– La incertidumbre de embarcarse en prácticas totalmente desconocidas es un riesgo en el que casi nadie en el área rural guatemalteca está dispuesto a asumir. Las actividades agrícolas que se realizan en las diferentes comunidades suelen ser las mismas técnicas, y los mismos cultivos, que los abuelos realizaban.
Esta tradición no necesariamente se traduce en beneficios para las siguientes generaciones. En el sur del norteño departamento de Petén, en las comunidades de San Luis, formadas por unas 40 a 50 familias, la mayoría se dedica a la siembra y cosecha de frijol y maíz.
Los monocultivos, así como el crecimiento de la frontera pecuaria, han creado un paisaje que contrasta con los frondosos bosques que se ven al sur del departamento. Con el objetivo de reforestar esta zona, el Ministerio de Agricultura y Ganadería (Maga), ha ideado un programa de incentivos forestales para las familias, sin afectar sus cultivos tradicionales.
Giro radical
Pedro May Mez es un campesino y agricultor perteneciente a la etnia maya q’eqchi’. Cuando era un niño migró, junto a su familia, desde su comunidad en Alta Verapaz hasta Aguapaque en busca de oportunidades de tierra. Cuando llegó, junto a su padre y abuelo, su tarea era la de talar todos los árboles para dar paso a las siembras de maíz y frijol.
“Cuando yo vine me encargué de matar el bosque y desde hace mucho tiempo no hay nada aquí. Solo milpa (maíz) y frijol”, cuenta don Pedro. Hace dos años el Maga, con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se dio a la tarea de generar desarrollo para las comunidades e incentivar la reforestación de la zona.
Con esas ideas en mente se echó a andar, en 2014, el proyecto de diseño y establecimiento de Sistemas Agroforestales, con fondos de TeleFood, impulsado por el Maga y la FAO.
La finalidad de este proyecto es la de apoyar la diversificación de los cultivos gracias a la repartición de árbol de ramón (Brosimum alicastrum), especie nativa de Petén, así como brindar asesoría técnica en el cultivo, cosecha y consumo del mismo.
Además de ello, el personal del Maga realiza un acompañamiento a los participantes durante seis años, con el objetivo de que sus terrenos sean certificados por el Instituto Nacional de Bosques, como terrenos de reforestación, y así ser elegibles para recibir un incentivo forestal que asciende a más de 18.000 quetzales (unos 2.300 dólares), por ese mismo periodo de tiempo.
“Los incentivos forestales funcionan como un generador de desarrollo para las familias sin restarle productividad a sus tierras”, menciona Aldo Rosales, director de Recursos Naturales y Agroturismo del Maga.
Es el ente gubernamental, el que cuenta con un vivero propio en Poptún con un inventario de 300.000 plantas de especies de ramón, caoba y cedro, y el que distribuye las plántulas entre las familias participantes del programa.
Oportunidad de autodesarrollo
El primer paso del programa es la elección de las familias, que pasan por una serie de capacitaciones técnicas para poder integrar los nuevos cultivos en sus parcelas. Luego reciben 160 plantas que se siembran y distribuyen dentro del terreno. A partir de ahí se dan charlas y capacitaciones para mantener en buen estado todos los árboles.
Después de seis años, el árbol de ramón ya produce semillas y es en ese momento cuando puede ser aprovechado por las familias participantes ya que se utiliza tanto para consumo humano como para el de animales como vacas, caballos y otros semovientes. El ramón también puede ser utilizado como alimento humano, por lo que el Maga imparte capacitaciones a las familias para saber cómo incorporarlo a la dieta familiar.
Se incentiva, además, la siembra de otros cultivos como la moringa, con una carga proteínica de 24 por ciento, que son aprovechados como un eficaz suplemento alimenticio para estas familias con recursos limitados.
“El ramón tiene hasta un 23por ciento de valor proteínico. Eso es más de 20 por ciento que el pasto normal. Las familias pueden hacer tratos con los ganaderos locales para realizar actividades de ramoneo (cosecha de las hojas de ramón)”, dice Rosales.
Después de años de talar los árboles para dar paso a milpa y frijol, Don Pedro ve este proyecto como una nueva oportunidad para él y su familia de recuperar algo que todos necesitamos: árboles.
“Es un proyecto muy bueno. Ahora hace mucho calor, no tenemos sombra y no hay agua. Ahora en mi terreno tendremos de todo, hasta madera. Antes existía la tentación de ir a donde el vecino y robar madera. Sin embargo, ahora contaremos con nuestros propios árboles y no haremos cosas malas”, puntualiza Don Pedro.
Incentivos que se reinvierten
Rosales asegura que uno de los objetivos, que se contrapone con el concepto tradicional de reforestación, es recuperar una especie nativa como el ramón, que genere sustento para las 13 familias que actualmente integran el programa.
“Estamos implementando un programa de reforestaciones que genere alimento. La idea es aprovechar el suelo al máximo”, añade el experto. En la parcela de don Pedro se puede ver milpa, frijol, moringa y cacao al lado de los árboles de ramón, de un año de crecimiento.
Durante los seis años en los que se extiende el programa se repartirá, en pagos anuales proporcionales, la cifra de 18.000 quetzales (unos 2.400 dólares). A finales de 2015, los participantes recibieron su primer incentivo forestal, de un poco más de 7.000 quetzales (casi 1.000 dólares). La cifra irá disminuyendo paulatinamente hasta completar la totalidad del incentivo.
Ricardo May Ché, hijo de don Pedro forma también parte del programa. Tiene una parcela al lado de la de su padre y ya ha invertido el dinero en objetos de beneficio para su familia.
“Con el dinero compramos zapatos para mis hijos, un panel solar, que nos ayuda a recargar los teléfonos y dar un poco de electricidad a nuestras casas, y una vaca que, en caso de necesidad, podemos vender en el mercado”, cuenta Ricardo.
Su padre, don Pedro, compró un toro. La idea es poder tener su propio criadero de ganado y así aumentar la producción de sus labores cotidianas.
Otro factor a tomar en cuenta es que son los mismos campesinos quienes se encargan de la fertilización y cuidado del suelo con sus propios medios. Por lo general, utilizan rastrojos como fertilizante y un sistema de riego natural (estacional).
Este artículo fue publicado originalmente por la Oficina de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Guatemala. IPS lo distribuye por un acuerdo especial de difusión conFAO Guatemala.
Revisado por Estrella Gutiérrez