Los extraterrestres de Vega provienen de un planeta cuyo
nombre, traducido fonéticamente, equivale en nuestro lenguaje
a «Silxtra».
Según sus propias palabras, evidentemente se
encuentra muy lejos, por más que, para ellos, la distan-
cia no tenga ninguna importancia, puesto que el espíritu
viaja en el espíritu. La velocidad de un pensamiento es
más veloz que un rayo de luz.
Son seres humanos aproximadamente iguales a los
habitantes de la Tierra, tanto a nivel morfológico como
biológico, aunque por lo general sean más altos.
El universo al que pertenece su galaxia es el mismo
que el nuestro y la galaxia en la que se mueve su sistema
solar es la nuestra.
Finalmente, su sistema solar está compuesto por los
mismos elementos que el nuestro.
El planeta del que provienen, en cuanto a su volu-
men, es veinte veces mayor que la Tierra y sólo posee
tres enormes continentes cuya superficie total es igual a
la superficie del mar que los rodea. En la superficie de
esos continentes hay mares interiores, a veces tan gran-
des como nuestro océano Pacífico.
En cuanto al clima general de dicho planeta, se man-
tiene y se controla mediante rotaciones artificiales de la
masa planetaria.
Tales rotaciones artificiales se deben a técnicas asom-
brosas que emanan de una ciencia tal que nuestros más
egregios científicos no podrían hacerse una idea.
Por lo mismo, gracias al clima controlado que reina
en el planeta, la fauna aérea, terrestre y acuática es muy
vanada, como abundantísima es la flora que crece en él.
¿Cuál es en la actualidad el sistema social de los seres
que viven en dicho planeta?
Ese régimen social se funda en:
1) El empleo prudente y racional de los valores hu-
manos de cada individuo, que se halla en perpetua evolu-
ción, en beneficio de todo el cuerpo social que le devuel-
ve el céntuplo del fruto dado en su servicio.
2) La ausencia total de la noción de dinero.
3) La ausencia total de partidos políticos.
4) La ausencia total de religión en el sentido que no-
sotros, los habitantes de la Tierra, lo entendemos. Por-
que existe una «creencia» general (el término «creencia»
no tiene ninguna común analogía con el concepto de
creencia que anima el espíritu religioso de los terrícolas)
en el mismo interior de cada individuo que, silenciosa-
mente, venera a la Energía suprema. En su concepto de
«creencia» interior, no estaría bien visto dar un nombre
a dicha Energía suprema, cuyas beneficiosas vibraciones
sienten íntimamente y retransmiten de inmediato a su
alrededor en la vida de cada día.
Tales seres son telepáticos y sus facultades psíquicas
naturales están puestas en gran parte a disposición de la
ciencia.
Sus ciencias se basan en la investigación, la apropia-
ción, el tratamiento y el uso racional de los elementos de
la naturaleza, sin utilizar elementos contaminantes. No
hay necesidad de prohibir tales medios. En ese planeta,
cada individuo tiene como principio absoluto el más
hondo respeto a la vida humana y a todo cuanto vive en
el mundo y fuera de él.
Sus ciencias tienen como ejes esenciales la electrici-
dad, el magnetismo, la electrostática, los ultrasonidos,
los infrasonidos y varios miles de ondas que han descu-
bierto. Utilizan estas ondas para el progreso de la ciencia
al servicio del bienestar de la especie humana a la que
ellos pertenecen.
No hay nada que les sea relativamente imposible en
el plano científico, porque han sabido utilizar su mente
y su inteligencia en un sentido positivo, es decir, de
acuerdo con las leyes universales que rigen a toda la
Creación.
Su conocimiento interior les ha dado la capacidad de
modificar muy sensiblemente la duración de su vida fí-
sica. Entre ellos, la duración de la vida de un individuo es
de dos mil ochocientos años, a saber, dos mil ochocientos
años de los nuestros. Tal longevidad se debe a un procedi-
miento natural de regeneración celular espontánea que
estabiliza las vibraciones vitales de las células hasta la
edad de dos mil cuatrocientos años sin envejecimiento ni
enfermedad hereditaria, preservando en cada individuo
el equivalente de la salud y de la fuerza física de nuestros
mejores atletas. Tal procedimiento ha eliminado cual-
quier tara hereditaria, suprimiendo también las enferme-
dades y las malformaciones congénitas.
