«Se puede comparar al ser humano con un libro, un libro que él mismo está escribiendo. Y a menudo, ¡qué garabatos, qué galimatías! Todas las sandeces, todas las aberraciones están ahí… Y cuando dos de estos libros se encuentran y experimentan una atracción el uno por el otro, están día y noche ocupados leyéndose, pero ¿qué es lo que aprenden de esta lectura?
Los humanos conocen ciertamente muchas cosas, pero no han aprendido aún cómo escribir su propio libro. Sólo se preocupan de crear en el exterior de sí mismos: esculpir, modelar, dibujar, escribir… siempre es el exterior. El interior es un terreno yermo. Ya es hora de que aprendan a escribir su propio libro. Entonces, cada vez que se encuentren, se maravillarán de poder leer los unos en los otros palabras, frases, poemas y dibujos sublimes: las cualidades, las virtudes, los dones que cada uno habrá trabajado en desarrollar en él.»
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