A través de miles de años el concepto de deuda ha sido inherente a la forma de gobernar de distintos imperios y tendencias de pensamiento.
Es ahí y desde el código de Hamurabi, mínimo (ya se retrocederá aún más) que se establece el concepto de deuda perpetua que tiene el pueblo con sus gobernantes sea esta liquidable en función de las circunstancias (como la moneda de platino de un billón de dólares de la administración Obama, intento fallido), en función de premuras (condonación) o perpetuación de la deuda aún y con hiperinflación. Con intereses o sín. Lo cierto es que no es nada nuevo y se remonta a los albores de la civilización con la pretensión deesclavizar contínuamente a la población mediante pagos a realizar mediante su esfuerzo porque “te he entregado humo y tú no lo vés y como no lo vés trabaja para financiar mis prevendas” (y no al revés como nos quieren hacer creer sofisticadamente en siglo XX y XXI).
Así a través de falsedades, imperios y malditas falsas democracias establecen en la memoria de la población que hay que pagar mediante el sudor y ejércitos algo para beneficiar irremisiblemente a “quien nos suministra la energía y nuestra comida” y a través de otras sofisticaciones como el patrón plata, oro y otras piedras y, Dios mediante, el simple papel de colores que ahora vivimos.
Este artículo aborda una parte, quizás la más diabólica, por ser la más próxima en falsa apariencia a la percepción de la población.Democracia (falsa) y deuda. Desde Hamurabi (y lo que te rondaré) hasta hoy pasando, por supuesto por Roma.
Antes ya se había creado la deuda con intereses con Sumer, pero eso es otra próxima historia.
Aquí el artículo:
DEMOCRACIA Y DEUDA
Libro V de La Política de Aristóteles describe la eterna transición de las oligarquías que se transforman en aristocracias hereditarias, que terminan por ser derrocadas por tiranos o desarrollan rivalidades internas cuando algunas familias deciden “apoderarse de las multitudes”, lo que conduce a la democracia, dentro de la cual una nueva oligarquía surge otra vez, seguido de aristocracia, democracia, etcétera, a través de toda la Historia.
La deuda ha sido la principal conducción dinámica de estos cambios, siempre con nuevas peculiaridades y posibilidades.
Ella polariza la riqueza para crear una clase acreedora, cuyo gobierno oligárquico finaliza cuando nuevos líderes (“tiranos” para Aristóteles) ganan el apoyo popular anulando las deudas y redistribuyendo la propiedad o tomando su usufructo para el Estado.
Desde el Renacimiento, sin embargo, los banqueros han cambiado su apoyo político en favor de las democracias. Esto no reflejaba convicciones políticas igualitarias o liberales como tales, sino más bien un deseo de una mejor seguridad para sus préstamos. ComoJames Steuart explicó en 1767, los préstamos a las monarquías permanecieron como asuntos privados más que deudas realmente públicas.
Para que las deudas de un soberano llegaran a hacerse extensivas a la nación entera, los representantes elegidos tuvieron que decretar impuestos para pagar los cobros de intereses.
Dando a los contribuyentes esta voz en el gobierno, las democracias holandesas y británicas proveyeron a los acreedores con reclamaciones mucho más seguras por los préstamos que hicieron a reyes y príncipes cuyas deudas murieron con ellos. Pero las recientes protestas por deudas de Islandia a Grecia y España sugieren que los acreedores están quitando su apoyo a las democracias.
Ellos están exigiendo austeridad fiscal e incluso liquidaciones privatizadoras.
Esto está convirtiendo a las finanzas internacionales en un nuevo modo de guerra. Su objetivo es el mismo que el de las conquistas militares de antaño: apropiarse tanto de la tierra y los recursos minerales como de la infraestructura comunal, y extraer tributos.
En respuesta, las democracias están exigiendo consultas populares sobre si hay que pagar a los acreedores vendiendo la esfera pública y aumentando los impuestos para imponer el desempleo, salarios decrecientes y depresión económica.
La alternativa es depreciar las deudas, o incluso anularlas, y reafirmar el control regulador sobre el sector financiero.
