Habló sobre el amor desinteresado; también sobre el apasionamiento que con equilibrio permite vencer al desinterés. Relato varios detalles sobre su vida como Jesús, sus sensaciones de pequeño, el bautizo donde recibió la energía Crística, su aumento de conciencia, enseñanzas, discípulos… Se extendió sobre la pasión, las torturas físicas, dudas y pena por ver a la gente tan desamparada del conocimiento real, tanto entonces como ahora.
Maestro Jesús: Estoy aquí reunido con vosotros, queridos hermanos. De verdad os digo que todo el conocimiento adquirido es útil en tanto y en cuanto se utilice en función del amor. De verdad os digo que todo servicio debe ser hecho en forma totalmente desinteresada pero es muy importante aclarar que el verdadero desinterés está en el amor puro, en ese amor impersonal, en ese amor que se brinda por completo, un amor que no tiene carencias por el simple hecho de que no necesita, un amor que no es mezquino porque se brinda cien por cien.
Por otro lado, queridos hermanos, es importante entender que la curiosidad es un aval para la investigación y que no está mal que en el plano físico investiguéis en beneficio de vuestro prójimo y, obviamente, en el vuestro propio.
Percibo mucha indiferencia en muchos seres que viven sus vidas en forma rutinaria, sin el apasionamiento. Me diréis, queridos hermanos, que el apasionamiento forma parte de la emoción y como bien dijo mi amado discípulo Johnakan, la emoción forma parte del ego. En el plano físico a veces para encender una llama hace falta una chispa. En la llama del amor, aún siendo el amor al que yo me refiero -es decir, sentimiento puro- quizás esa chispa sea emoción, pero no significa que la llama que luego se enciende contenga emoción. Entonces, ese apasionamiento es lo que vence la inercia de la dejadez, del desgano, del desinterés. El apasionamiento. Todo lo que se hace con equilibrio está en orden.
Horacio Velmont: Está bien. Maestro, no se olvide que esto es una psicoauditación y sería importante que aprovechemos el tiempo de Jorge. Si le parece entraríamos directamente a la psicoauditación…
Maestro Jesús: Correcto.
Horacio Velmont: Iríamos al principio del engrama de la crucifixión. Usted verá dónde comienza el incidente y lo recorreremos. Usted ya sabe cómo es la psicoauditación: yo le ruego que diga, que relate los mayores detalles no solamente para eliminar la carga conceptual sino también porque es un hecho histórico, ¿no es cierto?
Maestro Jesús: De pequeño -en esa encarnación como Jesús- tenía mucho conocimiento pero era muy prudente. Recuerdo cuando me encontré con lo que vosotros llamáis “los doctores de la ley”. Mostré mi faceta humana, primero porque nunca traté de ser soberbio -siempre, como decís vosotros, con perfil bajo-. No es cierto que me enfrenté a ellos; simplemente opiné sobre mi punto de vista. Y ellos admiraban el hecho de que con mi corta edad pudiera hablar de temas tan elevados.
Horacio Velmont: ¿De qué edad estamos hablando?
Maestro Jesús: Once y doce años.
Horacio Velmont: Ajá.
Maestro Jesús: Tenía muchas inquietudes y mi madre biológica, María, me aconsejaba mucho. Ella era un espíritu sencillo con mucho amor –pero con mucho apego- y su pareja, José la amaba de una manera hermosa aún sabiendo que yo no era su hijo biológico. Me aceptó y educó tanto o más que a sus propios hijos que tenía de un matrimonio anterior –obviamente antes de quedar viudo- porque sabía que había mucha ‘pasta’ en mí como para sacar provecho.
Horacio Velmont: ¿Eso que está relatando usted, Maestro, tiene carga o es un prólogo?
Maestro Jesús: Es un prólogo porque presentía que estaba destinado para algo más que tener el oficio de carpintero. José, dentro de su amorosa disponibilidad, me enseñaba lo mejor que podía su oficio. Y lo aprendí tan bien como él. Con madre era distinto porque teníamos diálogos sobre el amor. Ella era muy -no digo estricta- marcada en su fe y teníamos grandes debates -que a veces hasta llegaban a ser discusiones-. Pero yo, siendo pequeño, no tenía la autoridad para discutirle.
Ponía mi punto de vista explicándole que la imagen que yo tenía de Dios era distinta. Muchas veces le decía: -Madre, Dios nos ha creado, pero no es cierto que nos haya creado a su imagen y semejanza. Nos ha creado y somos parte de su manifestación. Dios es el amor más puro que puede existir, y no nos juzga ni nos castiga. Ese averno del que habláis no lo acepto desde vuestro punto de vista.
Madre me decía: -Eres muy pequeño para comprender.
-No. Se comprende desde que se nace, a medida que uno va adquiriendo vocabulario y se le desarrolla la personalidad. No es nuestra única vida.
-¿Pero de qué hablas?
-Hay rueda de encarnaciones, madre. Es como si algo me lo dijese. No tengo muy clara la idea, madre, pero es como si mi mismo espíritu me estuviera transmitiendo que uno muere y vuelve a nacer… Porque tenemos sitios.
Fueron pasando los años. No voy a relatar ahora las vivencias que he tenido en otras regiones.
Horacio Velmont: Y es fundamental ir a los incidentes que tienen carga, Maestro.
Maestro Jesús: Cuando me encuentro -después de algún tiempo- con mi primo Juan a orillas del Jordán…
Horacio Velmont: ¿Juan El Bautista?
Maestro Jesús: …vuelca agua del río sobre mi cabeza. En ese momento siento una claridad mental, una fuerza hermosa que invade todo mi cuerpo, y que llena de vida mis arterias… Mi comprensión se agranda.
Horacio Velmont: ¿Una expansión de conciencia, le podríamos llamar?
Maestro Jesús: Digamos que es como que abarco todo y ahí es cuando canalizo la Energía Crística. Esa Energía Crística que me da la comprensión me hace sentir como cierta aprensión. Había como una especie de temor a la exposición. Me sentía más expuesto a cuando tenía once y doce años. Charlaba con los “doctores de la ley” pero, a su vez, había como una llama dentro de mí que me impulsaba a exponer la Palabra. Pero necesitaba oídos.
Horacio Velmont: ¿De qué edad estamos hablando cuando lo del bautizo?
Maestro Jesús: Ya era bastante mayor. Tenía aproximadamente treinta y un años.
Horacio Velmont: Ya estaría cerca de la crucifixión. Adelante, Maestro. Continúe, por favor.
Maestro Jesús: Fui buscando y hablé con muchísima gente, explicándoles lo que era verdaderamente el Reino de ese Padre amoroso. Hubo cerca de treinta personas que me siguieron pero luego algunos que no querían dejar sus compromisos laborales o familiares -o que estaban muy arraigados en sus hogares- fueron quedándose. Y finalmente fueron solamente doce los que me siguieron, que son los que conocéis a través de los escritos. Varias mujeres también me han seguido pero, debido a esa sociedad tan separatista, las han sacado de esos escritos. Muchas mujeres han trabajado en pos de la Palabra del Padre a través de mi garganta. También había un famoso apóstol –el número trece- que buscaba separar las aguas…
Horacio Velmont: Ajá. Lo conocemos.
Maestro Jesús: …por su ego. Pero nada me iba a impedir difundir la Palabra. Y tenía luchas internas porque la misma comprensión expandida, si bien sabemos que no existe la adivinación, sí existe la suposición.
Horacio Velmont: La especulación, diríamos.
Maestro Jesús: Entonces, tienes la aprensión del porvenir -aunque no sea exacto- y sabes a lo que te expones en una región tan fundamentalista, donde había religiosos que te tildaban de proscrito si te saltabas una coma de la palabra. Y por el otro lado estaban los romanos, cuyo único interés era mantener el orden porque ante cualquier levantamiento los que iban a ser castigados eran los jefes. Entonces, ante el menor levantamiento o disturbio en cualquier poblado directamente se imponían mediante la espada.
Horacio Velmont: O sea, que era un reino, diríamos, de terror, de alguna manera. ¿Se vivía con miedo?
Maestro Jesús: No tanto, porque había poblados que vivían tranquilos, donde se obedecían las leyes, se pagaban los impuestos, etc. Y hasta había publícanos que llevaban las cuentas…
Horacio Velmont: El peligro estaba en aquellos que se apartaban, diríamos, de lo tradicional, para decirlo de alguna manera.
Maestro Jesús: O sea, yo.
Horacio Velmont: Exacto. Sí, Maestro. Antes de que continúe, Maestro, permítame una curiosidad: ¿qué estatura tenía usted?
Maestro Jesús: Un metro ochenta y dos.
Horacio Velmont: ¡Ah! ¡Era un hombre alto! Está bien.
Maestro Jesús: De tez morena, con cabello castaño y nariz aguileña.
Horacio Velmont: ¿Cuándo decimos moreno quiere decir negro?
Maestro Jesús: No.
