Los árboles viven muchos años, muchos más que nosotros. Algunos pueden ser milenarios, pero lo que no cabe duda es de que nos precedieron. Ellos estaban mucho antes de que los seres humanos comenzásemos a poblar este planeta. Son seres antiguos, sabios, sensibles aunque fuertes y poderosos. Son los habitantes del bosque, auténticos seres vivos que se comunican con nosotros si sabemos escuchar, si sabemos bajar el ritmo frenético en el que vivimos. Fueron venerados por los antiguos porque eran herederos de un antiguo conocimiento que comprendía que cada árbol guarda en su interior un espíritu de la naturaleza.
Los árboles eran oráculos y antiguos hombres y mujeres de sabiduría sabían interpretar sus “palabras”: el graznido de los cuervos encima de sus copas, el susurro de las hojas al ser agitadas por el viento o por la brisa, las formas de sus ramas al recortarse contra la luna llena… Existe una realidad que se manifiesta constantemente pero que muchos, la mayoría, no pueden ver. Pero hubo gentes que sí la conocían y llenaban el bosque, los campos y las veredas de ofrendas, tan variadas como son los espíritus. En ocasiones, colgaban recipientes de cobre entre las ramas de según que árbol y éstas sonaban al chocar transmitendo mensajes a aquellos que sí los entendían.
Los celtas veneraban las arboledas y las ceremonias religiosas tenían lugar en aquellos lugares. Los antiguos germanos adoraban a sus espíritus en los claros del bosque erigiendo en ellos piedras y colocando flores y dejando sus pertenencias. Eran ofrendas a los espíritus del claro. Por toda Galicia, en la espesura del bosque, encontramos este tipo de construcciones, precisamente en zonas donde se asentó la cultura celta.
En los lugares más inexpugnables de los bosques se encuentran misteriosos monumentos hechos en piedra. Algunos representan rostros sin boca, otros tienen una boca excesivamente abierta pero no tienen ojos, tallados en la roca vemos a seres encapuchados, en otros, extraños signos parecen desafiar nuestro entendimiento… Como explica magistralmente el antropólogo José Luis Cardero: […] Y no dejemos de recordar que todos estos monumentos y estructuras de piedra, a veces recubiertos con una gruesa capa de tierra y vegetación, son entradas muy comunes, conocidas y privilegiadas para acceder al Más Allá.
Los árboles siempre han protegido esos lugares. O quizá sea su misma presencia la que señala estas zonas ventana donde se ven cosas, donde desaparece gente, donde hay extrañas luces que iluminan de noche los caminos. Las alineaciones de árboles, si se sabe mirar, señalan y advierten de aquellos lugares donde no debemos entrar y señalan aquellos que traen bondades al ser humano.
Los espíritus de la naturaleza, las hadas y elfos, como así recoge el folklore de la mayoría de las culturas de la Tierra, están asociados con los árboles. Cada árbol está animado con un espíritu al que los griegos llamaban dríades aunque reciben muy diversos nombres: Damas Verdes, Damas Blancas, Doncellas del Musgo… Cada árbol es un ser vivo y cada uno está insuflado por un espíritu. Así encontraremos árboles masculinos, árboles femeninos y si aprendemos a escuchar, hasta conoceremos el nombre del espíritu que lo habita. Pero eso no es fácil.
“Tocar madera” es la frase típica para ahuyentar el ataque de las fuerzas indeseadas. Los árboles nos conectan directamente con el reino de los espíritus de la naturaleza. Ellos se encuentran allí donde los árboles crecen juntos. Asimismo, un árbol solitario en medio de la nada, es también un árbol de hadas pues estas viven en aquellos lugares que rompen la monotonía de un paisaje: un conjunto de piedras con unos pocos árboles, un río y su vereda, un claro del bosque… todos aquellos lugares que rompen la uniformidad del entorno son lugares habitados por los espíritus. Son lugares donde hay mucho folklore que nos relata encuentros con estos seres mágicos y vivencias muy fuera de lo común.
En algunos árboles, la gente cuelga pañuelos o trozos de tela donde previamente ha escrito un deseo: la pronta recuperación de un ser querido, protección, buena cosecha, abundancia… Los dejaban a la intemperie hasta que los elementos los dejaban raídos y viejos. Esa era la señal de que el deseo se cumpliría. Los espíritus había recogido el deseo y se lo habían llevado a un lugar donde todo se pondría en marcha para otorgar ese bien a quien lo pedía.
Existen una serie de árboles que están especialmente asociados con las hadas. Haremos un breve recorrido por algunos de ellos, dedicándoles más adelante, más tiempo para cada uno ya que son árboles muy especiales, mágicos e íntimamente legados con el pueblo de las hadas y de los elfos.
Continuará…
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Precioso, muchas gracias Vania.