Pionero de la cohetería y líder de una sociedad secreta que, en las noches de luna llena, realizaba rituales de corte satánico. Jack Parsons es uno de los personajes más singulares y extraños del pasado siglo XX
Jack Parsons hizo un pacto satánico a los 13 años
Nuestro singular protagonista vino al mundo un 2 de octubre de 1914 en Los Ángeles y fue bautizado con el nombre de Marvel Whiteside Parsons. Su padre era Marvel H. Parsons y su madre Ruth Whiteside, quienes no tardaron en divorciarse por las infidelidades del primero. Debido a ello, Ruth dejó de llamar al niño «Marvel» y lo rebautizó como «John», razón por la que existe cierta confusión con su nombre. Con los años, la familia acabaría llamándolo «Jack», y es así como es más conocido en la actualidad.
Parece que su infancia fue inestable, siendo acosado por otros chicos. Según afirma él mismo en uno de sus textos, The Book of Antichrist, Parsons habría invocado a Satán cuando tenía 13 años, a finales de 1927, «asustándose cuando apareció». Aunque no refiere la causa de la invocación, pudo estar relacionada con el bullying. Curioso, no obstante, su temprana afición a ese mundo de lo oculto.
Por aquel entonces conoció a Edward «Ed» S. Forman, un compañero que se convirtió en su sombra y con el que compartía su interés por las historias de ciencia ficción como las de la revista Amazing Stories o la visionaria obra de Julio Verne De la Tierra a la Luna. Aficionados a las explosiones, ya en 1928 comenzaron a experimentar con pequeños cohetes de combustible sólido. En 1932 ambos realizaron un experimento bastante exitoso que anunciaba que su pasión por los cohetes era algo más que un hobbie. Ese mismo año, Jack comenzó a trabajar en la Hercules Powder Company of Pasadena y un año después se graduó en la University School, una pequeña academia privada. Luego, ambos ingresaron en la University of Southern California, aunque ninguno se graduó. Entonces comenzaron a cartearse con algunos especialistas en el campo de la cohetería, como el norteamericano Robert Goddard, que cosechó numerosas críticas de sus compatriotas, y con algunos alemanes y rusos que trabajaban en ese campo, como Willy Ley, quien huiría más tarde de los nazis a EEUU y quien era miembro de la German Rocket Society en Berlín, al igual que Wernher von Braun.
La curiosidad de los jóvenes pronto tornó en una ambición científica seria con la suma al grupo del joven Frank Malina, un estudiante recién graduado en el Instituto Tecnológico de California. Los tres formaron el conocido como «Escuadrón Suicida» (Suicide Squad) en referencia a la peligrosa naturaleza de su trabajo. A finales de los años 30, la cohetería era considerada poco menos que ciencia ficción. Aunque nadie daba un duro por sus esfuerzos, realizaron sorprendentes avances en la creación de combustibles para cohetes, un delicado proceso que exigía la mezcla exacta de sustancias químicas fuertemente inflamables. Desarrollos de combustibles que con los años serían utilizados por la propia NASA.
A finales de 1940, Malina ingresó en la National Academy of Sciences para financiar el estudio de la propulsión a chorro. En 1943, los miembros del Suicide Squad fueron rebautizados con el nombre oficial de Aerojet Engineering Corporation, viendo su trabajo legitimado, tanto que desempeñaron un rol crucial en el seno del Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA, el centro de investigación responsable de enviar artefactos a lugares alejados del espacio. Este laboratorio de la Agencia Espacial comenzó a funcionar en 1920 con el nombre de Guggenheim Aeronautical Institute of Tecnology (GALCIT). En 1926 se puso bajo la dirección del profesor húngaro Theodore von Kármán, que no tardaría en conocer a Parsons y compañía y en facilitarles para sus pruebas de cohetería unos terrenos en Pasadena, en el Arroyo Seco, justo encima de la conocida como Puerta del Diablo, un nombre que le venía a Jack que ni pintado… Hoy estos terrenos están ocupados por el JPL de la NASA, que mantiene silencio sobre cualquier cosa relacionada con el incómodo Parsons.
Personaje inquieto y abierto a la experimentación, al mismo tiempo que desarrollaba vanguardistas diseños, con el sueño de que algún día el hombre alcanzara la Luna, Parsons llevaba una doble vida: estaba sumergido en todo un submundo de sociedades secretas y rituales a la luz de ese mismo satélite que anhelaba conquistar. Unas actividades que, de conocerse en la puritana América de los años 40, le condenarían al ostracismo. O a algo peor.
Y eso no tardaría en pasar. Los medios de comunicación comenzaron a publicar rumores etiquetando al científico prácticamente de «loco». Pero, ¿qué escondía realmente Jack Parsons?
