EL FARAÓN QUE FUE AHOGADO

«Como ocurrió a la gente de Faraón y a los que les precedieron: desmintieron los signos de su Señor y les hicimos perecer por sus pecados. Anegamos a la gente de Faraón: todos eran impíos» (C. 8:54)



La Antigua Civilización Egipcia, junto con otras ciudades estados establecidas en la Mesopotamia en la misma época, es conocida por ser una de las civilizaciones más vetusta y se le reconoce un estado organizado con el más avanzado orden social de ese entonces. El haber inventado la escritura alrededor del siglo III AC y hacer uso de ella, el usufructo el río Nilo y el hecho de que estaban protegidos de peligros externos debido a la naturaleza de la región donde se establecieron, contribuyó en gran medida al desarrollo de la civilización egipcia.

Pero en esa sociedad «civilizada» prevalecía «el reino de los faraones», sistema de dominio incrédulo, pagano, que el Corán menciona y expone del modo más claro y pleno. Henchidos de orgullo, se convirtieron en blasfemos. Pero en definitiva, ni sus avances en materia de civilización, ni su orden político-social, ni sus éxitos militares, pudieron salvarlos de la destrucción.

La Autoridad de los Faraones

La civilización egipcia se fundamentó en la fertilidad del río Nilo. Los egipcios se asentaron en el valle del mismo, debido al caudal de agua que aportaba, por lo que podían cultivar las tierras sin depender de las lluvias estacionales. El historiador Ernst H. Gombrich dice en su escrito que Africa es muy calurosa y a veces no llueve nada durante meses, debido a lo cual tiene áreas extremadamente secas, cubiertas por vastos desiertos. Ambas márgenes del río Nilo también están cubiertas por desiertos y resulta difícil que en Egipto se produzcan precipitaciones pluviales. Pero, como dijimos, las lluvias no son tan necesarias porque el río Nilo recorre todo el país por el medio de su geografía de arriba abajo(33)

Así, quien tuviese el control del río Nilo, que es de una importancia muy grande, posee también la posibilidad de controlar la mayor fuente del comercio y de la agricultura. De ese modo los faraones pudieron establecer su dominio sobre Egipto.

La forma estrecha y vertical (norte-sur) del valle del Nilo no permitía que las unidades residenciales alrededor del río se expandan mucho, por lo que los egipcios desarrollaron ciudades y aldeas en pequeña escala en vez de grandes conglomerados urbanos. Este factor fortaleció el dominio de los faraones sobre el pueblo.

El faraón Menes es conocido por ser el primero en unir al antiguo Egipto, alrededor de 3000 años AC. En realidad, el término «faraón» se refería originalmente al palacio donde vivía el rey egipcio, pero en su momento se convirtió en el título del mismo. Entonces los reyes que gobernaban Egipto empezaron a ser llamados «faraones».

Al ser éstos los propietarios, administradores y gobernantes de todo el estado y sus tierras, fueron aceptados como un reflejo del dios principal en la religión politeísta tergiversada del antiguo Egipto. La administración y división de las tierras; las rentas; todas las propiedades, servicios y producción dentro de las fronteras del país, eran dirigidos por cuenta y orden del faraón.

El absolutismo del régimen proveyó al faraón gobernante de un poder tal que le permitía tener todo lo que deseaba. Inmediatamente después del establecimiento de la primera dinastía, cuando Menes se convirtió en el primer rey de Egipto al unir el Alto y Bajo Egipto, el Nilo empezó a ser puesto al servicio del público a través de canales. Además, el control absoluto de la producción de mercancías de todo tipo y los servicios, pasaron a manos del rey, y éste distribuía esos bienes entre el pueblo en las proporciones que él decidía. Los reyes pudieron someter fácilmente al pueblo a su dominio gracias a la supremacía que tenían. El rey, o con el nombre que luego tendría, el faraón, era contemplado como un ser sagrado muy poderoso que cubría todas las necesidades del pueblo: se lo transformó en un dios. Y los faraones llegaron a creer que realmente lo eran.

