Método para refrigerar alimentos sin electricidad

Fotografía: AIDG’s photostream

El invento denominado “Pot-in-pot” fue desarrollado por Mohamemed Bah Abba , residente del norte de Nigeria en donde el 90% de las aldeas no poseen electricidad. Gracias a este método se puede refrigerar alimentos sin consumir energía.

Su funcionamiento es básico y consiste en colocar una vasija dentro de otra mas grande, llenar el espacio entre ellos con arena mojada y cubrir la parte superior con un paño húmedo. Cuando el agua se evapora, extrae con ella el calor almacenado dentro de la vasija, generando así un descenso en la temperatura interna. Es un proceso natural, barato y fácil de elaborar.

De esta forma, los alimentos perecederos que duraban solo 3 días (antes de comenzar el proceso de descomposición) ahora pueden llegar a durar hasta 3 semanas. Con su invento gano el Rolex Award que reparte  75,000 dólares de premio.

Las ideas brillantes no son difíciles de ejecutar, he aquí un claro ejemplo de ello. La tecnología se conocía hace siglos, pero nunca había sido aplicada a este problema.

Fuente: http://www.lareserva.com/home/refrigerar_alimentos_sin_electricidad

2 comentarios en “Método para refrigerar alimentos sin electricidad

  1. Efectivamente, nos han hecho creer y pensar que nuestro «mundo» y nuestra sociedad se va a hundir porque no existan los frigoríficos de funcionamiento eléctrico. Estos aparatos, los frigoríficos, son realmente muy recientes, yo creo que no tienen ni cincuenta años, menos, en que la «relampagueante sociedad de consumo» empezó su andadura. El paso previo a los frigoríficos fueron las antiguas neveras, en las cuales tenías que alojar barras de hielo, las cuales comprabas a repartidores que iban con camiones y vendían los trozos de tales barras según cada uno podía. Esto, creo que muchos niños de ahora lo desconocen por completo.
    ¿Qué ocurre? que al alojarnos todos en las viviendas-nicho de las ciudades, especialmente habilitadas para los «obreros» de las fábricas de la floreciente sociedad industrial, se tuvo que restringir drásticamente el espacio de los habitáculos de las personas. Eso sí, se le puso un lustre bonito (con el paso de los años), donde se pensase que sí, que la gente tenía de todo lo que pudiese necesitar y todavía más… al contar con «aparatos» que aliviaban del esfuerzo físico.
    Así se pasó de las azoteas donde se conservaban los alimentos para el año: carnes curadas o secadas al natural, vegetales desecados al natural, patatas conservadas en lugares frescos de alacenas o subterráneos, en fin… todo lo que se necesitaba era guardado de forma conveniente, sin ningún tipo de intervención natural: sólo la Naturaleza misma con su clima y luego aplicaciones para conservar específicamente otros alimentos, como la sal, el aceite o las aromáticas… En fin, todo un conocimiento de no hace muchos años y que se ha ido despreciando, desperdiciando y sobre todo no para nuestro beneficio o nuestra salud, sino manejando las riendas de un caballo alocado y que va derecho al precipicio: la sociedad de consumo, que además sólo ha creado más enfermedades de las debidas de todo tipo y origen y frecuencia vibratoria humana, ya que ha relegado el papel existencial real a un mundo irreal e irresponsable.

  2. Mismamente, y con un elogio al antiguo botijo de barro… El bendito botijo de barro que había en todas las casas de pueblo y que daba el agua fresquita, de lo más… como de la fuente. La antigua utilización del barro, la maravilla del barro, las vasijas de barro, los cántaros, las ollas, las perolas, hasta el uso de la piedra directa para cocinar. Todo era natural, pero llegó un momento en que eso se vio primitivo, antiguado y fue rechazado por la gente que, muy moderna ella, se tiraba a los cacharros de aluminio forrados de plástico, al plástico puro y a otras combinaciones nada buenas para la buena salud de las personas. De ahí se saltó también a los utensilios más que prácticos para cocinas: la cocina de petróleo u hornillo, la cocina de gas, y posteriormente la «bonita» cocina de vitrocerámica y demás pijadas al uso, tan decorativas como caras… y luego al asesino en potencia por destruir los alimentos directamente: el microondas… vaya, vaya, y vaya.
    Uno de los mejores inventos, para mí y para muchas mujeres fue la «lavadora»… no te digo ya el lujazo que alcanzaron algunas al adquirir la costosssísssima e inútil secadora que chupaba una de luz que ni te cuento, todo eso porque prohibieron, específicamente, el colgar fuera (ventanas, balcones) la ropa, que quedaba muy feo… y obligaron después a tener unos específicos «patios de luces» donde se colaban todas las olores de fritangas, chillidos de las familias, golpes de sillas, y los comentarios obligados de las vecinas que tenían que compartir por c… los tendederos que iban de un lado a otro (correderos), y por cuyos tendederos, hasta me acuerdo, que un día alguien pasó hasta una criatura para abrir la puerta de la vecina que se había dejado la llave dentro… en fin… historias de la «puta mili» como decían los de la revista (creo que no extinta) de El Jueves.

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