Decía Carl Sagan que «somos polvo de estrellas» porque todos los elementos químicos más pesados que el helio, como el carbono o el oxígeno de nuestro cuerpo, se formaron en el interior de estrellas que estallaron como supernovas y que los repartieron dentro de nuestra galaxia como polvo interestelar. El Observatorio Espacial Herschel, de la Agencia Europea del Espacio (ESA), ha estudiado el polvo interestelar producido por la supernova 1987A (que explotó en la Gran Nube de Magallanes (LMC), una galaxia satélite de nuestra Vía Láctea). Esta estrella emitió una inmensa cantidad de polvo interestelar, entre 0,4 y 0,7 masas solares, y sigue inyectando en la LMC unos 0,001 masas solares al año. Extrapolando este resultado a otras supernovas de tipo II, en LMC ocurre una cada 300 años, se observa que gran parte del polvo que contiene esta galaxia satélite de la Vía Láctea pudo tener su origen en explosiones de supernovas. En nuestra galaxia, donde se producen unas dos supernovas por siglo, se estima que las supernovas de tipo II producen una inyección de polvo interestelar de 0,01 masas solares al año, demasiado poco para explicar todo el polvo observado en nuestra galaxia, aunque suficiente para explicar una parte substancial del mismo. Nos lo ha contado Christopher F. McKee, «Astronomy: Let There Be Dust,» Perspective, Science 333: 1227-1228, 2 September 2011, que se hace eco del artículo técnico de M. Matsuura et al., «Herschel Detects a Massive Dust Reservoir in Supernova 1987A,» Science 333: 1258-1261, 2 September 2011.
La explosión de la supernova 1987A el 23 de febrero de 1987 fue todo un hito histórico. Era la supernova más cercana observada en la Vía Láctea y la primera oportunidad para que los astrónomos modernos pudieran ver de cerca una supernova de tipo II. El 23 de agosto de 2011 se ha observado una joven estrella a punto de explotar como supernova de tipo Ia, PTF 11kly, en la galaxia espiral Messier 101 (M101, NGC 5457 o galaxia del Molinete), a solo 25 millones de años luz (8 megaparsecs) en la constelación de la Osa Mayor; esta nueva supernova será la más cercana a nosotros desde que se observó a 1987A, que se encuentra a 168.000 años luz (51,4 kiloparsecs). La nueva supernova, por primera vez, está siendo observada justo antes del momento álgido de la explosión, que será el próximo 7 de septiembre. De hecho, el 27 de agosto el Telescopio Espacial Hubble observó a PTF 11kly y obtuvo su espectro ultravioleta. Sin lugar a dudas, esta supernova será la noticia estrella de la semana que viene.
Volviendo a la noticia objeto de esta entrada, la estrella progenitora de la supernova 1987A, la supergigante azul Sanduleak -69° 202, se estima que tenía una masa de entre 18 y 22 masas solares. Gran parte de esta masa fue eyectada por la estrella antes de explotar como supernova (la eyección se inició unos 20 000 años antes de la explosión). En la actualidad se observa un precioso anillo en expansión debido a la onda de choque producida por la explosión cuya masa se estima en solo unos 0,06 masas solares. Este anillo presenta puntos brillantes, cual perlas en un collar, cuya explicación todavía no se conoce.
Herschel observó a SN 1987A el 30 de abril y el 5 de agosto de 2010 utilizando dos de sus instrumentos (PACS y SPIRE) en cinco bandas espectrales. SN 1987 A se encuentra en una región en la que hay poco polvo interestelar. Se estima que su estrella progenitoria eyectó unas 8 masas solares durante su fase de supergigante azul anterior a la explosión como supernova. La composición de dicho polvo interestelar no corresponde al observado por Herschel, por lo que se cree que ha observado en su lugar solo el polvo emitido tras la explosión. Las estimaciones dependen del modelo teórico utilizado pero indican que la supernova eyectó entre 0,4 y 0,7 masas solares de polvo en la explosión. Esta cantidad es suficiente para explicar la cantidad de polvo observado en LMC (donde ocurre una supernova de tipo II cada 300 años). Aplicando esta estimación al polvo observado en las galaxias con alto corrimiento al rojo, se observa que la cantidad observada es suficiente para explicar gran parte del mismo. Por ello, se confirma que las supernovas parecen ser la contribución más importante al «polvo de estrellas» observado en las galaxias. El «polvo de estrellas» del que tú y yo estamos hechos.
El Observatorio Espacial Herschel estudia el «polvo de estrellas» generado por la supernova 1987A