Con «angustia» y «tristeza» muchos argentinos observan la crisis en Grecia debido a sus similitudes con el colapso económico que vivió su propio país en 2001 y las penurias que sufrieron con el «corralito».
Lo que le pasa hoy a los griegos «es triste y trae a la memoria momentos muy tensos, muy indeseables para cualquiera», dijo a Sputnik Nóvosti el empresario Edgardo Minassian, propietario de la concesionaria de automóviles Minassian Motor, de Buenos Aires.
Se denominó «corralito» en el país sudamericano a la restricción impuesta por el gobierno a la libre disposición de efectivo en cuentas corrientes, cajas de ahorro y plazos fijos para frenar, en medio de una creciente crisis económica, una fuga masiva de depósitos y el colapso del sistema bancario.
Ahora, tras el fracaso de las negociaciones con la denominada «troika» del Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional, el Gobierno de Grecia ordenó un control de capitales similar.
Las imágenes este lunes de los griegos haciendo fila a la puerta de los bancos trajeron ingratas memorias a muchos argentinos.
«Yo recuerdo que todos los bancos vallaron sus vidrieras. No encontrabas un banco en el que pudieras ver hacia adentro. Todos tenían vallas metálicas o de madera, porque lógicamente la gente perdió los cabales y se pasaba muchas horas haciendo cola para que le devolvieran el dinero», contó Minassian.
El empresario, para quien lo que ocurre en Grecia es «casi un calco» de la experiencia argentina, vivió momentos muy duros pues, ante la falta de efectivo, no pudo concretar ninguna venta durante meses, y se vio obligado a reestructurar su negocio, reduciendo el personal y revaluando los gastos.»No se hacía ninguna venta. Ni siquiera venía gente al taller a comprar un filtro», recordó.
Por su parte, Guillermo Gilles, hoy gerente de ventas de la empresa de telecomunicaciones BDS TV y quien en 2001 tenía una fábrica de equipos electrónicos para televisión, sostuvo que en Grecia se repitieron «las mismas malas políticas económicas y financieras» que afectaron a Argentina.
«Lo vemos con bastante angustia por la gente que sufre, el pueblo griego, que fue víctima de malas disciplinas económicas», dijo Gilles a Sputnik Nóvosti, y contó cómo en 2001 se vio obligado a reducir su propio sueldo y el de sus empleados cuando su fábrica recibió el impacto del «corralito».
«Fue desastroso. Tuvimos que insistir con los clientes para que nos compraran. Lo poco que podíamos vender lo íbamos administrando de manera rigurosa, como en una guerra», añadió.
Los dos empresarios coincidieron en que la experiencia de 2001 marcó por muchas generaciones a la sociedad argentina.
Minassian constató desde entonces «un quiebre en la conciencia y en la responsabilidad» de los argentinos frente a sus propias deudas personales.
«La gente, viendo el atropello que hizo el Estado, también tomó la misma actitud: no respondió a sus compromisos» con bancos, empresas u otras personas, sostuvo.
Por su parte, Gilles observa un permanente recelo y descreimiento de la población hacia las entidades bancarias.
«La gente ahora mantiene relaciones con los bancos solo cuando realmente lo necesita. Hay muchos ahorros que están guardados en casas. La gente ya sabe que los bancos la robaron una vez. Va a tener que pasar una nueva generación para que regrese la confianza», afirmó.
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