Algunos de los términos usados por el faraón cuando habla con Moisés, y que se mencionan en el Corán, demuestran que intentó intimidar a éste: «Dijo (faraón): ‘¡Si tomas por dios a otro diferente de mí, he de enviarte a la cárcel!'» (C. 26:29), a la vez que dijo a quienes estaban allí: «‘¡Dignatarios! Yo no sé que tengáis a ningún otro dios que a mí. ¡Haman! ¡Cuéceme unos ladrillos y hazme una torre! Quizás, así, pueda llegarme al dios de Moisés. Sí, creo que miente» (C. 28:38), porque se autoconsideraba un dios.

Creencias Religiosas

Según el historiador Herodoto, los egipcios de la antigüedad eran los seres más «devotos» del mundo. Sin embargo, la religión que seguían no era la de Verdad, sino una religión politeísta contumaz que no podían abandonar debido a un conservadurismo extremo.

Los egipcios de la antigüedad estaban muy influenciados por el ambiente natural en el que vivían. Las características geográficas protegían perfectamente al país de ataques desde el exterior por encontrarse rodeado de montañas, desiertos y mares por todas partes.

Una probable agresión contra Egipto se podía hacer por dos rutas y ambas eran muy fácilmente defendibles. Gracias a esos factores naturales los egipcios permanecieron aislados del resto del mundo.

Pero el paso de los siglos transformó ese aislamiento en una atroz intolerancia. De ese modo se mantuvieron extremadamente conservadores respecto de la religión y empezaron a tener una opinión contraria al perfeccionamiento y el progreso. La «religión de sus ancestros», como lo menciona frecuentemente el Corán, se convirtió en la entidad más importante de ese pueblo.

A eso se debió que el faraón y su círculo íntimo le dieran la espalda a Moisés y Aarón cuando éstos les anunciaron la religión de Verdad: «Dijeron (faraón y sus amigos): ‘¿Has venido a nosotros con objeto de apartarnos de lo que nuestros padres seguían, para que la dominación de la tierra pase a vosotros dos? ¡No tenemos fe en vosotros!'» (C. 10:78).

La devoción del antiguo Egipto se dividía en ramas, y las más importantes eran: la religión oficial del estado, las creencias populares y la creencia en la vida después de la muerte.

De acuerdo a la religión oficial del estado, el faraón era un ser sagrado. Se trataba de un reflejo sobre la tierra, de los dioses que adoraba el pueblo, y su propósito era dispensar justicia y proteger a las personas en sus vidas terrenales.

Las creencias difundidas entre la población eran extremadamente complicadas y las particularidades en discrepancia con la religión oficial quedaban supeditadas a lo que imponían los faraones. Básicamente, el pueblo creía en muchos dioses, a los que se describía en general con cabezas de animales y cuerpos humanos. También se podían encontrar tradiciones locales, es decir, creencias que diferían de región en región.

La vida después de la muerte constituía la parte más importante de la creencia egipcia, opinándose que después que el cuerpo moría el alma seguía con vida y era llevada por determinados ángeles ante Dios, quien era el Juez, mientras que otros cuarenta y dos jueces hacían de testigos. El alma era puesta en una balanza y pesada. Las más generosas o excelentes pasaban a vivir felices en un lugar hermoso, en tanto que las almas más ruines eran enviadas a un lugar donde quedaban sometidas por la eternidad a grandes tormentos por parte de una criatura extraña denominada «Comedor de Muertos».

La creencia de los egipcios en el Más Allá muestra claramente un paralelismo con la fe monoteísta y la religión de Verdad. Es menester considerar incluso que esa creencia en la otra vida prueba solamente que la religión de Verdad, es decir, el mensaje (de Dios), había llegado a la civilización del antiguo Egipto, aunque más tarde fue corrompido y el monoteísmo transformado en politeísmo. Ya se sabe que los amonestadores que llaman a las personas a Dios Uno y las convocan a ser Sus servidores obedientes, fueron enviados a Egipto de época en época, al igual que a todos los pueblos de la tierra, en uno u otro momento. Uno de esos enviados fue el profeta Yusuf (José), cuya vida se relata detalladamente en el Corán. La historia de este profeta también es muy importante porque incluye el arribo de los Hijos de Israel a Egipto así como su asentamiento allí. 

Por otra parte, en las fuentes históricas hay referencias a algunos egipcios que invitaron al pueblo a las religiones monoteístas, incluso antes de Moisés. Uno de ellos es el faraón más interesante en la historia de Egipto, es decir, Amenhotep IV.