Los gobernantes del Cercano Oriente
…decretaban tabula rasa para los deudores para conservar el equilibrio económico
El cobro de intereses por anticipos de bienes o dinero no fue originalmente propuesto para polarizar las economías.
Administrado primeramente a principios del tercer milenio a.C. como un arreglo contractual entre los templos y palacios de Sumer y los comerciantes y empresarios que normalmente trabajaban en la burocracia monárquica, el interés del 20% (duplicando la cifra inicial en cinco años) se suponía que se aproximaba a una parte justa de las ganancias por el comercio a larga distancia o el arriendo de tierras y otros bienes sociales como talleres, barcos y tabernas.
Cuando la práctica fue privatizada por los cobradores monárquicos de derechos y rentas, la “monarquía divina” protegió a los deudores agrarios.
Las Leyes de Hammurabi (c. 1750 a.C.) anulaban sus deudas en tiempos de inundación o sequía. Todas los gobernantes de su dinastía babilónica comenzaban su primer año completo en el trono anulando las deudas agrarias para limpiar los atrasos en los pagos decretando que las deudas volvieran a cero.
Los esclavos, la tierra o los derechos de cosecha y otras prendas eran devueltos a los deudores para “restaurar el orden” a una idealizada condición “original” de equilibrio. Esta práctica sobrevivió en el llamado Año del Jubileo de la ley mosaica descrito en Levítico capítulo 25.
La lógica era bastante clara:
las sociedades antiguas tenían que conformar ejércitos para defender su tierra, y esto requería liberar de la esclavitud a los ciudadanos endeudados.
Las leyes de Hammurabi protegían a los aurigas y a otros combatientes de ser reducidos a la esclavitud por deudas, e impedían a los acreedores tomar las cosechas de los arrendatarios en las tierras Reales y otras tierras públicas y en la tierra comunal que debía suministrar mano de obra y servicio militar al palacio.
En Egipto, el faraón Bakenranef (c. 720-715 a.C., “Bocchoris” en griego) proclamó una amnistía de las deudas y abolió la esclavitud por deudas cuando tuvo que enfrentar una amenaza militar de Etiopía.
Según Diodoro de Sicilia (I, 79, escrito hacia 40-30 a.C.), él decretó que si un deudor impugnaba la reclamación, la deuda era anulada si el acreedor no podía respaldar su reclamación con un contrato escrito (parece que los acreedores siempre han sido propensos a exagerar los saldos adeudados).
El faraón razonó que,
“los cuerpos de los ciudadanos deberían pertenecer al Estado, para que esto pudiera garantizar los servicios que sus ciudadanos le debían, en tiempos tanto de guerra como de paz. Ya que le parecía que sería absurdo para un soldado… ser llevado a prisión por su acreedor por un préstamo impago, y que la avaricia de ciudadanos privados pondría en peligro de esta manera la seguridad de todos”.
El hecho de que los principales acreedores del Cercano Oriente fueran el palacio, los templos y sus cobradores, hizo políticamente fácil anular las deudas.
Siempre es fácil anular las deudas que se le deben a uno mismo. Incluso los emperadores romanos quemaban los registros tributarios para prevenir una crisis. Pero fue mucho más difícil anular lo adeudado a acreedores privados cuando la práctica de agregar interés a la deuda se extendió después hacia el oeste a los reinos mediterráneos aproximadamente hacia 750 a.C.
En vez de permitir a las familias equilibrar los ingresos y los gastos, la deuda se convirtió en el principal instrumento de expropiación de tierras, polarizando a las comunidades entre oligarquías de acreedores y clientes endeudados.
En Judá, el profeta Isaías (5:8-9) condenaba a los acreedores que imposibilitaban la redención de los bienes, que,
“añaden una casa a otra y añaden un campo a otro hasta que no queda ningún espacio y ustedes viven solos en la tierra”.
El poder del acreedor y el crecimiento estable raramente han ido juntos.
La mayoría de las deudas personales en este período clásico eran el producto de pequeñas cantidades de dinero prestadas a individuos que vivían al borde de la subsistencia y que no alcanzaban a vivir con sus ingresos. La confiscación de tierras y bienes – y de la libertad personal – obligaba a los deudores a la esclavitud, que llegaba a ser irreversible.