Horacio Velmont: Moreno. Un tono entre cobrizo y… No, cobrizo no sería… ¡Moreno! ¡Va! Moreno. Está bien. Adelante, Maestro.
Maestro Jesús: Querido hermano, fueron pasando los meses y los años y nos fuimos afianzando en cuanto a transmitir la Palabra. Recuerdo que en lo que vosotros llamáis “La Última Cena” sabía que Judas tenía mucho rencor porque él tenía un ideal físico…
Horacio Velmont: Un reino material.
Maestro Jesús: Él quería organizar un levantamiento, al punto tal de que muchos historiadores me ven como un organizador social. Lamento deciros –a ellos- que mi afán era que entendieran que existía un reino más allá del reino físico. Si a través de esa palabra muchos lo tomaron como una organización social, allá ellos, pero no era mi afán.
Es verdad que tuve varias discusiones con María, mi madre, porque ella también tenía, no la expansión de conciencia mía, pero sí esa intuición materna de que yo corría peligro. Pero a eso me exponía y sabía que había un límite de tiempo donde –como diríais vosotros hoy- ese polvorín iba a estallar.
Horacio Velmont: No se olvide de ir hacia la carga, Maestro.
Maestro Jesús: Judas se retira y varios de los que llamáis apóstoles me decían: -Él conoce a Caifás y a mucha gente del Sanedrín. Lo hemos escuchado murmurar.
-Lo sé, queridos hermanos.
-Pero, Señor; entonces, ¿por qué?
-Porque todo lo que tenga ser, será. Porque ya está escrito.
Pedro me decía: -Nada está escrito, Maestro; todo está por hacerse.
-Simón, entiendo lo que quieres decir pero mi misma comprensión me dice que esto que debo hacer es para trascender.
Siento una presión en mi brazo derecho y el pequeño Juan me dice: -Pero Maestro, usted nos enseñó que lo trascendente es el Servicio y no el sacrificio.
-¡Ay, pequeño! ¿Cuántos tirones de oreja te he dado a lo largo de estos años? Ya no eres un niño de quince años… Ya eres un muchacho de casi dieciocho; ya eres un hombre. Si comprendes eso tienes que comprender también mi punto de vista. No tengas tanto apego.
-No tengo apego, Raví. Tengo amor.
-No basta, querido Juan, con que tengas amor por mí solamente. Mira tus hermanos, mira los hermanos de afuera, mira a aquellos que tienden una mano al otro. Esos también son tu prójimo.
-Lo sé, Maestro, lo sé. Me aprendí de memoria la parábola del samaritano: tu prójimo es aquel que levanta al caído.
-Aplícalo entonces, Juan. Si tú tienes amor, ese amor no debe tener una dirección.
Recuerdo cuando estábamos en el huerto de Getsemaní. Ya era tarde. Juan quería aferrarse a mí. Le solté la mano de mi brazo. –Déjame pensar- le dije.
-Quiero estar contigo.
-Déjame pensar. Ve a descansar un rato, como están haciendo los otros.
-Es que no quiero dormir. Quiero estar aquí.
-Necesito descansar. Si me consideras tu Señor hazme caso. Recuéstate.
Y me quedé solo apoyado en una gran roca. Escucho unos pasos. Pensé que era Juan, pero era Pedro.
-Maestro, estoy convencido que en cualquier momento se aparece Judas con el Sanedrín. Te quieren aprehender. Te van a encerrar y van a querer hacer un juicio. Podríamos cruzar el Jordán e irnos para Damasco.
Es cierto -pensé-. Sé lo que hacen los romanos y sé lo que es toda esta tortura. ¡Pero no!
Lo tomé de las solapas y lo sacudí: -¡Aléjate Satanás! ¡Aléjate! Me miró sorprendido y se alejó. Pero no se lo dije a él. Me lo dije a mí, a mi ego, que luchaba contra mi cordura, a mi ego que…
Horacio Velmont: Flaqueaba.
Maestro Jesús: …me hacía pensar que Pedro tenía razón. Me comuniqué con mi Padre, mentalmente.
Horacio Velmont: ¿Abba?
Maestro Jesús: Fui a la mayor expansión y en mi mente sentía un concepto. Sentía a Abba y le preguntaba: ¿Cuál es tu voluntad?
Y Abba me respondió: -No es mi voluntad, es tu voluntad.
-¿Cuál es mi voluntad?
-Eso lo sabes tú.
Me sentía egoístamente solo porque no tenía la respuesta de Abba. Entonces me contacto con mi Padre -aquél que llamáis Eón- y le hago la misma pregunta: -¿Cuáles son los pasos a seguir? ¿Qué debo hacer? De verdad que tengo miedo porque en el plano físico sufrimos.
Y me responde lo mismo: -Es tu voluntad.
-Pero, Padre, soy parte de ti.
-Es tu voluntad.
-Está bien. Si piensas que es mi voluntad, lo acepto. Entonces hágase tu voluntad y no la mía.
-Pero hijo, eso es querer de alguna manera escaparte de tu responsabilidad. Eso da a entender como que yo te estoy ordenando un sacrificio de tu parte y sabes que existe el libre albedrío. Es tu voluntad la que debe hacerse.
-Estoy transpirando, Padre. Siento la ropa como mojada… Me parece escuchar a lo lejos pasos y voces… ¿Es mi imaginación? ¡Padre!
Pero mi mismo rol del ego ya me impedía contactarme con el Padre. Y por supuesto que no era su voluntad; era la mía. No era: “Hágase tu voluntad y no la mía”, sino al revés: “Era mi voluntad y no la de mi Padre”.
Horacio Velmont: ¿El sudor era sangre?
Maestro Jesús: No.
Horacio Velmont: ¿Eso es un error de la Biblia, que habla de sudor de sangre?
Maestro Jesús: En ese momento tenía como hipertensión, palpitaciones, taquicardia y pudo haber afectado a algunos capilares. Y sí, en la frente había como pequeñas gotas.
Horacio Velmont: Sí. Entiendo.
Maestro Jesús: Siento, de vuelta, la presión en mi brazo derecho y me aferro a la mano de Juan, que me dice: -Raví, tienes tu frente…
-Sí, Juan–. Y nos abrazamos.
-Tú, Juan, tienes mucho para andar. No hagas como otros que se desvían de mi camino. Tienes que continuar con la Misión.
Ya estaban todos despiertos. Finalmente vino Judas con el Sanedrín. Hubo un intento de resistencia por parte de Pedro, pero lo frené y me marché con ellos.
Ya dije en otra oportunidad que Pedro no me negó tres veces. Me llegó a negar seis veces, pero bueno, era un ser humano encarnado. Y como dice el Thetán de mi amado discípulo: “El plano físico es un pozo gravitatorio que te jala hacia abajo”, yo comprendo, y como comprendo no juzgo.
El juicio fue que nadie quería asumir la responsabilidad ni tener que saber de mí. Poncio Pilato me derivó, me tuvo de vuelta. Finalmente, en ese balcón donde la multitud elige salvar a Barrabás -yo eso lo sabía, no por adivinación sino internamente- la flagelación…
Horacio Velmont: Relate eso minuciosamente, Maestro, para sacarle toda la carga conceptual.
Maestro Jesús: Dentro de todo mi cuerpo estaba bien alimentado y bien cuidado, pues no conocía dietas. En las reuniones alrededor del fuego tomaba vino y comíamos cordero. No es que era partidario de una dieta pero mi cuerpo era fuerte.
El dolor lo soportaba porque elevaba mi mente al Padre. Por momentos esos latigazos en la espalda, en el pecho, en los brazos, en las piernas -donde pedazos de metal arrancaban piel y carne- hicieron que me desmayase varias veces. Y me despertaba cuando me tiraban recipientes con agua helada…
Horacio Velmont: ¿Cuánto duró la flagelación?
Maestro Jesús: Horas.
Horacio Velmont: ¡Ah! ¿Fueron horas?
Maestro Jesús: Horas. Me cuesta mucho relatarlo.
Horacio Velmont: Es importante que lo muestre.
Maestro Jesús: Sólo puedo decir que cuando iba camino al Gólgota con el madero tenía mi mente tan elevada que casi no sentía el dolor físico. Sin embargo, tenía un tremendo dolor emocional por aquellos que al costado del camino me miraban con burla y desprecio: eran los mismos que me habían hecho tiempo atrás un camino de flores.
Horacio Velmont: ¿Lo han escupido?
Maestro Jesús: Había saliva en todo mi rostro y en mi hombro. Los miraba. Eso también me traía engramas de incomprensión, incluso tanto como lo del dolor físico: ¿Por qué no me entienden? ¿Con quién quieren quedar bien? ¿Pensáis que los romanos os van a aplaudir por tirarme piedras? ¿Por poner esos rostros? ¡Son rostros! ¡Los romanos no se van a interesar por vosotros!
