vania Valle-Inclán, Harry Houdini y el hombre que tenía rayos X en los ojos (Primera parte)

Harry Houdini

En aquel tiempo Valle Inclán tenía todavía la barba negra y Harry Houdini iba perfectamente rasurado. Ciertamente coincidían en pocas cosas y cuando ambos se enfrentaron a un mismo enigma, reaccionaron de manera muy distinta.  El enigma fue el llamado caso Argamasilla., un joven español que aseguraba poseer visión de rayos X, de manera que podía ver a través de los cuerpos opacos.

Vallé terció en la polémica en 1923 y Houdini la zanjó en 1924. Aunque incomprensiblemente sus coletazos persistieron en España tiempo después. Pero comencemos por el principio. ¿Quién era Argamasilla? O para ser más precisos ¿quién era Joaquín de Argamasilla de la Cerda y Elio? Responder a esta  pregunta implica referirse a su padre que desempeñó un papel determinante en el asunto. El padre se llamaba Joaquín Argamasilla de la Cerda y Bayona. Procedía de una familia tradicionalista y había rehabilitado cuatro años antes el título de Marqués de Santa Cara. Era  buen amigo de Valle-Inclán con el que le unían dos extravagantes afinidades: El carlismo y el ocultismo. Empecemos por la primera.  A principios del siglo XX, el marqués  inició una carrera política en las filas del Partido Carlista que resultó un fiasco. Reflejó su decepción en una novela de aliento modernista titulada  El yelmo roto (1). En ella aborda el declive de la aristocracia, cuyos  valores y estilo de vida se desvanecen en el ambiente cosmopolita del París del primer año del entonces nuevo siglo XX

Valle-Inclán

La atmósfera libre y decadente  de la novela sedujo a Valle que aceptó escribir el prólogo. Una atmósfera determinada por la atracción de lo prohibido, las transgresiones, la libertad sexual, el apego a las drogas que guardaba en su fondo la amargura infinita de todos los desengaños. Así lo escribió en el prólogo. Las últimas líneas de la novela pueden ofrecer una idea del  horizonte imposible y gaseoso al que se abre el final del libro, con cierta tendencia al folletín. Mis ojos, áridos de llanto y abrasados de fiebre, siguen al barco que camina en demanda del mar. Sobre su este la pasa el reflejo sangriento de los fanales de popa y avante el reflector ilumina su ruta rasgando a ráfagas las tinieblas.

Es probable que a Valle le atrajera el personaje del marqués por encima de la novela que había escrito. En el universo crepuscular del marqués identificaba a grandes trazos el mundo que aspiraba a representar en sus Sonatas. En el carácter, comportamiento y actitudes del carlista reconocía la decepción, la conciencia de la inutilidad, el orbe desolado, el fino sentimentalismo, el desarraigo en el tiempo, la incomodidad frente a la realidad política y social, que se convertirían en los trazos maestros de su personaje Bradomín.

Solar familiar de los Argamasilla

Durante los años que siguieron a la publicación de su novela, el Marqués de Santa Cara se interesó por el espiritismo. Junto al Conde de Gimeno fundó, en 1920, la Sociedad Española de Estudios Metapsíquicas. Valle compartía la sugestión por el tema. Se sentía afín a  las corrientes mística y gnóstica que a través del romanticismo alemán derivaron hacia el ocultismo. Le atraían las doctrinas espiritualistas porque reaccionaban frente al positivismo y el materialismo. Estos sistemas filosóficos, no lo olvidemos, al aplicarse al arte y la literatura, habían inspirado un  realismo y un naturalismo  que detestaba. Al igual que los simbolistas, convirtió  las creencias esotéricas en el fundamento de su estética, plasmada en los ensayos de La lámpara maravillosa (2), que precisamente dedicó al marqués de Santa Cara, y en los poemas de El viajero.

Las convicciones espiritistas de Santa Cara no obedecían a motivaciones estéticas, como sucedía en Valle. En modo alguno el marqués  desdeñaba los aspectos experimentales. Aquel carlista desengañado se convirtió en un investigador entusiasta de los fenómenos psíquicos, las manifestaciones supranormales, lo maravilloso y lo inexplicable que contraponía a las limitaciones del pensamiento científico. Estudiaba fenómenos como la lucidez mediúmnica, el hipnotismo, la telepatía, la clarividencia, la percepción extranormal.  Experimentaba  en su propio hijo, Joaquín Argamasilla de la Cerda y Elio que por entonces tenía diecisiete años. En noviembre de 1922 descubrió en él una nueva facultad humana a la que denominó metasomoscopia. Consistía en la visión a través de ciertos cuerpos opacos.

