El Papa Francisco y su reforma de la sonrisa
«Santa Marta no es una jaula, pero me falta la calle», confiesa el Papa a un diario holandés
Francisco: «Un creyente no puede hablar sobre la pobreza y llevar una vida de faraón»
«Me digo a mí mismo: ahora tengo un puesto importante, pero en diez años ya nadie te conocerá»
Si usted piensa en los niños explotados por el trabajo esclavo -continuó-, o en los niños explotados para el abuso sexual. Y otra forma de explotación: matar a los niños para quitarles los órganos, el tráfico de órganos
«La Iglesia debe hablar con la verdad y también con el testimonio: el testimonio de la pobreza. Un creyente no puede hablar sobre la pobreza o sobre los ‘sin techo’ y llevar una vida de faraón». En pleno escándalo «vatileaks», con la Iglesia en la mira por el uso «desenvuelto» de las finanzas vaticanas, Papa Francisco responde en una entrevista al periodista holandés Stijn Fens, del diario «Straatnieuws» de la ciudad de Hilversum.
«Yo quisiera -añadió el Pontífice argentino en la entrevista- un mundo sin pobres. Nosotros debemos luchar contra esto. Y la codicia humana siempre existe, la falta de solidaridad, el egoísmo crean a los pobres. Por eso me parece un poco difícil imaginar un mundo sin pobres». «Si usted piensa en los niños explotados por el trabajo esclavo -continuó-, o en los niños explotados para el abuso sexual. Y otra forma de explotación: matar a los niños para quitarles los órganos, el tráfico de órganos. Matar a los niños para quitarles los órganos es codicia. Por esto no sé si podremos hacer este mundo sin pobres, porque el pecado existe siempre y nos lleva al egoísmo. Pero debemos luchar, siempre, siempre…».
Bergoglio insistió sobre el tema de la pobreza: «Jesús vino al mundo sin techo y se hizo pobre. La Iglesia quiere abrazar a todos y decir que es un derecho tener un techo sobre ti. En los movimientos populares se trabaja con tres ‘t’ españolas: Trabajo, Techo y Tierra. La Iglesia predica que cada persona tiene el derecho a estas tres cosas». Pero hay que tener cuidado con dos tentaciones: «la vida de faraón» y hacer acuerdos con gobiernos. Estos últimos «se pueden hacer, pero deben ser acuerdos claros, acuerdos transparentes. Porque siempre existe la tentación de la corrupción en la vida pública. Tanto politica como religiosa». Por ejemplo, indicó, «nosotros administramos este palacio, pero las cuentas son vigiladas para evitar la corrupción».
«Yo recuerdo que una vez, con mucho dolor, vi, cuando la Argentina bajo el régimen de los militares entró en guerras con la Gran Bretaña por las Islas Malvinas, que la gente daba cosas, y vi que muchas personas, incluso católicos, que se encargaban de distribuirlas, se las llevaban a casa. Una vez le hice una pregunta a un ministro de la Argentina, un hombre honesto -continuó el Papa. Uno que dejó su puesto porque no podía estar de acuerdo con algunas cosas un poco oscuras. Le pregunté: ‘Cuando ustedes envían ayuda, sea comida, ropa, dinero, a los pobres y a los indigentes, de eso que envían, ¿cuánto llega allá, tanto en dinero como en gasto?’. Me dijo: ‘El 35%’. Significa que el 65 % se pierde. Es la corrupción: un trozo para mí, otro para mí…».
El Pontífice también habló sobre su vida cotidiana en la Casa Santa Marta, recordando, como en muchas otras ocasiones, que «no es una jaula», pero que «me falta la calle». «No puedo vivir acá -dijo Bergoglio hablando sobre el Palacio Apostólico-, simplemente por motivos mentales. Me haría daño. Al principio parecía una cosa extraña, me pedí quedarme aquí, en Santa Marta. Y esto me hace bien, porque me siento libre. Como en el comedor en donde comen todos. Y cuando llego temprano como con los empleados. Encuentro a la gente, la saludo, y esto hace que la jaula de oro no sea tanto una jaula. Pero me falta la calle».
Marc, uno de los vendedores del periódico holandés por las calles, también hizo algunas preguntas al Papa, después de haberlo invitado a comer una pizza un día a cualquier restaurante («Me gustaría -dijo Francisco- pero no vamos a poder hacerlo. Porque nada más salgo de acá, viene la gente. Cuando fui a cambiarme los lentes, eran las siete de la noche. No había mucha gente en la calle. Me llevaron a la óptica y salí del coche, y ahí había una mujer que me vio y gritó: ‘¡El Papa!’. Y luego yo estaba adentro y afuera toda la gente»). ¿Cuando era pequeño, soñaba con ser Papa? «Cuando era pequeño -reveló Bergoglio-, no había tiendas en las que se vendían cosas. En cambio estaba el mercado, en donde estaba el carnicero, el de la fruta, etcétera… Yo iba con mi mamá y la abuela para hacer la compra. Era chico, tenía cuatro años. Y una vez me preguntaron: ‘¿Qué te gustaría ser de grande?’. Y dije: ‘¡El carnicero!’».
Y en relación con el cambio radical que representó en su vida la elección como Obispo de Roma, Jorge Mario Bergoglio indicó: «Llegó y no lo esperaba. No perdí la paz. Y esto es una gracia de Dios. No pienso tanto en el hecho e ser famoso. Me digo a mí mismo: ahora tengo un puesto importante, pero en diez años ya nadie te conocerá. Sabes, hay dos tipos de fama: la fama de los ‘grandes’, que han hecho grandes cosas, como Madame Curie, y la fama de los vanidosos. Pero esta última es como una burbuja de jabón».
(RD/Vatican insider)