Todo eso lo pensaba mentalmente mientras mis ojos se llenaban de lágrimas…
Horacio Velmont: Maestro, le voy a hacer una pregunta: ¿Cuál era el propósito –desde su punto de vista- de todo lo que estaba sucediendo, de todo ese sufrimiento? ¿Usted tenía la idea de que era para que su doctrina trascendiera, realmente?
Maestro Jesús: Sí.
Horacio Velmont: ¿Específicamente era por eso?
Maestro Jesús: A través de escritos sabía que en la antigüedad hubo muchos profetas -o como quieran llamarse- que transmitían palabras distintas, si bien eso no era lo que yo transmitía a mis hermanos. Pero no trascendieron justamente porque fueron vidas comunes…
Horacio Velmont: Rutinarias.
Maestro Jesús: No diría rutinarias. Fueron vidas ricas pero una vez…
Horacio Velmont: No trascendieron.
Maestro Jesús: …desencarnados se perdieron.
Horacio Velmont: Se perdieron. Entiendo. Adelante, Maestro. Era una aclaración, nada más. Continúe, por favor. Lo están salivando, lo están escupiendo, le tiran piedras, se burlan…
Maestro Jesús: Voy a los clavos. No importa si me salto. Los clavos en las muñecas -contra lo que muchos piensan- casi no me dolieron. Los clavos en los pies…
Horacio Velmont: ¿Un sólo clavo en los pies?
Maestro Jesús: Sí. Porque me los pusieron en línea.
Horacio Velmont: ¿Tenía un apoyo de madera abajo, para los pies?
Maestro Jesús: Sí. Había un apoyo.
Horacio Velmont: Está bien. ¿La cruz, era la cruz común? Digamos que todo…
Maestro Jesús: No. Era un madero que luego se levantó y se formó lo que vosotros llamáis una cruz. En ningún momento llevé cargada una cruz.
Horacio Velmont: A ver, ¿la cruz era así o así? No sé si usted lo percibe…
Maestro Jesús: Era una cruz…
Horacio Velmont: Porque hay una duda… A ver…
Maestro Jesús: Un madero grande clavado a un madero horizontal…
Horacio Velmont: O sea, como el dibujo B que yo tengo acá.
Maestro Jesús: Claro. Pero ese madero horizontal no tenía solución de continuidad con los maderos de las otras dos personas que estaban a cada costado. Eran maderos independientes; o sea, eran cruces reales.
Horacio Velmont: Tres cruces.
Maestro Jesús: Eran cruces reales, independientes. No era un madero horizontal largo con tres palos verticales.
Horacio Velmont: Entiendo. Pero esto que yo le marco acá… ¿El madero sobresalía así?
Maestro Jesús: El madero sobresalía…
Horacio Velmont: Así. Lo digo porque no sé si…
Maestro Jesús: Te lo explico, querido hermano.
Horacio Velmont: Sí. Porque hay muchas dudas sobre esto…
Maestro Jesús: El madero corto era poco menos de la mitad el horizontal del madero largo vertical. El madero largo vertical fue clavado adelante del madero horizontal -no atrás- y no es cierto que tenía encastre. No se iban a tomar el trabajo de hacer encastre…
Horacio Velmont: Entiendo. Pero esto sobresalía, diríamos.
Maestro Jesús: Sí.
Horacio Velmont: No era así, chato, diríamos.
Maestro Jesús: No. Sobresalía.
Horacio Velmont: Está claro. Maestro, desde su pie hasta el suelo, ¿cuánto había? ¿Un metro? ¿Dos metros? ¿Tres metros? ¿Entiende la pregunta?
Maestro Jesús: Sí.
Horacio Velmont: Esos son detalles que quizá no hacen al engrama sino…
Maestro Jesús: Aproximadamente un metro.
Horacio Velmont: ¡Ah! Un metro. Así estaba, no más…
Maestro Jesús: No estaba tan alto. Aproximadamente un metro.
Horacio Velmont: Lo digo porque hay dibujos donde lo ven demasiado alto.
Maestro Jesús: No. Era un madero de poco más de tres metros. Razona: si estuviera más alto, el madero tendría que medir cuatro metros y no era tan largo.
Horacio Velmont: Entiendo. ¿Entonces usted estaba completamente desnudo?
Maestro Jesús: No. Tenía lo que llamáis un taparrabo.
Horacio Velmont: Un taparrabo. Está bien.
Maestro Jesús: Tenía la corona de espinas en la cabeza.
Horacio Velmont: Está bien. Perfecto. Bueno, adelante, Maestro. Lo clavaron…
Maestro Jesús: Lamento decepcionarte, pero no es tanto para relatar.
Horacio Velmont: No, lo importante es…
Maestro Jesús: El sufrimiento, los latigazos, la piel goteaba sangre… Mi cara estaba casi de tono bermellón por la sangre de la frente. Es repetirme, porque durante horas fue un castigo similar. Lo que más me dolió fue el clavo grande en los pies.
Horacio Velmont: Está bien. O sea, ¿el madero sobre el cual apoyaron los pies, prácticamente, era para que no se desgarrara y no cayera? ¿O era por algún método de tortura?
Maestro Jesús: Era para apoyarme.
Horacio Velmont: Porque cuanto más se durara en la cruz, más sufrimiento habría.
Maestro Jesús: No. Una vez puestos los clavos en ambas muñecas y el clavo grande y grueso en los pies…
Horacio Velmont: O sea, ¿tres clavos?
Maestro Jesús: Sí. Me sacaron las amarras, porque primero me habían amarrado de los antebrazos y con una sola cuerda en los pies.
Horacio Velmont: Pero usted, obviamente, no hizo ningún intento de escapar.
Maestro Jesús: No. No tenía fuerzas físicas ni mentales para ello.
Horacio Velmont: Está bien, Maestro. ¿Cuánto tardó en desencarnar?
Maestro Jesús: Aproximadamente tres horas.
Horacio Velmont: ¡Ah! No una hora y media como dicen.
Maestro Jesús: Aproximadamente tres horas.
Horacio Velmont: De cualquier manera yo tengo entendido que hay algunos que han durado hasta nueve días… ¿O no es así?
Maestro Jesús: No. Con semejante tortura, no.
Horacio Velmont: O sea, se dice que cuatro días han durado algunos. ¿O tanto no?
Maestro Jesús: Depende de la tortura y depende del estado físico.
Horacio Velmont: ¿Pero, en general, lo suyo duró tres horas porque había sufrido flagelación?
Maestro Jesús: Y la pérdida de sangre…
Horacio Velmont: Está bien. Ahora, Maestro, ¿cuál fue la tortura mayor? ¿La asfixia?
Maestro Jesús: La tortura mayor era mi cuerpo entero.
Horacio Velmont: A ver, ¿qué parte le provocaba más sufrimiento?
Maestro Jesús: Los pies, principalmente.
Horacio Velmont: ¿Más aún que la asfixia?
Maestro Jesús: Sí. Los pies, principalmente.
Horacio Velmont: ¿Más aún que la asfixia?
Maestro Jesús: Sí.
Horacio Velmont: Me quedo sorprendido porque parecería que la asfixia es lo más terrible.
Maestro Jesús: Sentía como un debilitamiento pero tenía conciencia.
Horacio Velmont: ¿Estaba lúcido?
Maestro Jesús: Sí. Dentro de mi comprensión…
Horacio Velmont: ¿Usted estuvo tres horas lúcido?
Maestro Jesús: No. Casi tres horas lúcido.
Horacio Velmont: ¿Estuvo lúcido?
Maestro Jesús: Estaba con los ojos cerrados porque trataba de entregarme al Padre y no podía por la multitud, los gritos, las risas… Las risas me dolían, pero no -como diréis vosotros- a una parte egoica sino que dolían porque no entendía su incomprensión. Y tómalo como que lo hablo de corazón: yo soy un hijo más de Eón pero, en ese momento, como transmitía la Palabra del Padre, sentía que si me marchaba los iba a dejar huérfanos. Y eso me hacía mal. Después pensé en mi madre, que le quedaba poco tiempo pero todavía…
Horacio Velmont: ¿Estaba presente allí?
Maestro Jesús: Sí.
Horacio Velmont: ¿Quiénes estaban presentes, Maestro, con usted? ¿Estaba Pedro?
Maestro Jesús: Estaba Juan. El único que estaba de mis seguidores.
Horacio Velmont: ¿Y por qué?
Maestro Jesús: Porque algunos tenían miedo a…
Horacio Velmont: A que los apresaran.
Maestro Jesús: …a que los apresaran y otros…
Horacio Velmont: O sea, a ver… ¿Estaba Magdalena, estaba María -su madre- y Juan? ¿Tres de los…?
Maestro Jesús: Y otra María, que me había acogido en su casa y me había perfumado. Ella también estaba.
Horacio Velmont: Maestro, le quiero hacer una pregunta…
Maestro Jesús: Y le dije a Juan que se hiciera cargo de mi madre.