Amenhotep IV, el Faraón Monoteísta 

En general, los faraones fueron brutales, opresores, beligerantes y despiadados. Prácticamente todos ellos adoptaron la religión politeísta del país y se autodivinizaron valiéndose de la fe en vigencia.

Pero en la historia de Egipto existe un faraón muy distinto de los demás. Defendía la fe en un solo Creador y fue muy resistido por los sacerdotes de Amón, quienes se beneficiaban –al igual que algunos soldados que los apoyaban– de la religión politeísta; finalmente fue asesinado. Dicho faraón fue Amenhotep IV, quien llegó al trono en el siglo XIV AC.

Al asumir en 1375 AC, se topó con un tradicionalismo paralizante, el cual se venía prolongando a lo largo de los siglos: hasta antes de asumir este faraón, tanto la estructura social como las relaciones del pueblo con el palacio real, no habían sufrido ningún cambio. La sociedad en su conjunto mantenía firmemente cerradas las puertas del país a todo lo que ocurría en el exterior y al tratamiento de nuevos temas o situaciones por parte de la religión. Ese conservadurismo enervante, observado también por los viajeros de la antigua Grecia, era causado por las condiciones geográficas naturales ya explicadas.

La religión oficial, impuesta sobre el pueblo por los faraones, requería una fe incondicional en todo lo pretérito y tradicional (ya corrompido). Pero Amenhotep IV no adoptó la religión oficial. Escribe el historiador Ernst Gombrich: «Él (Amenhotep IV) rompió con muchas de las costumbres, santificadas por una tradición antigua. No deseaba rendir culto a esa cantidad de dioses populares que la gente moldeaba, dándole formas extrañas. Para él había un solo dios supremo, Atón, a quien adoraba y lo representaba con la forma del sol, por lo que se cambió el nombre por el de Akhenatón, en seguimiento de su dios, y puso a su corte fuera del alcance de los sacerdotes politeístas al trasladarse al palacio que ahora se denomina El-Amarna»(34)

Después de la muerte de su padre, el joven Amenhotep IV se vio sometido a grandes presiones, porque desarrollaba una religión basada en el monoteísmo, porque modificaba o reemplazaba la religión politeísta tradicional y porque buscaba introducir cambios radicales en todos los terrenos. Pero los líderes de Tebas no le permitieron hacer conocer el mensaje de esa religión. Amenhotep IV y su gente salieron de Tebas y se establecieron en Tell-El-Amarna. Allí crearon una ciudad nueva y moderna llamada «Akh-et-aton». Es allí donde cambió el nombre que llevaba (que significa «Satisfacción de Amón») por el de Akh-en-atón (que significa «Sometido a Atón»). Amón era el nombre con el que se designaba al tótem más grande en el politeísmo egipcio. Según Amenhotep IV, Atón es «el creador de los cielos y de la tierra», con lo que lo hacía equivalente a Dios. 

Los sacerdotes, afligidos por lo que estaba sucediendo, quisieron arrebatarle el poder aprovechándose de una crisis económica del momento. Finalmente fue envenenado por los conspiradores politeístas. Los faraones que le sucedieron se cuidaron de mantener la influencia de los sacerdotes.

Después de Akhenatón, los faraones que llegaban al poder lo hacían con un gran respaldo militar y el politeísmo tradicional se expandió por todas partes, retornándose al pasado después de un considerable esfuerzo en tal sentido. Aproximadamente un siglo más tarde llegó al trono Ramsés II, quien fue en el faraón que más tiempo estuvo en el poder. Según muchos historiadores, éste fue quien atormentó a los Hijos de Israel y luchó contra Moisés(35)

La Llegada del Profeta Moisés

Los egipcios, debido a la profunda intolerancia que los envolvía, no iban a abandonar las creencias idólatras. Algunas personas les llevaron el mensaje de no adorar más que a Dios, pero el pueblo de faraón volvía siempre a sus creencias pervertidas. Por último Dios envió a ellos como mensajero (rasul) a Moisés, debido a que habían adoptado ese sistema falso, contrario a la religión de Verdad y debido a que habían esclavizado a los Hijos de Israel. Moisés recibió la instrucción con respecto a ambas cosas: invitar a los egipcios a la religión de Verdad y salvar a los Hijos de Israel de la esclavitud, mostrándoles el sendero recto. Se dice en el Corán: «Te recitamos la historia de Moisés y de Faraón, conforme a la verdad, para gente que cree. Faraón se condujo altivamente en el país y dividió a sus habitantes en clanes. Debilitaba a un grupo de ellos, degollando a sus hijos varones y dejando con vida a sus mujeres. Era de los corruptores. Quisimos agraciar a los que habían sido humillados en el país y hacer de ellos jefes, hacer de ellos herederos, darles poderío en el país y servirnos de ellos para hacer que Faraón, Haman y sus ejércitos experimentaran lo que ya recelaban» (C. 28:3-6).