Antes del siglo VII a.C. surgieron los “tiranos” (líderes populares) para derrocar las aristocracias en Corinto y otras ciudades griegas ricas, ganando apoyo mediante la cancelación de las deudas. En una manera menos tiránica, Solón fundó la democracia ateniense en 594 a.C. prohibiendo la esclavitud por deudas.
Pero las oligarquías surgieron de nuevo y rugieron en Roma cuando los reyes de Esparta Agis, Cleomenes y su sucesor Nabis procuraron anular las deudas a finales del siglo III a.C.
Ellos fueron asesinados y sus partidarios fueron desterrados.
Esta ha sido una constante política de la Historia desde la Antigüedad, en que los intereses de los acreedores se oponían tanto a la democracia popular como al poder Real capaz de limitar la conquista financiera de la sociedad – una conquista que tenía por objetivo adjuntar a las reclamaciones de deudas el pago de intereses en tanto el excedente económico lo hiciera posible.
Cuando los hermanos Graco y sus partidarios trataron de reformar las leyes del crédito en 133 a.C., la clase senatorial dominante actuó con violencia, asesinándolos e inaugurando un siglo de Guerra Social, resuelta por la ascensión de Augusto como emperador en 29 a.C.
La oligarquía de los acreedores en Roma
…gana la Guerra Social, esclaviza la población y provoca una Edad Oscura
Los asuntos fueron más sangrientos en el extranjero.
Aristóteles no mencionó la construcción del Imperio como parte de su esquema político, pero la conquista extranjera siempre ha sido un importante factor en la imposición de deudas, y las deudas de guerra han sido la principal causa de la deuda pública en los tiempos modernos.
La imposición de deudas más ruda de la Antigüedad fue la hecha por Roma, cuyos acreedores se esparcieron para plagar el Asia Menor, su provincia más próspera.
El gobierno de la ley casi desapareció cuando los “caballeros” acreedores dueños de tabernas llegaron. Mitrídates VI, rey del Ponto, lideró tres rebeliones populares, y las poblaciones locales en Éfeso y otras ciudades se amotinaron y mataron aproximadamente a unos 80.000 romanos en 88 a.C.. El ejército romano tomó represalias, y Sila impuso un tributo de guerra de 20.000 talentos en 84 a.C.
Los cargos por intereses multiplicaron esta suma por seis hacia 70 a.C.
Entre los historiadores principales de Roma, Livio, Plutarco y Diodoro pusieron la culpa de la caída de la República en la intransigencia de los acreedores al provocar la larga Guerra Social de un siglo marcada por el asesinato político de 133 a 29 a.C.
Los líderes populistas procuraron ganar seguidores abogando por la cancelación de las deudas (p.ej., la conspiración de Catilinaen 63-62 a.C.). Ellos fueron asesinados.
Antes del siglo II d. C. aproximadamente un cuarto de la población fue reducido a la esclavitud. Hacia el siglo V la economía de Roma colapsó, despojada de dinero.
La vida de subsistencia regresó a los distritos rurales.
Los acreedores encuentran una razón legalista para apoyar la democracia parlamentaria
Cuando la banca se recuperó después de que las Cruzadas saquearan Bizancio e infundieran plata y oro para refrescar el comercio de Europa Occidental, la oposición cristiana al cobro de interés fue vencida por la combinación de prestigiosos prestamistas (los Caballeros Templarios y Hospitalarios proveyeron de crédito durante las Cruzadas) y sus principales clientes, los reyes, al principio para pagar a la Iglesia y paulatinamente para emprender la guerra.
Pero las deudas Reales empeoraron cuando los reyes murieron.
Los Bardi y los Peruzzi quebraron en 1345 cuando Eduardo III rechazó su deuda de guerra. Las familias bancarias perdieron aún más por préstamos a los déspotas de Borbón y Habsburgo en los tronos de España, Austria y Francia.
Los asuntos cambiaron con la democracia holandesa, procurando ganar y asegurar su libertad de la España de los Habsburgo. El hecho de que su parlamento debía contratar permanentes deudas públicas de parte del Estado permitió a los Países Bajos aumentar los préstamos para emplear a mercenarios, en una época en que el dinero y el crédito eran los tendones de la guerra.