La suerte me favoreció encontrando en mi familia el sujeto más apto que he hallado para el ejercicio de facultad tan extraña,  escribe con desparpajo en un libro (3), publicado hacia 1923. Al final de esta obra el marqués de Santa Cara incluye un apéndice en el que da cuenta de su descubrimiento y describe las condiciones precisas para  reproducir el fenómeno. Los requisitos son cinco. El sujeto ha de estar aislado totalmente de la luz, mediante una venda que cubra sus ojos y unos pedazos de guata que bloqueen totalmente sus párpados. Ha de estar situado de espaldas a la fuente de luz, de manera que la luz se proyecte sobre  la superficie de la caja cuyo interior debe percibir. En tercer lugar la caja ha de moverse hasta lograr un punto desde el cual se produzca el enfoque acertado. Los objetos que ha de percibir deben situarse en un mismo plano. Por último el espesor de la caja dependerá del material. La plata y, sobre todo el oro, permiten un mayor grosor que la madera, la ebonita o el cuero. Los materiales aislantes,  malos conductores de la electricidad, como la porcelana o el cristal, no permiten la visión. Curiosamente el papel tampoco. Y hace notar que si se interpone una hoja de papel de seda la visión se interrumpe.

¿Cómo se desarrolla la experiencia? Enumeraré los detalles. Argamasilla hijo tiene los ojos vedados. Sostiene en sus manos una caja. En ella se ha introducido un escrito. Coloca la caja a la altura de la cabeza. La mueve hasta ajustar la distancia exacta, el enfoque, para que su vista penetre en el interior, De repente ve el escrito y empieza a leerlo, sin dejar de efectuar movimientos transversales o perpendiculares, para poder abarcarlo en su totalidad.

Argamasilla padre, organizó algunas sesiones ante un público proclive al espiritismo. Entre los asiduos se encontraban el ingeniero Manuel Maluquer, el escritor y diplomático mexicano Francisco A. de Icaza y el notario Cándido Casanueva que daba fe de lo sucedido. El también ingeniero Joaquín Menendez Ormaza, publicó en el diario El Imparcial una serie de artículos que recogió posteriormente en  libro (4). .Cuenta como Argamasilla hijo fue capaz de hacer una lectura exacta de una hoja  de un Tratado de Derecho Romano que el notario Casanueva había arrancado en su domicilio e introducido en una caja que cerró herméticamente. Poco después, el propio Menéndez Ormaza, desgarró otra hoja, esta vez del Poema de Mío  Cid y la depositó en una caja de metal. El joven Argamasilla declamó los versos y, también, una tercera hoja, cortada del Quijote por el mexicano Icaza.

En su obra Menéndez Ormaza extracta un informe del ingeniero Maluquer que ofrece una explicación del fenómeno. Tras descartar  la posibilidad de la visión hipnótica, o de la visión a través de la piel, Maluquer se remite a la convicción del físico Augustin Charpentier (1852 – 1916) de que el hombre es una perpetua fuente de radiación e impresiona de él todo lo que vive, todo lo que existe.  Carpentier creía haber descubierto  la existencia de radiaciones especiales – los rayos N – que producen los centros nerviosos del organismo y, especialmente, la frente. Posteriormente el doctor Luys  y David denominaron a tales radiaciones la luz del cerebro o luz negra y aseguraron haber logrado registrarlas en una placa fotográfica.

Para Maluquer  los rayos de luz negra atraviesan los cuerpos opacos, al igual que los rayos X. Como se reflejan y refractan, son capaces de iluminar los escritos y regresar al cerebro, en forma de imágenes, que la retina transforma en corriente nerviosa. Su intensidad es débil, de manera que es necesario excitar la sensibilidad del cerebro, es decir acentuar una función que se ejecuta constantemente de manera inapreciable. Al cerrar los ojos es posible ver con estos rayos en la oscuridad, valiéndose exclusivamente de los rayos negros para la visión. La conclusión es una paradoja: Para percibir el fenómeno, para ver a través de los cuerpos opacos,  es preciso cerrar los ojos.

