Mientras en Rusia la presión social y política a favor de la vacunación contra el coronavirus alcanza su punto álgido, todo un equipo de emergencias ha dimitido en señal de protesta, negándose a ser vacunada. Se les amenaza con una responsabilidad criminal (nada menos). La señal es lo suficientemente fuerte como para aparecer en la primera página de los medios de comunicación rusos y plantear la cuestión de la desorganización sistémica del sistema sanitario, acelerada por el covid y la degradación de la profesión médica. Como no se trata de una crisis, sino de un problema sistémico, las medidas puntuales no solucionan obviamente el problema.
En una pequeña ciudad del Lejano Oriente ruso, primero dimitieron 12 miembros del equipo médico de emergencias, rechazando la vacunación obligatoria que se les impuso. Luego les siguieron otros 15. Todo un equipo del servicio de emergencias médicas dimitió, ya que la vacunación contra el coronavirus se impuso en la región. La administración local quiere tranquilizar, obviamente, a los habitantes diciéndoles que no se quedarán sin servicio médico, que hay otros equipos en número suficiente, que no se preocupen, que todo está bien… Los habitantes, por su parte, se muestran escépticos, recordando que ya en su día les recomendaron encarecidamente acompañar a los enfermos al hospital por sus propios medios y que tuvieron que esperar durante horas la llegada de las emergencias.
Pero el asunto no acaba ahí. Que los médicos y el personal de enfermería se permitan rechazar la vacunación e incluso prefieran dimitir, es un acto inaceptable, incluso imperdonable, en la locura reinante. Por ello, han firmado una carta de dimisión a partir del 15 de noviembre. El médico jefe habló con ellos la semana pasada, pero se han mantenido firmes. Sin embargo, dadas las actuales instrucciones de denunciar y amenazar con castigos penales a los médicos que se oponen a la vacuna, el médico jefe dice que no puede mantenerlos en su puesto de todos modos (recordemos que la tasa de vacunación impuesta es del 80 por cien, no del 100 por cien).
Estas personas trabajan en regiones con covid y están inmunizadas. Sin embargo, la negativa a la vacunación en este caso podría asimilarse a la difusión de información falsa sobre la vacuna. ¿Es esto absurdo? Legalmente, sí, totalmente, pero es la época que nos ha tocado vivir. A los tiempos no les importa la lógica jurídica, tienen otra, ideológica, superior e indiscutible.
Mientras tanto, un verdadero problema sistémico ha desestabilizado el sistema sanitario ruso, bajo la apariencia de una mayor eficacia. Los médicos, en general, no están satisfechos con sus condiciones de trabajo, e incluso los privilegiados de las regiones con covd están hartos y más de un tercio está pensando en dimitir. Hay que decir que una gran parte de ellos proceden de otras especialidades (y de otras regiones) y no han sido realmente formados para trabajar en este contexto.
En cuanto a los demás, los que trabajan en los ámbitos habituales, denuncian un deterioro de la profesión. Mientras que el personal que trabaja en las regiones con covid recibe un salario especial, los demás médicos ven cómo sus sueldos disminuyen y piensan que son ellos los que, en última instancia, financian las primas de los demás, aunque su esfuerzo no sea menor.
En general, la formación se ha burocratizado. Los nuevos médicos no están preparados para tratar a un paciente en la totalidad y complejidad de la persona que tienen delante, sino para regular y dirigir dentro de las instituciones la enfermedad que tienen delante, según la rentabilidad de la patología. Así, un hospital regional diseñado para operaciones de máxima intensidad castigará en la sesión informativa de la mañana al médico de guardia que se atreva tontamente a operar una apendicitis de urgencia por la noche en lugar de derivar al paciente a una clínica local.
El deterioro del servicio hospitalario público va acompañado del desarrollo de procedimientos comerciales que una gran parte de la población no puede pagar. Los servicios se ven obligados a cumplir con los planes para seguir siendo “rentables”, lo que reduce el tiempo dedicado a la atención y el seguimiento de cada paciente. En la clínica pediátrica de nuestro barrio, por ejemplo, una cita con el pediatra dura poco más de tres minutos. No se puede tratar a un niño en tres minutos, pero sí se puede remitirlo a otros especialistas o darle Doliprane. Si no cumplen los planes, la financiación se reduce y se les amenaza con una reestructuración al ser declarados no rentables.
Si los médicos no están satisfechos con el aumento de las horas no remuneradas y la disminución de su salario, su dirección les muestra la salida, que siempre está abierta. No hay problema, contratarán a médicos poco cualificados y mal pagados de Asia Central, que están invadiendo literalmente las clínicas y hospitales de Moscú, entre otros. A pesar de ello, el número de médicos no ha dejado de disminuir en los últimos años. Desde 2013 hay un 2 por ciento menos de médicos en general en todo el país y un 9 por ciento menos de personal de enfermería, mientras que en ese momento ya había un déficit de al menos 40.000 médicos y 270.000 enfermeros.
Al mismo tiempo, se sigue hablando del aumento de muertes y fallecimientos atribuidos al coronavirus. Para resolver el problema, el Ministerio de Defensa propone la creación de “spetsnaz” (fuerzas especiales) en el ámbito del coronavirus, a sabiendas de que algunas de estas “fuerzas especiales” ya se utilizan en ciertas regiones. Un bono de 10.000 para los donantes de sangre, una lotería para los vacunados y estamos ante una mala película de ciencia ficción. No hay un enfoque sistémico, ni una visión estratégica para el desarrollo y el apoyo de un sistema sanitario equilibrado que pueda atender a la población en toda su diversidad de enfermedades. Como decimos en estos casos, desnudamos a un santo parea vestir a otro. Al final, los dos están mal vestidos.
La desestabilización de los sistemas públicos es extremadamente fácil, porque son mecanismos frágiles y afilados. La privatización de la gestión en nuestros países ha desestabilizado por completo el funcionamiento del Estado, en nombre de una mayor eficacia, que no se ve por ninguna parte. Los efectos desastrosos de estas políticas son visibles a todos los niveles y trágicos en el sector hospitalario. Esto no lleva en absoluto a que se les cuestione. Existe, por tanto, otro objetivo ideológico, el de la destrucción del Estado como órgano de gobierno, acompañado de la alineación de los poderes nacionales con los centros de decisión mundiales.
Karine Bechet-Golovko https://russiepolitics.blogspot.com/2021/11/ces-medecins-qui-demissionnent-et-la.html
La vacunación obligatoria da la puntilla a la red hospitalaria rusa