El obispo más violento de Colombia puede acabar de santo

Monseñor Miguel Ángel Builes forma parte de la lista de ocho sacerdotes y tres monjas colombianos que hacen cola en el Vaticano para lograr la canonización.

Para Monseñor Builes, obispo de Santa Rosa de Osos, resultaba aberrante que las mujeres llevaran pantalones, montaran a caballo y usaran minifalda.
Eran demoníacos los carnavales, los reinados, los boleros de Daniel Santos y el mambo de Pérez Prado.

El cine no era más que “uno de los medios más eficaces de dañar las almas si no se le pone cortapisa” y la radio sólo era uno de los tantos vasos comunicantes de Satán.
 Los bailes fomentaban la fornicación y el bambuco “era un invento pagano”.
Era pecado estar a la moda, leer el Tiempo, y sobre todo ser liberal.
Sus convicciones las volvía manual de comportamiento público desde el púlpito.
 Su fanatismo religioso con frases como “un campesino colombiano debe ser un soldado de Dios encargado de combatir el ateísmo liberal” o “Los obispos que no defenestran desde el púlpito la apostasía roja no son más que unos perros echados” con la que polarizó aún más la violencia bipartidista que azotó el país entre los años 1946 y 1964 y que dejó más de 200 mil muertos, parece terminará premiado cincuenta años después en el Vaticano con su eventual canonización.
La iniciativa de elevarlo a la santificación provino de la Hermana Nora de Jesús Gómez Vargas, teóloga de la congregación de Hermanas Misioneras de Santa Teresita de Jesús, fundada por el propio Builes quien también creo las Misiones extranjeras de Yarumales, una sólida orden religiosa con presencia en muchos países del mundo especialmente en Africa.
 Lo postularon ya hace treinta años en un proceso que arrancó vigoroso pero que languideció cuando no lograron demostrar fácticamente el milagro que necesitaban para que ascendiera a la condición de beato. Su vida de cruzado entregada desde los años 40 y 50 a la lucha por la prevalencia del catolicismo sobre apostasías como el liberalismo, el progreso, el protestantismo, los derechos de las mujeres o el comunismo con epicentro en el Norte de Antioquia, tuvo como recompensa la declaratoria de Siervo de Dios. Se le premiaron las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), las cardinales (fortaleza, prudencia, templanza y justicia) y el desprendimiento de cualquier deseo carnal.
La postulación llegó a Roma respaldada por una delegación de coterráneos defensores de la vida y obra de Miguel Angel Builes. Los feligreses dieron fe de sus horas de sueño sobre un duro catre, la austeridad con que se movía sin apoyo alguno y los largos ayunos de pan y agua así como la generosidad con la que mantenía las puertas de la casa cural abierta para los más necesitados: era el obispo de los más pobres.
Después de más de una década en la que poco o nada se oyó de monseñor en Roma, las Hermanas Misioneras de Santa Teresita de Jesús de la sede de Medellin retomaron el tema. Decididas a sacar adelante su propósito conformaron una delegación de notables compuesta por José Alberto Ossa Soto, actual obispo de Santa Rosa, el presbítero José del Rosario Jiménez Rangel, la Reverenda Madre Julia Matilde Pérez Arango para retomar el mensaje y llevarlo con más ahínco a Roma. Los despidieron el 16 de octubre del 2013 con un gran acto en el auditorio Pablo Tobón Uribe presidido por la imagen de monseñor Builes y colmado de feligreses con estampitas del Siervo de Dios. El evento fue la ocasión para presentar un nuevo libro de mil páginas sobre su vida y obra que sería el sustento de la solicitud con la que la delegación tocaría las puertas de los ocho sabios que tienen en sus manos las canonizaciones en el Vaticano. Llegaron a Roma en enero del 2014 y después de un año de estudio confían en que las buenas noticias llegarán en cualquier momento.
