Un dedo momificado podría confirmar la existencia de gigantes en el Antiguo Egipto
La reliquia de Bir Hooker
En la primavera de 1988, Gregor Spörri, un ciudadano suizo que, a la sazón, tenía 33 años de edad, viajó a Egipto de vacaciones. Exploró el país de los faraones con ánimo aventurero. Primero buscó restos de naufragios en el Mar Rojo; Se internó en la Gran Pirámide de Giza para sentir su energía, se arrastró por sus estrechos pasadizos y sobornó a los supervisores para repetir la experiencia de Napoleón en el sarcófago de Keops. Nada. Sólo decepción. No obstante, las actividades de Spörri dentro y fuera de la Gran Pirámide no pasaron desapercibidas para el camarero del hotel donde se hospedaba y, el penúltimo día de estancia en Egipto, le invitó a visitar Bir Hooker, una localidad situada a 120 kilómetros de El Cairo, donde conocerá Nagib, el descendiente de una familia de ladrones de tumbas.
El viejo árabe le muestra al turista suizo su tesoro familiar cuya reliquia más destacada es un dedo momificado de ¡38 centímetros de largo! El hallazgo cambiará su vida para siempre.
Se la conoce como reliquia de Bir Hooker y presenta todas las características de un dedo humano, salvo por su tamaño que nos remite a los gigantes que aparecen en antiguas leyendas, mitos e, incluso, en la Biblia.
La existencia pública de la reliquia se demoró varios años. En marzo del 2012, la revista alemana Bild publicó un artículo donde aseguraba, se habían encontrado los restos de un gigante en Egipto.
A pesar de que la ciencia niega la existencia de los gigantes, el el historiador romano Flavio Josefo escribió en el año 79 d. C., que el último miembro de la raza de los gigantes vivió en el siglo XIII a. C., durante el reinado del rey Josué.
Además, explicó que éstos tenían cuerpos colosales y sus rostros eran tan diferentes al de los humanos que mirarlos generaba asombro y su voz provocaba el miedo.
Como sea, el viejo Nagin le contó a Spörri que el dedo había estado en posesión de su familia durante los últimos 150 años y que sólo lo habían visto un puñado de personas. No estaba a la venta, pero se lo dejó fotografiar por 300 dólares. El empresario suizo accedió.
Entonces Nagib sacó una caja de madera que, al descubrir la tapa, desprendió cierto olor a humedad. En su interior, un objeto envuelto en cuero con encajes alrededor y varios trapos viejos que protegían lo que en apariencia era un dedo enorme. Si aquello era real, su dueño debió medir alrededor de los 5 ó 6 metros de altura.
Spörri tomó varias instantáneas con su cámara.
El dedo parecía haber sido cortado con precisión anatómica. La piel, de unos pocos milímetros de espesor, estaba rasgada en algunos puntos. Entre los pliegues secos Spörri distinguió que la uña estaba suelta y detectó restos de hongos. El hueso de la última falange, que sobresalía de aquella masa momificada, aparentaba ser leñoso.
El suizo se mostró escéptico y, por esa razón, Nagib le mostró varios documentos. Un certificado de autenticidad, papeles con caracteres árabes y latinos, así como una fotografía Polaroid del dedo y una radiografía realizada en los años 60.
Si el dedo de un adulto mide de media entre ocho y diez centímetros de largo el tipo que poseía semejante extremidad debía de ser gigante. El árabe no le dijo dónde encontró el dedo, pero aludió a una habitación oculta en la Gran Pirámide donde se encuentran enormes tumbas vacías. ¿La cámara del caos?
De regreso a El Cairo, Spörri se dio cuenta de que aquella reliquia era muy especial y se embarcó en una intensa investigación que probara la existencia de gigantes en la antigüedad.
Vendió sus negocios nocturnos -regentaba discotecas- y mostró sus imágenes a científicos que no quisieron validar su hallazgo en base únicamente a fotografías. Era necesario volver a Egipto y localizar a Nagib.
Frank J. Rühli, experto suizo que analizó la momia de Ötzi, determinó que la fisiología, es decir, la falange proximal, la articulación media y la falange media, la falange distal y la falange distal, así como la uña y el lecho ungueal es idéntica a la de un humano pero desproporcionadamente grande. El dedo parecía auténtico, pero como los gigantes no existen (la ciencia sólo reconoce el gigantismo) creen que podría estar relacionado con macrodistrofia (o síndrome de Proteus). Esta condición implica el crecimiento excesivo de los dedos de las manos o de los pies del paciente.
También consultó al Dr. Benecke quien coincidió en el diagnóstico de una posible alteración de la macrodactilia. No obstante, el propio Spörri señala en su web varias razones por las que el dedo gigante de Bir Hooker no puede ser una macrodactilia:
1) Esta enfermedad se caracteriza principalmente por un agrandamiento patológico del tejido blando.
2) El crecimiento óseo se ve menos afectado. Si es así, suele manifestarse en un agrandamiento patológico de las partes óseas correspondientes.
3) En la reliquia, el hueso es anatómicamente correcto y coincide con las proporciones de la masa de tejido circundante.
Más significativa es la opinión del naturalista y antiguo profesor de biología Dr. Carl Bader, quien, al mirar las imágenes, literalmente levanta se echó las manos a la cabeza y exclamó: «Esto realmente parece el dedo momificado de un gigante humanoide, pero según la biología evolutiva, tales Las criaturas nunca han existido.»
Las experiencias e ideas de Spörri han fascinado al creador del legendario monstruo cinematográfico Alien quien le aconsejó transformar su material en una novela o un guión cinematográfico. Spörri aceptó el desafío y, a partir de 1995, aparecieron cuatro versiones de su historia.
En 2009 regresó de nuevo a Egipto para localizar al viejo Nagib o cualquier rastro que le llevara a más información… pero su búsqueda fue infructuosa.
De todos modos, en 2011 se produjo un misterioso descubrimiento en la antigua ciudad de Avaris. Manfred Bietak, el arqueólogo austríaco a cargo de la excavación halló los restos de 16 manos humanas en cuatro tumbas del complejo real de Hyksos, que parecen ser anormalmente grandes. El hallazgo apoya las historias narradas en antiguos escritos egipcios de que se cortaba la mano derecha a sus enemigos para recibir una recompensa de oro, siendo ésta la primera evidencia física de esta ceremonia. Desde luego no son manos de humanoides de 5 metros pero son más grandes y largas que la de un egipcio promedio.