Hoy os voy a contar lo que me sucedió en el cementerio de la Almudena. Este cementerio, con 120 hectáreas de extensión, es el cementerio más grande de la ciudad de Madrid y uno de los mayores de Europa occidental. El número de personas inhumadas en él a lo largo de su historia (aproximadamente cinco millones) sobrepasa al de los actuales habitantes de la ciudad. En realidad el cementerio de La Almudena surgió en 1884 como camposanto provisional junto a la entonces en construcción Necrópolis del Este, aunque actualmente bajo su nombre se engloba todo el conjunto, integrado también por el Cementerio Civil de Madrid y el Cementerio Hebreo.
Existe la falsa creencia de que en los cementerios no hay presencias ni nada similar. Pues bien, fui un día con dos amigos para verlo bien, ver las tumbas de famosos, monumentos conmemorativos, etc… Pero me encontré con otra cosa…
Cuando estábamos en la parte antigua, que está situada en un alto, allí donde sólo quedan los ladrillos que bordean a las tumbas, me quedé alucinado al ver venir tres aviones, creo que bombarderos, en dirección hacia nosotros. Hasta oí el ruido de los motores. Al mismo tiempo, veía un poco más abajo de donde estaba yo correr a mujeres y niños. Es como si me hubiera trasladado a otro tiempo, cuando las tropas franquistas bombardeaban Madrid. Uno de mis amigos me habló y me sacó del trance. Ya no pude volver a conectar.
Seguimos paseando por el cementerio hasta que llegamos a la parte de los osarios, donde se guardan los restos. Hoy en día está todo arreglado, pero en aquel momento estaba muy mal, con algunos de ellos abiertos.
Nos llamó la atención uno en particular. Le dije a mis amigos que ese pertenecía a un niño al que le habían dado un tiro en la cabeza. Para comprobarlo, uno de ellos cogio una rama y removió el cráneo que estaba a la vista. Y, efectivamente, tenía un orificio de bala en la base del cráneo. Resultó un poco macabro.
Estos osarios están junto a otras tumbas. Estuvimos viéndolas y mis amigos se alejaron un poco de mi. Me quedé solo. Estaba viendo las tumbas pegadas al osario cuando oí que, desde dentro de una de las tumbas, daban tres golpes. El susto fue considerable. Me acerqué al osario del niño donde habíamos estado antes y oigo de pronto un susurro pegado al oído que me dice: “iros de aquí“. Dicho y hecho. Fui a por mis amigos que estaban un poco más abajo y me los llevé enseguida de allí. Un día provechoso…
Fui otro día con Pablo Moreira y Carolina para enseñarles el cementerio porque no lo conocían en profundidad. Fuimos viéndolo todo tranquilamente hasta que llegamos a la parte antigua. En esta ocasión no vi los aviones, sino que de pronto se me plantó delante una mujer. Era de mediana edad, bastante delgada, pelo negro recogido en un moño, cara muy demacrada y vestida de oscuro. Se arrodilló delante de mi y me empezó a preguntar con desesperación si había visto a su hija, que la había perdido allí. Me lo preguntó varias veces hasta que la dije que no. Entonces se levantó y salió corriendo. Mis amigos se quedaron asombrados al ver la conversación que tuve con ella. Hicieron fotos y en alguna salió alguna sombra extraña. Al parecer esa parte del cementerio guarda mucho dolor y sufrimiento. No recomendable para gente muy sensible.
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