Visionario y satanista
A pesar de sus tempranos devaneos en invocaciones diabólicas, parece que lo que dio comienzo a la deriva ocultista de Parsons fue el hallazgo fortuito de un libro en la biblioteca de su colega Robert Rypinski: una copia del texto de Aleister Crowley Konx Om Pax (1907). Según Rypinski, aquello significó para Parsons «como agua de verdad para un hombre sediento». Le regaló la copia y éste no tardó en comenzar a cartearse con el que por aquellos años era un paria en su país natal, Inglaterra, y fue tildado por las autoridades británicas como «el hombre más peligroso del mundo» y líder de la Ordo Templi Orientis (OTO). El representante de Crowley en la zona era Talbot Smith. Talbot se había trasladado a Los Ángeles en 1930 y a su llegada empezó a trabajar en la reapertura de la logia Ágape, la primera logia norteamericana de la OTO. La colega de Smith era Regina Kahl, quien actuaba como su Alta Sacerdotisa de la llamada Misa Gnóstica que ideó el propio Crowley y que se detalla en su libro Magick, Liber ABA, Libro IV. Jack Parsons entró en contacto con el hermético círculo cuando un colega le llevó a una reunión en la casa de Smith en Hollywood, tras lo que el científico y su primera mujer, Helen, comenzaron a acudir a la Misa Gnóstica semanal. Así, Parsons era, durante el día, estudiante de ciencias físicas, y por las noches, aprendiz y luego adepto a las ciencias ocultas. En palabras de John Carter, uno de sus mejores biógrafos: «esta enigmática fusión de ‘sexo y cohetes’ iba a constituir un desarrollo fascinante en la historia de la industria aeroespacial de Estados Unidos».
Mientras las mejores revistas científicas comenzaban a hacerse eco de los progresos del grupo de GALCIT y Malina se distanciaba cada vez más de Parsons y Forman, la National Academy of Sciences duplicó el presupuesto del grupo.
Era 1941, en plena II Guerra Mundial, y mientras Europa se desangraba, era cada vez más evidente que Estados Unidos jugaría un papel decisivo en la contienda, así como los ingenios de Parsons.
La puerta del infierno
Mientras Jack recibía elogios de la industria aeroespacial, en su círculo privado entablaba nuevas amistades. Conoció a la actriz de cine mudo Jane Wolfe, alias Soror Estai, que había llegado a compartir estancia con Crowley en su abadía de Thelema, en Cefalú, de donde tuvo que regresar cuando Mussolini los expulsó. Wolfe dejó escrito el enorme potencial que tenía Parsons y habló de los viajes astrales realizados por éste.
El 15 de febrero de 1941, el matrimonio Parsons se unió a la logia Ágape. Jack pasó a ser conocido en el hermético círculo como «Frater T.O.P.A.N.», aunque para abreviar se hacía llamar «Frater 210». Las iniciales de su apodo mágico, según el trabajo de Carter, significaban Thelemum Obtentum Procedero Amoris Nuptiae, una expresión latina que venía a ser: «el logro de Thelema (deseo) mediante las nupcias del amor». A su vez, la OTO daba gran importancia a la numerología y Parsons no escogió la cifra 210 por casualidad. Era un homenaje al dios Pan, a quien guardaba una gran veneración. Tanta, que sus más estrechos amigos dirían años después que, antes del lanzamiento de cada cohete, recitaba un poema pagano ideado por Crowley en honor a esta deidad.
Entonces, Parsons logró un gran éxito con sus JATO (jet-assisted take offs, o «despegue ayudado por propulsores»), ingenios por los que se interesó la misma Fuerza Aérea de EEUU, con la que él y su equipo firmaron un contrato.
En junio de 1942, John y Helen alquilaron una vieja mansión en uno de los lugares más exclusivos de Pasadena. Algunos llegarían a conocer la propiedad como «la Puerta del Infierno». El dormitorio de Parsons en el primer piso era la habitación más grande y hacía también de templo. Allí se encontraba la copia obligatoria de la Estela de la Revelación, una tablilla egipcia que había inspirado a Crowley durante su viaje a El Cairo en 1904. La habitación del que sería conocido como The Parsonage, también albergaba una biblioteca con libros ocultistas y la nutrida correspondencia intercambiada entre Jack y la Gran Bestia: un gran retrato firmado por Crowley presidía la estancia. Pronto la mansión comenzó a ser un lugar de reuniones extrañas y numerosos escándalos. Varios testigos hablaban de astrólogos, escritores de ciencia ficción… y extraños ritos a la luz de una hoguera. Una vez que tuvo conocimiento de su singular vida privada, el Gobierno no pudo disuadir a Parsons de que abandonara sus actividades nocturnas, y el FBI comenzó a vigilarlo de cerca; de repente, sus actividades «mágicas» se convirtieron en un asunto de seguridad nacional y realizaba sus viajes bajo protección gubernamental debido a su cargo.