Esta explicación pretendidamente científica  de Maluquer es casi  tan imaginativa como la que ofreció Valle-Inclán. Según Caro Baroja (4) las tertulias madrileñas se dividieron entre argamasillistas y antiargamasillistas.  Valle-Inclán asistió a una o  varias de estas experiencias y  terció en el asunto, alineándose con  el bando de su viejo amigo el marqués carlista. A  su entender el joven Argamasilla veía a través de las paredes de la caja, por que era capaz de doblar la mirada e introducirla  por la finísima rendija de la tapa como si se tratara de una hoja flexible de acero, que una vez dentro se apropiaba de la imagen, se doblaba de nuevo y regresaba hasta el vidente.

El docctor Lafora (1º a la derecha) en el laboratorio de Cajal

Hasta ese momento no existía  polémica. La polémica sobre la llamada metasomoscopia se desencadenó tras la intervención del doctor Gonzalo Rodriguez Lafora, un brillante neurólogo y psiquiatra, formado por Cajal, que había ampliado sus estudios en Alemania, en Francia  y en el Hospital mental de Washington. En Estados Unidos describió una dolencia de origen genético que causa una progresiva demencia, acompañada de ceguera y acaba provocando la muerte. Hoy día se conoce como  enfermedad de Lafora.  A su regreso a España en 1912 se incorporó al laboratorio de fisiología experimental del sistema nervioso con Cajal  y, años después, fundó la revista Archivos de Neurobiología, el Instituto Médico-Pedagógico y el Sanatorio Neuropático de Carabanchel.  Contribuyó al conocimiento del psicoanálisis en los países de lengua española, desde una perspectiva crítica respecto a algunas de las teorías de Freud. Fue  autor de tres centenares de trabajos de investigación, con contribuciones importantes sobre psicopatología, psicología jurídica, senilidad, neurosífilis y sobre el sueño. Ligado a las empresas culturales de Ortega y Gasset, desarrolló una rigurosa labor divulgativa y pedagógica en la prensa que le obligó a mantener agrias controversias. En 1918 inició su colaboración en el diario El Sol. Dedicó numerosos artículos sobre las supuestas manifestaciones de fuerzas ocultas o poderes excepcionales, aplicando los métodos de observación empírica. Algunos de estos trabajos fueron recogidos en libro (5)  con el título Espiritismo, videncia y engaño.

En Enero de 1924 publicó dos  artículos, en el  diario El Sol,  sobre la visión a través de los cuerpos opacos en los que, tras analizar las distintas explicaciones propuestas del fenómeno, las desechaba porque ninguna demostraba de manera evidente y rigurosa desde el punto de vista científico que los hechos propuestos eran auténticos.

Salvador de Madariaga

Sus detractores dieron la vuelta a este argumento. Las distintas réplicas a su artículo le reprochaban su escepticismo ante nuevos fenómenos que no sabía explicar. Salvador de Madariaga, en el mismo periódico, planteaba varias cuestiones en este mismo sentido. La convicción científica, decía, no implica la verificación personal de un hecho. No puede rechazarse un hecho porque altere o modifique  nuestras ideas adquiridas. Hay hechos metafísicos que están avalados por personas de gran solvencia científica. Aunque se demostrase que los prestidigitadores e ilusionistas pueden provocar esos mismos fenómenos, no significa que tales fenómenos no puedan producirse  por procedimientos puramente metafísicos. Aseguraba que algunos de estos fenómenos no pueden ser reproducidos e imitados. Y acababa sus observaciones afirmando que los estudios metapsíquicos revelan modos de funcionamientos que no están en contradicción, sino que  armonizan con las leyes biológicas y psicológicas.

Si se analizan detenidamente tales argumentos nos encontramos en un callejón sin salida pues nos obligaría a aceptar la realidad de cualquier hecho que por novedoso y distinto no podemos explicar con el estado actual de nuestros conocimientos. Lafora no se negaba a admitir ninguna nueva evidencia, pero exigía que  su existencia fuera demostrada en las condiciones experimentales adecuadas. En abril de 1923, se había constituido, por iniciativa de la Reina María Cristina, una comisión para estudiar el caso, presidida por Ramón y Cajal, de la que formaban parte  el físico Blas Cabrera, físico; el fisiólogo Juan Negrín,  el oculista Márquez, el histólogo Tello, el cardiólogo  Calandre y el propio  Lafora en su condición de neurólogo y  psiquiatra.