Faraón quiso impedir que los Hijos de Israel se multiplicaran y para ello decidió asesinar a los niños recién nacidos. Es por eso que Dios inspiró a la madre de Moisés para que lo ponga en una cesta y lo deje en el río. Así es como entra en el palacio de Faraón. El Corán lo explica así: «Inspiramos a la madre de Moisés: ‘¡Dale de mamar y, en caso de peligro, ponlo en el río! ¡No temas por él, no estés triste! Te lo devolveremos y haremos de él un enviado’. La mujer de Faraón dijo: ‘Mi alegría y la tuya. ¡No le mates! Quizá nos sea útil o le adoptemos como hijo’. No presentían…» (C. 28:7-9).

La esposa de Faraón impidió que fuera asesinado y lo adoptó. De ese modo Moisés pasó su infancia en el palacio de Faraón. Con la ayuda de Dios, su propia madre fue a palacio para amamantarlo.

Un día, siendo ya adulto, Moisés vio que uno de los Hijos de Israel estaba siendo maltratado por un egipcio y le dio a éste un golpe a raíz del cual murió. A pesar de que estaba viviendo en el palacio de faraón y de que había sido adoptado por la reina, las personalidades de la ciudad decidieron que el castigo que merecía era la muerte. Al enterarse Moisés de ello huyó de Egipto y se fue a Madián. Después del período que pasó allí, Dios le habló directamente y le dio el rango de profeta. Le ordenó que regrese y se encuentre con faraón para hacerle conocer el mensaje de la religión de Dios.

El Palacio de Faraón

Moisés y Aarón, obedeciendo a Dios, se dirigieron al encuentro de faraón y le comunicaron el mensaje de la religión de Verdad. Le pidieron que no atormente más a los Hijos de Israel y que les permita irse de allí con ellos. Para faraón era inaceptable que Moisés, quien convivió con él en palacio durante años y quien posiblemente lo sucedería en el trono, lo enfrente así y le hable de esa manera, motivo por el cual lo acusó de ingrato.

«Dijo (faraón): ‘¿No te hemos educado. cuando eras niño, entre nosotros? ¿No has vivido durante años de tu vida entre nosotros? Desagradecido, hiciste lo que hiciste'» (C. 26:18-19).

Faraón buscaba incidir sobre los sentimientos y consciencia de Moisés. Le dio a entender que como él y su esposa lo habían criado, debía obedecerles. Además, Moisés había matado a un egipcio, lo cual tenía penas muy graves. Al intentar hacer creer que en Moisés había sentimientos de culpa, faraón buscaba también lograr el pleno apoyo de las personalidades de su sociedad.

Por otra parte, el mensaje de la religión de Verdad proclamado por Moisés minó la (postura de) superioridad de faraón y lo redujo al nivel de la gente común. Luego se revelaría que él no era un dios y además sería constreñido a obedecer a Moisés. Se encontraba en una situación difícil. Si liberaba a los Hijos de Israel, perdería una importante fuerza de trabajo, lo cual podría llevar a pasar apuros o a enfrentar una escasez en la producción de bienes.

Todo eso hizo que faraón ni siquiera escuche a Moisés e intentó burlarse de él y cambiar el tema de conversación a través de hacerle preguntas sin sentido. Al mismo tiempo buscó que se vea a Moisés y a Aarón como anarquistas y los acusó de perseguir objetivos políticos. En definitiva, ni faraón ni las personalidades dentro de su estrecho círculo íntimo, con excepción de los magos, obedecieron a Moisés y a Aarón. No siguieron la religión de Verdad que se les enseñaba. Por lo tanto Dios, en primer lugar, le envió algunas calamidades.

Las Desgracias Que Acontecieron a Faraón y a las Personas Más Cercanas a él

Faraón y los allegados a él eran gente muy arraigada en el politeísmo y la idolatría, es decir, estaban muy apegados a «la religión de sus ancestros», la que se habían propuesto seguir para siempre.