Su condición de Siervo de Dios es el primer peldaño de un recorrido que tiene, según la ultima actualización de normas de 1901, tres pasos. Le sigue la declaratoria de Beato para la cual sus postulantes deberán probar algún milagro. Los milagros siempre están relacionados con la vida y la muerte,razón por la cual en el vaticano hay un comité de médicos y teólogos encargado de valorarlos. Un segundo milagro es la condición para la canonización definitiva, tal como ocurrió con la Madre Laura a quien le fue aceptado la curación del médico Carlos Eduardo Restrepo ocurrida hace ocho años.
El escenario del Vaticano ha cambiado en un punto a favor de la pretensión de los colombianos: la llegada del embajador Gullermo Leon Escobar. Este Sociólogo nacido en Armenia, con un PHD en Filosofía y letras de la universidad de Bonn y teólogo de la Universidad Pontificia de Medellín, es un curtido diplomático conservador, conocedor de los intríngulis de la santa sede, quien ya representó a Colombia en el Vaticano durante los gobiernos de Andrés Pastrana y Alvaro Uribe, periodo durante el cual, y gracias quizás a la cercanía con Juan Pablo II, le imprimió ritmo a la canonización de la madre Laura Montoya y la de los otros doce colombianos que junto a Builes hacen cola en el Vaticano.
Se trata de siete sacerdotes colombianos beatificados por Juan Pablo II el 25 de octubre de 1992 junto a otros 71 mártires de la Orden de los Hermanos Hospitalarios quienes fueron unos de los 4.100 sacerdotes seculares, 2.300 religiosos y 283 monjas asesinados en los tres años que duró la Guerra Civil Española. Los colombianos Juan Bautista Velásquez , 1909 Jardín Antioquia; Eugenio Ramírez Salazar, 19131 Ceja, Antioquia; Arturo Ayala Niño, 1909 Paipa Boyacá; Fray Melquíades Ramírez , 1909 en Sonson Antioquia; Esteban Maya Gutiérrez nacido en 1907 en Pácora, Caldas; Gaspar Páez nacido en 1913 en la Unión, Huila y Rubén de Jesús López nacido en 1908 en Concepción, Antioquia, habían llegado a Ciempozuelos, una localidad a treinta kilómetros de Madrid, a trabajar en un manicomio en 1935. Un año después, cuando estalla la guerra civil, un escuadrón comunista los detiene y los lleva a una cárcel en Madrid. Las gestiones del embajador de Colombia permiten la excarcelación de los siete religiosos y los remite en tren a Barcelona para que tomen un barco de regreso al país, con tan mala suerte que en mitad del trayecto son detenidos por agentes de la FAI (Federación Anarquista Española) y sin juicio previo son fusilados en el año 1936.
Una, monja Gabriela de San Martin, nacida en Firavitoba Boyacá está en busca de alcanzar el segundo paso hacia la canonización. La religiosa perteneció a la orden de las Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Sena. La madre Gabriela dedicó su vida a la educación y a trabajar por el noviciado para enriquecer la orden en Colombia. Las hermanas de la comunidad están empeñadas en avanzar y el pasado mes de abril la hermana Sor Clara Emilia Vásquez Pinzón viajó a Roma a entregar los documentos que sustentan tres de los milagros que se le atribuyen Gabriela de San Martin con la esperanza de que pasen la prueba en el Vaticano.
Otra religiosa Maria Brenice, fundadora de la Congregación Religiosa Hermanitas de la Anunciación, ha comenzadpo a recorrer el camino a la santidad. Buena parte de su vida la pasó en Salamina, Caldas, donde su papá era un poderoso terrateniente pero concluyó su trabajo humanitario en Medellin donde murió en 1993.
Pero sin duda quien más opcionado en este competido camino hacia la canonización en la iglesia está es el Beato Mariano de Jesús Euse Hoyos,nacido en Angostura, también en el norte de Antioquia. El 3 de marzo de 1990 Juan Pablo II lo nombró patrono de la paz para Colombia, así que el esfuerzo del embajador Guillermo Leon Escobar será canalizar el impulso que le dio el Papa porque sin duda el popular Marianito sería el mejor compañero de la madre Laura en el santoral colombiano.

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