Horacio Velmont: ¿Usted podía hablar y hablaba en ese momento a pesar del sufrimiento?
Maestro Jesús: Con muy poca voz. Eso fue al comienzo, prácticamente. Y Juan asintió con la cabeza. No es por desmerecer a mis tres hermanos biológicos pero ellos tenían sus compromisos, y sentía como que… entendía como que Juan podía cuidarla mejor en los pocos años que le quedasen. Y sé que lo hizo.
Horacio Velmont: Maestro, ¿en algún momento salió de su cuerpo así como un tipo de viaje astral?
Maestro Jesús: No.
Horacio Velmont: ¿En ningún momento? O sea, quedó ahí aferrado al sufrimiento. ¿Los calambres?
Maestro Jesús: Tremendos calambres. Los músculos -que en ese momento se volvían como piedras-, los tendones… Quería moverme y no podía. Quería luchar y no podía -luchar contra el dolor, quiero decir; no zafarme de lo que me estaba pasando-.
Horacio Velmont: Está bien. La lanza en el costado. ¿Usted ya está muerto cuando la lanza en el costado?
Maestro Jesús: No. Eso fue casi a lo último.
Horacio Velmont: ¿También lo sintió?
Maestro Jesús: Sí.
Horacio Velmont: Maestro, ¿qué dolor conceptual le queda desde la flagelación y las tres horas que usted estuvo colgado en la cruz? ¿Qué dolor le queda?
Maestro Jesús: Copiándome de vuestro idioma, lo he trabajado muchísimo a nivel conceptual. Y hemos tenido debates conceptuales con Johnakan sobre ese tema. O sea, que no había tanta carga… La carga mayor era por dejar desamparados a mis queridos hermanos; es como que quedaban huérfanos de Padre, entre comillas.
Horacio Velmont: O sea, ¿a pesar del sufrimiento físico, su sufrimiento mayor era por el abandono que hacía –forzado- de su gente?
Maestro Jesús: Sí. Totalmente. Ése es el engrama mayor; mucho mayor al de mi sufrimiento, que fue mucho, y lo sabéis.
Horacio Velmont: Sí. ¿Todo este episodio de la crucifixión está totalmente liberado de carga conceptual? ¿Le queda algo, Maestro? Porque lo repasamos…
Maestro Jesús: No. No me queda carga conceptual.
Horacio Velmont: O sea, a ver… ¿Lo poco que tenía, diríamos, está liberado con este relato?
Maestro Jesús: Sí. Está liberado. Con la desprotección que sigue teniendo este mundo y la incomprensión de lo que es la verdadera Luz no puedo entender por qué a veces hay espíritus tan cerrados que no entienden que dándose las manos y transmitiéndose energía de amor todos pueden vivir mejor, en paz, en solidaridad, en misericordia, brindándose los unos a los otros. Es tan sencillo… No entiendo la mezquindad, la intolerancia, la incomprensión, lo ruin, el querer abarcar… Vuestras vidas en el plano físico son pequeñitas, limitadas. No existen poderes, no existen conquistas -la conquista es con uno mismo-. De verdad os digo que la conquista es con uno mismo. Hermano, me quiero retirar…
Horacio Velmont: Maestro, un segundo más. Una consulta nada más que le quiero hacer. ¿Cuántas Psicoauditaciones más tenemos que hacer con usted para liberarlo de todas las cargas conceptuales que tenga? Porque entonces…
Maestro Jesús: No es necesario, querido hermano. De verdad te digo que no es necesario. Esta incomprensión no es un engrama; es una incomprensión que cualquier ser de bien entiende. Este receptáculo que me alberga -que es el 10% de mi amado Johnakan- también entiende que una sonrisa, un diálogo fresco y el poder tender una mano es mucho más fructífero que lo yermo de la indiferencia.
Horacio Velmont: Está bien, Maestro. Escúcheme unos segunditos más… Usted muere. O sea, digamos, desencarna. ¿Usted puede relatar unos segundos la sensación de usted, como 10%?
Maestro Jesús: Nunca he pensado en mí como 10%, en el sentido del apego de un rol al plano físico.
Horacio Velmont: Yo me refería más bien a su descenso a la Octava Esfera.
Maestro Jesús: Lo intencioné.
Horacio Velmont: ¿Antes de desencarnar?
Maestro Jesús: No. Lo intencioné al desencarnar.
Horacio Velmont: O sea, usted desencarna. Se siente completo, se siente ya 100% espíritu…
Maestro Jesús: Sí. Y como 100% espíritu quería, de alguna manera, entender ese sufrimiento de los seres de la Octava Esfera, donde cada uno de ellos sentía el dolor conceptual de todos los demás.
Horacio Velmont: Está bien, ¿pero usted esa necesidad la sentía como 100%?
Maestro Jesús: Como 100%.
Horacio Velmont: O sea, ¿nunca había descendido a la Octava Esfera?
Maestro Jesús: No.
Horacio Velmont: ¿Pero el espíritu puede si quiere descender a la Octava Esfera así como así?
Maestro Jesús: Lo intencioné, y entiendo humildemente que el Padre –que según nuestra comprensión no puede saltarse las propias leyes por Él creadas- de alguna manera es como que concedió…
Horacio Velmont: O sea, ¿su descenso a la Octava Esfera fue una excepción?
Maestro Jesús: Sí.
Horacio Velmont: ¿Una excepción muy grande?
Maestro Jesús: Sí.
Horacio Velmont: O sea, ¿mi Thetán Radael no puede hacerlo, por ejemplo?
Maestro Jesús: No. Si tú en un momento dado has descendido ha sido por conductas…
Horacio Velmont: O por otra cosa… ¿Existe otro que usted conozca que también el Padre le haya concedido el descenso a la Octava Esfera?
Maestro Jesús: Sí. En otro mundo, y en otras circunstancias.
Horacio Velmont: Está bien. ¿El descenso fue 100%?
Maestro Jesús: Sí.
Horacio Velmont: Ahora, ¿usted sabía que estando allí en cualquier momento podía retirarse –elevarse-, no es cierto?
Maestro Jesús: Sí.
Horacio Velmont: ¿Cuánto tiempo se quedó allá en la Octava Esfera?
Maestro Jesús: No medí el tiempo porque en ese momento buscaba transmitir Luz. Quería captar el concepto espiritual de alguno de ellos que estuviera sufriendo y explicarle solamente que percibiendo al otro en su sufrimiento podía zafarse de ese dolor y elevarse… Pero mi concepto no era captado.
Horacio Velmont: Está bien. ¿Usted estaba en la Octava Esfera 100%, pero sabía que su cuerpo no estaba muerto, o sea, estaba vivo todavía?
Maestro Jesús: Mi cuerpo estaba clínicamente muerto -como vosotros entendéis lo que es clínicamente muerto-, si no no podía estar 100% espíritu. Entiende eso.
Horacio Velmont: Está bien.
Maestro Jesús: El hecho de que con una tecnología ajena a lo que es hoy este mundo me hayan luego resucitado fue como otro relato.
Horacio Velmont: Fue como volver a encarnar de nuevo, diríamos.
Maestro Jesús: Claro.
Horacio Velmont: Maestro, antes de que se retire quisiera dejar constancia de que mientras usted relataba me surgieron muchas preguntas para hacer, por si alguno de los consultantes que escuchan la grabación dicen que muchas cosas no pregunté. Pero no pregunté justamente para no cortarle su relato. Eso quería dejarlo claro. O sea, ¿las preguntas podríamos hacerlas en otra sesión?
Maestro Jesús: Correcto.
Horacio Velmont: Está bien, Maestro, entonces.
Maestro Jesús: Te brindo toda mi Luz, querido hermano.
Médium: Jorge Olguín.
Interlocutor: Horacio Velmont.
Entidad que se presentó a dialogar: Maestro Jesús, actual Logos Solar, y Johnakan Ur-el (Juan Zebedeo), Yo Superior de Jorge Olguín. SESIÓN DEL 3/5/98
Interlocutor: . Maestro, ¿podríamos también hablar un poco sobre la resurrección, que usted quedó la vez pasada en explicar?
Maestro Jesús: Sí, puede ser…
Interlocutor: La pregunta clave es si usted fue bajado muerto de la cruz -obviamente de acuerdo a los cánones terrestres- o desmayado.
Maestro Jesús: Verdaderamente estaba muerto.
Interlocutor: ¿Con el «cordón de plata» cortado? (nota)
Maestro Jesús: Estaba muerto, pero aún no tenía el cordón plateado cortado. En ese momento decido descender a la Octava Esfera, porque quería absorber el sufrimiento de mis hermanos en pena… Fue como miles y miles de alfileres que se clavaran en mi hipotético cuerpo físico.
Interlocutor: ¿Fue una decisión totalmente suya?
Maestro Jesús: Así es, porque quería vivir esa experiencia, era necesario que la viviera… El sufrimiento de la cruz es insignificante comparado con el sufrimiento de la Octava Esfera.