Incluso dos milagros de Moisés –la transformación del color natural de una de sus manos en blanca (como si se tratase de lepra, aunque estaba sana) y la transformación de la vara que usaba para apoyarse, en una serpiente– no fueron suficientes para apartar a faraón y sus amigos de las supersticiones que seguían. Además manifestaban abiertamente: «Dijeron (faraón y sus amigos): ‘Sea cual sea el signo que nos traigas para hechizarnos con él, no te creeremos'» (C. 7:132)

Debido a esa conducta Dios les envió una serie de calamidades, como «milagros diferentes», para que sufran el tormento en este mundo, antes que padezcan el tormento eterno en el otro. El primero de ellos fue la sequía y la escasez de granos. Dice el Corán: «Infligimos a Faraón años (de sequía) y escasez de frutos. Quizás, así, se dejaran amonestar» (C. 7:130)

El sistema agrícola egipcio dependía de las aguas del Nilo, debido a lo cual no se veía afectado por otros cambios en las condiciones naturales. Pero les sobrevino un desastre inesperado debido a que rechazaron al profeta de Dios. Lo más probable es que, por diversas razones, bajaran mucho el nivel del río y los canales de irrigación se quedaran sin agua suficiente para las áreas bajo cultivo. Y el calor extremo hizo que la siembra se seque. La desgracia cayó sobre faraón y su grupo de íntimos cuando menos la esperaban, lo cual produjo la consternación del gobernante, pues tenía por costumbre decir a su pueblo: «…’¡Pueblo! ¿No es mío el dominio de Egipto, con estos ríos que fluyen a mis pies? ¿Es que no veis?» (C. 43:51)

Sin embargo, en vez de «prestar atención», rehusó creer, como relatan los versículos coránicos. Faraón y sus amigos sostuvieron que lo que sucedía se debía a la mala suerte que les trajeron Moisés y los Hijos de Israel, de lo cual estaban convencidos debido a las supersticiones y a la religión de sus ancestros. Prefirieron sufrir la zozobra de lo que les acontecía con la esperanza de que vendrían tiempos mejores. Pero lo que les estaba sucediendo era recién el comienzo. Dios les envió otras desgracias, como lo describe el Corán: «Enviamos contra ellos la inundación, las langostas, los piojos, las ranas y la sangre, signos inteligibles. Pero fueron altivos, eran gente pecadora.» (C. 7:133)

Esos mismos desastres están descritos también en el Antiguo Testamento, en concordancia con lo que dice el Corán.

«… hubo sangre en todo el país de Egipto» (Exodo 7:21). «Si te niegas a dejarle partir, infestaré de ranas todo tu país. El río bullirá de ranas, que subirán y entrarán en tu casa, en tu dormitorio y en tu lecho, en las casas de tus servidores y en tu pueblo, en tus hornos y en tus artesas» (Exodo 7:27-28). ‘»Dijo Yahvéh a Moisés: »Di a Aarón: ‘Extiende tu cayado y golpea el polvo de la tierra que se convertirá en piojos sobre todo el país de Egipto’ » «‘ (Exodo 8:12). «La langosta invadió todo el país de Egipto, y se posó en el territorio egipcio, en cantidad tan grande como nunca había habido antes tal plaga de langosta ni la habrá después» (Exodo 10:14). «Dijeron los magos a Faraón: ‘¡El dedo de Dios está aquí!’ Pero el corazón de faraón se endureció, y no les escuchó, como había dicho Yahvéh.» (Exodo. 8:15)

A faraón y sus colaboradores cercanos les acontecieron desastres horrorosos, algunos de ellos causados por los objetos que el pueblo idólatra adoraba. Por ejemplo, tenían por sagrados el Nilo y las ranas, a los que habían divinizados. Mientras esperaban que sus «dioses» los ayuden y orienten, Dios los castigó por medio de esas «deidades», de modo que pudiesen ver el error en el que estaban y pagaran por las injusticias cometidas.

Según algunos intérpretes del Antiguo Testamento, la «sangre» era la transformación del Nilo en ese elemento. De acuerdo a otra interpretación el color rojo que tomó el Nilo se debió a un tipo de bacteria. También están los que consideran que se trata de una expresión metafórica.

