Las posibilidades de la inteligencia artificial aún están por descubrir, pero entre la ayuda que pueden facilitar para agilizar trabajos como generar contenidos o procesar información de valor a través de datos, tienen también la capacidad para crear universos ficticios e influencers o personajes virtuales cuya apariencia complica cada vez más la labor de distinguirlos de un ser humano real.
Las ciencias humanas han intuido estos desafíos, pero la tradición filosófica, histórica o religiosa aún no tiene respuestas para lo que ya se presenta como un agente de cambio social de primera magnitud: el uso de la IA. Aún nos encontramos experimentando con este nuevo juguete, mientras algunas agencias creativas y publicitarias han descubierto el filón que supone contar con modelos exclusivos y disponibles 24/7.
Desde el punto de vista práctico, un/a AInfluencer –influencers creados con IA generativa– presenta múltiples ventajas para las marcas o agencias que las utilizan: no envejecen, no tienen granos, no engordan ni enferman, no tienen problemas de agenda ni están limitadas por unas rutinas de descanso y cuidados. Además, no cobran sueldos astronómicos por aparecer en redes.
Su uso no es nuevo, pues la primera modelo digital irrumpió en escena en 2017, cuando su creador, Cameron-James Wilson, se propuso crear con un programa de modelado 3D a una supermodelo hiperrealista y le abrió una cuenta de Instagram. Así nació la modelo virtual Shudu Gram, cuyos rasgos físicos nos recuerdan a la modelo sudanesa Alek Wek, la senegalesa Khoudia Diop y la mítica Grace Jones. El éxito de Shudu como prototipo de modelo virtual, animó a Wilson a crear The Diigitals, una agencia de modelos virtuales que en 2020 estaba reportando beneficios estimados en 125 millones de dólares, según Sequoia Capital. Un volumen de negocio nada desestimable si tenemos en cuenta que Shudu, que actualmente cuenta con más de 241.000 seguidores en Instagram, tuvo un ascenso meteórico mucho más rápido que el de las modelos en las que se inspiró para ser creada. Las críticas no se hicieron esperar, y a Cameron-James Wilson, un británico de apenas 30 años, le acusaron de apropiación cultural y «blackface digital» por el hecho de ser un creador digital blanco sacando rentabilidad a lo que, en opinión de sus detractores, era una fetichización de la belleza negra.
Lil Miquela es un avatar comparable en popularidad a Shudu. Su perfil de Instagram fue creado en 2016, como personaje de ficción y modelo por la agencia Brud de Los Ángeles y cuenta con 2,6 millones de seguidores en Instagram. También con rasgos exóticos, pero no tan acentuados, esta conocida avatar es modelo de varias marcas de lujo y en 2020 se le estimaban unos ingresos de 10 millones de euros, combinando sus apariciones como modelo con acciones solidarias y de concienciación social. A pesar de estar bastante lograda, Miquela fue reconocida como un personaje virtual casi desde el principio.
El aspecto de Aitana oscila entre una celebrity y una modelo de Only Fans
No así ha sucedido con Aitana, una de las primeras modelos virtuales españolas creada por la agencia catalana The Clueless, cuyo aspecto es tan realista que en pocos meses acumuló miles de admiradores sin que sospecharan que el objeto de su amor era puro formato electrónico.
El aspecto de Aitana oscila entre una celebrity y una modelo de Only Fans, y viene a ser la evolución de las modelos virtuales generadas por IA. Cuando su verdadera naturaleza saltó a los medios en noviembre de 2023, miles de sus admiradores debieron quedar patidifusos, a juzgar por las declaraciones de amor que profesaban a diario en su cuenta. Con estilismos seductores, pelo rosa que un día puede ser corto y al siguiente largo, amante del fitness, y con 242.000 seguidores en Instagram, sus admiradores siguen dedicándole mensajes de amor como si se tratase de una persona real: «Eres guapa hasta recién levantada». Tampoco le falta razón a quien comenta en el Instagram de Aitana que «hasta una modelo que no existe gana más dinero que yo», pues sus beneficios se estiman en unos 10.000 euros mensuales.
Alba Renai, la primera influencer virtual española de Be a Lion, compañía filial de Mediaset, tiene un aspecto urbano y su cometido es inspirar un estilo de vida para la generación Z, a través de miles de datos procesados y un modelo de entrenamiento de ChatGPT.
Las repercusiones de esta virtualidad que invade nuestra realidad —o nuestro tradicional concepto de realidad— están todavía por ver. Si bien Shudu o Miquela eran personajes fácilmente reconocibles en formato de ficción, el perfeccionamiento que está alcanzando la imagen generada por ordenador puede no solo llevar a la confusión, sino desplazar a personas reales en el imaginario estético, erótico e incluso amoroso de personas de carne y hueso.
¿Podrán estos ídolos que no envejecen con los años desatar una obsesión por la eterna juventud? ¿Será la perfección estética un objetivo más inalcanzable que nunca, o se verán los creadores digitales obligados a introducir defectos humanos a sus criaturas virtuales? Tenemos delante algo mucho más complejo que el mito de Pigmalión; estamos en los albores de un nuevo Renacimiento en el cual desempolvar el pensamiento cartesiano para aprender a distinguir lo verdadero de lo falso, y poder detectar lo real de lo que no lo es.