Esto es lo que mis seguidores actuales, en una religión tan estrecha, no lo entienden.
Hablan del Calvario, que fue una insignificancia comparándolo con el sufrimiento de miles de espíritus en ese lugar de dolor.
Interlocutor: ¿Está hablando literalmente o simbólicamente al decir que en esa Octava Esfera el sufrimiento es mayor que el de una crucifixión?
Maestro Jesús: Estoy hablando literalmente… Es mucho mayor porque se percibe, a la vez, el sufrimiento de miles de seres que se encuentran en ese nivel.
Interlocutor: ¿O sea que el espíritu que está en la Octava Esfera también sabe el sufrimiento que causó a otros?
Maestro Jesús: No solamente sabe, sino también siente el sufrimiento que causó a otros, y sube de nivel cuando en lugar de sufrir por todo lo que está sintiendo como pinchazos -hablo de «pinchazos» en vuestro lenguaje para ilustrar mejor lo que quiero decir-, esos pinchazos dejan de dolerle porque las lágrimas -«lágrimas» hablando metafóricamente- derramadas por el sufrimiento causado a sus semejantes son más fuertes que los pinchazos. ¿Se entiende lo que quiero significar?
Interlocutor: Totalmente, Maestro. La explicación es clarísima.
Maestro Jesús: Y en ese momento, automáticamente sube de nivel. Cuando yo subo de nivel, estoy otra vez en el plano físico 1, mi cerebro no está totalmente muerto, y en ese momento me resucitan mediante una especie de radioactividad que sería muy difícil de explicar para vuestro entendimiento.
Interlocutor: ¿La resurrección fue por manos terrestres o extraterrestres?
Maestro Jesús: Extraterrestres… Me levantan de nivel porque tengo que cumplir otra misión en otro mundo, que será relatado más adelante.
Esa radiactividad queda en esa tela que me envolvió, con lo que doy por cierto que el denominado por ustedes «Santo Sudario», es real.
Interlocutor: ¿Fue algo, de alguna manera, premeditado esa impregnación o un hecho fortuito?
Maestro Jesús: No, no fue algo premeditado, simplemente la radioactividad quedó impregnada fortuitamente.
Me voy a retirar para dar paso a otra entidad. Les doy mis bendiciones. Sepan que estoy siempre con ustedes.
Interlocutor: Hasta luego, Maestro, y gracias… ¿Quién se va a presentar ahora?
Johnakan Ur-el: Me encuentro como flotando, el lugar está como cargado… Soy Johnakan Ur-el. Quiero transmitir lo siguiente: había una civilización que prácticamente estaba falta de fe, agnóstica, no tenían ningún líder espiritual, en un mundo vacío de fe, de ideas, de filosofía.
Se pidió permiso al Gran Logos de aquel entonces -estoy hablando de la época en que mi Maestro fue llevado a la cruz- para resucitarlo. Ese permiso fue dado y se lo resucitó.
No había tiempo de prepararlo, porque ese planeta, llamado Fulgor V, ya entraba en agonía y se lo llevó a ese mundo a que transmitiese mensajes. Estuvo un lapso, de lo que ustedes llamarían meses, transmitiendo mensajes espirituales en ese mundo.
Se trataba de un orbe no compatible, quizás, con la sustancia de la que estaba hecho mi Maestro. Recordemos que el cuerpo del Maestro, como el de todos nosotros cuando estamos encarnados, era básicamente de carbono… Fue a un mundo donde la base era de silicio y era un mundo impregnado de radiactividad.
Entonces, el Maestro sabía que tenía poca vida útil. Los habitantes de ese mundo también lo sabían…
Interlocutor: ¿Se trasladó a ese mundo, entonces, con su propio cuerpo físico?
Johnakan Ur-el: Así es, con el propio, a propósito para demostrarles a los habitantes de ese mundo que él no le temía a la muerte física. Porque él podía haber argumentado: «Ya que fui resucitado, puedo seguir en la Tierra».
A mi Maestro le dieron a optar, si tomaba esa misión o no, porque al tomar esa misión, en un mundo tan incompatible con su cuerpo físico, sabía que tenía una vida útil de 6 a 8 meses terrestres nada más.
Interlocutor: ¿Pero el Maestro Jesús se presentó ante sus discípulos en cuerpo físico?
Johnakan Ur-el: Sí, se presentó en cuerpo físico, pero sólo una vez -hay muchos errores al respecto-, momentos antes de viajar a ese mundo agonizante. Se presentó y estuvo comiendo con nosotros. Yo, encarnado como Juan Zebedeo en esa época, fui el primero en verlo.
Interlocutor: ¿Pero en cuerpo astral se presentó muchas veces?
Johnakan Ur-el: Así es, y por eso el Maestro no permitía que lo tocaran. Pero esto no es lo que me interesa destacar ahora, sino el hecho de que optó por viajar a ese mundo, en el cual su vida física se apagaría al cabo de 6 a 8 meses, por la enorme radiactividad que había, no compatible con su organismo de carbono, no compatible con la vida de silicio que había allá…
En ese mundo da mensajes… La gente muy incrédula… Muy similares a nosotros pero de otra vibración, hasta que los pocos filósofos que quedan en ese planeta le hacen comprender que si viene un ser de otro mundo a predicar, y saben que ese ser no quiere ser aislado, protegido, es porque esos mensajes son válidos.
Interlocutor: ¿Cuál fue el resultado de su prédica?
Johnakan Ur-el: Termina convirtiendo a millones de seres en un lapso de menos de seis meses. O sea que en realidad está logrando, en mucho menos tiempo, la misma misión que aquí en la Tierra hizo en dos años yo tres meses. Ahí lo logra en poco menos de seis meses.
Interlocutor: ¡Realmente asombroso!
Johnakan Ur-el: En ese mundo donde los seres son de silicio, tienen también como una figura espiritual al Maestro Jesús. El Maestro Jesús desencarna en ese mundo afectado por las radiaciones. O sea que es un mérito enorme haber llevado a buen término esa misión, tan grande como el que tuvo en este planeta, y automáticamente es nombrado Logos Solar.
Es, pues, sumamente elogiable la obra del Maestro Jesús, porque no sólo dio su vida en la cruz por todos los de aquí, sino que da su vida por gente que ni siquiera conocía, con otras costumbres.
Interlocutor: Esto ha quedado completamente aclarado. Hasta luego, Johnakan, y gracias.
Nota: Se habla del «cordón de plata» en forma alegórica, porque este no existe.
OTRA SESIÓN DEL 30/5/03
Médium: Jorge Olguín.
Interlocutor: Horacio Velmont.
Entidad que se presentó a dialogar: Johnakan Ur-el, Yo Superior de Jorge Olguín.
Interlocutor: ¿Quién está presente?
Johnakan Ur-el: Un abrazo muy fuerte para todos. habla Johnakan Ur-el.
Interlocutor: Como ya sabrás, mi idea es dedicar esta sesión íntegramente a la resurrección del Maestro Jesús. ¿Podríamos pasar directamente al tema?
Johnakan Ur-el: Está bien. Puedes comenzar a preguntar.
Interlocutor: Sabemos que Jesús fue resucitado por extraterrestres. No sé por qué en este momento se me ocurre que fueron los mismos del episodio de la Transfiguración.
Johnakan Ur-el: Sí, fueron los mismos. Son seres cuya constitución es completamente distinta a la de los humanos, ya que no tienen base de carbono, sino lo que aquí se llamaría selenio o silicio, es decir, con base metálica.
Interlocutor: ¿La famosa Transfiguración de Jesús fue un aumento de las vibraciones del Maestro?
Johnakan Ur-el: Por un lado fue un aumento de las vibraciones, y por eso se pudo ver de alguna manera con un color más blancuzco y que refulgía, y por el otro fue inundado con una radiación especial para estar en compatibilidad con esos seres.
Interlocutor: ¿Qué hubiera sucedido en caso contrario?
Johnakan Ur-el: Si no hubiera estado protegido no habría podido soportar su enorme radiación. No debes olvidarte que en el plano físico el ser humano es muy vulnerable.
Interlocutor: ¿De dónde provenían esos extraterrestres?
Johnakan Ur-el: Provenían de un planeta desconocido para los astrónomos terrestres llamado Fulgor, estrella que pertenece a la Constelación de Acuario.
Interlocutor: Aunque es meramente anecdótico, ¿qué número tiene el planeta?
Johnakan Ur-el: Fulgor 5. Se trata de un planeta bastante grande, que debe estar a unos 300 millones de km de su estrella.
Interlocutor: El doble de la distancia de la Tierra al Sol.
Johnakan Ur-el: Así es.
Interlocutor: ¿A cuántos años luz de la Tierra está Fulgor 5?
Johnakan Ur-el: Aproximadamente a 500 años luz.
Interlocutor: Quizás sea una pregunta fuera de lugar, pero ¿sigue existiendo ese planeta?