Para los egipcios de entonces el Nilo era la principal fuente de vida. Cualquier daño que se le hiciera a esa fuente podía significar la muerte de todo Egipto. Si la bacteria había cubierto el río tan completamente como para volverlo de color rojo, todo lo viviente que usaba esa agua debería haber sido infectado por la misma.

Explicaciones recientes de esa coloración roja señalan como sus causantes a los protozoarios, al zooplancton, a las florescencias algáceas de agua salada y dulce (fitoplancton) y a los dinoflagelados. Todas esas distintas florescencias –de plantas, hongos o protozoos– quita oxígeno al agua y produce toxinas nocivas para los peces y las ranas.

Patricia A. Tester, del Servicio de Pescadores de la Marina Nacional, al citar el relato del Exodo que aparece en la Biblia, advirtió que de las aproximadamente cinco mil especies de fitoplancton conocidas, menos de cincuenta son tóxicas y pueden ser peligrosas para la vida acuática. En la misma publicación, Ewen C. D. Todd, de la Sanidad Canadiense, se refiere a los datos históricos y prehistóricos y cita unas dos docenas de ejemplos de fitoplanctons específicos que producen diversos principios de epidemias en el mundo. W. W. Carmichael e I. R. Falconer hicieron una lista de enfermedades asociadas con el alga verde-azul de agua dulce. El ecólogo de medios acuíferos Joann M. Burkholder de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, descubrió un dinoflagelado –Pfiesteria piscimorte (encontrado en las aguas del estuario)– que es capaz de asesinar peces, como lo denota su nombre(36)

Parece que este tipo de encadenamiento de desastres ocurrió en la época de faraón. De acuerdo con el escenario planteado, los peces también murieron cuando se contaminó el Nilo y los egipcios quedaron privados de una importante fuente de nutrientes. Al desaparecer los peces carroñeros, las ranas pudieron alimentarse libremente tanto en distintas fuentes como en el río, sobrepoblándolo. Eventualmente, se escaparon del ambiente anóxico, tóxico y putrefacto, dirigiéndose a tierra firme, donde iban a morirse y descomponerse al igual que los peces. De ese modo el Nilo y las tierras adyacentes se volvieron fétidas y resultaba peligroso beber el agua o bañarse en ella. Además, la extinción de las ranas provocó que insectos como las langostas y los piojos se reprodujeran excesivamente.

En definitiva, ni los desastres y efectos acontecidos hicieron que faraón y su pueblo se volviesen a Dios y le prestasen la atención debida. Por el contrario, mantuvieron la actitud arrogante.

Faraón y sus colaboradores más cercanos eran tan hipócritas, que pensaron que podían engañar a Moisés, y en consecuencia a Dios. Cuando el horrendo castigo se les vino encima, llamaron de nuevo a Moisés para que los salve.

«Y, cuando cayó el castigo sobre ellos, dijeron: ‘¡Moisés! Ruega a tu Señor por nosotros en virtud de la alianza que ha concertado contigo. Si apartas el castigo de nosotros, creeremos, ciertamente, en ti y dejaremos que los Hijos de Israel partan contigo’. Pero, cuando retiramos el castigo hasta que se cumpliera el plazo que debían observar, he aquí que quebrantaron su promesa» (C. 7:134-135)

El Exodo de Egipto

Como una forma de advertirles sobre su conducta, Dios explicó a faraón y a su círculo de amigos íntimos, a través de Moisés, el comportamiento que debían seguir. Pero en respuesta a esa advertencia se rebelaron y lo acusaron al profeta de mentiroso y poseído. Entonces Dios les preparó un fin humillante y reveló a Moisés lo que iba a suceder.

«E inspiramos a Moisés: ‘¡Parte de noche con Mis siervos! ¡Seréis perseguidos!’. Faraón envió a las ciudades a gente que convocaran (a personas de guerra): ‘Son una banda insignificante y, ciertamente, nos han irritado. Nosotros, en cambio, somos todo un ejército y estamos bien prevenidos’. Les expulsamos de sus jardines y fuentes, de sus tesoros y suntuosas residencias. Así fue, y se lo dimos en herencia a los Hijos de Israel. A la salida del sol, les persiguieron (los egipcios a quienes iban con Moisés). Cuando los dos grupos se divisaron, dijeron los compañeros de Moisés: ‘¡Nos han alcanzado!'» (C. 26:52-61)

En esas circunstancias, cuando los Hijos de Israel pensaban que estaban atrapados, y los hombres de faraón consideraban que ya los tenían cercados, Moisés, que nunca perdió la fe en la ayuda de Dios, dijo: «¡No! ¡Mi Señor está conmigo! ¡Él me dirigirá!» (C. 26:62).

