El tiempo parece volar o detenerse según la intensidad de tus experiencias. Entonces, ¿significa esto que el envejecimiento es solo una cuestión de mentalidad?
Crédito: MysteryPlanet.com.ar.
En la película de ciencia ficción Interstellar (2014), los astronautas visitan un planeta acuático orbitando un agujero negro supermasivo. Debido a la dilatación temporal, cada hora allí equivale a siete años en la Tierra. Para los astronautas, su breve visita provoca que, al regresar, hayan pasado 23 años en casa, marcando una diferencia irreversible con sus seres queridos.
Pero, ¿y si esta distorsión del tiempo no fuera exclusiva de los viajes espaciales? Según el neurocientífico David Eagleman, profesor adjunto en el Departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Stanford, algo similar ocurre dentro de nuestras mentes. Este fenómeno, que Eagleman llama «relatividad neuronal», se manifiesta en nuestra percepción del tiempo y, lo más interesante, es que podemos influir en ella.
La relatividad neuronal: cómo el cerebro manipula el tiempo
La dilatación temporal, según la teoría de la relatividad de Einstein, explica que el tiempo transcurre a diferentes velocidades dependiendo de la velocidad o el lugar en que te encuentres. Eagleman traza un fascinante paralelismo con nuestra percepción del tiempo: «En diferentes circunstancias, el tiempo parece correr a diferentes ritmos», señala. Sus investigaciones demuestran que cuanto más intensos y ricos en detalles sean los recuerdos generados durante un evento, más largo parece ese momento en retrospectiva.
En 2007,el neurocientífico de Stanford llevó esta teoría al límite con un experimento singular. Dejó caer a participantes desde una torre de 45 metros de altura, asegurándose de que aterrizaran sanos y salvos en una red. Durante la caída libre, midió su percepción del tiempo mediante un dispositivo en la muñeca que mostraba información a gran velocidad. Los resultados fueron reveladores: las mentes de los participantes procesaron cada detalle del descenso, creando memorias densas que hacían que el tiempo pareciera extenderse.
Por el contrario, cuando el cerebro no registra muchos detalles, como en un fin de semana rutinario, el tiempo parece volar. Esto también explica por qué los veranos de la infancia permanecen vívidos, mientras que los de la adultez tienden a difuminarse. «Con la edad, la vida se vuelve predecible y nuestro cerebro deja de crear nuevos recuerdos», afirma Eagleman.
Cómo ralentizar la percepción del tiempo
Eagleman sostiene que la clave para expandir nuestra percepción del tiempo radica en buscar la novedad. «Es necesario asumir desafíos nuevos que sean frustrantes pero alcanzables, y una vez que te sientas cómodo con ellos, dejarlos y probar algo diferente», explica.
Este concepto de relatividad neuronal no solo abre la puerta a experimentar el tiempo de forma más rica, sino que también podría tener implicaciones en el envejecimiento. Según un estudio reciente publicado en Frontiers in Aging Neuroscience, los cambios en los niveles de dopamina y los mecanismos temporales neuronales asociados al envejecimiento influyen tanto en nuestra percepción del tiempo como en el declive cognitivo. Las actividades novedosas pueden mejorar la neuroplasticidad, es decir, la capacidad del cerebro para adaptarse, lo que podría ralentizar ciertos efectos del envejecimiento.
David Eagleman.
¿Puede la percepción del tiempo influir en la edad biológica?
La idea de que nuestra percepción del tiempo puede afectar cómo envejecemos no es nueva. En 1979, la psicóloga Ellen Langer condujo el famoso estudio Counterclockwise. Llevó a ocho hombres septuagenarios a un retiro ambientado en 1959, donde vivieron como si estuvieran 20 años más jóvenes. Al finalizar la semana, los participantes mostraron mejoras físicas significativas, como mejor visión, fuerza y postura. Incluso parecían más jóvenes según los observadores.
Dr. Ryan Sultan, psiquiatra clínico de la Universidad de Columbia, explica que este experimento probablemente estimuló la liberación de dopamina y aumentó la actividad neuronal, ambos factores clave en la percepción del tiempo y en procesos fisiológicos como la regulación del estrés. «Esto podría haber influido en marcadores biológicos del envejecimiento, ya que la percepción del tiempo y los procesos fisiológicos están entrelazados», argumenta Sultan.
Un campo en expansión
Aunque demostrar científicamente cómo la percepción del tiempo impacta en el envejecimiento biológico sigue siendo un reto, el creciente interés por la longevidad está acelerando la investigación. Empresas emergentes de epigenética están explorando cómo factores ambientales y estilos de vida pueden modificar la expresión genética sin alterar el ADN. Estas investigaciones podrían sentar las bases para retroceder nuestro reloj biológico en un futuro cercano.
Mientras tanto, Eagleman recomienda formas más accesibles para ralentizar nuestra percepción del tiempo: desde aprender nuevas habilidades hasta experimentar con realidad virtual o actividades que saquen a nuestro cerebro de la rutina. «Incluso resolver sudokus o crucigramas funciona, pero solo hasta que te vuelves bueno en ello. Cuando eso pasa, debes pasar a algo nuevo», concluye.
Aunque no podamos cambiar la velocidad a la que envejecemos, podemos controlar cómo percibimos el paso del tiempo, logrando que la vida se sienta más larga y, sobre todo, más rica en experiencias.
Fuente: PM. Edición: MP.
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