Johnakan Ur-el: Sí, sigue existiendo.
Interlocutor: La famosa «voz de Dios», que provino de la no menos famosa «nube plateada», que nosotros ahora sabemos que se trataba de una nave espacial, ¿fue en realidad una travesura de alguno de los tripulantes?
Johnakan Ur-el: No se le podría llamar, como tú dices, una travesura, porque en el planeta de dónde provenían, sus Maestros estaban al tanto del atraso de la Tierra, y entonces de esa manera buscaron provocarnos un temor reverencial. Interlocutor: ¿Y de paso darle una mano al Maestro Jesús en su misión? Johnakan Ur-el: Por supuesto que sí.
Interlocutor: En este momento se me ocurre preguntar, porque recuerdo haber leído algo al respecto, que el Maestro no dejaba acercarse a sus discípulos.
Johnakan Ur-el: Era tan grande la vibración que cuando Pedro le quiere tocar el manto, Jesús le advierte que no lo haga porque se le podría quemar la piel.
Interlocutor: ¿Esto era verdad?
Johnakan Ur-el: Sí, era verdad. Pero no solamente se le podría quemar tocándolo, sino incluso estando a un metro de distancia.
Interlocutor: ¿Y por qué Jesús no se quemó con esas radiaciones?
Johnakan Ur-el: Simplemente porque la misma vibración elevada lo protegía. Era una vibración energética, no física, una vibración de su aura. Esa misma vibración fue como una armadura para su parte física, tanto de piel como orgánica, que evitó que su propia radiación lo quemara.
Interlocutor: En los Evangelios se relata que Jesús, en un huerto llamado Getsemaní, ubicado en el monte de los Olivos, sintió tristeza y angustia y dialogando con el Absoluto le dijo: «»Padre, si así lo quieres, aparta de mí este cáliz de dolor. Pero no se haga mi voluntad sino la tuya».
Johnakan Ur-el: Fue realmente así y las palabras que pronunció Jesús fueron coherentes -en realidad más bien monologó que dialogó, porque él habló con palabras y el Absoluto se comunicó con su Cuerpo causal- porque estaba realmente con un temor tan grande, tan grande. Muchos me preguntaron, a nivel espiritual, sobre este tema -nosotros tenemos muchos debates con otros Maestros de Luz-, respecto a por qué fue tan fuerte Sócrates al tomar la cicuta y hasta llegó a discutir y aleccionar a algunos discípulos diciéndoles: «El que está por dejar este mundo soy yo y no vosotros, y si yo tengo fortaleza ¿por qué ustedes no?». ¿Por qué entonces el Maestro Jesús, siendo tan elevado, pasando al plano 5º, de repente tenía esa falta aparente, recalco aparente, de coraje? La respuesta es porque estaba muy desgastado. Piensa tú que el desánimo, que baja las vibraciones sutiles, te hace replantear muchas cosas. Él tenía mucho desánimo porque sabía que de los doce discípulos solamente había dos o tres que lo entendían y apenas. Yo mismo, encarnado en esa época como Juan Zebedeo, no comprendía todas las enseñanzas. Por estas circunstancias, Jesús se sentía muy solo y muy desamparado. El desamparo acoge el miedo, porque el desamparo de alguna manera produce ego y «baja las defensas», como ahora dicen ustedes. Por eso, en algún momento dado, hizo presa de él una especie de apego. Naturalmente que quien terminó venciendo fue su sentido común, su despersonalización, su misión. Y de ahí que fue cierta la frase «Padre, hágase tu voluntad y no la mía». Cuando pasó todo lo de ese juicio que le hicieron al Maestro, tan fraguado, tan lleno de mentiras, llega finalmente a la crucifixión, entonces él habla y le dice al Padre que los perdone a todos porque quienes lo habían crucificado no sabían lo que hacían.
Interlocutor: ¿Estas palabras las pronunció estando en la cruz?
Johnakan Ur-el: Sí, estando en la cruz, sangrando. Dice esas palabras porque la mayoría lo abucheaba, y él seguía con lágrimas en los ojos, con dolores corporales tremendos, a lo que sumaba la asfixia, pero a pesar de ello seguía pensando en cómo no entendían que lo que él quería traer era la pacificación. Y cuando decía que se levantarán padres contra hijos, hijos contra padres, él no quería desunir a la familia -son de tan poco entendimiento con respecto a las parábolas- sino que simplemente se refería a que no se iban a poner de acuerdo.
Interlocutor: Al desencarnar Jesús, ¿hubo algo así como temblores, terremotos, etc., o es todo un invento de los evangelistas?
Johnakan Ur-el: No, no fue un invento. Fueron hechos producidos por los mismos extraterrestres que después lo resucitaron.
Interlocutor: ¿Lo hicieron por alguna razón especial?
Johnakan Ur-el: Lo hicieron para fortificar el mito.
Interlocutor: ¿Fue un hecho similar, en cuanto a propósito, a la supuesta voz de Dios en la Transfiguración?
Johnakan Ur-el: Así es.
Interlocutor: ¿Cómo hicieron para producir esos temblores de tierra?
Johnakan Ur-el: En esa zona de Jerusalén hay infinidad de cuevas y los extraterrestres tenían escondidas sus naves en ellas. En lugar de tenerlas en lo alto, la tenían adentro de la tierra.
Interlocutor: ¿La nave madre también estaba escondida en alguna cueva?
Johnakan Ur-el: No, la nave madre se mantenía a una altura de alrededor de 200 ó 300 km. Solamente dos naves exploratorias se escondieron en las cavernas. Y los temblores los produjeron con las naves horadando la tierra y provocando derrumbes.
Interlocutor: ¿No se averiaron las naves?
Johnakan Ur-el: No, a las naves los derrumbes no le hacen mella.
Interlocutor: A ver si entiendo, en el momento en que Jesús expiraba las naves que estaban en las cavernas produjeron derrumbes y eso fueron los temblores o terremotos sobre los cuales habla la Biblia?
Johnakan Ur-el: Así es. No hay ningún misterio.
Interlocutor: ¿Cabe descartar, entonces, cualquier fenómeno climático coincidente?
Johnakan Ur-el: Totalmente. La cuestión es muy simple y no busques nada misterioso.
Interlocutor: Está perfectamente claro. ¿Jesús había dicho que al tercer día resucitaría?
Johnakan Ur-el: Sí, lo había dicho.
Interlocutor: Hay algo que no entiendo. ¿Qué es eso de que habla la Biblia de que en las Escrituras estaba escrito su resurrección?
Johnakan Ur-el: No había nada predicho. Son todos inventos.
Interlocutor: ¿Cómo sabía Jesús que lo iban a resucitar?¿Puede ser que precisamente en el episodio llamado de la Transfiguración fuera el momento en que Jesús aceptó la resurrección que le propusieron los extraterrestres?
Johnakan Ur-el: Precisamente de eso se habló en la Transfiguración. Los extraterrestres de Fulgor 5 conocían la historia de la Tierra y también sabían que Jesús con su conducta se estaba trayendo inexorablemente problemas, tanto con las autoridades romanas como judías, y que seguramente iba a terminar siendo condenado a muerte.
Interlocutor: Creo que hasta el propio Maestro lo sabía.
Johnakan Ur-el: Por supuesto que lo sabía. Y lo sabía también su propia madre biológica, ya que un año y medio antes le había dicho: «Hijo, te van a matar». Estos extraterrestres le comentaron a Jesús que la misma técnica radiactiva con la cual le habían aumentado las vibraciones también lo podría resucitar.
Interlocutor: Ahora bien, Jesús es bajado de la cruz, y luego lo llevan al sepulcro y lo tapan con una pesada loza. ¿Nicodemo fue uno de los que ayudó, como dicen los Evangelios?
Johnakan Ur-el: Así es.
Interlocutor: ¿Cuánto pesaría la loza, 100 ó 200 kilos?
Johnakan Ur-el: Exactamente 300 kilos. No era tampoco tan grande, pero dos personas no la moverían.
Interlocutor: Según el Evangelio de Juan, y creo que también el de Mateo y Marcos, al día siguiente, de madrugada, cuando aún había oscuridad, María Magdalena va al sepulcro y al ver la loza corrida y la tumba vacía piensa que alguien se llevó el cuerpo. Cuando estaba sentada llorando vio a dos ángeles de blanco y luego a Jesús, quien le pide que no lo toque. No quiero entrar en detalles sobre este episodio porque es conocido de todos. ¿Qué hay de cierto en este relato?
Johnakan Ur-el: Los hechos sucedieron así: cuando María Magdalena llegó al sepulcro estaba esperándola no un ángel sino uno de los extraterrestres que había entrevistado a Jesús en el episodio de la Transfiguración. La loza no estaba corrida, y este extraterrestre fue el que la corrió para que ella viera que Jesús no estaba.
Interlocutor: Supongo que habrá utilizado algún aparato.
Johnakan Ur-el: Obviamente. Se trataba de un aparato antigravitatorio.
