Relación entre nagás y Garudá
En el Majábharata, texto épico-mitológico de la India, se habla de los nagás, que cuentan con enemigo conocido como Garudá, el hombre-pájaro. Los nagás son llamados en el texto como “perseguidores de todas las criaturas”. Contaban con un veneno muy poderoso, además de ser poseedores de una gran fuerza. Su naturaleza maligna hacía que siempre que se cruzaran con otra criatura sintieran ganas de morderla y matarla.
A pesar de que la representación de estos seres es casi siempre negativa, lo cierto es que en este texto, en ocasiones, se suelen posicionar como seres buenos, o por lo menos que actúen en el lado del bien. No obstante no es la dinámica común.
Podríamos hablar de tres tipos de representación distinta de nagás. Así, estos seres acuáticos y semidivinos podrían estar representados o bien con cuerpo de serpiente y torso o cabeza humana; con cuerpo humano pero con un gran número de serpientes surgiendo de diversas partes de su torso; o con la parte superior con forma de serpiente, surgiendo de ella varias cabeza al más puro estilo hidra.
Cuenta la leyenda que Kashiapa tendría la fortuna de contar con dos hermosas esposas, Kadru y Vinata. Mientras la primera tenía claro que quería complacer a su marido con muchos hijos, la segunda, Vinata, decidió que serían pocos pero con un gran poder.
Con el paso del tiempo sus deseos se vieron hechos realidad. Kadru pondría mil huevos, de los que nacerían los nagás, mientras Vinata pondría sólo dos huevos. De los huevos de la segunda esposa nacerían Aruna y Garudá.
Cuenta el Majábharata que la relación entre las dos esposas no era del todo buena. Así, por culpa de una apuesta, que ejemplificaba su constante competitividad, Vinata se convertiría en la esclava de Kadru. Asimismo, Garudá tendría que cumplir todas las órdenes que las serpientes, hijas de Kadru, le dieran.
Este fue precisamente el origen del odio visceral que tomó Garudá ante los nagás. A pesar de que cumplía rigurosamente todas las ordenes, el recelo iba creciendo en él.
Finalmente, Garudá decidió librarse de ese yugo y preguntó a las serpientes como podría desvincularse de sus órdenes, estas le contestaron que tendría que llevarles un poderoso elixir que les diera la inmortalidad.
Garudá cumplió su palabra, obtuvo la libertad y además consiguió, mediante una trampa, evitar que las serpientes alcanzaran la inmortalidad deseada. A partir de ese momento en el que Garudá fue libre, las serpientes o nagás se convertirían en sus principales enemigas y además en su manjar favorito.