Nuevos estudios nos hablan de la madre de todas las extinciones masivas y qué podemos aprender de ella para evitar un futuro desastroso.
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La extinción de Cretácico es la más famosa entre la población, sobre todo por que se llevó por delante a los dinosaurios. Esos “lagartos terribles” recuerdan tanto a los dragones mitológicos que su pérdida tiene un poso de melancolía. Pero además de esa última gran extinción hubo otras cuatro extinciones masivas y otras muchas extinciones menores.
Si alguna vez la vida compleja terrestre estuvo a punto de desaparecer fue durante la extinción del Pérmico hace 252 millones de años. La vida marina (que en esa época dejó el mejor indicativo del hecho en el registro fósil) sufrió un golpe brutal al desaparecer más del 90% de las especies que poblaban los mares. En tierra firme la situación fue también dramática y se estima que se extinguieron el 70% de las especies continentales. Después de esta extinción no hubo más gorgonópsidos ni dicinodontos. La evolución tomó otro rumbo, vinieron los dinosaurios, que más tarde también desaparecieron. Luego reinaron los mamíferos y el ser humano. Sin esa extinción del Pérmico nosotros no estaríamos aquí.
Las causas de esta extinción son objeto todavía de debate y se han propuesto numerosas teorías. Según unas teorías todo se debió a un cambio en la química oceánica, mientras que otras teorías apuntan a otras causas. Vamos a ver dos estudios al respecto.
Para entender mejor esta extinción, investigadores de Arizona State University y de University of Cincinnati han usado técnicas geoquímicas basadas en isótopos de uranio. Han encontrado que en las rocas carbonatadas analizadas esos isótopos indican que hubo un cambio rápido en la química de los océanos antiguos en la misma época en la que se dio esta extinción.
Una de las propuestas para esta extinción se basa en la liberación de sulfuro de azufre, que produjo un fenómeno de anoxia en los océanos, es decir una pérdida de oxígeno en las aguas.
Aunque ya había pruebas de la existencia antes de la extinción de esta anoxia oceánica, su cronología y extensión no estaban claras. Había alguna hipótesis que proponía que el océano profundo de la época ya era anóxico millones de años antes de la extinción. Según este nuevo estudio ese periodo de tiempo fue mucho más corto.
Según Gregory Brennecka el agua oceánica era anóxica como máximo unas pocas decenas de miles de años antes de la extinción.
El equipo de investigadores analizó rocas carbonatadas procedentes de China de esa época y analizaron las proporciones de uranio 238 frente a uranio 235, así como la proporción entre torio y uranio. Este estudio asume que estas rocas capturaron ese tipo de isótopos en el agua del mar cuando fueron formadas por deposición. La química oceánica puede cambiar esas relaciones isotópicas y permiten, por tanto, ver si se han producido cambios en la misma, su intensidad y cuándo se produjeron. Así, una baja concentración de uranio es señal de anoxia en el agua marina. Lo mismo se puede decir de una alta relación torio/uranio.
Tanto la relación los isótopos de uranio como la relación torio/uranio indican que hubo un cambio en la química oceánica inmediatamente antes de la famosa extinción. La anoxia se dio sólamente durante un breve periodo de tiempo (bajo el punto de vista geológico) en lugar de un periodo de tiempo muy largo como previamente se había dicho.
Aunque previamente se habían analizado estos isótopos en pizarras, es la primera vez que se hace en rocas carbonatadas, lo que abre la puerta al desarrollo de una nueva herramienta de análisis. Las rocas carbonatadas son más abundantes que las pizarras y esto facilita este tipo de estudios. El mismo sistema se puede emplear para comprobar la existencia de anoxia en otros periodos geológicos.
Por otro lado, David Bottjer, de USC Dornsife, usa esa extinción masiva y otras como analogía de lo que nos puede pasar ahora.
La temperatura global ha subido tres cuartos de grado centígrado en los últimos 100 años y hay pruebas de que un aumento del dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero está ligado a ese aumento de temperatura.
Pero independientemente de la causa, Bottjer dice que los científicos deben lidiar con la pregunta de si hay que preocuparse o no de ello.
Para contestar a esa pregunta este investigador ha examinado pruebas fósiles sobre los océanos terrestres de hace cientos de millones de años hasta de hace unos pocos millones. Ha presentado sus conclusiones en el congreso de la Sociedad Geológica Americana que se celebró el pasado 11 de octubre en Minneapolis.
Lo que nos dice el registro geológico, según este investigador, es que en el pasado un aumento del nivel de dióxido de carbono, debido obviamente a causas naturales, siempre dio lugar a extinciones masivas.
Sostiene, por ejemplo, que pese a que las causas exactas de la extinción del Pérmico están todavía bajo debate, probablemente se debió a la ruptura del supercontinente Pangea que dio lugar a una gran actividad volcánica. Actividad que se dio a través de depósitos de carbón y que produjo una gran emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono.
Según la temperatura del planeta subía hasta 5 grados, la vida terrestre y marina fue desapareciendo.
Botter hace tres predicciones principales, basadas en observaciones de lo que pasó en el pasado, sobre lo que está ocurriendo hoy en día y lo que sucederá en el futuro:
1- Los océanos absorberán más dióxido de carbono y se harán más ácidos. Entre otras cosas se espera que desaparezcan los arrecifes de coral, cosa que ocurrió también en el Pérmico.
2- Los microorganismos aumentarán su abundancia según las otras formas de vida declinan. Morirán los animales y los microbios los reemplazarán. Con el coral ya desaparecido los microorganismos comenzarán a construir sus propios arrecifes en los océanos.
3- Una atmósfera más cálida reducirá la circulación oceánica. A menor circulación se producirá una menor mezcla y se disolverá menos oxígeno en el agua. Se producirán zonas muertas más numerosas y extensas en donde se dé la anoxia y en donde la vida compleja desaparecerá.
Botter dice que él no es el único científico que está mirando al pasado en busca de pistas para saber lo que pasará en el futuro.
Otros científicos han realizado estudios similares usando el Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno, que se dio hace 55 millones de años. Un evento que resultó en un aumento de la temperatura global de varios grados centígrados.
“Aunque no es una analogía perfecta, el final de la extinción oceánica del Pérmico tiene mucho que enseñarnos acerca del futuro océano en calentamiento global”, añade.
La nota prensa en este caso se titula “Y los microbios heredarán la Tierra”, que es una visión más pesimista que la que asumen que sólo quedarán ratas y cucarachas.
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