En el plano afectivo, para ellos sólo cuenta priori-
tariamente el Amor. El Amor hacia todo ser vivo, el
Amor a todo cuanto vive, el Amor entre los pueblos de
los distintos planetas habitados que han descubierto.
Sus técnicas les han dado la capacidad de convertirse
en grandes viajeros cósmicos, moviéndose en los espa-
cios galácticos e intergalácticos a la velocidad de la luz
multiplicada por veintiocho.
Veamos ahora cuáles son los objetivos de dichos
viajes. Pertenecen al orden de:
1) Descubrimientos de toda índole, incluidos tam-
bién los científicos, en los universos limítrofes del suyo,
con el fin de perfeccionar sus conocimientos.
2) Salvar las vidas humanas de los mundos en peli-
gro que encuentran a su paso.
3) Educar a los seres en vistas a su desarrollo, ayu-
darlos espiritual y técnicamente.
4) Vigilar y proteger las civilizaciones que hayan
perdido toda sabiduría y que hayan desencadenado en
su planeta procesos, a veces irreversibles, de autodestruc-
ción, propios de las civilizaciones que han evolucionado
al margen de las leyes que rigen el universo.
5) Propagar su saber con la finalidad de armonizar
galáctica e intergalácticamente las distintas especies hu-
manas, armonización concebida por el Gran Constructor
de todas las cosas.
Frente a todos esos aspectos de su evolución, presen-
tamos la imagen, más bien, de una cultura subdesarro-
llada; ellos conocen el valor nocivo de las fuerzas psí-
quicas, a menudo insospechadas, que llenan nuestro ce-
rebro y con las que creamos, muy a pesar nuestro,
autenticas catástrofes. Y todo porque no sabemos o no
queremos controlar las frecuencias vibratorias de nues-
tro pensamiento. En efecto, el pensamiento puede mo-
dificar la materia.
En nuestro sector del universo, tales seres no hacen
más que esperarnos, a nosotros y a otros raros planetas
poseídos por vibraciones tan dañinas como las nuestras,
para que vayamos al encuentro de la gran reunifícación
del pensamiento que se está preparando a nivel galáctico.
Se sienten anonadados al comprobar hasta qué punto
hemos detenido nuestra evolución tras una de nuestras
primeras guerras nucleares. Esas mismas guerras destru-
yeron el décimo planeta de nuestro sistema solar.
Querrían proporcionarnos los medios de acelerar
nuestro progreso mental, tecnológico y científico, a
fin de que saliéramos adelante por nosotros mismos,
antes de la catástrofe planetaria natural final, previsi-
ble para dentro de cinco mil años.
Declaran que no son los únicos extraterrestres que
visitan nuestro planeta.
Su talante es pacífico. No obstante, están dotados de
un poder difícilmente concebible por un habitante de la
Tierra.
Pueden neutralizar a distancia «respetable» y sin de-
rramamiento de sangre, cualquier intento de guerra nu-
clear grave.
Si, como piensan ciertos caracteres agresivos de nues-
tro planeta, su objetivo fuera invadirnos y dominarnos
por el medio que fuera, incluido el de las armas, ya lo
habrían hecho desde hace tiempo, mucho antes de que
nuestra ciencia contara con los medios necesarios para
garantizar la defensa. Incluso, si éste fuera el caso, po-
drían hacerlo sin lucha, simplemente mediante influen-
cias psíquicas en nuestro cerebro. También podrían ha-
cerlo suprimiendo a distancia y en todo el planeta
cualquier energía eléctrica, magnética y electrostática.
Imaginaos por un momento la operación «supresión
de todas las energías» a escala planetaria. La economía de
toda la civilización terrestre se vería reducida a la nada:
ya no se podría utilizar ningún vehículo terrestre, maríti-
mo ni aéreo. Las centrales eléctricas y las fábricas deja-
rían de funcionar. Daos cuenta del golpe que recibiría
nuestra humanidad y la vulnerabilidad de nuestro plane-
ta ante un eventual ataque que viniera del exterior.
Si una sola nave nodriza, que puede alcanzar una
longitud o un diámetro de varios kilómetros, se moviera
a cinco mil metros de altura por encima de nuestro sue-
lo, las vibraciones ultra e infrasonoras que garantizan la
permanencia aérea de dicha nave, bastarían para provo-
car serios terremotos por debajo de ella.
