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De los numerosos antiguos restos humanos bien conservados hallados en ciénagas y pantanos, quizás el más interesante de todos sea el del conocido como Hombre de Grauballe. Descubierto en una turbera de Jutlandia, Dinamarca, en el año 1952, los expertos creen que este hombre fue degollado en algún momento del siglo III a. C. Su cuerpo fue entonces arrojado al pantano. Podría haber muerto como víctima de un sacrificio ritual, o quizás su cadáver sea la evidencia de un caso de asesinato de hace 2.300 años.
El Hombre de Grauballe fue descubierto el 26 de abril de 1952 por un equipo de obreros daneses que estaban extrayendo turba en el pantano de Nebelgard Fen, cercano la población de Grauballe. En un principio, las gentes del lugar creyeron que se trataba del cadáver de un hombre conocido como Christian el Pelirrojo, un obrero que también había trabajado en el pasado en la extracción de turba y que bebía demasiado. Christian estaba perdido desde el 1887, y se cree que cayó al pantano estando borracho y se ahogó. Este destino, menos raro de lo que podría pensarse, es el mismo que corrieron dos individuos cuyos cuerpos fueron hallados en unos pantanos de Cheshire, Inglaterra. Aun así, las gentes de Grauballe decidieron que para estar seguros debían consultar con Ulrik Balsev, arqueólogo aficionado de la zona, además de con el médico del pueblo. Un rápido examen del hombre reveló que estaba desnudo, y que su rostro estaba contraído en una horrible mueca. Incapaces de determinar la identidad del hombre o la causa de su muerte, las gentes del lugar se pusieron en contacto con los científicos del Museo de Prehistoria de Aarhus. El profesor Peter Glob acudió a la mañana siguiente y supervisó los trabajos de un equipo de obreros que extrajo de la turba un bloque de gran tamaño en el que se encontraba el cuerpo.
Una vez en el museo, el equipo de Glob llevó a cabo un examen exhaustivo del cadáver. Estimaron que tendría unos 30 años de edad en el momento de su muerte. Su altura habría sido aproximadamente de 1,75 metos. Sus cabellos, aún visibles en su cabeza, tenían una longitud de unos cinco centímetros. Sin embargo, a pesar de su tonalidad rojiza, el hombre probablemente no fuese pelirrojo (es muy posible que este color fuera el resultado de haber quedado sumergido en el pantano). Se observaba asimismo una barba de algunos días en su mentón, y sus manos y dedos no mostraban señales de haber realizado trabajos físicos a lo largo de su vida.
Mano del Hombre de Grauballe. Obsérvese su excelente estado de conservación.
Para sorpresa de todos, nuevos análisis científicos, como la datación mediante radiocarbono, revelaron que el Hombre de Grauballe había vivido a finales de la Edad de Hierro, probablemente entre los años 310 a. C. y 55 a. C. Al examinar el cuerpo con un microscopio electrónico se confirmó la impresión visual de que las manos de este hombre no estaban habituadas a labores manuales, ya que las yemas de sus dedos eran relativamente tersas. El análisis del contenido de su estómago demostró que su última comida fueron unas gachas de maíz; se encontraron también semillas de más de 60 hierbas y plantas diferentes. Los investigadores fueron capaces de determinar que las hierbas y bayas de su estómago no eran frescas, lo que sugiere que el hombre murió en invierno o a principios de la primavera. Su estómago mostraba asimismo trazas del hongo venenoso conocido como cornezuelo.
Lo más impactante de todo fue el análisis forense que reveló las lesiones presentes en el cuerpo, especialmente un corte de extremo a extremo en la garganta. El estudio también desveló que al Hombre de Grauballe le faltaban cuatro vértebras lumbares. En un primer momento los científicos pensaron que había sido golpeado, ya que su cráneo estaba fracturado y su tibia derecha completamente rota; sin embargo, determinaron finalmente que estas lesiones se habían producido tras la muerte del individuo, quizás a causa de la presión del pantano, o al manipularlo los obreros y la gente del pueblo que lo encontraron.
El cuerpo del Hombre de Grauballe tal y como fue descubierto.
Se han propuesto numerosas teorías acerca de las posibles causas de la muerte del Hombre de Grauballe. No se encontraron junto a sus restos ropas ni objeto alguno. Es perfectamente posible que el hombre estuviese vestido en el momento de su muerte y que sus ropas se disolvieran en la humedad del pantano con el paso del tiempo. Dos de estas teorías destacan de entre el resto, y ambas están basadas en nuestros conocimientos actuales sobre la vida en el norte de Europa hacia el siglo III d. C.
Según la primera teoría, el individuo era un criminal que pagó sus crímenes con su vida. Según Tácito, historiador romano de la época, las tribus del norte eran muy estrictas, y condenaban a muerte frecuentemente a quienes violaban la ley. Estos pueblos también se enzarzaban a menudo en guerras entre las diferentes tribus, lo que lleva a otra hipótesis en la que se afirma que el Hombre de Grauballe era un prisionero de guerra (hombres a los que por lo general se daba muerte durante su cautiverio).
Reconstrucción facial del rostro del hombre de Grauballe
¿Pero por qué entonces este hombre fue arrojado al pantano y no se deshicieron de él como del resto de criminales? La segunda de las teorías podría responder a este interrogante. Algunos expertos creen que se dio muerte al Hombre de Grauballe en un sacrificio ritual. Sus manos serían suaves porque no habría trabajado ni un solo día a lo largo de su vida: siempre habría estado destinado a tareas religiosas. Tácito también describe los fuertes vínculos que los europeos del norte sentían por la Madre Tierra: “durante la primavera [la Diosa] visita a estas tribus, y tras partir, se escoge a un grupo de individuos para que sean sacrificados” (Museo Nicholson).
La teoría de un hombre santo destinado a ser sacrificado a la Madre Tierra encaja con otra teoría basada en el hongo cornezuelo hallado en su estómago. El cornezuelo es conocido principalmente como el hongo a partir del cual se sintetizó por vez primera el LSD. Sin embargo, también era el hongo que los antiguos griegos consumían en sus Misterios Eleusinos, y posiblemente (en este caso por accidente) por los acusadores originales en los juicios por brujería de Salem. El cornezuelo provoca convulsiones y alucinaciones, además de otros síntomas, como ardor en boca, manos y pies, y fuertes dolores abdominales. En conjunto se denomina a estos síntomas Fuego de San Antonio por el hospital de monjes de la Orden de San Antonio que en el año 1095 empezó a tratar por vez primera la enfermedad.
El Hombre de Grauballe en el Museo Moesgaard, Dinamarca
El Hombre de Grauballe habría estado en este caso demasiado enfermo como para trabajar, aunque quizás fuera utilizado por alguna orden sagrada para realizar predicciones similares a las del Oráculo de Delfos, lo que confirmaría la teoría del sacrificio ritual. Posteriormente habría sido depositado en el pantano en señal de reverencia. La primera teoría, en cambio, apuntaría más bien a que el consumo de cornezuelo y el ergotismo resultante le habrían convertido en un paria en su comunidad, alguien poseído por un espíritu maligno que no traía más que desgracias e infortunios. En tal caso, se habría dado muerte al Hombre de Grauballe para salvar a la comunidad de su maléfica influencia. Su cuerpo habría sido finalmente depositado en el pantano para mantenerle alejado del poblado.
Es más que probable que por ahora los investigadores no tengan posibilidad de conocer la verdad sobre la muerte del Hombre de Grauballe con certeza.