Interlocutor: De todos los hechos de la resurrección los que más me intrigan son los que se refieren a las apariciones de Jesús.
Johnakan Ur-el: Antes hay que aclarar que Jesús había sido cubierto con un manto, y la misma técnica radiactiva que lo había resucitado fue la que impregnó en negativo su silueta, con su sangre, sus heridas, tanto de las manos y los pies como de las de la frente y la del costado. Fíjate que las heridas de las manos a causa de los clavos no estaban en las palmas sino en las muñecas.
Interlocutor: Sí, conocía este dato de la crucifixión, ya que si al condenado lo colgaban con clavos insertados en las palmas de la mano, el propio peso de cuerpo lo haría desprenderse y caer a tierra.
Johnakan Ur-el: Claro, y por eso los dibujos que pintan las heridas en la palma de las manos están equivocados. Además, en el manto está bien clara la herida que Longino le produjo cuando le clavó la lanza en el costado. Y también se perciben una serie de heridas en la frente donde le habían clavado las espinas.
Interlocutor: ¿A Jesús los extraterrestres lo resucitaron directamente en el sepulcro o se lo llevaron a la nave?
Johnakan Ur-el: No, no se lo trasladó a la nave. Llevaron los aparatos al sepulcro y fue resucitado directamente allí. Si lo hubieran llevado a la nave no hubiera quedado impregnado el manto con la radiación.
Interlocutor: Entiendo. En uno de los evangelios dice que el manto apareció al costado bien doblado.
Johnakan Ur-el: El manto no fue acomodado, sino simplemente puesto a un lado.
Interlocutor: ¿En algún momento a Jesús se lo desmaterializó para llevarlo a la nave?
Johnakan Ur-el: Sí, después de resucitarlo. Pero no sólo fue desmaterializado Jesús. sino también todos los extraterrestres que colaboraron en su resurrección.
Interlocutor: ¿Es correcto llamar a eso teletransportación?
Johnakan Ur-el: Sí, ése es el término correcto.
Interlocutor: ¿Las apariciones de Jesús fueron en forma astral, proyección holográfica o se presentó personalmente?
Johnakan Ur-el: Fue en las dos últimas formas, astralmente no. El Maestro de presentó muchas veces, tanto en una forma como en otra.
Interlocutor: Según la Biblia, Jesús hablaba en cada una de sus apariciones.
Johnakan Ur-el: La respuesta es que, aun tratándose de proyección holográfica, Jesús podía hablar.
Interlocutor: ¿Cuando Jesús se presentaba a través de una proyección holográfica era difícil reconocerlo? Lo pregunto porque en la Biblia, no recuerdo en cuál Evangelio, se decía que no lo reconocían, por lo menos al primer intento.
Johnakan Ur-el: No te olvides que la proyección holográfica, aunque representaba perfectamente a Jesús, no dejaba de ser transparente y eso dificultaba el reconocimiento de inmediato.
Interlocutor: ¿Jesús se vería algo así como un fantasma?
Johnakan Ur-el: Claro, se veía así.
Interlocutor: ¿Cuál era la razón por la cual Jesús les decía que no se le acercaran?
Johnakan Ur-el: En realidad era para aventar toda posibilidad de que descubrieran que no era él sino que se trataba de una imagen proyectada. Además, si la hubieran tocado, la impresión hubiera sido tremenda. Ese tipo de proyección no tenía comparación con la que se hace actualmente en el planeta Tierra, porque su energía era muy grande y con las tres dimensiones muy reales. A esto se sumaba el hecho de que si se metía la mano dentro de ella se llegaría a palpar algo, con una sensación de estar tocando algo más liviano que el agua, similar a aire muy espeso, y también se produciría una especie de zumbido que los hubiera literalmente aterrado. Esta conjunción de cosas hizo que el Maestro, prudentemente, les formulara la advertencia.
Interlocutor: En la Biblia se dice que Jesús, después de aparecer y permanecer un tiempo, desaparecía de pronto. Supongo que simplemente desde la nave apagaban el aparato que lo proyectaba.
Johnakan Ur-el: Sí, así era.
Interlocutor: Supongo también que Jesús hablaba desde la nave y la proyección holográfica de la figura también hablaba.
Johnakan Ur-el: Sí, porque la proyección holográfica incluía la voz también.
Interlocutor: ¿En la Tierra tendremos algo parecido?
Johnakan Ur-el: Lejanamente parecido. Hay proyección holográfica, pero no tan perfeccionada porque las imágenes tienden a perderse. Además, no han logrado aún la proyección del sonido bucal.
Interlocutor: ¿Y personalmente a quiénes se presentó?
Johnakan Ur-el: Se presentó a todos sus discípulos. Incluso ocurrió la anécdota que relato como Juan, donde a lo último Pedro le pregunta a Jesús: «¿Tú volverás?» y él dice: «Yo dejo al Espíritu consolador». Al decir esto, lo que el Maestro quiso decir es que el Espíritu del Absoluto siempre está con todos los seres, sea como consolación, como aprendizaje, como misericordia. Esto era muy difícil de entender, porque aun los propios apóstoles querían cosas más concretas. Aparte, Pedro, con sus celos, siempre trató de competir conmigo, encarnado como Juan. Siendo yo pequeño, teniendo dieciocho años de vida física, decía: «¿Y con éste qué?». O sea siempre preguntaba sobre mí menospreciándome, porque él deseaba ser el favorito y entonces siempre celaba. ¡El Maestro le tenía una paciencia tan, pero tan grande.!.
Interlocutor: En la Biblia se dice que se presentó ante dos discípulos que iban hacia Emaús, uno de ellos llamado Cleofás, y que luego de reconocerlo lo invitaron a comer y él partió el pan, lo distribuyó y también comió. ¿Este episodio es real? Me refiero a si se presentó en cuerpo físico.
Johnakan Ur-el: Sí, el episodio es real, y se presentó en cuerpo físico comiendo después con ellos.
Interlocutor: ¿Todas las veces que en la Biblia se relata que Jesús se presentó y comió fueron hechos reales?
Johnakan Ur-el: Sí, porque estaba presente físicamente.
Interlocutor: ¿Y cómo hacía para desaparecer? Porque, según también se relata, el Maestro no salía por la puerta como todos, sino que de pronto desaparecía.
Johnakan Ur-el: Cuando se trataba de una proyección holográfica, desaparecía cuando concluía la emisión, y cuando estaba en presencia física, desaparecía porque lo teletrasportaban a la nave. El Maestro, obviamente, ya había acordado con los extraterrestres que cuando diera la señal, a través de un aparato que tenía en la muñeca, directamente lo trasladaban.
Interlocutor: ¿El episodio con Tomás, quien decía que si él no ponía los dedos en las llagas no creería que Jesús hubiese resucitado, fue real?
Johnakan Ur-el: Sí, fue real. Obviamente, Jesús estaba en cuerpo físico, de lo contrario Tomás no hubiera podido poner los dedos en las llagas.
Interlocutor: ¿Pero por que los extraterrestres que lo resucitaron no le curaron también esas heridas?
Johnakan Ur-el: Fue curado de muchas heridas, incluso de algunos órganos deteriorados. Pero con respecto a las heridas de las muñecas se las dejó para que pudieran ser vistas. El Maestro no quiso que se las curaran porque había previsto que iba a constituir un factor importante de credulidad.
Interlocutor: ¿En las proyecciones holográficas esas heridas también aparecían?
Johnakan Ur-el: Sí, perfectamente. No te olvides que la proyección holográfica muestra al cuerpo tal cual es, porque es como una foto. Y lo que está en el original también aparece en la copia.
Interlocutor: Entiendo. ¿También apareció Jesús en el mar de Tiberíades y comió con sus discípulos?
Johnakan Ur-el: Sí, también es un hecho real.
Interlocutor: Ahora bien, según tengo entendido la resurrección de Jesús por extraterrestres no fue algo planificado desde los planos espirituales, es decir, antes de encarnar el Maestro. ¿Es así?
Johnakan Ur-el: Sí, no fue algo premeditado.
Interlocutor: En realidad yo voy a otro aspecto de la pregunta.
Johnakan Ur-el: Capto perfectamente lo que quieres preguntar. Fíjate que la base de la religión, llamémosle Católica Apostólica, tan dependiente de milagros, es la resurrección de la carne. Hablo en forma tan negativa porque los verdaderos caminos espirituales se basan en el Servicio y no precisan de milagros. Pero fíjate que la resurrección de Jesús por extraterrestres fue nada más y nada menos que un «accidente», por decirlo así. Si no hubiera existido esa intervención, la resurrección de la carne no hubiera tenido lugar y entonces quizás Jesús no hubiera tenido tanta trascendencia en el plano físico como la tuvo.
Interlocutor: Precisamente a eso voy. ¿El Maestro Jesús aprovechó el hecho de que fue resucitado para fortalecer su figura y por lo tanto sus enseñanzas?