El acceso al crédito “era en consecuencia el arma más poderosa de ellos en la lucha por su libertad”, escribió Richard Ehrenberg en su Capital y Finanzas en la Época del Renacimiento (1928):
“Cualquiera que otorgaba un crédito a un príncipe sabía que el reembolso de la deuda dependía sólo de la capacidad de su deudor y su disposición a pagar.
El caso era muy diferente con las ciudades, que tenían poder, como los señores feudales, pero que eran también corporaciones, asociaciones de individuos unidos por obligaciones comunes.
Según la ley generalmente aceptada, cada burgués individual era responsable de las deudas de la ciudad tanto con su persona como con su propiedad”.
El éxito financiero del gobierno parlamentario fue así establecer deudas que no eran simplemente obligaciones personales de los príncipes, sino que eran realmente públicas y obligatorias, sin tener en cuenta quién ocupaba el trono.
Esto es por qué las dos primeras naciones democráticas, los Países Bajos y Gran Bretaña después de su revolución de 1688, desarrollaron los mercados de capital más activos y procedieron a convertirse en potencias militares principales.
Lo que es irónico es que fue la necesidad de financiar la guerra la que promovió la democracia, formando una trinidad simbiótica entre,
el emprendimiento de la guerra
el crédito
la democracia parlamentaria,
…vinculación que ha durado hasta el día de hoy.
En ese tiempo,
“la posición legal del Rey en tanto solicitante de un préstamo era obscura, y era todavía dudoso si sus acreedores tenían algún remedio contra él en caso de incumplimiento”
(Charles Wilson, “El Aprendizaje de Inglaterra: 1603-1763″, 1965).
Las más despóticas España, Austria y Francia encontraron mayores dificultades en la financiación de sus aventuras militares.
Hacia el final del siglo XVIII Austria fue dejada “sin crédito, y por consiguiente sin mucha deuda”, el país peor armado y el menos solvente de Europa, totalmente dependiente de las subvenciones y garantías de préstamo británicas en la época de las guerras napoleónicas.
Las finanzas se acomodan a la democracia
…pero luego presionan para conseguir la oligarquía
Mientras las reformas democráticas del siglo XIX redujeron el poder de las aristocracias terratenientes para controlar los parlamentos, los banqueros se movieron flexiblemente para conseguir una relación simbiótica con casi cada forma de gobierno.
En Francia, los seguidores de Saint-Simon promovieron la idea de los bancos actuando como fondos de inversión, ampliando el crédito a las acciones gananciosas. El Estado alemán hizo una alianza con la industria bancaria y la industria pesada. Marx escribió con optimismo sobre cómo el socialismo haría finanzas productivas más bien que parásitas.
En Estados Unidos la regulación de los servicios públicos iba de la mano con ganancias garantizadas.
En China, Sun-Yat-Sen escribió en 1922:
“Tengo la intención de unir todas las industrias nacionales de China en un Gran Consorcio cuyo dueño sea el pueblo chino, y financiado con capital internacional para beneficio mutuo”.
La Primera Guerra Mundial vio a Estados Unidos sustituir a Gran Bretaña como la principal nación acreedora, y hacia el final de la Segunda Guerra Mundial había acaparado aproximadamente el 80% del oro monetario del mundo.
Sus diplomáticos formaron el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial junto con áreas orientadas hacia los acreedores, que financiaron la dependencia comercial, principalmente en Estados Unidos. Los préstamos para financiar el comercio y los déficits de pagos estaban sujetos a “condicionalidades” que cambiaron la planificación económica de oligarquías y dictaduras militares clientes.
La respuesta democrática a los resultantes proyectos de austeridad que estrujan el servicio de la deuda fue incapaz de ir mucho más allá de disturbios contra el Fondo Monetario Internacional, hasta que Argentina rechazó su deuda externa.
Una austeridad similar orientada hacia el acreedor está siendo impuesta ahora sobre Europa por el Banco Central Europeo y la burocracia de la Unión Europea. Ostensiblemente los gobiernos social-democráticos han sido orientados para salvar a los bancos más que para reanimar el crecimiento económico y el empleo.
