repitió el experimento en ocho ocasiones más, lo cual sin duda no debió haber sido sencillo, dado el comportamiento usual de los colibríes. Con todo, su persistencia fue recompensada, pues la serie fotográfica le ha valido ya una docena de reconocimientos en la materia.
Cabe señalar por último que, a decir del fotógrafo, las imágenes no tienen ningún tipo de retoque digital, sino que son resultado únicamente del uso preciso de las técnicas de fotografía para la luz y la sombra.
¿Qué te parece? Ante estas imágenes quizá pueda decirse que la belleza surgió el día en que la naturaleza se encontró con la mirada humana.
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