Para no causar tales catástrofes, esas naves se mueven
y se estacionan muy lejos de la capa atmosférica de los
planetas que sobrevuelan. Por esas y otras razones, rela-
cionadas con la primera salida de esos gigantescos arte-
factos —no pueden despegar del suelo de ningún planeta,
sea el que fuere—, tales naves se construyen puestas en
órbita en el espacio.
Los extraterrestres de Vega forman parte
de una delegación de contacto compuesta por treinta y
cinco millones de hombres estacionados en bases situa-
das en la mayoría de los satélites de nuestro Sol y en
naves-nodriza, cuyo número asciende a doscientas, a las
que deben sumarse mil quinientos platillos volantes de
todos los tamaños.
La totalidad del personal contenido en las bases de
estacionamiento y en las naves-nodriza es de cuatro
millones de individuos. La totalidad del personal que
navega permanentemente a bordo de los platillos volan-
tes (y que representan diferentes disciplinas: estudios,
exploración, salvamento), está compuesta por seis mi-
llones de hombres. Pero no os inquietéis; todo este
personal es pacífico.
Por motivos de seguridad para nuestro planeta y
para sus ocupantes, las naves-nodriza —que son poten-
tes artefactos intergalácticos—, se hallan estacionadas en
Ios limites de nuestro sistema solar.
Esas naves tienen varios kilómetros de longitud o de
diámetro, según modelos y funciones. Están animadas
por una potencia energética colosal en sus desplaza-
mientos e incluso durante su aparente inmovilidad, lo
cual les impide acercarse a los planetas pertenecientes a
los sistemas solares que visitan.
Únicamente los platillos de más reducidas dimensio-
nes, que alcanzan los quinientos metros de diámetro,
pueden sobrevolar y aterrizar en los planetas sin causar-
les daño.
Las naves-nodriza, cuando realizan sus traslados
intergalácticos, pueden alcanzar una velocidad que igua-
la a la velocidad de la luz multiplicada por veintiocho.
Todos esos vehículos espaciales viajan en el tiempo
con la ayuda de sabias y complejas manipulaciones del
espacio-tiempo.
Ya mucho antes de la presencia de los seres humanos
en la Tierra, las bases de estacionamiento de origen ex-
traterrestre estaban en Saturno, en Marte, en uno de los
satélites de Júpiter, y en nuestra Luna.
La vida humana, tal como hoy la entendemos, fue
traída a nuestro sistema solar por extraterrestres que
pertenecían a la civilización de Vega.
La Tierra y todos los planetas de nuestro sistema han
sido visitados por cuatro civilizaciones de extraterres-
tres, cuyo desarrollo de las costumbres, evolución espi-
ritual e intelectual, son muy semejantes. Esas cuatro
civilizaciones están aliadas entre sí y persiguen los mis-
mos objetivos altruistas.
Algunas mentes cartesianas se echarán a reír y pensa-
ran que nos encontramos de lleno en el terreno de la
ciencia-ficción. Les contesto que «dentro de un tiempo»,
«muy pronto», esas mentes cerradas van a darse cuenta
rápidamente de que las realidades cósmicas superan am-
pliamente todas las «ficciones» terrestres a las que se re-
fieren. Los verdaderos contactados lo saben. Estos son
actualmente vanos centenares de miles en el mundo
(700.000).
La Tierra se encuentra bajo la protección y el control
relativo de una civilización extraterrestre, la más evolu-
cionada de las cuatro. Tuve la suerte de entrar en contac-
to con esta última. Suerte, sí, porque se trata de la más
extraordinaria, de la más maravillosa y de la más fantásti-
ca aventura que pueda vivir un habitante de la Tierra.
Pero ser un contactado representa también marginación,
una marginación que consiste en no ser tomado en serio
y saber, al mismo tiempo, que eso es grave.
Un contactado que ha asimilado correctamente las
informaciones recibidas sin por ello dárselas de sabiondo,
habiendo captado la importancia capital de sus contac-
tos para nuestra civilización, se sitúa muy por encima de
todas las mezquindades que podrían afectarle. Desempe-
ña su «misión»; una misión que consiste en retransmitir
a sus semejantes los mensajes recibidos.
Los contenidos de tales informaciones pueden trans-
formar radicalmente al mundo, a condición de que no se
utilicen para destruirlo.
