La hipocresia de lo escondido

Uno de los recuerdos infantiles que no se escapan de mi memoria, consiste en un salón de actos lleno con los alumnos de las tres clases que formaban mi curso y los padres de las más de 100 criaturas, en el que un cura explicaba de forma clara y sin demasiados tapujos como era aquello de que papá ponía una semillita en mamá. El Padre Coca, Javier, que así se llamaba, consideraba oportuno darle una visión algo menos biológica y, contra lo que se pudiera pensar por la formación y profesión del conferenciante, más mundana y prosaica de lo que preveía el plan de estudios de quinto curso sobre la reproducción en seres humanos. Con el paso de los años, creo que si algo aprendí durante aquella charla absolutamente magistral – es algo que en más de una ocasión hemos comentado los compañeros de aquellos años y todos solemos coincidir – además de lo evidente, es que siempre es preferible el conocimiento a la obscura ignorancia.

Puedo comprender que ciertas materias son más difíciles de tratar que otras, pero sin duda el sexo es algo consustancial a la vida por lo que parece absurdo no poner la luz y los taquígrafos al servicio de los adolescentes. Si me revuelve el estómago que a los niños se les hable como si fueran idiotas imagínense lo repugnante que me llega a parecer que esta práctica se prolongue en la adolescencia. La ocultación se diría que es aun más obscena pues presupone que otro no es capaz de digerir aquello que le ocultamos. Es la confirmación de que pensamos que efectivamente es tonto.

NO ES BALADÍ QUE QUIENES ASPIRAN AL CONTROL DE LA SOCIEDAD, AL SOMETIMIENTO DE LOS HOMBRES LIBRES, CORRAN ESTÚPIDOS VELOS POR DELANTE DE CUANTAS AFRENTAS SE LES OCURRAN. LO HACEN LAS RELIGIONES Y LOS GOBIERNOS

No entraré a debatir qué o cuándo hay que poner sobre el tapete ciertas verdades que nos puedan incomodar. Cada uno debería ser capaz de elegir el momento, lo que pasa es que a todos se nos hurtaron gran parte de esos trances en nuestros años mozos y ahora vamos con el pie cambiado. ¿Acaso soterrar el uso y abuso que en nuestras sociedades se hacía de ciertas drogas ha servido para algo? Por muy ilegal y escondido que haya estado la cocaína, por ejemplo, ha sido siempre tremendamente fácil de encontrar y consumir. Los más viejos del lugar aun recordarán la foto de Maradona y Julio Alberto en uno de aquellos partidos contra la droga. Por aquello de la hipocresía.

Otro punto que podría caber discutir es si tienen cabida ciertas alegrías en una sociedad tan infantilizada como la actual. Considerando que la madurez es un círculo vicioso y que si no maduras cuando es fecha la realidad te acaba dando el color adecuado a bofetadas, no tiene mucho recorrido esta línea de debate. Saber es siempre positivo, solo se trata se adaptar el conocimiento a la realidad de cada edad. El conocimiento es, además, el mejor antídoto contra el miedo.

¿Van a desaparecer las tetas y los culos si decidimos ignorar su existencia? ¿El alcohol o las drogas dejarán de ser accesibles por girar la cabeza? A los hechos nos podemos remitir para responder tan obvias preguntas. No. La sociedad es infantil porque los adultos así la hemos modelado. A todos nos corresponde desandar este camino. Privando a las generaciones que nos suceden de frustración y fracaso solo hemos conseguido fracaso y frustración para ellas. No puedes conocer el placer sin saber lo que es el dolor, ¿con qué vas a comparar las sensaciones?

No voy a pedir disculpas por haber tenido más suerte y no sentirme ofendido por un culo bailongo o una copa de whisky sin hielo. Lo que no alcanzo a entender es cuantas desilusiones, cuantas decepciones y, sobre todo, cuanta falta de comprensión sobre la realidad que nos rodea encierran las diatribas contra los meneos y el vestuario de Chanel en Eurovisión. ¡Qué sexualidad más reprimida! Qué poco provecho les sacan algunos a la vida.

La ignorancia de una parcela de la vida nos priva de parte de sus beneficios. Para vivir plenamente hay que conocer todo lo que a la vida afecta, cuanto más profundamente mejor. Quizá el pecado deba ser pecado, religioso o ideológico, pero nunca, jamás, ha de ser tabú. Todo lo que se esconde al mundo lo hace más feo.

No es baladí, por tanto, que quienes aspiran al control de la sociedad, al sometimiento de los hombres libres, corran estúpidos velos por delante de cuantas afrentas se les ocurran. Lo hacen las religiones y los gobiernos. Es tan clara la mimetización de lo que antaño fueron pecados con lo que hoy podríamos llamar comportamientos antisociales, que asombra la falta de sutileza, el desparpajo con la que los políticos de hoy y sus oenegeros han trasmutado en los curas de ayer. La sotana se ha convertido en un carné, pero la censura que se promulga no dista un ápice.

Todo el entramado en el que nos movemos es deliberadamente hermético para que no sepamos lo que pasa. Desde la profusión legislativa a la moralina recalcitrante todo está pensado para que se nos escapen cuantas más cosas mejor, para no poder comprender, para no saber y por lo tanto ignorar y pasar o temer. Si yo hubiera sabido con veinte años lo que sé ahora… ¿verdad? cuénteles a los que ahora tienen veinte años todo lo que sabe. Quizá no le escuchen. Probablemente. Pero no podrán decir que no fueron advertidos.

Foto: Chanel – SloMo. Vídeo oficial en Youtube.

La hipocresía de lo escondido

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