Las pérdidas por malos préstamos bancarios y especulaciones son incluidas en el estado de cuentas nacional mientras se reduce progresivamente el gasto público e incluso vendiéndose la infraestructura.
La respuesta de los contribuyentes atrapados en la deuda resultante ha sido montar protestas populares que comenzaron en Islandia y Letonia en Enero de 2009, y demostraciones más ampliamente masivas en Grecia y España este otoño (boreal), para protestar por la respuesta negativa de sus gobiernos a proponer consultas populares sobre estas funestas “operaciones de rescate” de inversionistas extranjeros.
El cambio planificándose no por representantes públicos elegidos sino por banqueros
Cada economía es planificada. Esta tradicionalmente ha sido la función del gobierno.
El abandono de este papel bajo el lema del “libre mercado” lo deja en las manos de los bancos. Pero el privilegio de la planificación, de la creación de crédito y su asignación, resulta ser aún más centralizado que el de los funcionarios públicos elegidos. Y para hacer las cosas peor, el marco de tiempo financiero es un golpe por sorpresa de corto plazo, finalizando con el despojo de los bienes.
Buscando sus propias ganancias, los bancos tienden a destruir la economía.
El excedente termina por ser consumido por el interés y otros ‘gastos financieros’, no dejando ingresos para nueva inversión de capital o gastos sociales básicos.
Esto es por qué el abandono del control de la política a una clase acreedora raramente ha ido junto con el crecimiento económico y el nivel de vida creciente. La tendencia de las deudas a crecer más rápido que la capacidad de la población para pagar ha sido una constante básica a través de toda la Historia registrada.
Las deudas aumentan exponencialmente, absorbiendo el superávit y reduciendo a la mayor parte de la población al equivalente de peón de la deuda.
Para restaurar el equilibrio económico, el clamor de la Antigüedad en pro de la cancelación de las deudas buscaba lo que el Cercano Oriente de la Edad del Bronce consiguió por decreto Real:
anular el crecimiento desmedido de las deudas.
En tiempos más modernos, las democracias han impulsado un Estado fuerte para cobrar impuestos a los ingresos y riqueza de los rentistas, y cuando se lo pide, para rebajar el valor de las deudas. Esto se hace más fácilmente cuando el Estado mismo crea el dinero y el crédito.
Se hace menos fácilmente cuando los bancos traducen sus ganancias en poder político.
Cuando a los bancos se les permite ser auto-regulados y se les da el poder de veto sobre las regulaciones gubernamentales, la economía se distorsiona para permitir a los acreedores acceder a apuestas especulativas y al fraude absoluto, que han marcado la década pasada.
La caída del Imperio romano demuestra lo que sucede cuando las demandas de los acreedores no son comprobadas.
Bajo estas condiciones, la alternativa a la planificación del gobierno y a la regulación del sector financiero se convierte en un camino a la condición de peón de las deudas.
Finanzas contra gobierno – oligarquía contra democracia
La democracia implica subordinar la dinámica financiera para servir al equilibrio económico y al crecimiento, y la imposición de impuestos a los ingresos de los rentistas o conservar los monopolios básicos de la esfera pública.
Los ingresos de la propiedad privatizada o no gravada con impuestos la “libera” de ser empeñada a los bancos, y le permite ser capitalizada con préstamos más grandes. Financiada por el “apalancamiento” de la deuda, la inflación del precio de los bienes aumenta la riqueza de los rentistas mientras endeuda la economía en general.
La economía se contrae, cayendo en una contabilidad negativa.
El sector financiero ha ganado la suficiente influencia para usar tales emergencias como una oportunidad para convencer a los gobiernos de que la economía sufrirá un colapso si ellos no “salvan a los bancos”.
En la práctica esto significa la consolidación de su control sobre la política, que ellos usan de maneras que posteriormente polarizan las economías. El modelo básico es lo que ocurrió en la antigua Roma, cambiando desde la democracia a la oligarquía.
De hecho, el dar la prioridad a los banqueros y dejar que la planificación económica sea dictada por la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, amenaza con despojar el Estado-nación del poder de acuñar o imprimir dinero y establecer impuestos.