Johnakan Ur-el: Sí, por supuesto.
Interlocutor: Ahora bien, el Maestro Jesús también les decía a sus discípulos, para que creyeran más en él, que era el único hijo de Dios. Desde mi punto de vista, considero que estas cosas eran válidas para esa época. ¿Y su proyección para el futuro, dónde nosotros todavía creemos que Jesús es Dios hecho carne y que resucitó milagrosamente? ¿No quedan esos dichos de Jesús como algo contraproducente?
Johnakan Ur-el: No había otra manera. Su actuación tenía que ser grandilocuente, ampulosa, de lo contrario no lo hubieran escuchado como lo escucharon ni trascendido en la forma que trascendió.
Interlocutor: ¿Queda claro, entonces, que lo que dijo Jesús no es para nada cuestionable?
Johnakan Ur-el: En absoluto. De todas maneras, cuando el Maestro dice que quien me ve a mí ve al Padre, está diciendo que «quien hace mis mismas acciones de Servicio verá al Padre».
Interlocutor: Entiendo. Mi pregunta tenía como referencia que yo en una oportunidad le pregunté directamente al Maestro Jesús sobre si esas palabras tenían una doble interpretación y él me aclaró que no, y que las dijo para que creyeran que él era realmente el Padre.
Johnakan Ur-el: ¡Pero lo decía con toda razón, porque su propósito era obtener esa reverencia que tan necesaria resultaba para su misión!
Interlocutor: ¿La crucifixión de Jesús fue nada más que para que quedara su imagen proyectada con más fuerza en el futuro? Lo pregunto porque es obvio que si Jesús no hubiera sido crucificado sus enseñanzas no hubieran tenido tanta trascendencia.
Johnakan Ur-el: En realidad, la crucifixión no fue algo tan buscado. Era una de las alternativas más probables. Aparte, el Maestro no ignoraba que si proseguía su misión en la forma en que la estaba haciendo, en algún momento, como dicen ustedes, iba a «saltar la bronca». Y aquellos que le tiraban flores en el camino, fueron los mismos que después se le dieron vuelta.
Interlocutor: En algún libro leí, creo que en alguno de los que escribió Alice Bailey, que para Jesús la crucifixión implicó una determinada iniciación, creo que la sexta, o algo así. ¿Qué hay de verdad en esto?
Johnakan Ur-el: Es una de las tantas cosas que se han dicho que no tiene ningún sentido. Además, el símbolo de la cruz no existió, ya que Jesús cargó solamente un gigantesco madero, que sólo formó una cruz cuando le pusieron un travesaño. Era la forma de ajusticiar que tenían los romanos, pero podía haber sido tranquilamente maderos en forma de X o de Y y hubiera sido lo mismo.
Interlocutor: Entiendo. ¿Cómo fue el acto de la crucifixión?
Johnakan Ur-el: Lo primero que hicieron fue clavar el madero, después ataron al Maestro con grandes lienzos y luego lo clavaron.
Interlocutor: En esa época se acostumbraba poner en la entrepierna de los crucificados un tarugo de madera, con lo cual se demoraba la asfixia del condenado prolongándole el suplicio. ¿Lo hicieron también con Jesús?
Johnakan Ur-el: No, al Maestro directamente lo clavaron en los pies por debajo de lo que ustedes llaman las canillas, con un solo clavo, y en las manos, por las muñecas.
Interlocutor: ¿Los ladrones que estaban crucificados al lado de Jesús hablaron algo con el Maestro?¿Fue cierto lo del buen ladrón y lo del mal ladrón?¿Lo insultaron como dicen algunos autores?
Johnakan Ur-el: No, nada de eso, al contrario. Ambos le tenían al Maestro un respeto reverencial tremendo. Ellos lo tomaban, como muchos en esa época, como el hijo directo de Dios. Pensaban que Jesús era el mismo Dios redivivo.
Interlocutor: ¿Pero le dijeron algo a Jesús?
Johnakan Ur-el: Le dijeron que tenga piedad de ellos. Y el Maestro, sabiendo que iban directo al plano 2 por las fechorías que habían hecho: violaciones, robos, y un montón de cosas más -precisamente por eso habían sido crucificados-, en ese momento les dijo que irían al Reino de los Cielos con él. Con esto les quiso dar aliento en ese momento tan penoso, pero también sabiendo que luego recapacitarían e iban a ascender casi de inmediato al plano 3.
Interlocutor: Pasando a otro tema, en los pocos minutos que quedan de sesión, ¿de dónde surgió esta cuestión, que nosotros sabemos que es falsa, del Espíritu Santo? ¿Jesús hablaba de esta entidad?
Johnakan Ur-el: Jesús hablaba del Espíritu Consolador, que no es otro que el Espíritu de Dios, el que nos consuela cuando nosotros, en el plano 5º, tenemos dolor por los seres de los planos más densos, o ustedes, encarnados, por distintas cosas que no se terminan de concretar.
Interlocutor: ¿Entonces, todo eso de la famosa «Trinidad», Padre, Hijo y Espíritu Santo es todo un invento?
Johnakan Ur-el: Es un invento. El Espíritu Santo no existe como una tercera persona, y, además, hijos de Dios somos todos. Solamente si se entiende por Espíritu Santo el Espíritu de Dios, entonces está bien.
Interlocutor: Comprendí perfectamente. En la Biblia se dice que los discípulos dudaban de que era Jesús resucitado.
Johnakan Ur-el: Dudaban únicamente cuando se trataba de una proyección holográfica, pero en absoluto cuando estaba en cuerpo físico con ellos. De lo contrario no lo iban a aceptar tan fácilmente. Obviamente, estaba demacrado pero su barba lucía bien recortada por los mismos extraterrestres. Ten en cuenta que en aquella época no había aparatos como para poder polijarse la barba. Cuando los extraterrestres lo resucitan lo maquillan y lo acicalan como si fuera un actor de una película. Es decir que no estaba tan tosco como antes, pero igual era reconocido.
Interlocutor: ¿Qué sucedió con el espíritu de Jesús al desencarnar?
Johnakan Ur-el: Una vez desencarnado, es decir, siendo ya espíritu 100 %, aprovechó para descender a la Octava Esfera. Una de sus misiones era tratar de palpar, de captar el sentir de los espíritus que habían descendido hasta ese lugar. Es algo parecido a que tú en este momento, momento físico me refiero, tu 10 % se encuentra con una multitud y entonces abres y abres los brazos tratando de tocar a todo el mundo, palparlos, como si las yemas de tus dedos pudieran sentir el pensar de cada uno. Obviamente estoy hablando en forma metafórica. Al descender Jesús a la Octava Esfera es como que abrió sus brazos conceptuales, es decir todo su concepto espiritual, para palpar y tratar de hablar, pero fue un diálogo de sordos. Traduciendo los conceptos a palabras, forzando la interpretación porque en realidad los conceptos espirituales son intraducibles, les decía: -«¿Qué te está sucediendo?». Y la respuesta fue algo parecido a como si alguien te tomara de la solapa y te dijera: «¡Ayúdame!». -¡Pero dime lo que te está sucediendo!, insistía Jesús. Del otro lado no le respondían los porqués, pues querían ya una solución. Entonces Jesús iba hacia otro espíritu y le hacía la misma pregunta: -Cuéntame lo que te está sucediendo, comparte conmigo tu dolor-, y la respuesta era siempre la misma: –No quiero compartir nada, quiero que me alivies ya. O sea que fue un «diálogo de sordos». Si alguna enseñanza sacó Jesús de su descenso a la Octava Esfera, fue la del tremendo, monumental ego que hay en ese plano debido al mismo sufrimiento. Los espíritus no tienen oídos, ni ojos, ni boca, pero fue como si los tuvieran. Por eso digo que fue un diálogo de sordos, de ciegos y de mudos. Prácticamente allí nadie escucha al otro, y todos están inmersos en su propio dolor. Un ejemplo similar a lo que sucede en la Octava Esfera con los espíritus lo tienes en las películas donde puedes ver a las personas que ante un bombardeo huyen para cualquier lado entrechocándose. Es decir, no van todos en la misma dirección como esas hormigas gigantes llamadas Marabunta, que seguramente habrás visto en muchas películas.
Interlocutor: Sí, las he visto.
Johnakan Ur-el: Y en el plano físico, cuando hay un sismo, un bombardeo o alguna catástrofe, los seres humanos huyen para cualquier lado. Bueno, imagínate eso aumentado a la enésima potencia y tendrás un panorama de lo que es la Octava Esfera.
Interlocutor: Entendí perfectamente. ¿Cómo está el receptáculo para continuar?
Johnakan Ur-el: Está muy desestabilizado.
Interlocutor: Entonces reservo el resto de las preguntas para la próxima sesión.
Johnakan Ur-el: Los dejo con toda mi Luz.
Interlocutor: Hasta luego, Maestro, y gracias.
http://www.grupoelron.org/