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El analista económico Charles Hugh Smith, advierte que los Juegos Olímpicos de Tokio de 2020 o los de invierno de 2022, podrían acabar siendo cancelados por diversos motivos.Smith recuerda que los Juegos Olímpicos modernos sólo se han cancelado en tiempo de guerra, concretamente en 1916 (Primera Guerra Mundial), y en 1940 y 1944 (Segunda Guerra Mundial).
Sin embargo, el analista esgrime que la guerra mundial no es la única circunstancia que podría hacer fracasar los Juegos Olímpicos y advierte que una crisis global de la energía, las finanzas o la geopolítica podrían hacer que los elevados costes de unos Juegos Olímpicos los hicieran irrealizables en 2020.
Smith justifica su advertencia basándose en la Ley del Mínimo de Liebig, que establece que “el crecimiento no es controlado por el monto total de los recursos disponibles, sino por el recurso más escaso”.
El concepto se aplicó originalmente al crecimiento de plantas y cultivos, donde se encontró que el aumento de la cantidad de nutriente más abundante no hacía aumentar el crecimiento de las plantas. Sólo mediante el aumento de la cantidad del nutriente limitante (el más escaso) se podía mejorar el crecimiento de una planta o cultivo.
La Ley de Liebig se ha extendido a poblaciones biológicas (y se utiliza comúnmente en modelos de ecosistema). El crecimiento de un organismo (como una planta) puede depender de una serie de factores diferentes: la luz del sol o nutrientes minerales (nitrato o fosfato). La disponibilidad de estos puede variar, de tal manera que en un momento dado unos son más limitantes que otros. La Ley de Liebig dice que el crecimiento sólo se produce en la tasa permitida por el más limitante.
En este caso, Charles Hugh Smith lo extiende a ámbitos económicos y geo-políticos.
Smith argumenta que los tres recursos que serán cada vez más escasos a nivel mundial en el futuro son:
1. Estabilidad geopolítica
2. Abundancia de energía (es decir, abundante y asequible para la parte inferior del 95% de la población)
3. La estabilidad financiera y monetaria
La escasez mundial de cualquiera de estos tres elementos, podría hundir los Juegos Olímpicos de 2020 o los de invierno de 2022.
Según el analista, los riesgos geopolíticos, financieros y de recursos, están aumentando y advierte sobre el aumento de probabilidades de una crisis mundial de alimentos para los próximos años.
Smith avisa que la confianza actual de que todo se mantendrá estable en los próximos años se basa en una extrapolación engañosa de las tendencias actuales.El hecho de que el statu quo mundial haya logrado mantener una fachada de normalidad durante los últimos ocho años no significa que la nueva normalidad (bancos centrales bombeando 180 mil millones de dólares al mes en el sistema financiero global para mantenerlo a flote) sea identificable al estado de normalidad de antes de la última crisis.
Smith advierte que el “precipicio de Séneca”, ofrece un modelo más preciso de la realidad: todo sigue igual hasta que deja de hacerlo. La caída siempre es mucho más rápida, que el proceso de acercamiento al acantilado.
La realidad, según el analista, es que el status quo se ha visto obligado a incrementar sus intervenciones sólo para mantener la fachada aparente de un estado estacionario de normalidad. El aumento constante de los recursos dedicados a apuntalar un sistema insostenible, tiene consecuencias no deseadas, que repercuten en el aumento de riesgos sistémicos.
Smith concluye que la guerra no es el único posible disruptor de los Juegos Olímpicos de 2020-2022.
Las tensiones geopolíticas podrían elevarse hasta el punto de que los boicots entre países hicieran inviables los Juegos Olímpicos. Además, las interrupciones globales de energía (debidas a una grave escasez y a los elevados costes) podrían poner los Juegos Olímpicos fuera del alcance de muchos de los participantes.
Según Smith, la escasez de energía y los conflictos geopolíticos van de la mano y se interrelacionan entre sí.
El analista advierte también que cuando se produce una severa crisis monetaria, el 95% de la “riqueza fantasma” desaparece repentinamente. El valor de las monedas fiduciarias se establece por una serie de factores, pero la principal es la demanda de la moneda, que está ligada a la confianza de los participantes en que la moneda mantendrá su valor actual (o se apreciará) en el futuro.
Una vez que se pierde la confianza, la espiral descendente crea una oleada de pánico y ventas.En la narrativa actual, los bancos centrales pueden siempre “salvar el día” mediante la impresión de dinero o la apertura de las compuertas del crédito ilimitado.
A criterio de Smith, el problema no será la falta de dinero o de crédito, sino que el problema será la escasez de garantía fiable para respaldar el crédito y la moneda. Si se altera el valor de la garantía, también se verá afectado el crédito apalancado en la garantía.
En otras palabras, una pérdida de fe en una moneda no puede ser revertida cuando la fe en los poderes mágicos del banco central también se pierden.
Finalmente, Charles Hugh Smith concluye que sería muy difícil pagar unos Juegos Olímpicos cuando el 95% de la supuesta “riqueza” se hubiera desvanecido.
En tal caso, la nación anfitriona de los juegos, podría intentar organizar una Olimpiada severamente truncada, con unos pocos participantes y estadios en su mayoría vacíos, pero la realidad sería visible por todos: que hubiera sido mejor cancelar los Juegos Olímpicos y evitar la vergüenza de un espectáculo fallido paralizado por la escasez.
La atrevida conclusión de Smith es que las probabilidades de que los Juegos Olímpicos de 2020-2022 sean cancelados o acaben drásticamente disminuídos, es mucho más alta de lo que la mayoría de la gente piensa.
Fuente:
http://www.zerohedge.com/news/2016-08-23/what-are-odds-2020-2022-olympics-will-be-cancelled
http://www.oftwominds.com/blogaug16/food-crisis8-16.html