El conflicto resultante está oponiendo los intereses financieros contra la autodeterminación nacional. La idea de un banco central independiente que es “el sello de garantía de la democracia” es un eufemismo para renunciar a tomar la más importante decisión política – la capacidad de crear el dinero y el crédito -dejándosela al sector financiero.
Más bien que dejar la opción política en manos de consultas populares, el rescate de bancos organizado por la Unión Europea y el Banco Central Europeo representa ahora la categoría más grande de la creciente deuda nacional.
Las deudas de los bancos privados asumidas en los estados de cuentas gubernamentales en Irlanda y Grecia, han sido convertidas en obligaciones de los contribuyentes.
Lo mismo es verdadero para los 13 billones de dólares de EE.UU. añadidos desde Septiembre de 2008 (incluidos los 5,3 billones de dólares de los malos créditos hipotecarios de Fannie Mae y Freddie Mac asumidos en el estado de cuentas del gobierno, y los 2 billones de dólares de cambios de dinero efectivo por basura [cash for trash] de la Reserva Federal).
Esto está siendo dictado por delegados financieros llamados eufemísticamente como tecnócratas.
Comisionados por los cabilderos de los acreedores, su papel es sólo contar cuánto desempleo y depresión son necesarios para extraer un superávit para pagar a los acreedores por deudas que están ahora en los libros. Lo que hace a este cálculo contraproducente es el hecho de que la contracción económica – el desinflamiento de la deuda – convierte la carga de la deuda en aún más impagable.
Ni los bancos ni las autoridades públicas (o los académicos predominantes, en realidad) calcularon la capacidad realista de la economía para pagar, es decir, pagar sin contraer la economía.
Mediante sus medios de comunicación y grupos de expertos, ellos han convencido a la población de que el modo de enriquecerse más rápidamente es tomar dinero prestado para comprar bienes inmuebles, acciones y bonos cuyo precio está en alza – siendo éste inflado por el crédito bancario – y rescindir los impuestos progresivos a la riqueza, del siglo pasado.
Para poner los asuntos de manera clara, el resultado ha sido tirar a la basura la economía.
Su objetivo es desactivar los controles y equilibrios públicos, cambiando el poder de la planificación a las manos de la alta finanza bajo el supuesto de que ésta es más eficiente que la regulación pública. La planificación del gobierno y los impuestos son acusados de ser “el camino a la servidumbre”, como si los “mercados libres” controlados por los banqueros con libertad de acción para actuar imprudentemente no estuvieran planeados por intereses especiales con procedimientos que son oligárquicos, no democráticos.
A los gobiernos se les dice que tienen que pagar las deudas adquiridas por las operaciones de rescate, no para defender países en una guerra militar como antaño, sino para beneficiar a la capa más rica de la población, transfiriendo sus pérdidas a los contribuyentes.
El fracaso en tomar los deseos de los votantes en consideración deja la deuda pública resultante en un terreno políticamente inestable, incluso legalmente tambaleante.
Las deudas impuestas por decreto, por gobiernos o agencias financieras extranjeras ante una fuerte oposición popular, pueden ser tan tenues como aquellas de los Habsburgo y otros déspotas en épocas pasadas. Careciendo de la validación popular, ellas pueden morir con el régimen que las contrajo.
Los nuevos gobiernos pueden actuar democráticamente para subordinar el sector bancario y financiero para servir a la economía, y no al revés.
Por lo menos, ellos pueden procurar pagar introduciendo de nuevo impuestos progresivos a la riqueza y a los ingresos, cambiando la carga fiscal esta vez sobre la riqueza y propiedad de los rentistas. La nueva regulación de la banca y el suministro de una opción pública para el crédito y los servicios bancarios, renovaría el programa democrático social que parecía bien encaminado hace un siglo.
Islandia y Argentina son los ejemplos más recientes, pero uno puede mirar hacia atrás a la moratoria en las deudas por armas entre los Aliados y a las reparaciones alemanas de guerra en 1931.
Un principio matemático básico así como político está en acción:
las deudas que no pueden ser pagadas, no lo serán.
FUENTE en inglés: MICHEL HUDSON
FUENTE en español: Editorial Streicher
http://quienestadetras.wordpress.com/2013/02/07/khazaria-distintas-democracias-y-distintas-deudas/