Hacia el verano de 1943, Parsons disponía de ingentes cantidades de dinero para sus actividades ocultas, pues en Aerojet ganaba 650.000 dólares anuales. Ese mismo año se divorció de Helen, porque había comenzado una relación con su hermana menor, Sara Elizabeth Northrup, alias «Betty». El científico llegó a confesarle a su colega Rypinski: «Me libré de mi mujer mediante brujería». Parsons, que había sustituido a Smith en la logia ante su caída en desgracia, convirtió a Betty en su nueva sacerdotisa de la Misa Gnóstica.
Orgías y magia sexual
En 1946, Parsons protagonizaría junto al escritor de ciencia ficción Ron L. Hubbard, con los años cerebro y gurú de la Cienciología, una de las sesiones de magia ceremonial más famosas en la historia del ocultismo en Occidente: la denominaron «Los Trabajos de Babalon» –ver recuadro–. Hubbard animó a Parsons a tratar de invocar a una diosa real en un extravagante ritual. Aquello provocó que Crowley, que no lo había autorizado, despidiese a Parsons, al que tildó de «tonto débil».
Hubbard se había mudado unos meses antes a su mansión de Pasadena, pero lo que no esperaba Parsons es que su joven amante acabara cautivada por el escritor. Fue entonces cuando el científico se entregó aún más a sus delirios ocultistas, intentando hallar su nueva compañera mágica, ritos que implicaban, incluso, masturbación sobre tablas mágicas al ritmo de música frenética. Por su parte, Hubbard hizo perder a Jack una buena suma de dinero al hacerle invertir en una supuesta franquicia de yates. El primero no tardaría en fugarse con Sara, huyendo con gran parte del dinero del ingenuo científico, que denunció al futuro gurú por estafa y robo.
Mientras que la Mujer Escarlata de Crowley, su contrapartida femenina, fue el fascinante personaje de Leah Hirsig, alias Alostrael, Parsons, ya casi en bancarrota, se convenció de que gracias a los ritos con Hubbard había conocido a la transmigración de Babalon, su propia Mujer Escarlata, en la figura de Marjorie Cameron, una arrolladora pelirroja de ojos verdes que cautivaría a Jack casi hasta locura. Nacida en Iowa en 1922, Marjorie había sido una joven rebelde con problemas familiares. Durante la II Guerra Mundial trabajó en la Armada realizando labores de cartografiado y se alistó voluntariamente en la Women Accepted for Volunteer Emergency Service en febrero de 1943. Sin embargo, cuando su hermano regresó herido del frente, Marjorie no dudó en abandonar su puesto para estar junto a él, lo que le costó ser arrestada por deserción. Acabada la contienda recibió el indulto y regresó con su familia a Pasadena, donde se encontró con Parsons. Luego vendrían días de auténtica locura en The Parsonage y se casaron el 19 de octubre de 1946, mientras el interés por el ocultismo de Marjorie iba en aumento.
Un misterioso final
Pero los días felices de Parsons, quizá el último «científico loco» del siglo XX, estaban a punto de llegar a su fin. Tras distintos cambios de domicilio, disputas, y nuevas sesiones ocultistas, la pareja decidió planificar un viaje a México. El día antes de marchar, el 17 de junio de 1952, con tan sólo 37 años, Parsons recibió un pedido que debía estar listo en poco tiempo de unos explosivos para el rodaje de una película; los manipuló en su propia casa y una enorme explosión destruyó el edificio, dejando mortalmente herido al ingeniero místico. Aunque fue trasladado al hospital, poco después era declarado muerto.
La propia Marjorie sostendría durante toda su vida que Parsons había sido objeto de una conspiración: que lo había matado la policía o el FBI o incluso grupos antisemitas. Completamente iluminada, mientras realizaba ceremonias sangrientas con el deseo de comunicarse con el espíritu de su difunto esposo, llegó a afirmar que una serie de OVNIs que habían sido vistos sobre el capitolio de Washington estaban relacionados también con la muerte de Jack.
Afectada por problemas psicológicos y consumo de drogas, frecuentó la compañía de thelemitas como William Breeze, líder internacional de la OTO en la actualidad. Marjorie Cameron murió a causa de un tumor cerebral el 24 de julio de 1995 y una alta sacerdotisa de la Orden se encargó de su ceremonia mortuoria.
La teoría de que Parsons pudo ser asesinado por el Gobierno continúa siendo uno de los grandes misterios de los años 50. Hoy, un cráter lleva su nombre, como no podía ser de otro modo, en la cara oculta de la Luna, ese mismo lugar con el que no dejó de soñar en toda su vida. Un lugar recóndito del universo que ahora arroja, como mostramos en portada, sorprendentes revelaciones.
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