Santa Cara y su hijo no se presentaron, lo cual no fue óbice para el marqués reprochara  a Lafora, en  réplica publicada El Sol, no haber visto directamente nunca la facultad de su hijo. Afirmaba que el doctor confundía la visión a través de los cuerpos opacos con visiones mediúmnicas, aunque se trataba de un fenómeno puramente físico, aunque difícil de explicar por la  Física moderna.

Dr. Charñes Richet

Con  brío sorprendente, con una aparente convicción que no dejaba margen a la duda,  el viejo carlista llevó a su hijo a París para que sometiera sus experiencias al examen del doctor Richet. Fue entonces cuando el caso adquirió una dimensión internacional.  Charles Robert Richet (París, 20 de agosto de 1850 – París, 4 de febrero de 1935) era un eminente médico francés que demostró que la sangre de animales vacunados contra una infección, protege contra la misma. Acuñó la palabra anafilaxia para describir los cambios que se operaban en los organismos humanos tras esta clase de tratamientos eficaces para el tratamiento de muchas enfermedades. Por ello obtuvo el Premio Nobel de Medicina  en 1913.

Pero en Richet convivían dos almas. Era un hombre persuadido de la realidad de lo que denominaba metapsíquica, un término que cayó en desuso posteriormente, al ser sustituido por el de parapsicología. Richet escribió un voluminosísimo Tratado de Metapsíquica y  un libro titulado  El porvenir y la premonición, De ambos existe traducción española, publicada en aquellos años. Por una parte era una persona que deseaba creer en esta clase de fenómenos. Por otra era un científico prestigioso, catedrático de Fisiología y profesor de la Sorbona, Miembro del Instituto de Francia, Presidente de la Sociedad de Biología, y, como ya e indicado,  Premio Nobel de Medicina. La persona idónea para respaldar los proyectos del Marqués de Santa Cara.

Richet quedó complementa convencido de la lucidez del joven Argamasilla. Sus poderes le parecían  maravillosos, creía ver en ellos un nuevo horizonte para la ciencia, pues abrían la posibilidad de descubrir nuevos rayos. Llegó a declara: Estamos en días de descubrir nuevos rayos. Nos encontramos en presencia de uno de los mayores descubrimientos de nuestros días.

Con su aval y el respaldo del médico espiritista Gustav Geley, el del físico inglés y estudioso del éter Oliver Lodge, con el refrendo de numerosos científicos españoles, el joven Argamasilla parece haber superado con garantía todas las pruebas que demostraban que efectivamente era capaz de ver a través de los objetos. La noticia llega   al otro lado del Atlántico y un promotor norteamericano  formula al marqués de Santa Cara una interesante oferta para que su hijo  realice una gira por las principales ciudades de Norteamérica dando a conocer públicamente sus asombrosas habilidades.

Houdini: Efecto espiritista

En Nueva York es presentado como El hombre que tenía rayos X en los ojos. El ambiente ha sido calentado previamente por una campaña publicitaria. La expectación es enorme.  La primera demostración se celebra en el Hotel Pensilvania. Entre el público se encuentra un hombre menudo, pero atlético, de ojos vivos, eléctricos, que se clavan en el escenario.  Al describir la segunda demostración, el 9 de mayo de 1924, el enviado especial de New York Times recurre, una y otra vez, a símiles extraídos del mundo del boxeo. ¿Por qué? Alude a que la velada no se celebra en el Madison Square Garden. Califica la corpulencia de Argamasilla como la de un peso pesado. Le sitúa en un rincón de un imaginario cuadrilátero. Pero un combate de boxeo precisa al menos dos contendientes. ¿Quién es el oponente de Argamasilla? El periodista descubre a aquel hombre menudo, su figura diminuta, tensa, resuelta,   en la que cree adivinar una fuerza grandiosa. Se trata de Harry Houdini, el ilusionista. Ha acudido allí impulsado por la sospecha que se suscitó la primera actuación del español y ha lanzado su guante. No es la primera vez que  desafía a las gentes que utilizan las técnicas de los ilusionistas para producir sorprendentes efectos, afirmando que tienen poderes especiales o sobrenaturales.

 ¿Cómo se desarrolló la velada?

(continuará)   .

http://www.ramonmayrata.com/2012/09/valle-inclan-harry-houdini-y-el-hombre.html

 

2 comentarios en “vania Valle-Inclán, Harry Houdini y el hombre que tenía rayos X en los ojos (Primera parte)

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