La protección que antes he mencionado consiste,
primero, en una red de fuerzas espaciales y, segundo, en
acelerar nuestra evolución en todos los campos, pero
sobre todo en lo espiritual y lo científico, a fin de resta-
blecer en nosotros un equilibrio de fuerzas que garan-
tice la continuidad de la vida y el respeto por ella. Este
es el motivo por el que cierto número de habitantes de la
Tierra ha sido contactado e instruido con nuevos concep-
tos, valores y nociones que favorecen nuestra evolución
en armonía con las leves cósmicas.
Además, graves transformaciones geológicas, causa-
das por la negatividad del ser humano, han empezado su
proceso evolutivo catastrófico y acelerado y van a pro-
vocar senas perturbaciones en la corteza terrestre. Esos
procesos comenzaron en 1974 y llegarán muy pronto a
su paroxismo, si el ser humano no ordena su mente.
Por tanto, es absolutamente necesario que avance-
mos en el ámbito espacial —y nuestros gobiernos lo
saben—, cosa que permitirá a nuestra civilización expa-
triarse a otros sistemas solares que pueden ser habitados,
en caso de que…
Si este medio nos faltara, los extraterrestres, que ga-
rantizan nuestra protección, limitarían los perjuicios
humanos al máximo de sus posibilidades, realizando una
evacuación masiva en «naves especiales y espaciales»,
dejándolas listas poco después de nuestro año 2000.
Dicha evacuación, en parte, ya está preparada y prevista
en caso de una catástrofe nuclear.
Los extraterrestres que están en contacto conmigo
desean ayudarnos, brindándonos gran parte de su cien-
cia. Sin embargo, psicológicamente, no estamos pre-
parados para recibirla. ¿Pondríamos en manos de un
niño el material y la fórmula de la nitroglicerina, si
ese niño no ha llegado a la prudencia necesaria para no
hacer que todo estalle? Estamos tan faltos de sabiduría
que nuestros gobiernos han de fingir que ignoran la
realidad de la presencia extraterrestre en nuestro espacio
y en nuestro sistema solar.
Desgraciadamente, esos seres de más allá del espacio
sólo pueden ayudarnos si nosotros consentimos en ello
mediante un asentimiento unánime y de común acuerdo
con los gobiernos de la Tierra. Ellos respetan y obede-
cen así a una ley cósmica formal, de la que depende la
evolución normal y natural de las especies humanas
diseminadas por los universos cósmicos. Los extrate-
rrestres que me contactan subrayan la importancia de
esa ley. Lo cual explica que dejan siempre un 50%
de posibilidad de duda con respecto a la realidad de su
existencia, con la finalidad de no forzar nuestro libre
albedrío, a saber, el libre albedrío de todos los nuestros
que aún no los han visto de lejos en nuestro cielo o en
persona y de cerca durante eventuales contactos. Lo
cual explica también, en parte, que algunos miles de
contactados en el mundo prefieran callarse o no sean
creídos cuando hablan.
Esos benévolos extraterrestres tienen la difícil tarea
de incitarnos a realizar los Estados Unidos del Mundo en
un clima de amor y fraternidad entre los pueblos. Su
tarea consiste en crear en nosotros el deseo de abolir esta
noción del dinero que nos lleva a la perdición y eliminar
nuestra enfermiza agresividad hostil, fuente de inseguri-
dad en todos los campos.
Quisieran comunicarnos su ciencia, sí, pero sobre
todo la sabiduría necesaria para que la utilicemos con
amor, en la paz, y no dominados por el odio.
En efecto, no quieren dar crédito a sus ojos cuando
ven que utilizamos nuestra ciencia para destruir la Vida
y la armonía de la naturaleza terrestre, que era tan her-
mosa cuando empezó a ser habitada.
Se sienten igualmente anonadados al ver que aún te-
nemos necesidad de luchas políticas, al fin siempre nefas-
tas y perversas, para conseguir un ordenamiento social
tan mediocre como el nuestro.
Se sienten aterrados, finalmente, al darse cuenta de
que aún experimentamos sentimientos egoístas, egocén-
tricos, y de provecho individual a costa del de los demás.
Tales sentimientos no hacen más que acentuar nues-
tra agresividad hostil, bloqueando nuestras reales opor-
tunidades de evolucionar naturalmente.