En ese momento Dios salvó a Moisés y a los Hijos de Israel por medio de separar el mar. Faraón y su gente se ahogaron en las aguas que se volvieron a juntar sobre ellos después que los Hijos de Israel cruzaron el mar y se habían puesto a salvo.

«E inspiramos a Moisés: ‘¡Golpea el mar con tu vara!’. El mar, entonces, se partió, y cada parte era como una imponente montaña. Hicimos que los otros se acercaran allá y salvamos a Moisés y a todos los que con él estaban. Luego, anegamos a los otros. Ciertamente, hay en ello un signo, pero la mayoría no creen. ¡Sí, tu Señor es el Poderoso, el Misericordioso!» (C. 26:63-68)

La vara o bastón de Moisés tenía cualidades maravillosas. En su primera revelación Dios la había convertido en una serpiente, la cual devoró los encantamientos realizados por los magos de faraón. Después Moisés separó las aguas del mar con esa vara. Este fue uno de los principales milagros concedido al profeta Moisés.

El Incidente de la Separación de las Aguas, ¿Tuvo Lugar en las Costas Mediterráneas de Egipto o en el Mar Rojo?

No existe acuerdo respecto del lugar donde Moisés separó las aguas. Como en el Corán no se dan detalles en tal sentido, no podemos estar seguros de la corrección de los puntos de vista en la materia. Algunas fuentes indican las costas mediterráneas de Egipto como el lugar donde ocurrió el evento. Se dice en la Enciclopedia Judaica: «La opinión mayoritaria identifica el Mar Rojo del Exodo con una de las lagunas próxima a la costa del Mar Mediterráneo»(37)

David Ben Gurión dijo que el hecho pudo haber ocurrido lugar durante el reinado de Ramsés II, posiblemente después de la derrota de Kadesh. En el Libro del Exodo en el Antiguo Testamento, se dice que el evento sucedió en Migdol y Baal-Sefón, ubicados en el norte del delta.(38)

En las traducciones del Libro del Exodo del Antiguo Testamento se dice que faraón y sus hombres fueron ahogados en el Mar Rojo. Pero según los que sostienen ese punto de vista, la palabra traducida como «El Mar Rojo», en realidad significa «El Mar de los Juncos». En muchas fuentes se identifica la palabra como «Mar Rojo» y se la usa para esa ubicación. Sin embargo, la denominación «Mar de los Juncos» se usa para referirse a las costas mediterráneas de Egipto. Al mencionarse en el Antiguo Testamento la ruta recorrida por Moisés y quienes lo seguían, se mencionan Migdol y Baal Sefón, localidades ubicadas al norte del delta del Nilo, en las costas egipcias. Por inferencia, la mención de «El Mar de los Juncos» aporta la posibilidad de que el acontecimiento haya tenido lugar en las costas mediterráneas porque en esa región, de acuerdo con el sentido del nombre, se multiplican los juncos gracias a las inundaciones del delta.

Faraón y sus Hombres Se Ahogaron en el Mar

El Corán nos informa acerca de los aspectos más importantes de la división del Mar Rojo. Según ese relato, Moisés se preparó para partir de Egipto con los Hijos de Israel, y así lo hicieron. Sin embargo, faraón no podía aceptar que se fueran si su permiso, debido a lo cual los persiguió con sus soldados «con espíritu de rebeldía» (C. 10:90), alcanzándolos a orillas del mar. Algunos de los Hijos de Israel, al observar esto, empezaron a lamentarse. Según el Antiguo Testamento dijeron a Moisés: «…Porque mejor nos es servir a los egipcios (es decir, seguir siendo esclavos) que morir en el desierto» (Exodo 14:12). Esta debilidad de la comunidad de Moisés también se describe en el Corán: «Cuando los dos grupos se divisaron, dijeron los compañeros de Moisés: ‘¡Nos han alcanzado!'» (C. 26:61)

