El Papa Francisco ha advertido este jueves, durante la Misa del Corpus Christi, sobre los alimentos que no vienen de Dios, que «aparentemente satisfacen más» pero que se nutren con «el dinero, el éxito, la vanidad, el poder o el orgullo» y que «esclavizan».
Según ha explicado el Pontífice, el hombre, además del hambre física, lleva en sí otra hambre que no puede ser saciada con el alimento ordinario: el hambre de vida, amor y eternidad. Y esta hambre, según ha precisado, la sacia Jesús que es «el pan vivo capaz de dar vida, y vida eterna» porque está hecho de «amor».
Sin embargo, ha alertado de que, si uno mira el entorno, se da cuenta de que «hay tantos ofrecimientos de alimentos que no vienen del Señor y que aparentemente satisfacen más». «Algunos se nutren con el dinero, otros con el éxito y la vanidad, otros con el poder y el orgullo. ¡Pero el alimento que nos nutre realmente y que sacia es solamente el que nos da el Señor!», ha exclamado.
Francisco ha precisado que quizá el alimento que ofrece Dios «quizás no parece así tan gustoso como ciertas comidas que ofrece el mundo». Por ello, según ha indicado, las personas sueñan con otras comidas, como los hebreos en el desierto, que añoraban la carne y las cebollas que comían en Egipto.
No obstante, ha puntualizado que cuando los hebreos pensaban esto, olvidaban que aquellas comidas las comían «en la mesa de la esclavitud». «Ellos, en esos momentos de tentación, tenían memoria, pero una memoria enferma, una memoria selectiva, una memoria esclava, no libre», ha señalado.
En este sentido, ha invitado a preguntarse: «¿Y yo? ¿Dónde quiero comer? ¿En torno a qué mesa me quiero nutrir? ¿En la mesa del Señor? ¿O sueño con comer alimentos gustos, pero en la esclavitud? ¿Cuál es mi memoria? ¿Aquella del Señor que me salva?, ¿O aquella del ajo y de las cebollas de la esclavitud? ¿Con qué memoria yo sacio mi alma?».
Así, el Pontífice ha invitado a «recuperar la memoria» y a aprender a «reconocer el pan falso que ilusiona y corrompe, porque es fruto del egoísmo, de la autosuficiencia y del pecado».
«Jesús, defiéndenos de las tentaciones del alimento mundano que nos hace esclavos, purifica nuestra memoria, para que no quede prisionera en la selectividad egoísta y mundana», ha subrayado.
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Todo tiene un precio y la obsesión por el dinero resultaría ser demasiado costoso.
Que bien entrenado está este Papa, ¡hay que ver!