Pretenden, pues, asociarnos a la gran reunión del
pensamiento universal que se está preparando. Pero si
nuestra evolución aún no se presta a ello, desean no
obstante ayudarnos. Así lo quieren, pero nosotros men-
talmente lo rechazamos. Lo saben y les apena, porque
son nuestros hermanos genéticos.
Hace mucho tiempo ya que conocen todos nuestros
idiomas y dialectos, pero prefieren utilizar lo más a
menudo posible la telepatía con aquellos con los que
entran en contacto; es decir, con aquellos en los que han
captado el grado más bajo de agresividad hostil, y detec-
tado el grado más amplio de apertura de su mente.
Algunos miles de extraterrestres están entre noso-
tros. Viven con nosotros desde hace mucho tiempo. En
1974 tuve la oportunidad de encontrarme con dos de
ellos en plena población donde tenía mi domicilio. Para
nosotros, los contactados, se hacen muy reconocibles.
Los dos extraterrestres a los que me refiero me comuni-
caron telepáticamente algunas palabras a su paso en
medio del ajetreo ciudadano, un sábado a eso de las diez
de la mañana.
En este libro transmito numerosos mensajes e infor-
maciones de su parte. Información y mensajes que son
de gran importancia, creo, para nuestra civilización de-
cadente. ¡Ojalá podáis escuchar su mensaje de amor a
través de tales contactos! Me sentiría feliz si así fuera: tal
es la meta esencial del contactado que soy.
En resumen
¿Quiénes son?
Los extraterrestres de Vega son seres humanos
como nosotros. No obstante, han sabido evolucionar
respetando las leyes universales cósmicas, es decir,
edificando lo verdadero y lo bello, en estrecha
colaboración con la naturaleza y con los elementos
de la creación, a fin de conservar y desarrollar la
continuidad de todo lo existente en el tiempo y en
el espacio. Pero, sobre todo, han edificado
en el Amor, primera ley que posibilita, nutre y crea la
Vida.
¿De dónde vienen?
Vienen de un planeta que se llama Silxtra. Dicho
planeta se mueve en el sistema solar de Vega, Alfa de la
constelación de la Lira.
¿Cómo viven?
Viven felices.
No tienen noción del dinero. Únicamente toman en
consideración los valores humanos puestos al servicio
de toda la sociedad, en la que sólo el amor resuelve los
problemas.
La agresividad hostil no existe, o sólo en una propor-
ción mínima: 1/100.000 aproximadamente.
La política, los sindicatos, la guerras no existen entre
ellos.
Tampoco hay religiones. Lo cual no les impide vene-
rar en su fuero interno a la Energía pura e inteligente que
lo ha concebido todo en el cosmos. No le ponen nom-
bre a esa Energía. Tampoco practican ningún rito ni
rinden ningún culto. Simplemente, respetan hondamente
la naturaleza y todo lo que vive. Celebran el Amor, la
Vida y las estaciones.
¿Cuantos son?
En su sistema solar, los planetas son, en su mayoría,
enormes y casi todos están habitados.
¿Qué saben?
Para abarcar su saber nos serían necesarios quince
mil años de progreso espiritual, intelectual y científico.
Pero, dada nuestra forma de funcionar al margen de
las leyes naturales, en ese lapso de quince mil años
de tiempo hay un 99% de posibilidades de que recayé-
ramos cuatro o cinco veces en el nivel cero en el trans-
curso de numerosas catástrofes y alteraciones planetarias
provocadas por nuestra ciencia. El ser humano no desea
esforzarse en incrementar la sabiduría necesaria para
abolir su propia agresividad.
¿ Qué pretenden?
Quieren aportarnos sabiduría y comunicarnos sus
conocimientos, para que podamos participar con ellos
en la gran Reunión del Pensamiento mediante la adhe-
sión a la Confederación Galáctica de los planetas uni-
dos. En el respeto a la fraternidad, dicha confederación
apunta al desarrollo de las especies humanas disemina-
das por el universo.
http://realidaddimensional2014.blogspot.com.es/2014/05/los-ovnis-y-extraterrestres-de-vega.html
No sospechaba que un célebre vecino de Mairena del Alcor fuera a darnos a conocer dónde está el Cielo. Ya dijo el libro del Eclesiasté que la mucha familiaridad es causa de menosprecio. Porque soy, según califica él, cartesiana y escribo sabihondo.