En realidad, esta no fue ni la primera ni la última vez que los Hijos de Israel exhibían tal comportamiento, por medio del cual mostraban que para nada eran obedientes. La comunidad se había quejado antes a Moisés diciéndole: «Hemos sufrido antes de que tú vinieras a nosotros y luego de haber venido…» (C. 7:129). Contrariamente a la conducta vacilante de su gente, Moisés expresaba una confianza plena en todo lo que hacía pues tenía una profunda fe en Dios. Desde que empezó su misión tuvo la promesa de Dios de que le ayudaría y lo respaldaría: «Dijo: ‘¡No temáis! Yo estoy con vosotros, oyendo y viendo» (C. 20:46)

Cuando Moisés se encontró por primera vez con los magos de faraón «temió en sus adentros» (C. 20:67). Entonces Dios le reveló que ya no temería y que finalmente se impondría, como lo expresa el versículo 20:68. De ese modo Dios educó a Moisés, quien adquirió una enseñanza completa de Sus caminos. En consecuencia, cuando algunos de los suyos temían que los soldados de faraón les dieran alcance, dijo: «¡No! ¡Mi Señor está conmigo, Él me dirigirá!» (C. 26:62)

Dios reveló a Moisés que debía golpear el mar con su vara. Al hacerlo, «El mar entonces, se partió y cada parte era como una imponente montaña» (C. 26:63). Faraón, al ver tal milagro, debería haber comprendido que estaba en presencia de algo extraordinario y de la intervención Divina. El mar se separó para (permitir el paso) del pueblo que faraón quería destruir. Pero nada garantizaba que no se uniese de nuevo apenas lo cruzasen. No obstante, faraón y su ejército se lanzaron tras los Hijos de Israel, por lo que lo más probable es que hayan perdido la cordura debido a su «espíritu de rebeldía», incapaces de comprender la naturaleza milagrosa de esa situación.

El Corán describe los últimos momentos de faraón: «…’¡Sí, creo que no hay más dios que Aquel en Quien los Hijos de Israel creen!; y soy de los que someten a Él'» (C. 10:90)

Aquí es posible ver otro milagro de Moisés: «Moisés dijo: ‘¡Señor! Tú has dado a Faraón y a sus dignatarios lujos y bienes en la vida de acá para terminar, ¡Señor!, extraviando a otros de Tu camino. ¡Señor! Borra sus bienes y endurece sus corazones a fin de que no crean hasta que vean el castigo doloroso!’. Dijo (el Señor): ‘Vuestra plegaria ha sido escuchada. ¡Id los dos por la vía recta y no sigáis el camino de los que no saben!'» (C. 10-88-89)

De estos versículos se comprende claramente que Moisés fue informado que faraón creería en Dios en el momento en que enfrentara el doloroso castigo. Efectivamente, faraón dijo que creía en Dios cuando las aguas empezaron a cubrirlo. Sin embargo, resultaba evidente que esa actitud (de reconocimiento de Dios) era falsa, no sincera. Lo más probable es que dijera lo que dijo buscando salvarse de la muerte segura que se le venía encima.

Pero la aceptación de la fe en los últimos momentos y el pedido de perdón no fue tenido en cuenta por Dios. Faraón y su ejército no podían salvarse de morir ahogados.

(Responde Dios al pedido de faraón): «‘¿Ahora (lo pides)? ¿Después de haber desobedecido y de haber sido de los corruptores? Esto no obstante, hoy te salvaremos en cuanto al cuerpo a fin de que sea signo para los que te sucedan’. Son muchos, en verdad, los hombres que no se preocupan de Nuestros signos…» (C. 10:91-92)

También se nos hace saber que faraón y sus hombres recibieron el castigo que les correspondía. Puesto que los soldados de faraón tenían «espíritu de rebeldía» (C. 10:90), eran «pecadores» (C. 28:8), «impíos» (C. 28:40) y como «Creían que no iban a ser devueltos a Nosotros» (C. 28:39) –al igual que faraón–, tenían bien merecido el castigo. Es por eso que Dios se apoderó de faraón y sus huestes y los precipitó en el mar, como expresa el Corán en 40:40.

Es así como Dios, debido a que rechazaron Sus signos, no prestaron atención a los mismos y Le desmintieron, les retribuyó puntualmente ahogándoles en el mar, como también lo indica el Corán en 7:136

Dios describe en el Corán en 7:137 todo lo que sucedió después de la muerte de faraón.

http://www.nurelislam.com/faraon.htm

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